A las puertas del invierno de 1809, un soldado escapa de las filas del ejército napoleónico porque no fue a la guerra para matar civiles. El desertor, moribundo, es acogido en un pequeño pueblo de la sierra hasta que… Vidas y secretos, pasiones calladas y esperanzas ciegas se cruzan durante más de un siglo y medio en las calles y los prados de ese pequeño pueblo sin otra magia (a pesar de la casa encantada o de un espantapájaros que trata de comprender el mundo) que la vida; un lugar, casas, plazas, bosques, cielo, cuevas, donde el aire huele a nieve y a cristales de escarcha, donde siempre son largos los inviernos.
Niños que sueñan, ancianos que no quieren olvidar, hombres y mujeres que soportan unos días en los que todo parece invierno. Pero no todo es lo que parece, porque en esta novela, suma de historias que se mezclan como las hojas de las hayas caídas sobre un sendero, Elvira Valgañón deja entrever que la belleza y piedad son los mejores recursos para hacer de la vida y de la literatura un lugar habitable.
Una obra emocionante de una escritora detallista y esencial, atenta a los sonidos y los silencios de las palabras. Una escritora, Elvira Valgañón, que está aún por descubrir por el gran público, y cuya novela nos sentimos particularmente orgullosos de publicar.
Una novela muy bonita, llena de melancolía, que mediante varias historias cortas crea el microcosmos de un pueblo pequeño. Todas esas anécdotas que pasan de generación en generación y que dan lugar a los nombres de los lugares y los motes de las personas.
Está bellamente escrito, recreando ese lenguaje del campo sin excederse en localismos (o tal vez, como está tan bien escrito, una ni se da cuenta).
Es un libro pausado, sin grandes sorpresas o sobresaltos, que nos habla del amor, el dolor, la pérdida o la amistad. Una pequeña joya.
4.5 Se trata de un conjunto de relatos acontecidos en un pequeño pueblo a lo largo de los años. Un pueblo del interior, donde los meses de invierno y de frio son largos. Y donde las vidas de sus habitantes transcurren entrelazadas a lo largo de generaciones sucesivas.
Las historias tienen, a ratos, momentos de tristeza, otros de amor, de amistad, de soledad...y todas tienen un punto de relación con el resto.
Un libro totalmente delicioso. Y la prosa de la autora cautivadora.
«Algunas noches sueña con cosas que no ha visto nunca, lugares que no conoce, palabras que no le dicen nada» 🥀 Somos los ojos del espantapájaros que ve a forasteros llegar y a foráneos irse. Somos los receptores de esas historias que nos conmueven y nos envuelven, haciendo nuestros recuerdos que nunca olvidaremos. 🥀 Historias con nombres de cuentos infantiles («El soldadito de plomo», «La reina de las nieves», «El enano saltarín») con las que recuperamos la importancia de la tradición oral, de las historias alrededor del fuego. En todas ellas Elvira Valgañón nos va dejando pequeñas pistas, como mojones de un sendero, para que las sigamos. Una escritora inteligente y sensible que me ha encantado. Un libro que recomiendo con gran entusiasmo y una autora a la que seguir la pista 💕 #ElviraValgañón #Invierno #librosmanta #leoautorastodoelaño
No había leído nada de Elvira Valgañón antes. De hecho, siendo sincera, desconocía su existencia como escritora y no sé si tomármelo más como una grata sorpresa que como un punto menos a mi favor. Porque Invierno ha sido eso: una grata y maravillosa sorpresa que ha ido directa a mi corazón. Sin titubeos ni bifurcaciones.
Para hallar Invierno debemos hallar Cerveda, un pequeño pueblo que presentimos más al norte que al sur de España, y donde ocurren todas las historias que encontramos en este libro. Historias que transcurren a lo largo de dos siglos, con sus habitantes, todos ellos diferentes entre sí pero cada uno con su propia historia. Historias únicas que hacen la Historia. Que la agitan y la agrandan. ¿No es quizá eso lo que buscamos en la vida de cada persona? ¿Y en la literatura? Por supuesto que es lo que buscamos.
Elvira Valgañón escribe sobre estar vivo. No sólo sobre la vida, sino sobre lo vivo, lo que es y existe y lo que nos hace existir. Es la historia del aliento, de la esencia, del hálito que recorre nuestro ser. «No estoy muerto, dijo. Respiró hondo.», leeremos. Encontramos la lucha del alma por ir hacia adelante. Pese a las emboscadas. Pese a todo.
Estamos ante un libro sobre el recuerdo y la memoria. La memoria de aquello que fue y la que hacemos. La memoria no sólo como destino sino también como camino. Ella es la que nos da la llave de la puerta frontal y trasera de cada personaje que hallamos en esta edición. Y no cabe duda de que Invierno es, ante todo, un libro de pausas y silencios, de belleza y fotografía. Fotografía porque cada historia adquiere un peso visual apabullante. Cada escena adquiere una imagen que vemos al leer. Es un libro de imágenes que suceden tras las palabras. Aquí no hace falta imaginar, sino leer para ver. La lectura que crea. La lectura que ilumina las cosas, las personas, los hechos y les crea sombra.
Conocer la narrativa de Elvira ha sido todo un regalo. Quizás, por eso mismo que he dicho al principio: iba sin esperar nada. Probablemente sea esta la mejor manera de leer un libro, al menos uno como este. Un libro que nos habla y nos estremece. Un libro que busca en nosotros antes de que busquemos nosotros en él. Un libro del que es mejor hablar sobre las sensaciones que nos provoca que de sus personajes y sus tramas. Porque ahí reside la belleza: en leer sin haber visto, para ver después de la palabra.
