Ante la muerte de su amada esposa, Kotaro —a quien le ha sido negado el don del llanto— decide contratar a las hermanas Izumi para que lloren la ausencia de Oriko como ella merece: sin descanso. Pero las muchachas han sido entregadas por su padre a la demencia de un lunático usurero, el gigante Kazuma, poeta perverso que, junto a sus cuatro monos nihonzaru, las tiene esclavas en su árbol, sometidas a delirantes y obscenos caprichos que recopila en un libro erótico narrado e ilustrado por él mismo.
Shunga remite, desde su propio título, a las clásicas estampas japonesas cuyo tema central son extraños encuentros sexuales con acrobáticas posturas que suelen involucrar la presencia de criaturas fantásticas. Entre lo bello y lo terrible, con absoluta armonía y refinamiento exquisito, la prosa de Martín Sancia Kawamichi avanza contundente y desoladora, y se alimenta de una poética que recuerda a grandes narradores del mundo flotante como Yasunari Kawabata, Jun'ichirō Tanizaki o Edogawa Rampo.
La calidad de sus imágenes —con tintes impresionistas—, el tratamiento de la trama, y el desarrollo de una estética del horror, hacen de estas páginas un anclaje clave de la cultura oriental en la narrativa contemporánea argentina.
Después de la muerte de su esposa Oriko, Kotaro quiere contratar a las muchachas Izumi (Mako, Kohana y Ukemi) para que con sus dotes actorales lloren continuamente el fallecimiento de su mujer. Pero lo que Kotaro no sabe es que estas tres chicas están prisioneras en el álamo del gigante Kazuma, sometidas a constantes perversiones sexuales.
En la literatura un libro puede destacar por varios factores: la prosa del autor, el interés que genera la historia, el desarrollo de los personajes, la originalidad de la trama, entre muchos otros. En algunos casos el texto sobresale por uno de ellos, por varios y, en contadas ocasiones, por todos ellos. Y cuando uno se encuentra con libros así, que se componen de todas cosas buenas, es como para tener muy en cuenta. No es para nada común encontrar novelas, cuentos o cualquier tipo de texto que no tenga fisuras en la construcción de la trama o de los personajes, o que sea completamente original. Pero en la literatura (como en muchos otros ámbitos), si uno busca, encuentra. Y se encuentran cosas como Shunga.
Esta historia tiene tantas cosas interesantes por analizar que es difícil saber por dónde empezar. Quizás la mejor opción sea arrancar por un hecho bastante tangible, comprobable empíricamente: la novela la empecé una tarde y la terminé a la noche del día siguiente. Eso habla, más que nada, del interés que esta me generó. La historia atrapa al lector de una forma impresionante, lo cual permite que en tan poco tiempo uno pueda terminarla. La trama va avanzando de manera que uno quiere saber, constantemente, qué ocurrirá con los personajes, qué harán ante determinadas situaciones y que nos deparará el final. En ese sentido podríamos decir que el ritmo de Shunga no es constante, sino que va in crescendo. El libro arranca, si se quiere, con tranquilidad, presentándonos a los personajes y las situaciones que inician el eje argumental de la novela. Con cada página, uno se siente intrigado, impresionado no solo por la forma de narrar del autor (de la que luego me encargaré de hablar en un párrafo aparte), sino por su capacidad para incorporar nuevos factores que van definiendo la historia y que, a su vez, en ningún momento resultan forzados o puestos ahí porque sí. La trama fluye, dentro de las reglas internas que esta propone, naturalmente, y uno nunca siente la necesidad de pensar si eso que está leyendo “podría pasar”, si es verosímil o no. Martín Sancia Kawamichi tiene una habilidad especial para transportar al lector a esa realidad que está narrando, abstrayéndonos de nuestra realidad cotidiana para sumergirnos de lleno en ese mundo tan terrible y sublime a la vez.
