Martín es un catedrático recluido en un sanatorio mental. Desde allí recuerda que empezó a realizar auténticos viajes en el tiempo desde que, muy joven, intentó suicidarse. Ahora ya no los controla a voluntad y, sin proponérselo, aparece en una ciudad medieval oyendo cómo cantan las jarchas mozárabes un grupo de brujas, o cómo los juglares escenifican el Cantar de Mío Cid , o cómo el arcipreste de Hita le desvela su libro repleto de anécdotas en verso. Desde la Edad Media hasta el siglo de Oro, desde Berceo hasta Cervantes, desde La Celestina hasta Lope de Vega, nunca antes se nos había explicado la literatura española con tanta originalidad y humor, con tanta erudición como placer. Señales de humo es una novela que retoma el tono de Manual de literatura para caníbales , un verdadero bestseller literario que convirtió a su autor en toda una referencia para muchos jóvenes lectores.
Rafael Reig nació en Cangas de Onís (Asturias) en 1963, vivió en Colombia durante su infancia, y estudió Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Madrid. Dio clases de literatura en Nueva York, donde se doctoró, y en varias universidades norteamericanas. Es profesor de la escuela de creación literaria Hotel Kafka y colabora en diversas publicaciones, tanto en papel como digitales. Con Todo está perdonado ganó el VI Premio Tusquets Editores de Novela en 2010. Es autor de las novelas Sangre a borbotones (2002, Premio de la Crítica de Asturias), Esa oscura gente (1990), Autobiografía de Marilyn Monroe (1992), La fórmula Omega (1998), Guapa de cara (2004) y Hazañas del capitán Carpeto (2005) –algunas de ellas traducidas a varios idiomas–, del exitoso ensayo literario Manual de literatura para caníbales (2006) y de la recopilación de artículos Visto para sentencia (2008). Brillantísima pieza de cámara, Lo que no está escrito es un thriller psicológico en torno a los rencores en la relaciones de pareja, enmarcado en una naturaleza desasosegante, y una trama de terror hábilmente construida a partir de diferentes perspectivas que confirma la versatilidad y la maestría de su autor.
CORRECCIONES y opiniones, o cómo de la lucidez superdotada de un poeta terrible y genial (Rimbaud) al cretinismo iconoclasta (edad del pavo o senil) hay un mundo, aunque Reig sólo ve una raya de tiza.
Este libro ilustra a la perfección la diferencia entre esa lucidez y perspicacia de los grandes artistas (Rimbe criticando la «mezquindad de la forma» en la poesía de Baudelaire, para superar la ansiedad de la influencia y encontrar su propio estilo) y el cretinismo iconoclasta, tan pueril o senil, de catedrático español de prosa mediocre y libros intrascendentes (el precio a pagar por la fatuidad de creerse con tan importantes cosas que decir como para que el estilo se la refanfinfle [cuando nadie tiene nada tan importante que decir, en una obra literaria, como para escribir como si meara]). Mi ejemplo favorito de ese tipo de cretino es el rapero español promedio, provinciano que vive con mamá o la abuela y que no ha escrito jamás una línea decente ni ha tenido un trabajo pero que, gimnasta mental profesional, llama a Eminem «la rubita» con toda la fatuidad de una hormiga reina.
Comentaré unos cuantos puntos y listo (me disculpo por la extensión general y las digresiones en todo el texto):
1) Lo mejor de este libelo trasnochado de una rabia preadolescente o senil, este manual para caníbales sin dientes, es el final de cada capítulo y cuando se limita a hablar de literatos y literatura (se concuerde o no con sus sentencias literarias): si tuviera 30 páginas y no 300 sería infinitamente menos malo; lo peor, la «novela» en sí (que parece un libro de rastrillo de los años 50, sin cohesión ni estilo y con un vocabulario y unas expresiones de España profunda que encantarían a Cela y a Azorín, por cierto), la carencia de instinto crítico y sensibilidad artísticos (para desinformarse sobre la poesía o los poetas, recomiendo este libro; para lo contrario, los ensayos de Houellebecq [será que tengo sangre francesa, que me crié leyendo a genios como Rimbaud o Sade y que me va lo auténtico o los enfants terribles de verdad y no de periódico, bar o aula como Reig]). Más razón que un santo tiene Enrique Vila-Matas cuando dice que la mejor literatura hispana actual está en Argentina (un novela de ~ 100 páginas de César Aira por cualquier tocho folletinesco de cualquier casposo escritor decimonónico hispañol [Reverte, Marías, de Prada, Reig, Orejudo, Aramburu…).
