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Viaje al interior de una gota de sangre
Primer libro sobre una pentalogía sobre la violencia en Colombia de Daniel Ferreira, premio Clarín 2014.
Un pequeño pueblo se prepara para elegir a su reina de belleza durante la celebración de las fiestas anuales, cuando un grupo de encapuchados armados irrumpe en una camioneta y les dispara a todos los asistentes a la celebración.
A través de un coro compuesto por las voces de los muertos y perfectamente orquestado por el autor, el lector podrá reconstruir el horror y la injusticia de una de las múltiples masacres perpetuadas por el paramilitarismo en los pequeños pueblos de Colombia.
La crítica ha dicho
"Viaje al interior de una gota de sangre es un muro de la infamia pintado en una iglesia por un artista de pueblo. El muro es una denuncia pública de las matanzas que vive la región. Cuando los encapuchados lleguen a masacrar a la población, la historia dibujada se convertirá en la historia del libro. Es un gran fresco del que se extraen a primeros planos las vidas hipotéticas de quienes van a morir en una masacre".
Fernando Araújo Vélez, El Espectador
Un pequeño pueblo se prepara para elegir a su reina de belleza durante la celebración de las fiestas anuales, cuando un grupo de encapuchados armados irrumpe en una camioneta y les dispara a todos los asistentes a la celebración.
A través de un coro compuesto por las voces de los muertos y perfectamente orquestado por el autor, el lector podrá reconstruir el horror y la injusticia de una de las múltiples masacres perpetuadas por el paramilitarismo en los pequeños pueblos de Colombia.
La crítica ha dicho
"Viaje al interior de una gota de sangre es un muro de la infamia pintado en una iglesia por un artista de pueblo. El muro es una denuncia pública de las matanzas que vive la región. Cuando los encapuchados lleguen a masacrar a la población, la historia dibujada se convertirá en la historia del libro. Es un gran fresco del que se extraen a primeros planos las vidas hipotéticas de quienes van a morir en una masacre".
Fernando Araújo Vélez, El Espectador
134 pages, Kindle Edition
First published January 1, 2011
10 people are currently reading
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About the author
Daniel Ferreira
30 books78 followersDaniel Emilio Ferreira Gómez. Escritor, bloguero y cronista independiente colombiano con un proyecto de cinco novelas sobre la violencia y la historia de Colombia, que ha bautizado: Pentalogía (infame) de Colombia. La primera novela de este proyecto La balada de los bandoleros baladíes recibió el Premio Latino-americano de Primera Novela Sergio Galindo en 2010, siendo publicada al año siguiente en México en la editorial de la Universidad Veracruzana; la segunda novela, Viaje al interior de una gota de sangre, premiada con el Premio Latino-americano de Novela Alba Narrativa en 2011, fue publicada por la editorial cubana Arte y literatura en 2012. La tercera, Rebelión de los oficios inútiles, obtuvo el Premio Clarín de Novela en 2014, siendo publicada en Argentina ese mismo año en la editorial Alfaguara.
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Community Reviews
Displaying 1 - 30 of 40 reviews
July 28, 2017
(Pueden encontrar otra reseña de este libro en el portal Punto y Coma: http://www.puntoycoma.pe/bohemia/rese... )
Leí esta novela en dos momentos: una noche, antes de dormir, el primer capítulo; la tarde siguiente, el resto. Se trata, ante todo, de un libro intenso, un libro lleno de escenas fuertes y de momentos donde hay que apretar los dientes. No hay anestesia en lo ocurrido, no hay enmascaramientos para tantísima brutalidad y tanta muerte.
Viaje al interior de una gota de sangre comienza con una masacre: un grupo de encapuchados interrumpe el reinado carnavalesco de un pueblo y a cortinillas de balas van tendiendo un tatami de cuerpos destrozados. Ese fue el capítulo leído de noche, y mis sueños se inundaron de sangre espesa, de huellas escarlatas, de un olor a hierro asqueroso.
Luego, Daniel Ferreira elige contar la historia a partir de múltiples personajes, reconstruyendo, desde un narrador sumamente plástico y tremendamente hábil, las últimas horas de varios de los que vimos caer entre estallidos en esa obertura brutal del capítulo primero. Esos fueron los capítulos leídos en la tarde, una tarde larga, llena de voces y de un solo lamento. Una tarde en la que detenía la lectura para caminar por la habitación mientras amilanaba los nervios en miras a poder proseguir.
La historia, con sus múltiples historias, desgarra. Habla de paros campesinos y de desaparecidos, del MAS (Muerte A Secuestradores) y el temor colgado a tantas siglas como ha estado colgado en la historia de Colombia, de memoria y el valor del arte como despojo único posible, como testimonio endeble de una realidad voraz donde los muertos y las causas de las muertes se hacen difusos por la brutalidad y el vértigo, donde podemos comprobar eso de
Quizás por ello, quizás confiando en ello, el narrador de la novela se permite rescatar la belleza en medio del horror, sobreponiendo a los escenarios de la muerte descripciones como esta:
La belleza de las palabras sirve para conservar, en forma de ficción, el recorte de un momento infamante, el cuadro de cuerpos sin vida regados por las calles de un pueblo. Así también, casi en respuesta fractal, los personajes, cada uno a su manera, llevan un archivo privado donde su historia personal tiene un asiento para la posteridad: el álbum de recortes sobre el padre desaparecido, el cartapacio del abuelo revolucionario, el mural del frontispicio de la iglesia. Cada personaje, a su modo y sin saberlo, guarda aquello que asegurará su voz luego de haber sido su garganta cortada a tiros.
Es una gran labor de orfebrería esta novela. Lo dije ya en la reseña de La balada de los bandoleros baladíes : quien busque por dónde van las aguas de la literatura colombiana actual, tendrá que sumergirse en Ferreira, tarde o temprano.
Leí esta novela en dos momentos: una noche, antes de dormir, el primer capítulo; la tarde siguiente, el resto. Se trata, ante todo, de un libro intenso, un libro lleno de escenas fuertes y de momentos donde hay que apretar los dientes. No hay anestesia en lo ocurrido, no hay enmascaramientos para tantísima brutalidad y tanta muerte.
Viaje al interior de una gota de sangre comienza con una masacre: un grupo de encapuchados interrumpe el reinado carnavalesco de un pueblo y a cortinillas de balas van tendiendo un tatami de cuerpos destrozados. Ese fue el capítulo leído de noche, y mis sueños se inundaron de sangre espesa, de huellas escarlatas, de un olor a hierro asqueroso.
Luego, Daniel Ferreira elige contar la historia a partir de múltiples personajes, reconstruyendo, desde un narrador sumamente plástico y tremendamente hábil, las últimas horas de varios de los que vimos caer entre estallidos en esa obertura brutal del capítulo primero. Esos fueron los capítulos leídos en la tarde, una tarde larga, llena de voces y de un solo lamento. Una tarde en la que detenía la lectura para caminar por la habitación mientras amilanaba los nervios en miras a poder proseguir.
