La primera obra de Álvaro Castillo Granada, cuentos donde su autor, uno de los libreros más importantes de Colombia, le hace desde la ficción un emotivo homenaje a su oficio.
En los cuentos que conforman este volumen merodea un librero apasionado por su oficio. En algunos él es el protagonista de una historia derivada de su obsesió la adquisición o la venta o la recomendación o la pérdida de un libro lo llevan por caminos insospechados; en otros él no es más que un testigo de los destinos impredecibles que tienen los libros y los lectores y puede enterarse de acontecimientos memorables e increíbles que marcaron la vida de muchas personas.
La crítica ha dicho...
"Este libro estupendo está vivo -respira, narra, ilumina y se llena de razones para seguir viviendo- porque su autor está cumpliendo treinta años de darles vida y de revivir a los desde los cuentos del principio hasta las despedidas del final, Un librero, el autor y su obra, prueba a punta de amor y de pulso que no existe un solo volumen que no sea un destino".
Ricardo Silva Romero
"Uno de los pocos idealistas vivos que quedan y el médium perfecto entre los lectores y sus eso es Álvaro Castillo Granada. ¡Un amigo, un cómplice, un guía y un gran narrador! En dos un librero. Un librero generoso decidido a contarnos sus secretos".
Andrés Ospina
"Álvaro Castillo Granada, más que librero, cazador de libros, cuenta en estos textos, con la autoridad que le da su experiencia, los caminos azarosos y fascinantes que recorrieron algunos ejemplares antes de llegar a las manos del lector. Y lo narra con destreza, ya sea a través de la crónica o el cuento, en este libro sobre los libros, que también se puede leer como una declaración de amor a ellos y a su oficio de librero".
Jorge Franco
"Este libro debe abrirse con cuidado, pues contiene la vida secreta de los las manos que los acariciaron, los lugares que recorrieron, las obsesiones que despertaron, las amistades y los amores de los que fueron cómplices. Son dieciséis relatos en los que Álvaro Castillo Granada, el librero más dedicado que conozco, nos lleva, con una prosa fina y precisa, al detrás de escena de una vida consagrada a los libros".
Pilar Quintana
"Álvaro Castillo no es un es un médico de cabecera que trabaja de otra forma. Su libro es una confesión, una exploración de la vida secreta de las páginas y un canto de amor a uno de los grandes oficios del mundo".
Un poco soso. Esperaba más un anecdotario de un librero, pero es un poco la historia del autor, a quien no conozco y honestamente no estaba muy interesada en conocer. O por lo menos, no era mi intención inicial. Se me hizo pesado, no era lo que buscaba.
Alguna vez llegué por accidente a la librería y me fue bien, así que terminé comprando el libro de su dueño. Las historias están bien escritas, no son malas, pero no son para mí ya que los temas poco me interesan. Le recomendaría el libro a una persona que coleccione libros, que valore mucho el papel y se emocione al descubrir joyas como bien podría ser una edición antigua.
Me encontré con este libro después de un viaje a Bogota y mi amada Marzia lo encontrara y me lo recomendara. Encontrar en “Los Sonetos” un cuento escrito por un libro (los sonetos de Shakespeare traducido por Mujica Lainez) fue una maravilla. Lo leímos nuevamente anoche en voz alta yblo volvimos a disfrutar. Belleza.
Es un breve libro amigable y bello, el primer relato me golpeó con fuerza, y hubo un par que me dejaron recuerdos e imágenes valiosas. Puede resultar monótono en algunas partes, pero se lee en menos de una hora y deja una agradable sensación, además se sale de lo tradicional en la literatura colombiana.
Un libro placentero, tranquilo y sabio. A la manera de su autor, rebosa de amor por Cuba, por los libros y por las rutas caprichosas y a veces reveladoras que recorren para llegar a sus lectores. Fue particularmente agradable leerlo después de terminar el monumental estudio de Hamel.