2) Cazurrería, socarronería…: Que los escritores escriben en pijama, que los artistas odian a los burgueses, que los poetas son orgullosos y arribistas, que la sobrina de mi vecino podría ser Picasso, que los poetas desde la mitad del XIX son «albatros»…: revelaciones de primer orden… si tienes 9 años. Un artista es un señor atascado en su ego porque tiene talento para cosas abstractas que no pueden ser aprendidas en ninguna institución académica, y por eso se cree más importante que un abogado o farmaceuta (que se creen importantes por sus propias razones); Ivanchuk se presenta a veces a los torneos de ajedrez en chándal (¡y del Real Madrid!), ¿y? Rimbaud escribió un libro inmortal en una granja; Borges, en casa con mamá; Lautréamont, en un par de pisos pijos parisinos pagados por papá… ¿Cambia esto algo? Reig es un hombre prosaico, en cuyo caso «prosa poética» es un oxímoron: un hombre recio, un macho que no le da dos vueltas a las cosas (¿matices?, ¿paradojas?, ¿síntesis hegelianas? ¿Qué mariconadas son esas!) y que llama al pan, pan… y por eso sufre cortocircuitos neuronales al pensar en los poetas simbolistas o decadentistas, como un profesional del parchís analizando una partida de ajedrez (o lo que es: un ingenuo profesor, mal artista y mal ajedrecista, que piensa que si estudia mucho podrá ser alguien [Bobby Fischer, Wallace Stevens, Dalí, Rimbaud… pensaban lo contrario]). Los poetas son orgullosos porque, si todo arte es inútil (y lo es, camarada comunista Reig) y la poesía es lo más abstracto e inútil de todo, uno debe, si está orgulloso de su obra, gritarlo al mundo… si quiere ser mínimamente oído. ¿Picasso, dinero y cubismo? Su pobreza y lucha unos años antes, con los maravillosos cuadros del Periodo Azul, Reig, ¿por qué ha de mencionarla? Por mencionar no menciona ni el «Guernica» (que, si bien no su sobrina, su sobrino sí podría haber pintado). Los poetas son albatros…, piensa Reig, desde la segunda mitad del XIX… ¿y Lipo, más de un milenio antes, no se creía un albatros ya, quemando o tirando al río algunos de sus preciosos e inmortales poemas, para sufrimiento de las gentes vulgares [por ser incapaces de esas creaciones de la mente] que lloraban su pérdida? Ah, y el retintín al llamar a Lennon "Sir"...: una sola canción de Sir John, quien pronto devolvió ese título, digamos que "Working Class Hero", es más artística y socialmente relevante de lo que la bibliografía de Reig será nunca (que Lennon fuera un gilipollas violento y avaricioso e «Imagine» parezca escrita por una Miss Universo es otra cosa). «No hay nada más repugnante para una mentalidad evolucionada que esa bufonería local que la propaganda llama “chistoso”: el portento de la aldea contando un chiste archisabido en otras partes». (Ezra Pound).