La historia, con sus múltiples historias, desgarra. Habla de paros campesinos y de desaparecidos, del MAS (Muerte A Secuestradores) y el temor colgado a tantas siglas como ha estado colgado en la historia de Colombia, de memoria y el valor del arte como despojo único posible, como testimonio endeble de una realidad voraz donde los muertos y las causas de las muertes se hacen difusos por la brutalidad y el vértigo, donde podemos comprobar eso de
que el heroísmo se borra más rápido que la estupidez de la mente humana, que solo el arte se mantiene vigente en la deriva de los años. (82)
Quizás por ello, quizás confiando en ello, el narrador de la novela se permite rescatar la belleza en medio del horror, sobreponiendo a los escenarios de la muerte descripciones como esta:
El sol se deslizó en la llanura y medio disco dorado empezó a proyectar destellos de atanor cobrizo sobre la piel de las montañas y los hongos de nubes del cielo. (37)
La belleza de las palabras sirve para conservar, en forma de ficción, el recorte de un momento infamante, el cuadro de cuerpos sin vida regados por las calles de un pueblo. Así también, casi en respuesta fractal, los personajes, cada uno a su manera, llevan un archivo privado donde su historia personal tiene un asiento para la posteridad: el álbum de recortes sobre el padre desaparecido, el cartapacio del abuelo revolucionario, el mural del frontispicio de la iglesia. Cada personaje, a su modo y sin saberlo, guarda aquello que asegurará su voz luego de haber sido su garganta cortada a tiros.
Es una gran labor de orfebrería esta novela. Lo dije ya en la reseña de La balada de los bandoleros baladíes : quien busque por dónde van las aguas de la literatura colombiana actual, tendrá que sumergirse en Ferreira, tarde o temprano.
October 19, 2023
Το χρονικό μιας σφαγής είναι τούτο δω, μιας τραγωδίας χωρίς τέλος, ιδωμένης μέσα από τα μάτια των βασικών ηρώων και υπό το πρίσμα της ζωής τους-της μη ζωής τους για την ακρίβεια, μιας και σε εκείνη την γωνιά της χώρας, η ελπίδα πέθαινε, είτε καλυμμένη από ένα στρώμα χρυσής σκόνης είτε με μια σφαίρα στο κεφάλι.
5/5 ⭐ για τον τρόπο που επέλεξε ο συγγραφέας να δώσει με εξαιρετικές εικόνες τη σχέση της Δελφίνας με τον μπαμπά της. Για μένα, ίσως οι δυνατότερες σκηνές του βιβλίου. (Αυτό, βέβαια, δεν σημαίνει ότι υστερεί κάπου αλλού!)
5/5 ⭐ για τον τρόπο που επέλεξε ο συγγραφέας να δώσει με εξαιρετικές εικόνες τη σχέση της Δελφίνας με τον μπαμπά της. Για μένα, ίσως οι δυνατότερες σκηνές του βιβλίου. (Αυτό, βέβαια, δεν σημαίνει ότι υστερεί κάπου αλλού!)
March 26, 2021
Doloroso de leer y real al mismo tiempo, es el primer libro que leo de Daniel, y me ha sorprendido por completo, la manera en la que describe a sus personajes y los hechos ocurridos en un pueblo azotado por la violencia colombiana.
Al leerlo solo imagine cuantos pueblos y lugares de este país les ha pasado lo mismo, todas aquellas almas, miles de campesinos desterrados de sus casas, tratando de entender cómo está guerra absurda se roba la vida y los sueños de aquellos que quieren ver de este, un país mejor.
Cada personaje tiene una historia que contar, todas igual de dolorosas, pero a todos los une un mismo destino: la muerte.
Al leerlo solo imagine cuantos pueblos y lugares de este país les ha pasado lo mismo, todas aquellas almas, miles de campesinos desterrados de sus casas, tratando de entender cómo está guerra absurda se roba la vida y los sueños de aquellos que quieren ver de este, un país mejor.
Cada personaje tiene una historia que contar, todas igual de dolorosas, pero a todos los une un mismo destino: la muerte.
March 7, 2019
Viaje al interior de una gota de sangre es un libro corto que se lee en uno o dos días. En mi caso lo terminé en tres días porque narra un hecho doloroso, fuerte y que combinado con la manera en que está escrito me parecía que debía alargar la lectura para lograr comprender lo que se narra.
En la primera parte se habla de un pueblo que está celebrando un reinado y de repente unos encapuchados armados y en camioneta empiezan a disparar. Luego van a la iglesia y le piden al cura que salga o irán matando a las mujeres que tienen retenidas. Una masacre que está escrita para que al lector se le revuelva el estomago y tenga que parar de leer. Las siguientes partes se centran en personajes muy específicos de ese pueblo, por ejemplo en el niño que va a espiar a las muchachas al río. El cura que está interesado en ayudar al pueblo, el tipo asqueroso cuyo dinero manchado de sangre usa para estar con adolescentes vírgenes, El profesor del pueblo que es ebrio, homosexual y llegó al pueblo a conocer la historia de su abuelo, la chica cuyo padre era traficante...
En la primera parte se habla de un pueblo que está celebrando un reinado y de repente unos encapuchados armados y en camioneta empiezan a disparar. Luego van a la iglesia y le piden al cura que salga o irán matando a las mujeres que tienen retenidas. Una masacre que está escrita para que al lector se le revuelva el estomago y tenga que parar de leer. Las siguientes partes se centran en personajes muy específicos de ese pueblo, por ejemplo en el niño que va a espiar a las muchachas al río. El cura que está interesado en ayudar al pueblo, el tipo asqueroso cuyo dinero manchado de sangre usa para estar con adolescentes vírgenes, El profesor del pueblo que es ebrio, homosexual y llegó al pueblo a conocer la historia de su abuelo, la chica cuyo padre era traficante...
April 19, 2022
Mientras leía el libro pensaba en que ser colombiano implica una relación muy particular con la violencia, el abandono y la muerte. No sé cómo se leerá un libro así en otros lados. Más allá de la escritura, es un libro sencillo, que da vueltas alrededor de una masacre, lo cual es común en Colombia. Una masacre que no es claro quién comete, aunque es muy obvio, al mismo tiempo. En un país con tantos actores con intereses tan particulares, con negocios tan concretos, y con una permisividad social absoluta, la violencia extrema, sin sentido, es totalmente normal. Entre las fuerza legales y las ilegales la posibilidad de muerte es muy común en lugares olvidados por Dios y por el Estado, y cualquier intento de organización, toda demanda, es una búsqueda de lo que no se ha perdido. Pero, de nuevo, en un país en el que las noticias se dieron en blanco y negro en una época, con masacres diarias, con panoramas políticos plagados de narcotráfico, corrupción, oficinas y carteles, no deja de ser escandaloso que un libro sobre una masacre no resulte perturbador en absoluto.