El libro recoge los cuentos de un librero merodeador del oficio con mucha sapiencia. La ruta de la acumulación de libros lo lleva a encontrarse en el camino con personajes y situaciones impredecibles y memorables, algunas de ellas plasmadas en los cortos relatos.
En PIEL SUAVE un librero calvo, gafas John Lennon, dos aretes en la oreja izquierda (como su ideología) y las muñecas llenas de pulsera se encuentra con una revelada fotografía presente en una Razón de Amor; de ese encuentro afloran elucubraciones de un pasado y de la presencia de un romance desteñido por el tiempo y el olor de las páginas. En LOS SONETOS se destaca el camino de la vida de dueño libro que recorrió los Andes en una mochila para atracar en la Bogotá de los 50 y en empezar una vida para matizar el acento del viajero por el polvo del camino.En La FOTO, el librero nos sumerge en una reveladora casualidad captada por el lente fugaz de la cámara de un testigo mudo de un retrato de un personaje. LA VICTORIA nos lleva de la mano a conocer la vida de un exiliado comunista, testigo de muchos hechos en el país austral, conocedor de la obra de Neruda y de personajes como Batista y Allende.
El texto es un homenaje al oficio y a la labor del autor de vivir en la piel de los personajes de las grandes obras de la literatura pero también en las pequeñas anécdotas, sueños y vivencias de disímiles lectores que acuden a comprar ejemplares de su vademécum.
Recomendado para quienes creen que las casualidades son guiños del destino y que un encuentro nunca es fortuito. Este libro habla de cómo cada libro encuentra su dueño y de un orden superior que cobija también a libros y lectores. Mis cuentos favoritos: La piel suave y Ahí, pero dónde, cómo.
"Volví a leerlo como si fuera la primera vez. Aunque si lo pienso un poco, siempre que se lee es la primera vez: los lectores ya no somos los mismos, el libro tampoco es el mismo. Releer es reencontrar y reencontrarse. Descubrirse otro y verificar que en la lectura no importa que el tiempo pase: siempre es el primer día"
Hay un delicado arte que se esconde tras la transacción de un libro usado. No se trata de un simple acto mercantil en el que se cambia un objeto por dinero, como se nos ha enseñado en este mundo de capitales y ganancias. Esta fina maestría está llena de detalles que el librero colombiano Álvaro Castillo Granada conoce muy bien: valorar la belleza de una primera edición, seguir el rastro de la firma de su autor, saber a quién va dirigida una dedicatoria, son destrezas que solo una secta de bibliófilos entiende y aprecia. Ya son 30 años entregando el libro exacto a la persona indicada, intuyendo qué desea el lector potencial con solo escucharlo por unos instantes y proveerle ese objeto que tal vez deseaba leer pero cuya existencia desconocía.
Su fama lo precede: es conocido como el librero de nuestro nobel de literatura Gabriel García Márquez. Como un hecho casi paradójico, a Álvaro le fue robada la primera edición autografiada de Cien años de soledad en una Feria Internacional del Libro de Bogotá, que luego la policía logró recuperar y fue donada por él a la Biblioteca Nacional de Colombia. Él, quien consiguió para Fidel Castro una biografía que ni el mismo gobernante cubano tenía y deseaba leer; ese hombre al que muchos buscan para que les ayude a terminar su colección interminable. De la unión de esas historias, sumadas a su inmenso conocimiento que germina en incontables lecturas, nace su obra Un librero (Random House Mondadori, 2018). Se trata de un conjunto de textos maravillosos que nos van revelando los rastros que una y mil historias han ido dejando en su alma lectora.