2) En defensa de Cela (de alguien que se ha leído los dos libros de García Yebra, el de Ian Gibson y el de Umbral [pero también el último publicado por su hijo]): Reig nos da a entender que CJC fue un enchufado del franquismo sin parangón, pero la verdad necesita de muchos más matices y paradojas (y es mucho menos literaria) de las que el cerebro de pesebre académico de Reig podría intentar contrastar para llegar a conclusiones más feraces: Pío Baroja, a quien le gustó «La familia de Pascual Duarte», se negó a escribirle el prólogo por miedo a las represalias por semejante libro, que de canto glorioso a una España nueva tenía poco (y el buen arte es indirecto, pues decir «Estos hijos de puta fusilan mucho y España es muy pobre y...» no es literatura, ¿verdad?); cuatro editores se negaron a publicarla, pero al final lo consiguió… porque se hizo amigo de un chaval cuyo padre era editor (o impresor [hablo de memoria y seguro que no exacto a veces]), no sin antes ser encomiado a cambiar el folleteo en el cementerio, cosa a la que se negó; Cela, tan enchufado, y con una ópera prima tan afín al régimen, por cierto, dejó constancia en una carta, a los 25, con la novela ya escrita, de que quizá acabaría haciéndose barman o director de revista (así de seguro estaba de que la novela sería publicada o su ulterior éxito, vaya [¿no echa esto por tierra el juicio de Reig sobre el poema en prosa escrito con sangre que es «La familia de Pascual Duarte»?]); otra cosa sobre el «Pascual», y hay constancia de esa carta, es cómo lo detestaba cierto franquista importante, que se ocupó de censurarlo (se censuraban muchos libros que no se hacían famosos, Reig, que el efecto Streisand no es una ciencia exacta); Cela buscó enchufes con el franquismo en el 38 (y consiguió uno, aunque bien cutre), 63…, pero, tras muchos decenios de resentimiento, Fernando Arrabal llega a la conclusión en «Carta de amor como un suplicio chino» de que su madre tuvo que obrar delatando a su padre porque en época de dictadura se juega con otras reglas (de lo contrario quizá Arrabal no se hubiese recuperado de una tuberculosis), y Cela quería vivir de la pluma, y había sido combatiente por el bando sublevado (casi hubiese sido peor que un republicano buscase enchufes en el franquismo en lugar de emigrar); hablando de Arrabal (mejor escritor español vivo), Cela consiguió que le rebajasen una pena de cárcel, en el 67, de 12 años a 3 meses (pero esto, claro, ¿por qué habría de mencionarlo Reig?); del «Caldwell» Reig podría mencionar que fue un libro sobre el incesto publicado en tiempos de represión (¿hubiese tenido él los mismos huevos?); de «La Colmena», a la que critica por no hablar de fusilamientos, aunque recomienda su lectura (sólo faltaba [¿lo haría o hace Reig mejor?), no ensalza que describe la pobreza, el estraperlo, la España negra, en fin, de nuevo, y la vida de mucha gente de la época que no lo pasó bien (si bien no lo pasó tan mal como para que los fusilasen, se sobreentiende que uno no podía publicar libros así, y que los que decían que tenían obras maestras en casa, cuando pasó la dictadura pocos de ellos tenían nada que enseñar [de nuevo, decir las cosas directamente es un procedimiento bastante antiliterario, ¿y no es prueba de ello el «Quijote», que debido a su época tuvo que buscar muchos subterfugios para decir lo que quería?]); su discurso en la RAE fue sobre Solana, un señor al que los franquistas mutilaron la totalidad de obras escritas y aún hoy es imposible o no se sabe si están retocadas por ellos o en versión del autor; por último: Cela, tan enchufado y lameculos, andaba con cierto miedo por ahí adelante, hasta el punto de que, cuando un empleado de hotel (o dueño, lo que sea) alabó su obra, lo primero que le dijo fue: «¿No será usted de la policía, verdad!»; y este mismo Cela tan, tan franquista y amigo de ellos, estaba en la lista negra de los del intento de golpe de estado del 81 (esto tampoco le dice nada al pensamiento unidimensional de Reig…).