October 10, 2016
Quisiera nunca olvidar un libro así...Es increíble pensar que Daniel Ferreira tiene apenas 35 años,y pueda narrar de una manera tan perfecta sobre como se desenvuelve el terror, la violencia azarosa y sin sentido, en una Colombia que se desangra cada día más...Espero la tercera parte de su "Pentalogía de Colombia".
March 3, 2020
Esta historia cuenta las diferentes víctimas de una tragedia, sus historias y su caída. La trama y los personajes son ingenuos, predecibles, muy comunes.
Un muy buen titulo para una historia mil veces contada.
Un muy buen titulo para una historia mil veces contada.
September 15, 2022
3,5 αστέρια
April 2, 2019
Lo que mas me gusta y me sorprende es la facultad que tiene de hacerte sentir en los zapatos del personaje que esta narrando. En el caso de este libro se narra una masacre de un pueblo desde los zapatos de diferentes personajes quienes, mientras viven la masacre, reflexionan lo que ha sido sus vidas en sus últimos minutos. De esta forma Daniel logra no solo contextualizar el pueblo y su gente, sino que además cuenta desde diferentes lugares como se dio la masacre. Me pareció increíble el relato de el hotel que logra hacerlo sentir a uno como un niño de pueblo. Daniel Ferreira seguramente pasara a la historia por su gran aporte literario a la comprensión del conflicto armado colombiano, cualquier libro que agarren de el valdrá la pena.
March 22, 2018
Este libro es la radiografía del país que no conocemos. Del que está lejos de las ciudades y que todos los días lucha por sobrevivir, un país que siempre ha estado entre la espada y la pared. Uno que en gran medida es culpa del abandono que degeneró en violencia, que a su vez trajo el olvido.
Un libro fuerte, desgarrador en algunos tramos, repetitivo en algunos.
Un libro fuerte, desgarrador en algunos tramos, repetitivo en algunos.
August 28, 2022
Reseña: Viaje al interior de una gota de sangre
Daniel Ferreira
Año de publicación 2011
Edición leída Alfaguara primera reimpresión diciembre 2019.
Es un poco indescriptible la sensación que me deja este libro. En medio de la lectura tuve que detenerme a pensar en lo que me hacía sentir esta historia y descubrí que el dolor era solo un poco de la empatía que se puede sentir por las personas que han sufrido en este país a raíz de las matanzas y el conflicto armado.
Ferreira nos recrea esta situación con una historia ficcionada, desde la perspectiva de 6 personas que crecieron y vivieron en el pueblo, teniendo sus vidas allí y también perdidas en el mismo lugar.
Es el primer libro del autor que leo y quiero seguir explorando sus textos donde recrea el conflicto armando de nuestro país.
⭐️4/5
Daniel Ferreira
Año de publicación 2011
Edición leída Alfaguara primera reimpresión diciembre 2019.
Es un poco indescriptible la sensación que me deja este libro. En medio de la lectura tuve que detenerme a pensar en lo que me hacía sentir esta historia y descubrí que el dolor era solo un poco de la empatía que se puede sentir por las personas que han sufrido en este país a raíz de las matanzas y el conflicto armado.
Ferreira nos recrea esta situación con una historia ficcionada, desde la perspectiva de 6 personas que crecieron y vivieron en el pueblo, teniendo sus vidas allí y también perdidas en el mismo lugar.
Es el primer libro del autor que leo y quiero seguir explorando sus textos donde recrea el conflicto armando de nuestro país.
⭐️4/5
June 20, 2017
«Nosotros no disparamos, padre; pegamos tiros revolucionarios.»
Arrasadora. Una de las tres novelas que hasta ahora componen la basta empresa de Ferreira de construir una Pentalogía de la Violencia, una de esas novelas que te deja con un hueco en el pecho y varios días para rumiar lo ocurrido. De esas violencias que jalan para lado y lado cuando en medio, a veces sin saberlo, aparecen las poblaciones que resultan afectadas en peque��a, mediana y grande proporción. Un coro de voces que retrata lo que es vivir y sentir las violencias sin estar en ese rotulo amorfo de "víctimas" que parecen ser más acorde a un senso y a un retorno infinito del dolor que a la particularidad que los constituye. ¿Qué pasa con los que quedan después de las masacres?, ¿Para qué narrar o para qué dejar de hacerlo?, ¿Sirve narrar para impedir que hechos violentos vuelvan a ocurrir?, ¿Se narra para mantener intacto el acontecimiento? En ocasiones, quiero creer que se narra para no olvidar, aunque nos hemos olvidado ya hace mucho.
Arrasadora. Una de las tres novelas que hasta ahora componen la basta empresa de Ferreira de construir una Pentalogía de la Violencia, una de esas novelas que te deja con un hueco en el pecho y varios días para rumiar lo ocurrido. De esas violencias que jalan para lado y lado cuando en medio, a veces sin saberlo, aparecen las poblaciones que resultan afectadas en peque��a, mediana y grande proporción. Un coro de voces que retrata lo que es vivir y sentir las violencias sin estar en ese rotulo amorfo de "víctimas" que parecen ser más acorde a un senso y a un retorno infinito del dolor que a la particularidad que los constituye. ¿Qué pasa con los que quedan después de las masacres?, ¿Para qué narrar o para qué dejar de hacerlo?, ¿Sirve narrar para impedir que hechos violentos vuelvan a ocurrir?, ¿Se narra para mantener intacto el acontecimiento? En ocasiones, quiero creer que se narra para no olvidar, aunque nos hemos olvidado ya hace mucho.
June 5, 2017
Segunda novela de la Pentalogía (infame) de Colombia (proyecto de cinco novelas sobre la violencia y la historia de Colombia) de Daniel Ferreira. En esta novela un pueblo es arrasado por paramilitares en plena feria. Daniel cuenta los sucesos a través del punto de vista e historias de diferentes personajes.
En la misma línea de "Rebelión de los oficios inútiles". Daniel Ferreira es un excelente escritor que ayuda a entender un poco el conflicto Colombiano desde la perspectiva de sus habitantes más rurales. Me da curiosidad saber cómo se va a reinventar una vez termine el proyecto—tengo el temor de que se quede estancado en el tema, y sería una lástima con tanto talento.
En la misma línea de "Rebelión de los oficios inútiles". Daniel Ferreira es un excelente escritor que ayuda a entender un poco el conflicto Colombiano desde la perspectiva de sus habitantes más rurales. Me da curiosidad saber cómo se va a reinventar una vez termine el proyecto—tengo el temor de que se quede estancado en el tema, y sería una lástima con tanto talento.
October 8, 2018
Definitivamente no es mi libro favorito de Ferreira. El lenguaje es farragoso, a veces incluso impreciso, y hay un puñado de escenas que sobran y otras cuantas que no están bien logradas; pero un par de capítulos —el de la bañista y el del último bolchevique— me parecieron muy buenos.
