¿Por qué hay gente que está a favor del reparto de la riqueza, del intervencionismo estatal en la economía, del aborto y de la lucha contra el cambio climático, mientras que otros piensan justo lo contrario sobre todos estos temas? ¿De qué depende que una persona sea de izquierdas o de derechas? ¿Por qué la derecha no reivindica para sí superioridad moral alguna? ¿Por qué la izquierda no deja de dividirse? Al contrario que tantos otros, este ensayo no acumula preguntas teóricas para luego dejarlas en el aire. El autor analiza los fundamentos de la política y las ideologías y, a medida que va respondiendo a estas cuestiones, aventura una conclusión: las fortalezas y debilidades de la izquierda proceden de su superioridad moral, lo que permite a la derecha arrogarse la superioridad intelectual. Sin renunciar a ideas provocadoras (el comunismo soñado por Kant) ni a la actualidad (las disputas de Corbyn, Mélenchon y Podemos con la socialdemocracia), Ignacio Sánchez-Cuenca aborda de forma sencilla y directa la cuestión fundamental de por qué, si la izquierda contempla las ideas más bellas sobre justicia social e igualdad, acumula tantas y tantas derrotas.
Para demostrar la superioridad moral del valores de la izquierda, el autor expone que son herederos de la regla de oro de las religiones: todo lo que queráis que hagan con vosotros, hacedlo vosotros con los demás (reciprocidad); y también del imperativo categorico de Kant: obra siempre según una máxima que quisieras que se volviera una ley universal (universalidad). Es en este idealismo dónde surgen los problemas, la superioridad moral se da de bruces con la realidad.
Mientras la izquierda lucha por alcanzar una justicia universal, la derecha se ocupa de mantener el orden, conservar el statu quo para evitar la incertidumbre del cambio. La derecha se indigna ante la injusticia, pero el sentimiento no va más allá de la compasión. En cambio, ante la injusticia, la izquierda abogará por cambiar las circunstacias que las provocan.
La derecha, con su pragmatismo, se proclama poseedora de una superioridad intelectual, desde la que mira con paternalismo a la izquierda: el ideal que persigues, es bello, pero no se puede lograr. Es mejor que las cosas sigan como están, aunque algunos sufran, aunque este camino nos lleve al precipicio.
De la superioridad moral de la izquierda surgen la mayoría de sus problemas, en primer lugar sus escisiones. Es fácil caer en dogmatismos cuando persigues un objetivo que crees moralmente superior.
También es fácil salir defraudado, los votantes de izquierdas suelen estar orgullosos de su ideología, pero muy rara vez lo están con sus dirigentes. Todo parece saber a poco. El cielo es el límite.
El autor defiende la social democracia como el punto medio, el equilibrio virtuoso entre la búsqueda de la justicia social y la adaptación al sistema. Es muy interesante la reflexión que hace sobre los principios de asimilación y adaptación en los niños, con la naturaleza política de la izquierda.
El autor trata de encontrar los motivos que han llevado a la social democracia, el PSOE, a perder tantos apoyos en los últimos años. Los motivos que expone son interesantes, pero a mi juicio se deja el más importante: es muy difícil hacer políticas de izquierdas y bailarle el agua a los poderes económicos. Nadie mejor que Felipe González encarna esta condición, un tipo que durante la transición representó la fuerza renovodora de la izquierda, pero que ha acabado siendo un defensor implacable del capital y del estatismo político.
De la hipocresia de los políticos de izquierda, surge el cinismo de sus votantes. Cuando un político enarbola los varoles moralmente superiores de la izquierda, se le va a exigir más que al resto. Y esta bien que así sea. La integridad debe estar implícita en todas las acciones de los politicos (y los votantes) de izquierdas. Necesitamos más Allendes y más Múgicas, referentes integros de izquierdas.
Otro de los motivos que, a mi juicio, han alejado a la gente de las políticas de izquierda, son sus antecedentes históricos. Sus opositores sólo tienen que avivar un poco el fantasma del comunismo para poner a la opinión pública en su contra. Siento una torpeza enorme en los partidos de izquierdas por que no ser capaces de desvincularse de esa herencia. No dudo que el marxismo tenga valores elogiables, no se mucho sobre su idiosincrasia pero respeto a la gente que lo abandera, pero en una época en la que se gobierna a golpe de tuit ("ni fascismo, ni comunismo, libertad") es una trampa con la que la izquierda tropieza una y otra vez. Más allá de esta torpeza mediática, existe una necesidad esencial por pasar página. El comunismo se ha puesto en marcha y no ha funcionado, es una fórmula obsoleta, que no ilusiona a casi nadie. La izquierda tiene que encontrar nuevas fórmulas para llevar a cabo sus ideas.
Porque las ideas de la izquierda son moralemente superiores, claro que sí, yo también lo creo, pero es que además son necesarias. Necesitamos ser capaces de creer en un mundo mejor. Necesitamos aternativas a un sistema que perpetua las desigualdades y que está acabando con el planeta.
El ecologismo exige intervención del estado en el sistema económico, necesita de políticas de izquierda rupturistas, necesita imponer el bien común al bien particular de las empresas. Necesitas planes a largo plazo, en lugar de medidas corto placistas dependientes de las fluctuciones económicas. Es imposible ser liberal y ser ecologista. Porque la ciencia nos está diciendo que tenemos que decrecer y el decrecimiento es la criptonita del sistema neoliberal. Hay que ser muy ingenuo para pensar que el mercado va a encontrar por si solo la manera de sostener la crisis climática.
De esta salimos con políticas de izquierdas, o no salimos. Si prima el sálvase quién pueda de las políticas neoliberales, o el patriotismo rancio y conservador, esto nos va a comer.
En plena ola de calor, no pierdo la esperanza, pero no soy optimista.
Ojalá el giro a la izquierda de latinoamerica, con Petro y Boric, sea el faro que tanto necesitamos.
El libro resulta a veces repetitivo y se centra más en defender la hipótesis de que la izquierda es moralmente superior que a abordar las debilidades y carencias de este discurso. Pese a ello, debo decir que he disfrutado mucho del epílogo. Creo que sólo por el epílogo ya valdría la pena leer el libro. Me encanta la idea de trasladar los principios de asimilación y acomodación de Piaget a las diferentes ideologías.