3) No mencionar a Rosalía de Castro (¿la mejor poeta de la historia de España?) en un libro sobre literatura española de los últimos dos siglos es bastante más machista que decir que la mujer es voluble, cosa que Reig le recriminó en un artículo a Fernando Vallejo (en un arrebato de feminazismo para ver si pillaba cacho con alguna lectora, quiero creer). Reig, hombre, que en Asturias tenéis una estatua de Woody Allen, trata mejor a los galleguiños (te gusta Valle-Inclán, ¿no? ¡Y a mí Woody Allen!… ;--)
4) Si «Cien años de soledad» o «Pedro Páramo» son «El Quijote» latinoamericano, ¿por qué no le entra en la cabeza a Reig que fondo y forma son indisolubles en las buenas obras de arte, y que esas dos transpiran «voluntad de estilo» [«Yo intento que mi prosa sea lo más poética posible» [Márquez])? La poesía de taller de Lautréamont o Baudelaire es tan buena como la poesía campechana de genio provinciano de Rimbaud (porque también tratan asuntos diferentes y a edades diferentes): la cuestión es que fondo y forma encajan a la perfección en casos tan diferentes (desde una letanía de Baudelaire hasta un poema sin estrofas, rima ni ritmo de Rimbaud cuando habla de palmarla entre árboles). Ya que Reig cita eso de que la literatura es la mejor forma de reírse de la gente, decir que para César Aira, por ejemplo, «Cien años de soledad» no es más que un bestseller.
5) La dolorosa verdad con el talento artístico o el talento ajedrecístico es el siguiente: los consejos (de ahí la futilidad de los talleres de escritura) sólo se aplican para quien tiene arte/duente/ingenio/talento innato («Uno en un libro sólo encuentra lo que ya sabe», decía Nietzsche) al igual que a quien no sea superdotado (y/o con grandes dotes para ello) no le valdrá de mucho pasarse la vida estudiando partidas de ajedrez (como mucho, podría aspirar a ser un Marcel Duchamp [y ya es bien improbable con el nivel contemporáneo], nunca un Tal o Carlsen). Reig se habrá doctorado en letras y se habrá tragado un par de bibliotecas… ¿pero ha escrito algo tan bueno como las novelitas que escribió Flaubert antes de los 18? Joder, Jose María Paz Gago es un catedrático gallego de literatura, sabe de poesía mucho más de lo que Rimbe o Isidore pudieron saber y, sin embargom, publica poemas para Whatsapp como si estuviera chocheando (la poesía mdoerna actual, Alt. Lit., no se aprece en nada a eso)… Mucho me temo que no, que una novela de Flaubert a los 17 («Memorias de un loco») es mejor que una que escriba Reig a los 57, 67, 77... En los 50 consejos que Dalí da para saber pintar, el 51 es que si no tienes talento, olvídalo (¿cómo saber esto? Comparándote con los demás, como para su orgullo [y dolor por no ser Vermeer o Velázquez] bien supo Dalí]); Fischer, al hablar de ajedrez, decía lo mismo sobre la estupidez del estudio sin mucho talento detrás; Anand, no hace mucho, sentenciaba que a día de hoy quien no es GM a los 14 no tiene mucho futuro en el ajedrez contemporáneo. Con todo, Rimbaud, genio precoz de las letras por excelencia, tuvo una maravillosa educación y se zampó unos cuantos libros antes de destacar, y es que, por mucho que le duela al cerebro de Oreo de Reig, talento y estudio, como en ajedrez o pintura, son también indisolubles en literatura: pongamos de ejemplo a Lorca: su actitud ante la creación poética es rigurosísima: «Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios —o del demonio—, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.» Es decir, inspiración y trabajo consciente. «La inspiración —dijo en otro momento— da la imagen, pero no el vestido. Y para vestirla hay que observar (…) la cualidad y sonoridad de la palabra.» Así surge una de las poesías más asombrosas de nuestra literatura; una poesía en que la pasión y la perfección, lo humanísimo y lo técticamente puro conviven como pocas veces. A ello contribuyen, en buena parte, sus profundas raíces en lo popular. Lo popular y lo culto van también hermanados en su obra: vida y canciones del pueblo vivifican su sabia y exigente creación.» Estudios recientes afirman que la mayor parte de nuestra personalidad se forma antes de los 7 años, pero algunos aún piensan que se pueden hacer artistas a los 70, si estudian mucho y eso… ¿Democracia o comunismo mentales, no? Igualitarismo para todos (así va nuestra universidad). La realidad es más fuerte, y una mujer nunca será Schwarzenegger, ni Reig será nunca ni una sombra de Flaubert o Galdós (quizá lo descubra en su última hora: no se debe infravalorar la necedad de los profesores de arte).
