En febrero de 1874 dos empresarios españoles, un tabaquero y un azucarero, coinciden en un restaurante de La Habana y comparten sobremesa después de cenar por separado. En el tiempo que tardan en fumarse un cigarro, el mismo que se tarda en leer la novela, se confiesan los motivos por los que abandonaron España, sus comienzos en la isla, el secreto de sus fortunas... A ambos les une la reciente muerte de sus mujeres y les separa su concepto del mundo. El relato sobre la elaboración del cigarro perfecto hace de fiel entre el sórdido retrato de la esclavitud en Cuba y una sensual historia de amor.
Alfonso Mateo-Sagasta (Madrid, 1960) es licenciado en Geografía e Historia Antigua y Medieval. Autor de tres novelas: El olor de las especias (2002), Ladrones de tinta (2004), ganadora del I Premio Internacional de Novela histórica Ciudad de Zaragoza y del I Premio Espartaco (concedido por la Asociación Semana Negra a la mejor novela histórica editada en español) y El gabinete de las maravillas (2006) con la que gano de nuevo el Premio Espartaco en el año 2007.
Toda una experiencia. No soy fumadora y por primera vez me he quedado con la sensación de que me he perdido algo. Además de saborear, oler y sentir con los protagonistas unos habanos muy especiales, he disfrutado de una historia densa, muy bien narrada, envolvente como el humo del tabaco, turbia, y cruda. En dos escenas cerré el libro para digerir lo leído antes de proseguir, casi sin aire, porque, aun siendo ficción, no dudo de que sucesos como los narrados estuvieran a la orden del día en la trata de seres humanos. Se cuenta sin dramatismo, sin emoción, con la naturalidad con que lo contaría quien lo cuenta, alguien habituado a la trata, alguien para quien los esclavos son fardos. Y eso le da todavía más fuerza a la narración. Anticipé el final, aunque no en toda su dimensión, y eso no desmereció la lectura. Lo importante no es el qué, sino el por qué. Y la forma de contarlo. Muy recomendable. Aquí puedes ver el booktube donde amplío la reseña
Mala hoja transcurre en un restaurante en la Habana en el siglo XIX. Dos desconocidos entablan una conversación casual sin embargo, uno más reticente que el otro. Don Jacinto, se deja llevar por la gracia y encanto de Don Pascual, un tabaquero, quien dice haber creado el mejor tabaco del mundo. Don Pascual comparte una de sus obras con Don Julio, y entre humo de tabaco y ron se dejan llevar. La historia transcurre en un mismo espacio, en el transcurso de un puro, lo cual me parece una magnífica idea. Los dos personajes son muy contrarios, Don Julio cruel y ambicioso, y para Don Pascual prima el amor por su mujer y el tabaco. Es un libro con un final espléndido, que muestra con crudeza el trato inhumano que recibían los esclavos, el papel de la mujer y, a la vez, es un libro dedicado al arte del tabaco. Totalmente recomendable. PD: Gracias Carlos por dejarme y recomendarme este libro :)
Novela corta sin mayores pretensiones, que se ambienta en una Cuba al borde del abolicionismo de la esclavitud y cuyo desarrollo transcurre en lo que duran un cigarro y una conversación entre dos hombres que comparten mucho más de lo que uno de ellos cree. Me ha resultado interesante, enriquecedora y curiosa, aunque por motivos evidentes algunas cosas me han disgustado mucho, pero es innegable que está muy bien escrita y que retrata a la perfección las costumbres, cultura, política y comportamientos de la época.
No parece a priori tarea fácil escribir una novela en tiempo real en la que solo intervienen dos personajes que permanecen estáticos en un único escenario.
No, ¿verdad? Pues en Mala hoja, Alfonso Mateo-Sagasta lo consigue.
En un restaurante de La Habana colonial, en los últimos tiempos del esclavismo, entablan conversación dos desconocidos; dos empresarios españoles de edad madura: don Pascual y don Julio. Son dos hombres con sendas vidas por detrás y que han hecho fortuna con el negocio del tabaco —el primero— y del azúcar —el segundo—. Ninguno de esos negocios hubiese sido viable sin la conjunción de mano de obra esclava.
En la sobremesa, el primero ofrece un exclusivo cigarro al segundo, y ambos fuman y beben ron mientras comparten confidencias sobre sus comienzos y el origen y crecimiento de sus fortunas, pero también hablan de su dispar relación con sus respectivas compañeras.
