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El derecho a la ebriedad. Manifiesto libertario contra la prohibición
Estas páginas suponen una apología de la ebriedad. La ebriedad es un derecho fundamental que forma parte de la libertad de conciencia y que no ha sido todavía reconocido en nuestras sociedades ni legislaciones. Este manifiesto es un reto a la autoridad pero también a los peatones.
146 pages, Paperback
Published January 1, 2007
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May 27, 2024
Recuerdo que mi perro Beckham tenía que comerse medio kilo de hierbajos antes de poder hacer "lo que tenía que hacer" cuando le sacaba a pasear. Los animales, a su manera, también saben de medicina. La humanidad, desde que es humanidad, probó y ensayó con todo tipo de plantas buscando efectos sobre su cuerpo. Al andar aquellos caminos, encontró sustancias que, además, tenían efectos sobre su mente, sobre su "consciencia", si lo queremos llamar así.
Javier Esteban nos lo recuerda al principio de este libro "Lo que sí sé es que el mono, como el hombre, 'se droga' desde que puede hacerlo".
Pero un descubrimiento tan trascendente nunca pasó desapercibido dentro de los grupos humanos. Dependiendo de las épocas y los entornos, la Ebriedad supuso una celebración o un problema, un ritual o un delito, una entrada al paraíso o un infierno, la comunión mística o la prisión. Para Esteban, la sociedad actual, que con su avance en la ciencia puede crear todo tipo de principio químico, arrinconó, etiquetó, ilegalizó y encerró a todos los psiconautas que en el mundo son: a los ociosos, y a los trascendentes, a los hedonistas y a los investigadores, y para todos ellos creó la Ley/trampa que finalmente supuso todos los problemas que hoy se asocian al consumo de estupefacientes. El narcotráfico, el blanqueo de dinero, la represión o los problemas psicológicos son, para Esteban, más causados por la prohibición, que por la existencia de las drogas.
Defiende el autor una vuelta al orden y la aceptación de la exploración -personal, íntima, controlada, inscrita en el derecho de la persona- con las sustancias psicoactivas. Da un repaso a grandes nombres de la ciencias y las letras que abogaron por su uso como amplificador de la percepción humana. Enumera también a los hombres que hicieron posible la eclosión en el siglo XX del uso de las drogas sintéticas. Huxley, Leary, Jünger, Lilly y el más importante de todos, Albert Hofmann, el descubridor del LSD. En su cien cumpleaños, el propio Hofmann advirtió que su hijo psicoactivo podría marcar un cambio de era humana -¿se nos acepta tripioceno como etiqueta histórica?-. Este libro es del 2007, aún queda mucho recorrido para saber si su predicción será cierta.
No sólo se habla del trance psicotrópico en estas páginas. Se recuerda que hay otros muchos caminos que amplifican la percepción humana. Y Esteban insiste en varias ocasiones en que las sustancias sintéticas han de ayudar, pero que en último término el despertar de las conciencias deberá ser mediante el control y desarrollo de nuestra mente. Para ayudar a este despertar es imprescindible -también lo remarca el autor- la revisión del concepto de libertad individual en los derechos y deberes que nos atañen como ciudadanos. Hay que perder el miedo, no se puede aceptar ese intercambio que los estados proponen: seguridad a cambio de libertad. Ofrece el autor, en fin, toda una revisión humanística de nuestros valores como sociedad, como individuos, como compañeros del viaje que supone nuestra existencia.
Además describe las bases de lo que llama "Nueva Eleusis", un nuevo centro, homenaje al templo de los antiguos misterios, en el que las personas que lo quisieran, vivirían su propio viaje tras pasar por una exhaustiva formación que les permitiera conocer y disfrutar de la experiencia psicotrópica. Una experiencia sin charlatanes, sin líderes de secta, sin adulteraciones, sin adicciones y, a ser posible, como puente hacia un nuevo Humanismo.
Esteban reconoce que su conocimiento no es sólo teórico, y en un último capítulo narra un pasaje de poética enteogénica, dedicado a Hofmann, en el que nos muestra un ejemplo de viaje personal. Experimentador como sus compañeros y maestros Dragó o Jodorowsky, sabe que la especulación sin práctica carece de sentido. Que su ejemplo nos muestre el camino... incluso quizá se lo mostró al entonces presidente del gobierno... ¿cayó aquella invitación en saco roto? Vaya usted a saber...