6) La crítica al «Bartleby» de Vila-Matas: un buen artista, Reig, siempre tiene en la cabeza el miedo a no ser capaz de crear otra obra buena de arte, y de la honestidad intelectual y artística de los escritores que juegan con la idea de no volver a escribir más es algo de lo que habla su querido Houellebecq en algún ensayo (quien representa todo lo que usted no: artista talentoso y con afilado instinto crítico [aprecia la música contemporánea, que es donde está la mejor poesía de los últimos decenios], productor de buenos libros, que le importan más que a alumnos, profesores y colegas, son harto traducidos, están bien escritos y tienen algo que decir [más allá de la política, esto es]).
7) Sobre «la tradición de la ruptura», valga el ejemplo de Dalí: adoraba a Vermeer, Velázquez... y detestaba el arte contemporáneo, pero fue un innovador y sólo se permitió pintar panes tras haber alcanzado la inmortalidad con sus pinturas heterodoxas (y su cesta de pan no puede compararse con sus relojes blandos, ¿verdad?). Uno puede seguir la tradición y leerle sus obras a los colegas de la taberna, romperla y ser modernillo o (mi favorita) ambas cosas: Periodo Azul de Picasso, surrealismo daliniano (abandonó La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando porque no se centraban lo suficiente en la técnica), ajedrez de Magnus (le gusta estudiar a los clásicos, pero su ajedrez es casi de ordenador [aperturas aparte, donde su genio rompe las reglas establecidas por los expertos que no tienen su talento]), bibliografía de Albert Camus o incluso Beckett (¿es «La caída» una novela?, ¿y «El innombrable?» ¡A quién le importa! Qué bien escritas están y qué interesantes son, eso sí que nos importa y no que A y B vivan en una casa en el vecindario de C y vivan aventuras y…), piscinas de Hockney, etc. «El artista siempre está empezando: toda obra de arte que no sea un comienzo, una invención, un descubrimiento, vale poca cosa.» (Ezra Pound). Hay excepciones, como para toda regla, pero, como pasa con las reglas, la estadística impera.
8) Por último, y más importante, donde Reig se muestra en todo su esplendor de puñetero pedagogo, sediento de talento y vomitando incompetencia: un doctor en letras sin instinto crítico ni talento que, si tan útil quiere ser y tan poco le llama la poesía y la expresión individual en general, más sensato y coherente sería si se dedicase por completo a la pedagogía, la biografía y los panfletos políticos (eso podría hacer, por fin, trascendente su obra). Esto se merece dos subdivisiones:
A) «El artista es el resultado de un talento natural (su “ingenium”), al que se añade el estudio y el aprendizaje de un “ars”. ¿A que sí? ¿A que le veo venir de lejos? ¿A que van por ahí los tiros?» Reig, sin saberlo, pretendiendo lo contrario, da en el clavo, como bien sabemos debido a… la obra artística de cualquier buen artista que haya existido, tan precoz como Rimbaud (pero con su educación de primera y su curiosidad libresca) o mejorando de lustro en lustro como Lorca. Don Cualquiera es Reig, no Proust o Flaubert (dos ratas de biblioteca de primerísimo orden) que, en el caso del segundo (desconozco si también en el del primero), ya se apreciaba un talento literario grandísimo en sus primeros coqueteos con la literatura («Memorias de un loco» es una obrita maestra o, al menos, un libro con unos cuantos momentos de una talla literaria altísima).