November 7, 2022
"-¿Cómo se te ocurrió esto, Enoc?
El ebanista no respondió.
Había llevado al padre para mostrarle lo avanzado que estaba el frontón, a muy pocos días de su exhibición pública, y ahora volvía a apagar la luz y a cerrar la cortina ante los ojos ávidos del sacerdote que querían ver más.
-Los sueños, para evitar que se cumplan, se deben contar."
La premisa te lo dice todo: una masacre va a pasar en el pueblo, y en el primer capítulo te lo relatan como si de un cuento se tratara. Al principio pareciera que se tratase de una recopilación de relatos o cuentos, te deslizas con una facilidad desde la primera historia hasta que caes en cuenta: vas en un recorrido por las historias que hay detrás de esa masacre, de cómo ciertos personajes, enlazados al destinado contado al inicio, estaban involucrados y decidieron atarse, ser parte y construir ese final (cada uno por su cuenta, sin saberlo o conociendo que ese posiblemente eso pasaría).
El nombre del libro es muy apropiado; te embarcas en un viaje al pasado, a los hechos que antecedieron ese final, a las microhistorias que cada quién tenía que contar, para ver con los lentes de varios personajes cómo sucedió todo. Hay escenas que me disgustaron, me causaron molestia y que solo quería leer rápidamente porque me parecía una tortura leer lo que me encontraba (como lo de Delfina y lo que hacía Urbano Frías); y no era precisamente porque fuera malo, sino porque era muy real... Me sorprendía mucho como cada historia se iba conectado con otra, cómo un personaje parecía hacer un mini cameo en la historia de otro y la facilidad con la que vas queriendo saber más de lo que sucede y cómo cada uno terminó envuelto en ese embrollo. Además, cada uno tiene su manera de ver las cosas, y las que más me dejaron pensando fueron la de Delfina, que aún siento esa molestia por ella; la del niño, que en cierta forma perturba; y la del cura, que deja en qué pensar por cómo sin importar las consecuencias siguió actuando. Personalmente, creo que este será de esos libros que voy a recordar vividamente por cómo me dejó pensando con todo lo que me encontré con él.
El ebanista no respondió.
Había llevado al padre para mostrarle lo avanzado que estaba el frontón, a muy pocos días de su exhibición pública, y ahora volvía a apagar la luz y a cerrar la cortina ante los ojos ávidos del sacerdote que querían ver más.
-Los sueños, para evitar que se cumplan, se deben contar."
La premisa te lo dice todo: una masacre va a pasar en el pueblo, y en el primer capítulo te lo relatan como si de un cuento se tratara. Al principio pareciera que se tratase de una recopilación de relatos o cuentos, te deslizas con una facilidad desde la primera historia hasta que caes en cuenta: vas en un recorrido por las historias que hay detrás de esa masacre, de cómo ciertos personajes, enlazados al destinado contado al inicio, estaban involucrados y decidieron atarse, ser parte y construir ese final (cada uno por su cuenta, sin saberlo o conociendo que ese posiblemente eso pasaría).
El nombre del libro es muy apropiado; te embarcas en un viaje al pasado, a los hechos que antecedieron ese final, a las microhistorias que cada quién tenía que contar, para ver con los lentes de varios personajes cómo sucedió todo. Hay escenas que me disgustaron, me causaron molestia y que solo quería leer rápidamente porque me parecía una tortura leer lo que me encontraba (como lo de Delfina y lo que hacía Urbano Frías); y no era precisamente porque fuera malo, sino porque era muy real... Me sorprendía mucho como cada historia se iba conectado con otra, cómo un personaje parecía hacer un mini cameo en la historia de otro y la facilidad con la que vas queriendo saber más de lo que sucede y cómo cada uno terminó envuelto en ese embrollo. Además, cada uno tiene su manera de ver las cosas, y las que más me dejaron pensando fueron la de Delfina, que aún siento esa molestia por ella; la del niño, que en cierta forma perturba; y la del cura, que deja en qué pensar por cómo sin importar las consecuencias siguió actuando. Personalmente, creo que este será de esos libros que voy a recordar vividamente por cómo me dejó pensando con todo lo que me encontré con él.
January 3, 2018
Una novela fuerte, con una cualidad poética para narrar los acontecimientos más lamentables de nuestra sociedad.
September 15, 2018
1 o 2 horas, a lo sumo, es lo que le toma a doce encapuchados llegar en dos vehículos a desangrar un pueblo. En ese lapso de tiempos dilatados sucede la historia; un atardecer en el que un caserío se prepara para elegir reina popular y en su lugar recibe horror y muerte. Uno de tantos capítulos de lo que vagamente llamamos "la violencia en Colombia": las masacres. Golpes anunciados, el sobrevuelo de un ave negra sobre un punto en el mapa al que es imposible resistir, al que nadie nunca auxiliará.
Los vemos, horas o días después, en la abstracción que implica hacer de esto una noticia. Cifras de muertos. Lágrimas desgarradas o miradas estupefactas de sobrevivientes. Imágenes de una cancha o una plaza desolada con manchas pardas de sangre seca. Los detalles espeluznantes de una nueva modalidad criminal de hacer de la sevicia una fiesta grotesca. Todo lo indigerible hecho rápidas piezas de comunicación que amedrentan, desesperanzan, generan impotencia, empujan al olvido.
Entonces la literatura.
El caserío está de fiesta y casi todos sus habitantes se reúnen en la plaza y cumplen su función. Las tres candidatas se contonean en traje de baño ante la mirada lasciva del millonario del pueblo que se ceba a punta de adolescentes y whisky. Las dos matronas asan carne y reparten sus amasijos de tripas y sangre. Los músicos se toman la tarima, las parejas bailan, el cura se instala en uno de los márgenes de la escena llamando a la protesta, una chica que sueña con largarse decide ir a nadar al río, donde dos niños juegan con su perro a la espera de la bañista nudista, y el profesor del pueblo se embriaga de brandy y de fracasos rememorando a su abuelo, el último bolchevique que vino a malmorir en una rebelión fallida en ese mismo pueblo.
Ha sido toda una confabulación de luchas inacabadas, del imperio de lo vulgar, de la aniquilación sin consecuencias.
Esta segunda entrega de la pentalogía es tan infame y tan brutal como la primera, pero le encuentro más concesiones con la belleza. Una belleza a veces triste, a veces digna. Personajes enormes en su soledad y en su resistencia. A través de ellos vamos juntando otras piezas para hacernos al panorama de las miles de violencias, estructurales, cotidianas, estratégicas, simbólicas y coyunturales que fueron marcando la equis en el mapa y en el tiempo.
El 3 de junio, Daniel Ferreira publicó un artículo en El Espectador sobre la masacre de Llana Caliente, en el que reconstruye los hechos del paro campesino que terminó en matanza y el toque de queda en el pueblo, que es éste mismo del que se ocupa el libro.