Llego a este libro tras conocer al autor en el último Encuentro Eleusino, celebrado en Ávila, homenaje póstumo al creador de estos simposios, Fernando Sánchez Dragó. Esteban estuvo brillante y simpático. Como ya hacía tiempo que lo quería leer lo compré y el autor me lo dedicó. Se inscribe en la tradición de otras obras de autores como Tomás Moro, Thoreau, Artaud o Paul Lafargue, que en algunos de sus textos propusieron reivindicaciones vehementes de aspectos de la vida cuya importancia hay que reclamar. Esteban es una mentalidad del futuro, es probable que su obra sea descubierta en el mañana y se diga "aquí ya nos avisaban". A mí me encantaría.
Leído en papel.
Javier Esteban nos lo recuerda al principio de este libro "Lo que sí sé es que el mono, como el hombre, 'se droga' desde que puede hacerlo".
Pero un descubrimiento tan trascendente nunca pasó desapercibido dentro de los grupos humanos. Dependiendo de las épocas y los entornos, la Ebriedad supuso una celebración o un problema, un ritual o un delito, una entrada al paraíso o un infierno, la comunión mística o la prisión. Para Esteban, la sociedad actual, que con su avance en la ciencia puede crear todo tipo de principio químico, arrinconó, etiquetó, ilegalizó y encerró a todos los psiconautas que en el mundo son: a los ociosos, y a los trascendentes, a los hedonistas y a los investigadores, y para todos ellos creó la Ley/trampa que finalmente supuso todos los problemas que hoy se asocian al consumo de estupefacientes. El narcotráfico, el blanqueo de dinero, la represión o los problemas psicológicos son, para Esteban, más causados por la prohibición, que por la existencia de las drogas.
Defiende el autor una vuelta al orden y la aceptación de la exploración -personal, íntima, controlada, inscrita en el derecho de la persona- con las sustancias psicoactivas. Da un repaso a grandes nombres de la ciencias y las letras que abogaron por su uso como amplificador de la percepción humana. Enumera también a los hombres que hicieron posible la eclosión en el siglo XX del uso de las drogas sintéticas. Huxley, Leary, Jünger, Lilly y el más importante de todos, Albert Hofmann, el descubridor del LSD. En su cien cumpleaños, el propio Hofmann advirtió que su hijo psicoactivo podría marcar un cambio de era humana -¿se nos acepta tripioceno como etiqueta histórica?-. Este libro es del 2007, aún queda mucho recorrido para saber si su predicción será cierta.
No sólo se habla del trance psicotrópico en estas páginas. Se recuerda que hay otros muchos caminos que amplifican la percepción humana. Y Esteban insiste en varias ocasiones en que las sustancias sintéticas han de ayudar, pero que en último término el despertar de las conciencias deberá ser mediante el control y desarrollo de nuestra mente. Para ayudar a este despertar es imprescindible -también lo remarca el autor- la revisión del concepto de libertad individual en los derechos y deberes que nos atañen como ciudadanos. Hay que perder el miedo, no se puede aceptar ese intercambio que los estados proponen: seguridad a cambio de libertad. Ofrece el autor, en fin, toda una revisión humanística de nuestros valores como sociedad, como individuos, como compañeros del viaje que supone nuestra existencia.
Además describe las bases de lo que llama "Nueva Eleusis", un nuevo centro, homenaje al templo de los antiguos misterios, en el que las personas que lo quisieran, vivirían su propio viaje tras pasar por una exhaustiva formación que les permitiera conocer y disfrutar de la experiencia psicotrópica. Una experiencia sin charlatanes, sin líderes de secta, sin adulteraciones, sin adicciones y, a ser posible, como puente hacia un nuevo Humanismo.
Esteban reconoce que su conocimiento no es sólo teórico, y en un último capítulo narra un pasaje de poética enteogénica, dedicado a Hofmann, en el que nos muestra un ejemplo de viaje personal. Experimentador como sus compañeros y maestros Dragó o Jodorowsky, sabe que la especulación sin práctica carece de sentido. Que su ejemplo nos muestre el camino... incluso quizá se lo mostró al entonces presidente del gobierno... ¿cayó aquella invitación en saco roto? Vaya usted a saber...
Llego a este libro tras conocer al autor en el último Encuentro Eleusino, celebrado en Ávila, homenaje póstumo al creador de estos simposios, Fernando Sánchez Dragó. Esteban estuvo brillante y simpático. Como ya hacía tiempo que lo quería leer lo compré y el autor me lo dedicó. Se inscribe en la tradición de otras obras de autores como Tomás Moro, Thoreau, Artaud o Paul Lafargue, que en algunos de sus textos propusieron reivindicaciones vehementes de aspectos de la vida cuya importancia hay que reclamar. Esteban es una mentalidad del futuro, es probable que su obra sea descubierta en el mañana y se diga "aquí ya nos avisaban". A mí me encantaría.
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