Todo esto es lo que hace que Invierno sea grande. Esto es lo que hace que este libro sea una punzada gratificante en nuestra alma. Y a pesar de que sea Invierno en Cerveda, el libro es cálido y nos arropa y calienta. Y no queremos salir de él, como cuando una suave manta nos cobija ante el más profundo frío y nos convierte en nuestro propio hogar. Ese del que nunca querremos escapar.
«Y volvería a ponerse guapo frente al espejo y a pasearse tieso y elegante por las calles de Cerveda, haciendo suspirar a las muchachas, como si pudiera convertir la paja en oro, pero con las manos escondidas en los bolsillos, las manos en sombra, que delataban días de los que no quería acordarse y que él se lavaba una y otra vez en los baños de los cafés, en el pequeño lavabo de la habitación de donde Anselmo, el agua fría, como cuando volvía del carbón con su padre y en la fuente se lavaba y se lavaba y se lavaba, el agua helada, las uñas negras, frotando y frotando hasta que tenía los dedos casi en carne viva y aun así le parecía que no se le iba el carbón de las uñas.»
Elvira Valgañón teje una colección de historias que tienen lugar a lo largo de casi dos siglos en torno a una zona rural concreta. Distintas generaciones se entrecruzan a lo largo del tiempo de manera más o menos íntima, van cruzando de pasada por los restos de sus predecesores o se interesan por completar lo que fue de ellos en el pasado. Cada uno de los presentes es una mirada distinta al plano, azotado por las guerras y posguerras que cambian las vidas de los habitantes. Pastores, taberneros, maestros y soldados hablan de su miseria y de la compasión de otros. Y un espantapájaros, que siente pero no comprende, registra todo dentro de su cerebro de paja.
La Reina de las Nieves, el segundo de los relatos, constituye una enorme joya en Invierno.
He disfrutado mucho este pequeño libro y especialmente la ambientacion. Me maravilla como la autora te hace sentir la nieve fría hasta calarte los huesos y acto seguido el consuelo de entrar en un sitio caliente y familiar. También me ha encantado el encaje tejido entre los personajes en sólo 136 páginas. A mi parecer una auténtica joya. Si no le doy las 5 estrellas es porque ésto lo reservo a los libros que, para mi, hayan sido grandes historias, inolvidables y únicas. Ésta es una microhistoria, breve pero maravillosa; un rinconcito en en el que pasaría las horas muertas deleitándome. Además, me atrevo a decir que era ésta la intención de la autora.
Menuda sorpresa este libro. No conocía a la autora, me lo regalaron y ha sido una de las lecturas más estimulantes de este año. Un mundo surrealista, mágico, personajes que rápido conectas.
De verdad os digo que cuanto más me gusta un libro, más me cuesta escribir sobre él. Este fue mi favorito del club de lectura de hace dos años y del 2023 en general, y uno de los mejores libros que he leído un mi vida. Qué preciosidad. Brillante, sencillamente brillante. El estilo de la autora: brillante. El uso de los cuentos de Andersen para estructurar la historia: brillante. El uso de paralelismos: brillante. Cómo refleja la vida y las dinámicas en un pueblo a lo largo de generaciones, convirtiendo al lector en un habitante más del pueblo: brillante. Cómo identifica el invierno con el pueblo, con el hogar, con lo conocido, con estar a salvo: brillante. No sé, chiques, haceos un favor y leedlo, porque lo que yo pueda llegar a decir sobre este libro jamás va a hacerle justicia. Si habéis leído Canto yo y la montaña baila estoy 100% segura de que os va a encantar.
Conmovedoras historias que tienen como escenario un pequeño pueblo, donde se suscitan situaciones propias de la vida misma pero que dejan un sentimiento de ternura y cobijo. Si bien son historias individuales, todas están unidas por personajes y lugares comunes que finalmente se entrelazan. Me gustó muchísimo.
3,5. Creo que todo el mundo debería leer el último capítulo, «Asustacuervos», de apenas tres páginas y tres líneas, porque es uno de los fragmentos breves más bellos que he leído en la literatura.
Este es uno de esos libros que he elegido por intuición y que me ha conmovido tanto desde el título hasta su última palabra. Ha sido una lectura tibia y sensible en donde los personajes son delicados hilos conductores llenos de vida, de nostalgia, de complicidad y mucha ternura. Me encontré deteniéndome continuamente para buscar ciertas palabras que nunca había escuchado, pues la historia está escrita precisamente para que cada palabra fuera parte del entorno del mismo pueblo, y me pareció maravilloso ir leyendo y descubriéndolas a bocados pequeños, poco a poco, entretejiéndolas y caminándolas; sin muchas ganas de llegar al final o al cierre de cada historia. Y sin embargo, al terminarlo sentí haber cerrado la puerta de aquel lugar, de aquellas generaciones, de aquellas vidas de las que, no sólo un personaje tan entrañable como fue un espantapájaros ha sido testigo, sino yo misma.
Sin duda es una lectura que se queda muy grabada en mí y a la que me encantará revisitar en algún otro invierno para volver a sentir tanto, para volver a mirar desde lo alto del prado como lo hice aquí.
"Así empezó a recordar para ella aquella lengua que se había prohibido usar, aquellas palabras de antes que no había vuelto a pronunciar desde hacía tanto tiempo. Y se las decía cuando salían al monte, cuando estaban solos, señalándole árbol, hierba, sendero, espantapájaros, para que ella las aprendiera. Para hablar solo con ella y con nadie más."