Lo pueden leer acá: https://colombia2020.elespectador.com...
Y acá dejo algunos fragmentos de la novela:
La carretera es plana, amarilla, polvorienta, paralela al río, y el sol se pone en la distancia. Es la hora de las sombras largas. (7)
Fue así como se asustó al ver las armas de los encapuchados que asomaban en las ventanas de los camperos. Fue así como trató de agazaparse en las raíces del árbol cuando ya estaban muy cerca, y dijo venga, venga, marica que llegaron a matar a alguien, y fue él quien primero reaccionó ante los aullidos de dolor de Orfeo herido de un tiro: saltó del árbol y se puso a llorar por mi perro -él que tanto lo quería sin ser su dueño.
Ni una lágrima brotó de mis párpados. Ni un quejido salió de mi boca. Cierro los ojos y pienso en el modo en que cae la tarde y se derrama el ámbar del sol por encima del gran árbol dorado. Soy un niño -pienso- con el tacón de la bota de un hombre que oprime mi cuello-. No quiero morir debajo de este árbol. No quiero. Abro los ojos y veo la acequia vertida sobre la hierba. Es sangre, pienso. Nos están matando, pienso. (33 -34)
Permanece absorta, perdida en la tarea de reordenar los fragmentos de aquel mapa familiar, pero al final se da cuenta de que las fotografías suplantan el legítimo recuerdo y, en las últimas, la imagen que queda del pasado no es la que vive en la mente sino la que impone una foto. El fantasma de su padre, poco a poco, se ha ido borrando. Tan solo puede recordar momentos de esa vida perdida e irrecuperable. El Rubén que subsiste en su mente, es misterioso, atlético, explorador, enérgico, la sostiene sobre el agua con sus dedos suaves, con caricias tersas. El otro Rubén, el de las fotos, el que en todos los cumpleaños aparece sonriente, es un maniquí, inmóvil, postizo. No habla. No dice <>. No huele a animal salvaje. No la deja dormir atenazándola con sus piernas. El de su mente le habla, la acompaña, la invita a comer helados, la sostiene en el agua, le da consejos para nadar que sirven lo mismo para vivir:
-Cuando alguien se esté ahogando no intente salvarlo dándole la mano, porque la ahogará a usted también. Arrójele un lazo, o cójalo por la espalda; si se deja prender, se ahogarán los dos. ¿Entendido?
El de las fotos solo tiene una copa de champaña en la mano y brinda y no se mueve. El que la enseña a nadar en el río se le sigue apareciendo cada tarde sentado en una piedra, con su pantalón corto y su abdomen marcado, vigilante, atento a que su hija nade con técnica, como una verdadera nadadora. A veces, incluso, lo ve practicar un clavado y las burbujas que deja tras de sí revientan en su piel cuando pasa a su lado. El que vive en sus recuerdos es más real que el de las fotos. El de su mente está vivo, aunque esté muerto. Es ese recuerdo el que se niega a perder. Es ese al que busca. En el olor de las camisas viejas. En la música que tanto cantaba. En las piedras del río. El del álbum, solo sonríe, solo está quieto.
Mientras extraviaba el sentido de todas las cosas, mientras perdía el gusto por la curiosidad.
El más impresionante de mis secretos era quizá el segundo: que yo no fuese solo capaz de leer palabras y frases sueltas sin haber pisado una escuela, sino el ser capaz de leer la pesadumbre y la desgracia en caras y ojos acongojados, desasosegantes. En mí habitaba la clarividencia de un felino de esos que nunca me dejaste tener, por temor de que lo quisiera más que a ti: sabía distinguir a un desgraciado de un ignorante, a un hipócrita de un imbécil, y esa era la mejor forma de saber algo en esos hipócritas y lobotomizados tiempos. Yo podía leer la congoja y la desdicha en la piel de la gente, en la forma de cruzar los brazos sobre el pecho, en la compulsión al hacer temblar una pierna cruzada. Yo podía ver la raíz de su amargura. La falsedad de la sonrisa. Tu cara, ya entonces, me demostraba algo de eso: vivíamos tiempos aciagos. Dos arrugas profundas como como cuchilladas en mitad de la frente hablan de eso y de ti. De tus desvelos. De tus alboradas. De tus temores. Por aquellos días había un muerto para recoger cada mañana, y un muerto por cada noche dormida. Tú no dormías en ese hotel; te desvelabas. Te angustiabas de solo pensar que alguno de los matones que ahora andaban sueltos le diese por balear a alguien en la calle y luego entrar a dormir a tu hospedaje de media estrella.
En aquellos primeros años, sola y damnificada del amor, la única idea que te empujaba era trabajar para pagar tus vestidos y suplirle a tus hijos sin padre en estudio y las ganas de dulces. Mi padre no respondió por mí. El padre de mi hermana no respondió por ella. Vivíamos en una tierra sin hombres. Con madres que corrían solas los muebles, que pagaban recibos, que tenían una explicación para cada ruido oculto en la oscuridad. Tú eras mi madre y me padre. Tú no esperaste nada de aquellos que te malquisieron. Cada porcelana china, cada plato italiano, cada alfarería criolla te costó canas y desvelos y desviaciones en los discos medulares.
Corrían tiempos agoreros en ese entonces. Las manifestaciones nunca terminaban bien, y si mi madre no dormía en ese hotel -se desvelaba- , y si mi segunda abuela no paraba de hablar - de como las amantes de Mariano le dieron bebedizos con menstruación para volverlo desalmado-, y si Misia Carmen se veía cada vez más gibosa -como si soportara todo el peso del gigante Atlas sobre su costillar-, y si la negra Etelvina había decidido marchar con los campesinos -en memorial de los agravios por su hermano muerto-, entonces yo me volvía cada vez más introvertido y más atento a desentrañar la causa de aquellos rostros lóbregos de mujer que gravitaban en mi universo. Leía todo lo que les pasaba en las líneas de la cara, y buscaba respuestas en todo lo que me pasara por el frente: los rostros de los huéspedes, las calles vacías por el toque de queda decretado, los soldados que patrullaban en todas las esquinas, los lloriqueos de mi madre asustadiza cuando sonaban las sirenas y anunciaban la llegada de los tanques de guerra que desfilaron por en pueblo solemnes cuando iban a reprimir el bloqueo, los murales pintarrajeados en las noches por manos furtivas que amanecían con mensajes opuestos a su contenido original:
¡Fuera ratas milicianas!
¡Muerte a coordinadora campesina!
¡Fuera cura guerrillero!
Eme, a, ese...
¡Vendrá y hará justicia!
