Novela que narra una distopía en clave ecológica, en donde se mezclan pasajes oníricos con otros de corte más realista.
En el prólogo de La entrada al paraíso, ópera prima con la que Martín Lasalt ganó el premio Narradores de la Banda Oriental en 2015, Tomás de Mattos lo definió como «un autor maduro que trasunta un dominio cabal del oficio narrativo». Luego de la publicación de Pichis, su segundo libro en menos de un año, Lasalt obtuvo el Premio Bartolomé Hidalgo Revelación. Su voz contundente y profundamente original se abrió paso así en las letras uruguayas. Pero Martín Lasalt nunca se sentirá cómodo quedándose en un solo lugar. Lo suyo es cambiar, avanzar, experimentar. Con La subversión de la lluvia se coloca en un espacio completamente nuevo: el de la ficción distópica. Debajo de la crónica febril de un plan alocado para volar un acueducto y exponer la perversión de una compañía multinacional, late, como en sus libros anteriores, un relato conmovedor sobre los desclasados, los olvidados, los perdedores.
Es el segundo libro que leo de este autor uruguayo y me declaro fan. No afirmo ni niego haber llorado un poco en un cuctsa leyendo las últimas páginas. Es una novela distopica distinta, dónde el protagonista camina entre lo patético y lo heroico.
No es la ciencia ficción el género más transitado en Uruguay, aunque no le faltan cultores. Existen exponentes clásicos -veteranos todavía en activo cómo Wellington Mainero o Carlos María Federici, el mismo Francisco Piria yendo todavía más atrás- e incluso una generación intermedia -Roberto Bayeto, Pablo Dobrinin- pero es entre los autores contemporáneos a Martín Lasalt (Montevideo 1977) que más ejemplos han surgido. Natalia Mardero, Pedro Peña, especialmente Ramiro Sanchiz y ahora él mismo, han presentado diferentes aristas de una ciencia ficción que se lee personal, auténtica, y al mismo tiempo deudora del mismo género que practican. En el caso de la ciencia ficción distópica -aquella que imagina futuros posibles donde en algún momento se torció todo y quedó cual variable deforme de nuestro presente- hay algunos ejemplos puntuales -me viene a la mente Fábril de Horacio Cavallo, algunas variables de los universos paralelos de Sanchiz- y esta La subversión de la lluvia se inscribe felizmente en la misma senda con particularidad de que Lasalt hace convivir –como hacía en Pichis, donde los cuentos fantásticos se daban la mano con el costumbrismo marginal- sus propios intereses personales tensando los márgenes del género. Este oscuro futuro uruguayo imagina una realidad -que, como suele ocurrir con la mejor Ciencia Ficción, no se separa demasiado de nuestro presente o de las problemáticas de nuestro presente- con el agua potable o disponible completamente controlada. La Compañía del Agua es la entidad pública más poderosa del país, la que rige el destino de todos, la que dosifica a su gusto el agua en una ciudad ballardiana, de sequía, sed y autoritarismo. Las multinacionales extranjeras se disputan el uso de este bien –donde hasta la misma lluvia está controlada mediante una máquina que permite precipitaciones a placer- mientras que la población, casi que dormida, no reacciona ni protesta sino que se limita a dejarse explotar, indiferente. Nuestro protagonista es Javier Sepúlveda, un antiguo empleado de la misma compañía en cuestión, uno que ha abierto los ojos a la injusticia y quien planea actuar en consecuencia. El problema para Javier es que su misma realidad (una relación tensa con su ex mujer e incluso aún peor con su hijo de pocos años) deja mucho que desear –y por momentos su interpretación de la misma se torna surrealista, onírica, dispersa- y nunca tenemos muy claro si su rebelión contra el agobiante statu quo pasa en otra parte que no sea su propia imaginación. Lasalt genera climas y situaciones levrerianas -con un onirismo similar, al menos- a medida que narra con su prosa intensa y clara las peripecias de Javier y su entorno. Sin ánimo de ponerse a contar secuencias de manera literal, La subversión del agua tiene momentos inolvidables como ser la larga caminata por el bosque de Javier en su primer movimiento contra la Compañía o la incómoda situación que se genera cuando va a ver a su hijo jugar al Baby Fútbol. Sea en lo distópico o en lo costumbrista, Lasalt tiene no pocos momentos para explotar y lo hace con talento. La guerra de Javier contra el sistema se torna en una batalla existencial pero una que al mismo tiempo combina repentinas apariciones de empresas poderosísimas y espías industriales, realismo fantástico que por momentos abraza feliz el realismo sucio en su prosa. Ficción distópica que se tamiza con drama familiar humano. Personajes patéticos, disparatados, pero reconocibles, queribles incluso, que se van difuminando rumbo a su propio final -abrupto, repentino, desconcertante- mientras pelean contra todo, incluso ellos mismos.
Lasalt tiene un estilo muy particular, es crudo, y a la vez sumamente cómico, pero es una comedia que nace del choque entre esa crudeza y una visión bastante crítica de sus personajes y sus entornos. Es una comedia que brilla justamente porque parece que no es a propósito, aunque claramente lo es, es espontánea. La subversión de la lluvia es una novela que es tan cruda y chocante como hilarante. El personaje principal, Javier Sepulveda, es un tipo demente. Llevado a la locura por la crudeza de la realidad, tanto como por su hipocresía y su incapacidad para manejar su vida. Una distopía Uruguaya, donde una corporación privada controla el acceso al agua y fabrica una escasez para aumentar los precios y controlar el mercado. Un ex empleado totalmente consumido por su obsesión con destruirlos. Es una novela corta y que no podes soltarla. Como todo lo que escribe Lasalt, altamente recomendada.
En esta novela se describe una historia "convencional" de ira, fracaso y frustración en el marco de un futuro cercano distópico en el que el agua se ha convertido en un bien privado, caro y escaso. Es un planteamiento interesante, que tampoco se aleja mucho de a dónde estamos yendo en la realidad. Y eso da un poco de miedo.
Comenzar in media res le favorece mucho, ya que el inicio de la novela es algo lento y pesado, lleno de escenas paralelas a la acción principal. Ayudan a matizar a los personajes -lo que está muy bien-, pero ralentizan un poco lo verdaderamente interesante. Pero bueno, el clímax no tarda en llegar, y convierte las últimas páginas en una lectura rápida, llena de imágenes evocadoras con el agua desbocada como protagonista. Y es un gran final.
Es una novela de personajes, más que de historia. En ella se describe a un protagonista bastante inaguantable arrastrado por las circunstancias de un mundo hostil, rodeado de un puñado de inadaptados bastante parecidos a él. Los personajes están bien matizados, y son por lo general una masa difusa de grises, fuera de arquetipos literarios. Eso es bueno.
Esta novela corta es una lectura interesante. No es lo mejor que he leído en mi vida, ni está dentro de la ficción que suelo leer, pero me ha gustado.