Si hay algo en lo que los lectores públicos de Fariña coinciden, es en su condición de trayecto. Y, a la par, cómo esa poética de trayecto, abierta a la labor de lector, lasta la dificultad precisamente de su indeterminación. Apertura, entonces, que acaso se palpa como opacidad de sentido, aspesura tupida, poema inaudito que empuja el pensamiento, que lo acecha y lo tensa. Otro asunto que la mayoría de estos lectores toca, algunos tímidamente, la mayoría percibiéndolo desde el desborde: cómo se hace espacio a partir de lo femenino en tanto diferencia y contrapunto respecto de la tradición. Es en ese punto donde fulgura un problema contextual que, en Fariña, a ratos a sido leido, paladeado, pensado, desde la misma tradición: Soledad Fariña funda una manera de escribir otra, que le da escucha al ser mujer. Pero tal vez, atrapados en el horizonte de lo posible, volvemos a ese verbo--, que hace temblar eso mismo que esta escritura rehúsa. Revuelta en la intuición, que no oculta la raiz de su no saber, se puede leer este trayecto como una manera no funcional de vincularse a la letra.
Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Chile y Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Estocolmo, Suecia. Dentro de su obra destacan títulos como El Primer Libro (Ediciones Amaranto, 1985), y el texto Albricia (Ediciones Archivo, 1988. En el año 2022 fue galardonada con el Premio Municipal de Literatura de Santiago, categoría ensayo, y en el 2024 obtuvo el Premio Mejores Obras Literarias del Ministerio de las Culturas de Chile, género poesía, por el libro Siempre volvemos a Comala (Editorial USACH, 2024). A lo largo de su trayectoria, sus textos han sido traducidos al inglés, francés, italiano y catalán, además de ser incluida en diversas antologías de poetas chilenos.
La poesía produce estados y conexiones que la prosa logra en una novela. Los poemas de Fariñas son crípticos, ajenos y cercanos, con una disposición que permiten leerlos de maneras alternativas; cambiando quizás su significado personal. Esta es una conjunción de sus versos que van desde 1985 a 2015 y podemos ver cierto andamiaje en los contextos rituales que cruzan a la poesía por este periodo de tiempo. Palabras cargadas de sentimientos tan personales que comparte con sus lectores y lectoras: (...)”en la hora de mi muerte / no seré traducible en palabras” “comienzo a amar el abismo / de que estoy hecha” “quisiera estar cautiva / qué hacer con tanta libertad” “Aquí hay un clima raro, un sol brillante afuera y mucho frío dentro.” (...). Me atrapó su lectura, quizás no la comprendí del todo, pero produjo ese sosiego para la cual la poesía tiene un rol fundamental entre las letras.