A falta de biblioteca familiar, me la pasaba leyendo y desentrañando con pinzas el mundo que ya era un desastre cuando yo estaba en la cuna. La Biblia y el diccionario Larousse fueron mis únicas aproximaciones a libros. Lo demás fueron solo rostros vahídos, murmullos, rumores, lágrimas, rencores, heridas, coágulos, pasquines lanzados bajo la puerta, murales insurgentes -tachados y sobrescritos por otros antinsurgentes-, y en plena esquina de la calle alta, con sus fluorescentes siempre parpadeantes, colgado de una varilla medio reclinada y siempre a punto de caer, el anuncio de la barbería que henchía de orgullo a mi madre, loca con la idea de que su hijo, aun sin ir a la escuela, ya sabía leer: <>
Pocos días después, aparecieron los primeros libelos en los muros exteriores de la iglesia donde se acusaba al cura de auxiliador de milicianos y se le amenazaba de muerte. Eran las 7 cuando es sacristán llegó a abrir la puerta de la parroquia y vio los anuncios sopleteados con aerosol en la pared. Aún escurrían pintura fresca. Se apresuró a abrir la puerta del medio y salió directo a la casa del cura para informar de lo ocurrido, pero entonces lo vio: frente a un grafiti, con la túnica desteñida de misionero a la usanza antigua, barbado, imperturbable, medio calvo y absorto en leer frase a frase las amenazas a mano alzada, mientras ponía cara de aquel que no teme a la muerte y la trata como a una inocua amiga ya conocida con la que se tiene una cita.
-Déjelos un rato, para que el pueblo los lea, y por la tarde les borramos las faltas de ortografía- dijo.
Los vemos, horas o días después, en la abstracción que implica hacer de esto una noticia. Cifras de muertos. Lágrimas desgarradas o miradas estupefactas de sobrevivientes. Imágenes de una cancha o una plaza desolada con manchas pardas de sangre seca. Los detalles espeluznantes de una nueva modalidad criminal de hacer de la sevicia una fiesta grotesca. Todo lo indigerible hecho rápidas piezas de comunicación que amedrentan, desesperanzan, generan impotencia, empujan al olvido.
Entonces la literatura.
El caserío está de fiesta y casi todos sus habitantes se reúnen en la plaza y cumplen su función. Las tres candidatas se contonean en traje de baño ante la mirada lasciva del millonario del pueblo que se ceba a punta de adolescentes y whisky. Las dos matronas asan carne y reparten sus amasijos de tripas y sangre. Los músicos se toman la tarima, las parejas bailan, el cura se instala en uno de los márgenes de la escena llamando a la protesta, una chica que sueña con largarse decide ir a nadar al río, donde dos niños juegan con su perro a la espera de la bañista nudista, y el profesor del pueblo se embriaga de brandy y de fracasos rememorando a su abuelo, el último bolchevique que vino a malmorir en una rebelión fallida en ese mismo pueblo.
Ha sido toda una confabulación de luchas inacabadas, del imperio de lo vulgar, de la aniquilación sin consecuencias.
Esta segunda entrega de la pentalogía es tan infame y tan brutal como la primera, pero le encuentro más concesiones con la belleza. Una belleza a veces triste, a veces digna. Personajes enormes en su soledad y en su resistencia. A través de ellos vamos juntando otras piezas para hacernos al panorama de las miles de violencias, estructurales, cotidianas, estratégicas, simbólicas y coyunturales que fueron marcando la equis en el mapa y en el tiempo.
El 3 de junio, Daniel Ferreira publicó un artículo en El Espectador sobre la masacre de Llana Caliente, en el que reconstruye los hechos del paro campesino que terminó en matanza y el toque de queda en el pueblo, que es éste mismo del que se ocupa el libro.
Lo pueden leer acá: https://colombia2020.elespectador.com...
Y acá dejo algunos fragmentos de la novela:
La carretera es plana, amarilla, polvorienta, paralela al río, y el sol se pone en la distancia. Es la hora de las sombras largas. (7)
Fue así como se asustó al ver las armas de los encapuchados que asomaban en las ventanas de los camperos. Fue así como trató de agazaparse en las raíces del árbol cuando ya estaban muy cerca, y dijo venga, venga, marica que llegaron a matar a alguien, y fue él quien primero reaccionó ante los aullidos de dolor de Orfeo herido de un tiro: saltó del árbol y se puso a llorar por mi perro -él que tanto lo quería sin ser su dueño.
Ni una lágrima brotó de mis párpados. Ni un quejido salió de mi boca. Cierro los ojos y pienso en el modo en que cae la tarde y se derrama el ámbar del sol por encima del gran árbol dorado. Soy un niño -pienso- con el tacón de la bota de un hombre que oprime mi cuello-. No quiero morir debajo de este árbol. No quiero. Abro los ojos y veo la acequia vertida sobre la hierba. Es sangre, pienso. Nos están matando, pienso. (33 -34)
Permanece absorta, perdida en la tarea de reordenar los fragmentos de aquel mapa familiar, pero al final se da cuenta de que las fotografías suplantan el legítimo recuerdo y, en las últimas, la imagen que queda del pasado no es la que vive en la mente sino la que impone una foto. El fantasma de su padre, poco a poco, se ha ido borrando. Tan solo puede recordar momentos de esa vida perdida e irrecuperable. El Rubén que subsiste en su mente, es misterioso, atlético, explorador, enérgico, la sostiene sobre el agua con sus dedos suaves, con caricias tersas. El otro Rubén, el de las fotos, el que en todos los cumpleaños aparece sonriente, es un maniquí, inmóvil, postizo. No habla. No dice <>. No huele a animal salvaje. No la deja dormir atenazándola con sus piernas. El de su mente le habla, la acompaña, la invita a comer helados, la sostiene en el agua, le da consejos para nadar que sirven lo mismo para vivir:
-Cuando alguien se esté ahogando no intente salvarlo dándole la mano, porque la ahogará a usted también. Arrójele un lazo, o cójalo por la espalda; si se deja prender, se ahogarán los dos. ¿Entendido?
El de las fotos solo tiene una copa de champaña en la mano y brinda y no se mueve. El que la enseña a nadar en el río se le sigue apareciendo cada tarde sentado en una piedra, con su pantalón corto y su abdomen marcado, vigilante, atento a que su hija nade con técnica, como una verdadera nadadora. A veces, incluso, lo ve practicar un clavado y las burbujas que deja tras de sí revientan en su piel cuando pasa a su lado. El que vive en sus recuerdos es más real que el de las fotos. El de su mente está vivo, aunque esté muerto. Es ese recuerdo el que se niega a perder. Es ese al que busca. En el olor de las camisas viejas. En la música que tanto cantaba. En las piedras del río. El del álbum, solo sonríe, solo está quieto.
Mientras extraviaba el sentido de todas las cosas, mientras perdía el gusto por la curiosidad.