B) Con respecto a «docere» (enseñar, adoctrinar, transmitir algún mensaje…) y «delectare» (deleitar, provocar un placer estético…), lo mismo, y desde la Biblia (si no antes). Se tienen las dos cosas o ninguna, en la mayoría de los casos de obras maestras (aunque cuando una narración tiene tanto que decir como «El Quijote», el estilo da igual; cuando un poemario en prosa es tan imaginativo y bien escrito como los cantos de Lautréamont, le perdonamos que no nos cambie de filosofía de vida). No es que se elijan las dos o que haya que elegir, es que para que el mensaje sea efectivo (como bien saben los publicistas) la forma ha de ser buena («El canal es el mensaje»). ¿Cómo escribía el filósofo ateo más trascendente de todo el siglo XIX? Como un filósofo-artista; ¿cómo escribía sus panfletos el católico reaccionario de Léon Bloy? Como un poeta, de nuevo, y así todos los buenos, y siempre, salvo excepciones superlativas a la regla. Si tengo que elegir, con todo, decir que prefiero el «ingenium», pues es más raro y los libros con mensaje (ni «La caída», con todo lo buena que es) no me han afectado gran cosa hasta ahora (como lo cuenta Ben Brooks es más divertido: «Cuando leí «Eating Animals» de Safran Coen desayuné unas tortitas en el McDonald’s; al día siguiente, ya estaba comiendo hamburguesas otra vez»). Pobre hombre, este Reig… cuya «Premonición de la Guerra Civil», de Dalí, si fuera pintor, serían dos monigotes pintados en una nota adhesiva que llevar de aquí para allá, y mucho rotulador rojo para el suelo, que no se diga que se calla la terrible realidad o que la camufla con mariconadas de artistas apolíticos (para Robert Hughes, un doctor en arte con bastante más talento e instinto crítico que Reig, un cuadro más importante que «Guernica», del comunista Picasso [sorry, Rafa]).
P. D. La «tragedia» (bendición) de la vida es que es demasiado corta como para leer libros escritos por profesionales cuando hay tantas obras maestras escritas por genios (¿acaso las partidas de ajedrez que vemos en Youtube no son de grandes maestros con más de 2700 puntos de ELO? Los que tienen ~2000, los expertos, se dedican a ello como un hobby o dan clases a los niños: Reig debería limitarse a lo segundo, pues desde el siglo XIX vivimos sepultados bajo montañas de basura librescas y Nietzsche ya propuso la solución a la invasión de los libros [en España se publican unos 9000 al año, Dios mío]: considerar a los escritores malhechores que sólo en contados casos merecen perdón y gracia) o libros interesantes escritos por los jóvenes (Sam Pink, Noah Cicero, etcétera). Ser creativo y obediente con el sistema («educativo») no van bien de la mano (pero que os lo diga Noam Chomsky ;--): https://www.youtube.com/watch?v=pFf6_...
Bueno, para empezar diré que la clasificación de libro de humor no la entiendo, es verdad que tiene detalles graciosos pero es un libro de historia de la literatura. Muy interesante, eso si, pero contada a través de un personaje un poco loco, quizás ahí han visto el humor. He aprendido muchas cosas y recordado otras que tenía medio olvidadas.
Recuerdo que me reí bastante leyéndolo en su día. ¡Menudos desgraciados los Belinchón!. Reig hace un repaso a la literatura española e hispanoamericana de los siglos XIX y XX (el libro termina en 2012) utilizando como excusa a los Belinchones (abuelo, padre, hijo) todos escritores frustrados. Los pobres siempre van con algún movimiento literario de retraso. Estos personajes se van cruzando con los literatos más célebres, lo que le permite a Rafael Reig contextualizar a estos histórica y socialmente, relacionarlos entre sí, contarnos anécdotas, alabarlos o criticarlos (a Azorín le cae una buena tunda 😆). En este manual, ensayo novelado, se incluye al final de cada capítulo unos ejercicios prácticos y lecturas recomendadas que, por general, están llenos de humor mordaz (como el resto del libro). Diría que este manual es una buena herramienta para recordar las clases de 𝘭𝘪𝘵𝘦𝘳𝘢𝘵𝘶𝘳𝘢 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘰𝘭𝘦𝘨𝘪𝘰 de forma humorística: una especie de vuelta al cole estilo gamberro.