Pudo haber sido un buen libro. Quedó en intención. La primera parte tiene historias mal escritas y detalles que personalmente me desagradan (en una el librero remarca todo el tiempo cómo se le queda viendo las 'tetas' a una clienta, hasta el hartazgo -y hay otros pasajes de libidinosidad adolescente en el libro-). Hubo muy buenas ideas pero mal ejecutadas. La segunda parte (o parte final) del libro está mejor encaminada y tiene anécdotas valiosas, interesantes y bien narradas. Creo que así fue como debió haberse escrito todo el libro, en la línea de los últimos textos. Como conjunto es terriblemente desigual pero rescato las partes buenas (p. e. los textos sobre Cortázar, sobre los compañeros libreros fallecidos, sus experiencias en Cuba, su relación con un exconvicto a través de los libros). No me gustó la forma en que se refiere a los clientes y a las personas que le venden libros, como si fueran males necesarios, como si veladamente los repudiara. Recomendable para personas que conozcan esa librería o al librero, de resto encuentro valor únicamente en la última sección y en lo que se pueda salvar de la primera.
Me llevé una sorpresa con este libro, quise escogerlo a ciegas y me llamó la atención que todo giraría alrededor del hermoso oficio del librero, especialmente aquellos que se encargan de recoger las historias detrás de los libros. Si fue acertado haber escogido el formato de cuentos, de esa forma podía escoger momentos puntuales de su vida que hayan sido bien narrativos para compartir, sin embargo, siento que faltó más separación (si bien el autor estaba hablando de su vida, se tuvo que ver más como un personaje). En algunos cuentos se sentía como un anecdotario que podría resultar interesante en una conversación sobre libros, pero que en un libro tiende a agotar. Los dos primeros cuentos y los últimos del epílogo (aquellos que están dedicados a colegas), están muy bien escritos y así hubiera sido perfecta la escritura de los demás cuentos.
Algo que debo de destacar es que me gustó mucho toda la idea de dejar circular los libros, el constante movimiento que hay en ellos y la tarea de los libreros para mediar entre el libro y un nuevo lector.
Los libros viajan, cambian de aspecto, los buscan, los pierden, son queridos y al mismo tiempo son vehículos de encuentros, reencuentros, descubrimientos y especialmente de cariño. Los libreros, aquellos cómplices y amantes sin remedio, nos enseñan y recuerdan que los libros tienen historia y vida propia; no son solo el texto, también pesan, están subrayados, guardan fotos y mensajes, envejecen y con los años en ellos yacen sorpresas, recuerdos y sabiduría. Estas pequeñas narraciones, con un ritmo acogedor y una creatividad mesurada y pertinente, nos hacen añorar las dedicatorias, los libros usados y especialmente nos incitan a buscar nuevas y viejas librerías donde tal vez alguien nos está esperando.
Es un libro con ritmo. Cada historia tiene su propio sonido, su cadencia, su movimiento de cadera particular, incluso su propio clima.
Es un libro que le permite a los lectores acercarse a los libreros, a las librerías y a los libros desde adentro, desde el alma de una persona que ama los libros y que a través de ellos ha conocido vidas tanto imaginarias como reales.
La verdad me gustó mucho, mi único pero ( y eso es culpa de mi misma) es que no conozco tantos autores y quizás me pierdo un poco con las referencias a otras obras.... lo que en realidad podría ser una guía para leer cosas nuevas... todo depende de como lo vea ud.
Gracias a la lectura de esta obra hoy los libros usados tienen un mayor valor para mí. Encontrar las marcas de quienes los han leído hace de ellos un museo vivo, guardián de los que han sido en el subrayado, de las preguntas que se han hecho al paso de los renglones, de las páginas que los han acallado y de las propias historias que se funden en la memoria con el relato. Al final, no hay márgenes que mantengan la ficción a raya.
Su amor por Cuba, la pasión por su oficio, el homenaje a Cuba muestra las trazas de la vida del librero, ejemplo de hermandad, curiosidad y, sobre todo, de un profundo respeto al destino que elija cada uno de los libros que corren por sus manos.
"Nunca se sabe dónde van a aparecer los libros. Llegan y se van azarosamente. Es como si respondieran a un llamado misterioso, ancestral, para llegar y formar parte de una historia siempre nueva. Algo así como una novela constante."