El más impresionante de mis secretos era quizá el segundo: que yo no fuese solo capaz de leer palabras y frases sueltas sin haber pisado una escuela, sino el ser capaz de leer la pesadumbre y la desgracia en caras y ojos acongojados, desasosegantes. En mí habitaba la clarividencia de un felino de esos que nunca me dejaste tener, por temor de que lo quisiera más que a ti: sabía distinguir a un desgraciado de un ignorante, a un hipócrita de un imbécil, y esa era la mejor forma de saber algo en esos hipócritas y lobotomizados tiempos. Yo podía leer la congoja y la desdicha en la piel de la gente, en la forma de cruzar los brazos sobre el pecho, en la compulsión al hacer temblar una pierna cruzada. Yo podía ver la raíz de su amargura. La falsedad de la sonrisa. Tu cara, ya entonces, me demostraba algo de eso: vivíamos tiempos aciagos. Dos arrugas profundas como como cuchilladas en mitad de la frente hablan de eso y de ti. De tus desvelos. De tus alboradas. De tus temores. Por aquellos días había un muerto para recoger cada mañana, y un muerto por cada noche dormida. Tú no dormías en ese hotel; te desvelabas. Te angustiabas de solo pensar que alguno de los matones que ahora andaban sueltos le diese por balear a alguien en la calle y luego entrar a dormir a tu hospedaje de media estrella.
En aquellos primeros años, sola y damnificada del amor, la única idea que te empujaba era trabajar para pagar tus vestidos y suplirle a tus hijos sin padre en estudio y las ganas de dulces. Mi padre no respondió por mí. El padre de mi hermana no respondió por ella. Vivíamos en una tierra sin hombres. Con madres que corrían solas los muebles, que pagaban recibos, que tenían una explicación para cada ruido oculto en la oscuridad. Tú eras mi madre y me padre. Tú no esperaste nada de aquellos que te malquisieron. Cada porcelana china, cada plato italiano, cada alfarería criolla te costó canas y desvelos y desviaciones en los discos medulares.
Corrían tiempos agoreros en ese entonces. Las manifestaciones nunca terminaban bien, y si mi madre no dormía en ese hotel -se desvelaba- , y si mi segunda abuela no paraba de hablar - de como las amantes de Mariano le dieron bebedizos con menstruación para volverlo desalmado-, y si Misia Carmen se veía cada vez más gibosa -como si soportara todo el peso del gigante Atlas sobre su costillar-, y si la negra Etelvina había decidido marchar con los campesinos -en memorial de los agravios por su hermano muerto-, entonces yo me volvía cada vez más introvertido y más atento a desentrañar la causa de aquellos rostros lóbregos de mujer que gravitaban en mi universo. Leía todo lo que les pasaba en las líneas de la cara, y buscaba respuestas en todo lo que me pasara por el frente: los rostros de los huéspedes, las calles vacías por el toque de queda decretado, los soldados que patrullaban en todas las esquinas, los lloriqueos de mi madre asustadiza cuando sonaban las sirenas y anunciaban la llegada de los tanques de guerra que desfilaron por en pueblo solemnes cuando iban a reprimir el bloqueo, los murales pintarrajeados en las noches por manos furtivas que amanecían con mensajes opuestos a su contenido original:
¡Fuera ratas milicianas!
¡Muerte a coordinadora campesina!
¡Fuera cura guerrillero!
Eme, a, ese...
¡Vendrá y hará justicia!
A falta de biblioteca familiar, me la pasaba leyendo y desentrañando con pinzas el mundo que ya era un desastre cuando yo estaba en la cuna. La Biblia y el diccionario Larousse fueron mis únicas aproximaciones a libros. Lo demás fueron solo rostros vahídos, murmullos, rumores, lágrimas, rencores, heridas, coágulos, pasquines lanzados bajo la puerta, murales insurgentes -tachados y sobrescritos por otros antinsurgentes-, y en plena esquina de la calle alta, con sus fluorescentes siempre parpadeantes, colgado de una varilla medio reclinada y siempre a punto de caer, el anuncio de la barbería que henchía de orgullo a mi madre, loca con la idea de que su hijo, aun sin ir a la escuela, ya sabía leer: <>
Pocos días después, aparecieron los primeros libelos en los muros exteriores de la iglesia donde se acusaba al cura de auxiliador de milicianos y se le amenazaba de muerte. Eran las 7 cuando es sacristán llegó a abrir la puerta de la parroquia y vio los anuncios sopleteados con aerosol en la pared. Aún escurrían pintura fresca. Se apresuró a abrir la puerta del medio y salió directo a la casa del cura para informar de lo ocurrido, pero entonces lo vio: frente a un grafiti, con la túnica desteñida de misionero a la usanza antigua, barbado, imperturbable, medio calvo y absorto en leer frase a frase las amenazas a mano alzada, mientras ponía cara de aquel que no teme a la muerte y la trata como a una inocua amiga ya conocida con la que se tiene una cita.
-Déjelos un rato, para que el pueblo los lea, y por la tarde les borramos las faltas de ortografía- dijo.
April 24, 2021
Violencia, violencia, violencia sin sentido. En un pueblo todos tienen que morir, porque sí, sin razón, sin justificación. Hasta el perro, los niños. Todos.
Tenía grandes expectativas de este libro. Daniel Ferreira maneja la pluma de manera excelente,
plasma perfectamente el modo de hablar colombiano, maneja el humor, anclado en la realidad:
pero la orgía de sangre y violencia, como un retrato, duro y cruel de la realidad, de las múltiples facciones en guerra y los civiles atrapados en medio, sin un intento de explicación, no me terminó de convencer. Otros escritores colombianos, más o menos recientes, han tratado el tema, con una aproximación histórica, que nos permite a los no colombianos entender, empatizar, y no sólo sentir el terror ante lo irracional como modo de vida.
No sé si esa explicación se encuentra en los libros restantes de la pentalogía.
Tenía grandes expectativas de este libro. Daniel Ferreira maneja la pluma de manera excelente,
"Cuando el sol ya había pasado de amarillo a malva, y de malva a rojo y empezaba a extinguir su ojo ardiente en la línea de la finisterra ..."
plasma perfectamente el modo de hablar colombiano, maneja el humor, anclado en la realidad:
"Era un oficio romántico el que venía a ofrecerle, y el carpintero prefería solo oficios estomacales.
pero la orgía de sangre y violencia, como un retrato, duro y cruel de la realidad, de las múltiples facciones en guerra y los civiles atrapados en medio, sin un intento de explicación, no me terminó de convencer. Otros escritores colombianos, más o menos recientes, han tratado el tema, con una aproximación histórica, que nos permite a los no colombianos entender, empatizar, y no sólo sentir el terror ante lo irracional como modo de vida.
No sé si esa explicación se encuentra en los libros restantes de la pentalogía.
June 10, 2019
Descripción abierta y descarnada de la violencia de un país pobre, del tercer mundo, donde todo se arregla con violencia física y/o psicológica. Narra una de las miles de masacres ocurrida en un pueblo abandonado a su suerte, sin presencia del Estado, como la mayoría de municipios del país. La narración se da a través de algunas de las miserables vidas de las víctimas. La historia es buena, el tema es imprescindible, la intención grandiosa pero carece de alma, no se siente, no se vive, los personajes son lejanos, fríos, no enganchan.