El sábado pasado coincidí con el autor en Valencia, en una cena multitudinaria de libreros y escritores en la que nos sentamos por separado y por desgracia no tuvimos la ocasión de conversar. Sin embargo, el azar hizo que estuviésemos alojados en el mismo hotel y en habitaciones contiguas. Él dormiría en la 2106 con su encantadora esposa Emilia. Yo en la 2107, una vez más, solo. Mientras caminábamos juntos hacia el hotel, me contaban el argumento de la novela y les señalé que me recordaba El último encuentro de Sándor Márai. Me confirmó Mateo-Sagasta que su editora le había dicho lo mismo, pero que leyó esa novela después de haber concluido Mala hoja, cosa que no me extrañó, ya que El último encuentro no es tan popular. Es un acierto que no hubiese conocido esa novela antes, ya que el escenario de una conversación entre dos hombres maduros en tiempo real –único denominador común— tal vez hubiese influido de forma inconsciente en la redacción de Mala hoja. Felizmente, pude comprobar que son dos obras muy dispares, por lo que tómese la referencia como una referencia sin mayor recorrido.
Al día siguiente, domingo, lo primero que hice después de desayunar fue procurarme un ejemplar de Mala hoja, que por cierto he comenzado y concluido el mismo día que redacto esta reseña.
Mateo-Sagasta tiene un estilo de escritura clásico y elegante. Sin adornos superficiales ni imposturas. No esperen transgresiones ni experimentos estilísticos. Hay sobre todo oficio; el de un escritor de toda la vida, muy leído y que sabe de la importancia de la artesanía y de la buena cocina al escribir. Sabe vestir bien el material narrado y desliza de forma discreta el más que bien estudiado léxico del lugar y de la época así como el resultado de la investigación previa. Lo hace sin vocación erudita, sin que adquiera más protagonismo que las voces propias de los personajes, y eso le da la credibilidad de un profesional de sobrada experiencia.
Es una novela de texturas y olores. Uno puede degustar con los protagonistas el sabor de un buen ron y un buen tabaco, los olores de los sollados de un barco de esclavos o el calor dulzón del guarapo hervido en pailas en los galpones de los ingenios caribeños, así como —esto es clave— la moral de la época que justificaría sin ambages el esclavismo y la supremacía masculina sin la contaminación de una moral acorde a nuestro tiempo. Quiero decir que no cae en la tentación de explicar las cosas como si lo necesitásemos; nos las muestra de forma objetiva, sin moralinas ni moralejas infantiles, tal como eran, para que saquemos nuestras propias conclusiones.
Tampoco se priva de narrar un encuentro sexual muy sugerente que encaja a la perfección con el tono general.
Lo que destacaría por encima de todo es el manejo del tiempo. La novela se lee en un par de horas, lo que dicen que se tarda en fumar un puro habano.
Diría que es una lectura hipnótica que, a medida que avanza, el lector va asimilando con el placer que se supone que proporciona ―no lo sé porque no uso— un buen puro, y el que proporciona —eso sí lo sé, bien que lo sé— un excelente trago de ron.
El desenlace que se desarrolla en las tres últimas páginas es magnífico y le dan un sentido inesperado a la historia sublimándola a otro nivel.
A destacar, como es habitual, la bellísima edición de Reino de Cordelia. Ojalá todos los editores tratasen sus ediciones con la misma deferencia.
En definitiva: una excelente lectura de corte clásico y bastante exquisito para uno o dos días, y que aporta además una buena visión pedagógica de la época y del lugar.
La historia es súper redonda, la pluma del autor es única y excelente, te envuelve entre un gran diálogo, el humo del puro y una historia tan bien documentada.
Se notan los dos años de trabajo de documentación que llevó a cabo Alfonso y el buen hacer.
Con spoiler:
Todo empieza con una tertulia de sobremesa, pero va más allá. Es una historia de amor, de venganza, de la España más rancia, de Cuba colonial, y la peor de nuestras herencias: el tráfico de esclavistas y como se sabía y todo se callaba.
Me hierve la sangre al leer a Don Julio sobre esclavos, sus viajes y su perspectiva de las mujeres. Tiene el final que merece.
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Qué sorpresa con esta lectura!. El tema de la esclavitud siempre ha sido un tabú en España, y sinceramente creo que en toda Europa. Pocas son las noticias sobre esta historia, ni revistas culturales , ni museos en España. En esta historia, el autor nos cuenta un poquito, pero lo primordial es el lenguaje. No sólo me han sorprendido palabras perdidas de nuestra lengua, si no un lenguaje pausado acorde a la historia que va desgranándose.
Un autor que desconocía y quiero seguir leyendo. Una historia muy cortita que os abrirán nuevos ojos. Disfrutarla
Alfonso me firmó en la feria del libro de este año, me hizo mucha ilusión porque es el sobrino de mi abuela y nunca había leído nada suyo. Este tipo de lectura no es lo que estoy acostumbrada a leer, lo que ha hecho que algunos momentos me haya costado más sobretodo por la temática de la novela. Eso sí, da gusto sentir que estás aprendiendo de historia, se nota que Alfonso es licenciado en geografía e historia. Estoy deseando leer más libros suyos.
No sé si es porque leo demasiados thriller pero este libro me pareció demasiado predecible. Desde un principio tenía el final demasiado claro para mi gusto.
8/10. Historia muy entretenida de una conversación entre dos hombres que no parece llevar a ningún lugar, pero que en las últimas páginas todo cobra sentido. Se lee muy fácil.