“En aquella niebla aparecían y desaparecían escritores del porvenir, desconocidos para Agustín Belinchón. Vio a Rubén Darío, muy borracho, con uniforme de diplomático y descalzo; vio a Gª Márquez, que gritaba: -¡Carajo, es la nieve!- y –Ya no mamen gallo!-; vio a Juan Carlos Onetti montado en una cama de hospital, con ruedas, empujada por Antonio Muñoz Molina. Vio a Camilo José Cela absorbiendo un litro de agua por el ano. Después el premio Nobel se comió doce huevos fritos y soltó una ventosidad atronadora.”
PD: a la segunda parte (Señales de humo) le quiero dar una segunda oportunidad, en su día lo dejé (no recuerdo por qué).
Reig agota de rancio, todas las mujeres que se cruzan en la vida de los Belinchón son despiadadas ninfómanas y ellos unos pobres e inocentes pánfilos. Cuando habla de literatura es interesante, cuando escribe la historia de los Belinchón es una pérdida de tiempo, me ha costado acabarlo. Eso sí, la crítica final a lo que se ha convertido el mundo editorial en estos días que se ha descubierto el secreto a voces de Carmen Mola es muy buena. Cómo ficción no funciona, como manual de literatura, solo en algunos capítulos, principalmente en los que se nota que a Reig le gustan las obras de las que habla. Si hubiera escrito un libro solo sobre las novelas que le apasionan creo que habría sido un libro estupendo, pero no. Es divertido que alguien dé tanta cera, pero que sea alguien que no escribe precisamente bien, a veces produce una sensación extraña.
Dice César Aira (maravilloso escritor, tan antitético al castizo y trasnochado de Reig...), más o menos, en su obra Cumpleaños, algo así como...: «Creo que el arte debería ser creado por jóvenes superdotados y nadie más.» Este libro de profesaurio senil, de ese Houellebecq de serie Z que es Reig (ser afrancesado [como francés de primera que soy, por la parte paterna, lo veo bien] de tercera división ha sido algo mucho español desde hace siglos, y nadie más españolazo que el asturiano jacobino de Reig, oh là là, digo ¡olé!), ejemplifica perfectamente por qué Aira escribió eso en «Cumpleaños»...
Curioso viaje a través de la literatura castellana de la mano de un narrador que va cambiando de forma y época mientras no deja de ser un profesor madrileño de literatura de Secundaria. Nos pasea por la poesía juglaresca, los romances de frontera, el Poema de mío Cid y las obras de Cervantes, Lope o Góngora a la vez que plantea teorías divertidas, como la visión de Rodrigo Díaz de Vivar como un amante rechazado por su amado, el rey, cuyos favores quiere recuperar como sea o la pésima influencia de los estereotipos petrarquistas en las letras castellanas.
La entrada de goodreads está mal y se han juntado como dos ediciones del mismo libro dos libros que son distintos. La edición de esta portada puede considerarse una precuela, y con la excusa un tanto peregrina de un catedrático que viaja en el tiempo repasa los comienzos de la literatura en nuestro país, desde aquellas jarchas hasta el Lazarillo de Tormes.
(Re)aprendiendo grandes líneas de las letras castellanas (y algo de Villon y Petrarca). La historia de los personajes me da un poco igual pero los detalles biográficos de Lope, Cervantes y demás los aprecié enormemente.
Manual de literatura que, a pesar de estar vertebrado mediante una trama ficticia mediocre, logra repasar con creces parte de la historia de la literatura española (desde la Edad Media al Barroco en este volumen) y sus protagonistas a través de un estilo claro y un enfoque original.
Contar la historia de la literatura desde la edad media en una suerte de novela - ensayo... Para una trilogía. A mi no me convence este experimento para leer la segunda obra.
No he podido pasar de la página 40. El estilo me cansa. Reconozco que quizá soy yo, que estoy muy perezosa con las lecturas últimamente... pero prefiero dejarlo ahora antes que acabar odiándolo sin motivo. Otra vez será... o no.