Más allá de que la novela se lea rápido y genere interés en el lector es importante destacar que el argumento que rige todo el libro es completamente original. Muchas veces ocurre que uno lee algún texto que le entretiene y lo impulsa a seguir leyendo todo el tiempo (aquellos denominados adictivos) pero que, haciendo un análisis más profundo cuando uno lo termina, se da cuenta de que la originalidad de ese texto no es su punto más fuerte. Cumple con la función de entretener, de hacernos pasar un buen rato de lectura, pero no destaca por propuestas innovadoras o elementos argumentales que nos saquen de la cotidianeidad literaria, si se quiere. Caen en lugares comunes, no presentan mundos nuevos o, lo que es peor, reciclan cosas ya hechas, ya comprobadas que efectivamente “funcionan” en la literatura. Toda esta definición la incluyo para contraponerla completamente a lo que ocurre en Shunga. Sin lugar a dudas, la novela entretiene porque todo el tiempo nos alienta a seguir leyendo, para saber qué desarrollo tendrán la trama y los personajes. Pero además de eso, Shunga es, por donde se lo mire, un libro sumamente original. La historia arranca ya con una contextualización muy interesante (que tiene que ver con la cultura japonesa), que luego irá asentándose a medida que esta avanza. Así, el autor construye un argumento muy interesante y altamente innovador, que a su vez lo intercala con distintos tipos de narración. La novela se caracteriza por incorporar un narrador más “convencional”, si se quiere, que se encarga de relatar los hechos a través de la tercera persona, además de otras formas de relatar: esto es, fragmentos del “Libro de Kazuma”, en el cual se narran algunas experiencias de este personaje con las hermanas actrices, como también de cuentos propiamente dichos y muchos poemas (haikus). Esa variedad en las maneras de estructurar el relato también generan que el mismo sea original, porque no se trata de una narración monótona, podríamos decir, sino que experimenta con distintas formas y así se consigue un texto con más matices que, sin lugar a dudas, demuestran la enorme capacidad del autor.
En esta novela lo sexual es un tema preponderante, que está constantemente puesto en escena. Martín Sancia lo narra de una manera tan particular, tan cuidada, tan poética, tan sublime, que en ningún momento, hablar de ese tema se convierte en algo vulgar o grosero. Por el contrario, Shunga se caracteriza por esa dualidad tan interesante, tan perfectamente lograda: hablar de cuestiones que en cualquier otro contexto podrían resultar banales o superficiales de una forma en la que el duelo lo gana lo poético, lo ensalzado, lo magistral. Hay una innumerable cantidad de frases en este libro que podrían ser subrayadas para no olvidar, para que cuando uno lo vuelva a leer, porque es un texto que permite (y hasta exige) relectura, vuelva a experimentar esas sensaciones que genera el estilo del autor. En definitiva, lo impresionante que es Martín Sancia como narrador, como constructor de imágenes inusitadamente potentes con el solo uso de la (justa) palabra. Ese es otro punto interesante para analizar de esta grandísima historia. El autor tiene la capacidad de construir imágenes tan fuertes que están perduran en la mente del lector, a tal punto de que siguen rondando nuestra cabeza días después de haber terminado el libro. Eso habla, claramente, de la facilidad que tiene para hablar de situaciones cuyas descripciones trascienden el papel y llegan a nosotros con muchísima claridad. Es posible, en ese sentido, imaginarnos muy bien lo que se nos está relatando y, además, adentrarnos de lleno en ese mundo que el autor nos está proponiendo.
Shunga es una novela que me sorprendió de manera muy grata. A partir de un planteo muy original, que se va afianzando a medida que la historia avanza, Martín Sancia Kawamichi construye una pieza interesantísima, mediante un estilo completamente poético. Leer este libro es una experiencia increíble, sin desperdicio. Una obra única.
Llegué a este libro gracias a maravillosxs lectorxs y amigxs de Goodreads. Vi que muchxs lo leyeron, hicieron reviews (como la de Gala) o simplemente le dieron una puntuación. Me intrigó de entrada, así que en cuanto me enteré que un amigo viajaba se lo encargué con un par más. Arranqué a leerlo, y no pude soltarlo. La historia, los personajes, la prosa, cómo está estructurado, todo y absolutamente todo fue alucinante. Cuán gratificante y hermoso es leer estos libros que lo tienen todo. Gracias a quienes me hicieron llegar a este libro.
Shunga es el arte erotico japonés. Su traducción literal es "imagenes de primavera". Asumo que se debe al florecer, al despertar sensaciones y emociones. Siento que es un más que acertado título para esta novela.
Si analizo la forma, el estilo, es clara la intención del autor. Busca recrear el las viejas fábulas y mitologias niponas. Poético, sencillo en pos de ser preciso y directo. Temí por momentos que se quedara en un anécdotario erotico, pero no.
El verdadero valor del libro está en el contenido. La historia comienza con la muerte de la esposa de Kotaro, quien decide honrar su memoria con el llanto constante que el no puede emitir. Para eso rescata a tres hermanas actrices de un perverso y violento artista y las lleva a su casa para inundarla de constantes lágrimas y lamentos.