April 7, 2020
Retrato descarnado de la violencia fraticida que ha asolado a nuestro país por varias generaciones, y que hoy permanece más vigente que nunca, negándose a desprenderse de la teta que la alimenta: cambiando solo de nombres y de cuerpos, pero manteniendo vivo su interés absoluto de la destrucción humana.
July 9, 2017
Una descripción cruda de nuestra guerra y un retrato interno que nos permite comprender más el origen del conflicto
July 16, 2024
Το βιβλίο μου είχε κινήσει αρκετά την προσοχή όταν κυκλοφόρησε στα ελληνικά από τις εκδόσεις Καστανιώτη πριν τρία χρόνια, αλλά τελικά το άφησα για αργότερα. Για καλό έγινε αυτό, γιατί το βρήκα μισοτιμής πριν λίγες εβδομάδες. Και δεν άργησα να το πιάσω στα χέρια μου, τώρα που αυτές τις μέρες διαβάζω σύντομα μυθιστορήματα από μη Αγγλόφωνους συγγραφείς: Λοιπόν, πολύ δυνατό βιβλίο, τόσο λόγω της ίδιας ιστορίας (ένα δίχως νόημα μακελειό σε ένα μικρό χωριό κοντά στη ζούγκλα της Κολομβίας, κατά τη διάρκεια μιας γιορτής), όσο και λόγω του τρόπου που παρουσιάστηκε αυτή, μέσα από τα μάτια και τις σκέψεις διαφόρων χαρακτήρων, οι ζωές των οποίων συνέκλιναν στο τραγικό γεγονός που συγκλόνισε το χωριό. Έντονη αφήγηση, ασθματική και αγχωτική, με έκανε να διαβάσω το βιβλίο σχεδόν δυνατά, αν μη τι άλλο το έζησα στο φουλ, και στο τέλος ένιωσα ένα κενό, για όλη αυτή την ακατανόητη βία που υπάρχει γύρω μας, για όλες αυτές τις καθημερινές τραγωδίες. Το πέμπτο αστεράκι θα ήταν υπερβολικό (γι' αυτό και δεν του το βάζω), αλλά και μόνο που το σκέφτηκα δείχνει πόσο μου άρεσε τούτο το βιβλίο. Αξίζει μια ανάγνωση.
October 1, 2025
《La boca había quedado medio abierta y medio cerrada con el comienzo de una palabra a punto de salir, y los ojos desorbitados padecían el embeleco de ver desfilar la vida con todos sus avíos en retirada —o lo que en palabras de su abuelo se llamó, seis décadas atrás: "Ver pasar el siglo"—.》"Embeleco", esa palabra me recuerda mucho a la escritura de Fernando Vallejo. No disfrutaba tanto a un escritor colombiano desde el maestro antes mencionado. Prosa magistral la de Ferreira: no deja espacio a la inventiva, porque todo lo abarca; el chucureño pone cada palabra certeramente, exponiendo su relato desde todos los márgenes. Maravilloso. Descarnado. Lúcido. Bien dice Luis Fernando García Nuñez (ínclito lector, docente, editor y gramático) que Ferreira es "el mejor escritor de estos tiempos"; y yo le creo.
January 31, 2025
Somos esos ojos que fijan su mirada en un cuadro que, en la mayoría de los casos, no logramos entender. Somos esas historias cruzadas en medio de la violencia que desaparecen ante borradores en llamas que viajan a gran velocidad o ante las aguas de un río que nos lleva consigo. La historia de tantos pueblos que dejan de existir por «las mismas luchas» en diferentes bandos.
Daniel sigue mostrando su gran capacidad y particularidad para envolvernos en estas historias con un eje, vistas desde diferentes perspectivas, conectadas, aisladas, olvidadas, cercanas y lejanas. Que el comienzo y el fin no parecen distinguirse.
Nuevamente, el horror de la lectura de esta «Pentalogía (infame) de Colombia».
Daniel sigue mostrando su gran capacidad y particularidad para envolvernos en estas historias con un eje, vistas desde diferentes perspectivas, conectadas, aisladas, olvidadas, cercanas y lejanas. Que el comienzo y el fin no parecen distinguirse.
Nuevamente, el horror de la lectura de esta «Pentalogía (infame) de Colombia».
September 8, 2020
Ferreira logra un espectacular acto de balance: lo que podría haber sido una narrativa sanguinolenta se transmuta en un caleidoscopio de diversas vidas y perspectivas. Adicionalmente, el autor no escatima en exhibir su destreza técnica la cual me embrujó con cada hoja.
Este libro lo compré en Bogotá (creo que en la librería Wilborada) tras la recomendación del dependiente de la tienda: gran acierto.
Este libro lo compré en Bogotá (creo que en la librería Wilborada) tras la recomendación del dependiente de la tienda: gran acierto.
September 26, 2020
A través de ocho historias Daniel Ferreira narra la toma violenta de un pueblo colombiano. Cada perspectiva encarna historias particulares y aporta un ángulo que permite reconstruir el efecto de la violencia paramilitar en el país.
Aunque puedo estar equivocada, creo que las aluciones a Goya son una indicación para leer cada narración así como se obsevarían los retratos de Los desastres de la guerra. En esa línea, creo que me gusta más La balada de los bandoleros baladíes.
Aunque puedo estar equivocada, creo que las aluciones a Goya son una indicación para leer cada narración así como se obsevarían los retratos de Los desastres de la guerra. En esa línea, creo que me gusta más La balada de los bandoleros baladíes.
February 13, 2019
Relatos tristes, llenos de miseria, pobreza, dolor, hambre, pero también de sueños, metas, ideales, ilusiones. Cada víctima lleva una vida a cuestas, un cúmulo de días llenos de historias.
Así se teje este libro, donde el terror de las balas sembrado por unos pocos acalló la vida y los sueños de muchos.
Así se teje este libro, donde el terror de las balas sembrado por unos pocos acalló la vida y los sueños de muchos.
November 20, 2022
De varias cuchilladas, el hombre que remató al perro desgarra el lazo en que pende el columpio y la llanta de caucho empieza a rodar sobre la hierba en busca de la ribera. Luego el lazo será anudado al cuello de un niño y el otro será obligado a observar el balanceo del cuerpo de su amigo mientras muere estrangulado.
September 23, 2020
Me lo recomendó un profesor de Cultura y Educación para la Paz.
La estructura la encontré fantásticamente bien, aunado a que cada historia de cada capítulo es maravillosamente triste. Definitivamente lo releería. Espero luego leer los demás libros de Ferreira en alguna ocasión.
La estructura la encontré fantásticamente bien, aunado a que cada historia de cada capítulo es maravillosamente triste. Definitivamente lo releería. Espero luego leer los demás libros de Ferreira en alguna ocasión.
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