Sancia Kawamichi logra mantener una belleza romántica dentro de este relato crudo y violento. Me dejó con el sabor amargo del dolor intenso del desamor, ya sea por pérdida, indiferencia o rechazo.
"-No quiero que me abraces- le dijo él. -¿Por que? -Porque ya no te pertenezco."
Siempre que encuentro la ocasión recomiendo este libro. Una historia deliciosa que invita a perder el pudor para dejarse llevar por la narración poética del autor.
Shunga es un género de estampas japonés en el que se presentan imágenes sexuales explícitas; la traducción literal es "imágenes de primavera", expresión que funciona como un eufemismo del acto sexual. En esta grandiosa novela, si bien hay muchas escenas eróticas descritas en detalle, las palabras nos corren del erotismo para llevarnos a lo terrible, a lo horroroso. Los personajes masculinos personifican el arquetipo masculino déspota y dominante, y las mujeres son oprimidas y padecen la perversión detrás de las fantasías masculinas y son sometidas a prácticas que en muchos casos cruzan la línea hacia la tortura. La mujer de Kotaro, Oriko, acaba de morir, y la imposibilidad de Kotaro de llorarla lo desespera y decide contratar a las tres hijas actrices de Kichiro Izumi, las tres menores de 20 años, para que lloren día y noche; el llanto del duelo no debe dejar de escucharse nunca. Cuando su criado Taru va en busca de las hermanas, descubre que ellas han sido entregadas por su propio padre, como pago de una deuda, a Kazuma, un hombre enorme, violento y cruel quien tiene como mascotas a cuatro nihonzaru, unos monos que hacen lo que él quiere. Ellas viven en las ramas de un álamo blanco. No tienen salida. O las ramas, o la violencia extrema de los monos y de un hombre que encarna la violencia y la perversión.
Es claro que los buenos libros nos encuentran, no son encontrados por nosotros. En mi primer viaje a Buenos Aires, entro a una librería cerca de mi hospedaje, veo este libro y no me deja ir. Este libro me atrapó desde entonces. Lo leí de una sentada, no lo pude soltar hasta terminarlo.
Primera vez que leo algo que se relaciona con el arte erótico japonés. La historia es muy interesante. La escritura muy realista que hace que los personajes se puedan ver y oír, hasta odiar
Bello y terrible, crudo y romantico. Me fascinó por la claridad y la exactitud de la prosa. Tiene imagenes que seguramente recuerde durante mucho tiempo.
Son dos cosas las que más me gustan de este libro. Por un lado, la narración brutal y vulgar de todos los personajes masculinos en contraposición a la poesía y el romanticismo de Kohana. Por el otro, la manera en la que el libro está escrito de manera tal que podría pasar por la traducción de un libro japonés. Hubo un sólo momento en el que recordé que este libro estaba escrito originalmente en español y por un argentino y fue cuando se usa la palabra "bronca" casi al final del libro. Si el objetivo era alcanzar ese efecto, me parece excelentemente bien logrado. Si no lo era, me parece altamente curioso. Destaco también la capacidad del libro de llevarme de la ternura al asco de un capítulo al otro casi instantáneamente. No hay muchos libros que generen esa sensación
Un libro con un ritmo narrativo excelente, que acompaña a la perfección la trama (el deterioro psicológico de sus personajes) sin dejar nada suelto. Con algunos elementos del terror y del suspenso que también están muy bien utilizados, y acompañado de una prosa muy poética. Es difícil decir que es una lectura "que disfruté" porque es realmente muy oscura, pero es muy placentero leer algo tan bien construido y tan bellamente escrito.
Erotismo y perversión en Japón de la mano de un texto hermosamente escrito. Más allá de los horrores y sinsabores que reconstruye -y que incluye, sin ser minucioso, abuso, mutilación, onanismo descontrolado, asesinatos varios y fantasmas- lo que me queda es incluso melancolía y hasta un atisbo de tristeza. Gran experiencia su lectura, que sin duda no es para todos los públicos.
La forma y el contenido narrado desde un autor varón podría haber salido mal, pero salió muy bien. Es increíble. Estoy haciendo esta review en el 2023 y hace poco vi la película the handmaiden y me remitió muchísimo a este libro.
Kotaro enviuda y no tiene el don del llanto ¿no es terrible y hermoso eso? Quiere contratar tres hermanas para que lloren por él. Pero un artista las tiene prisioneras y las somete como inspiración para su libro de escritos y dibujos eróticos. Un libro violento y poético.