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138 pages, Hardcover
First published January 1, 1998
“Hay algunas (palabras), cuando están bien alineadas en las frases, que provocan un verdadero impacto con su contacto, como si se pusiera la palma de la mano encima de una nube en el momento exacto que se infla de truenos y se va a soltar”Leí días atrás una cita de Albert Bels que decía así: “Quien es fuerte, destruye la jaula. Quien carece de fuerza, inventa una filosofía de la jaula porque esa resulta la única manera de sobrevivir en ella”. En este caso no se trata de ausencia de fuerza sino de la falta de la misma idea de jaula, es el caso de alguien que debe construir su mundo con las pocas referencias que su atroz vida en una enorme y aislada casa que conoció días mejores ha puesto a su alcance.
“Mi hermano y yo tuvimos que hacernos cargo del Universo, pues una mañana sin avisar, poco antes del alba, papá entregó su espíritu. Sus despojos crispados en un dolor del que sólo quedaba la corteza, sus decretos de súbito convertidos en polvo, todo eso yacía allí en el cuarto desde el cual papá todavía la víspera nos ordenaba todo. Mi hermano y yo necesitábamos órdenes para no borrarnos por trozos, era nuestro mortero. Sin papá nada sabíamos hacer. Apenas podíamos vacilar, existir, temer, sufrir”Este es el primer párrafo de la novela e intentaré no desvelar mucho más para no quitarles ni un átomo del placer que sentirán al ir descubriendo cada uno de los hechos que han llevado a los habitantes de esta casa a la horrorosa situación en la que se encuentran.
“Papá tenía la mano pesada para golpear, y mi hermano pagaba las consecuencias como madera verde que era, y yo a mi vez sufría en seguida a mi hermano; esto es lo que se llama vasos comunicantes”Mediante una potente voz narradora irán sabiendo de su padre, un antiguo sacerdote, dueño de una rica mina de oro, que vive amargado desde el accidente, a su hermano, cuya vida es como un tiro al aire, a la rana, su único juguete, a Caballo, tan viejo y cansado que arrastra su hinchado vientre por el suelo que pisa, al Justo Castigo, cuyo silencio le entregó el don de las palabras, sus únicas amigas aparte de la libélula de alas de esmeralda, y, por supuesto, a esa voz extremadamente sensible a la música y a las palabras, dotada de un extraordinario talento natural para la poesía y de una aguda inteligencia, pese a la enorme confusión que tiene en su cabeza.
“A menudo he soñado con danzar en la cima de los pinos al modo de los elfos, tierna y ligera como la llama de las velas, polvo de oro caería a chorros de mis manos para llenar de estrellas la comarca, yo nací para eso, pero de verdad que no puedo”Y tan atractivo es ir descubriendo los hechos como desentrañando el lenguaje con el que se nos van desvelando, una amalgama de palabras cultas, otras inventadas, algunas mal empleadas, maravillosas metáforas, frases de construcción inverosímil, formada a partir del habla entre afligida y atormentada del padre y las muchas lecturas de los libros que la gran biblioteca de la casa atesora, con preferencia por las memorias de saint-simon y sus espléndidos caballeros de la corte del rey sol, y de la ética de spinoza, “donde nada hay que se entienda, como siempre sucede con las grandes verdades”. Todo ello da lugar a un lenguaje diferente, nuevo, de un insólito lirismo, y cuya inocente utilización provoca muchos momentos cómicos (quizá demasiados).
“… sonidos que me brotaban de la lengua, como desde un trampolín de extraordinaria flexibilidad. Las palabras se forman en el recinto de mis mejillas y mi lengua las pasea hacia afuera con rapidez impensable”No digo más, espero que mis palabras tengan “más peso que un pedo que se nos sale del agujero” y les haya convencido.
Au fond, et pour tout dire, je l’avais toujours un peu su que j’étais une pute, je n’ai pas attendu qu’un chevalier me traite de petite chèvre sauvage pour m’en douter. Mais il y avait que mon père me traitait comme son fils, et ça me mettait une barre entre les jambes, au figuré. Je veux dire qu’il m’était interdit de me déplacer librement en moi-même, où j’étais toute coincée, étouffée, incapable de m’acheminer tranquillement vers ma toute simple vérité, à savoir que je pouvais fort bien n’être pas une couilleuse, à l’instar de qui vous savez, sans pour autant être anormale dans ma future dépouille ou dans mon bourrichon.
Une dizaine de pièces identiques, d’un métal terne, roulèrent de-ci de-là, j’en aplatissai une avec ma paume. Roulèrent n’est pas accordé convenablement, si ça se trouve, c’est la dizaine qui roula comme un seul homme, mais tant pis, j’ai fait ma syntaxe chez le duc de saint-simon, sans compter mon père.;
Un jour ayant surpris frère en train de tremper le doigt dans la confiture de cornichon à une heure où il ne convenait pas de se sustenter, père avait saisi la batte, c’est ainsi que ça se nomme, et frappé si fort que frère fut trois jours au lit à gémir sur le sort qui l’avait fait naître ainsi tout habillé de sa future dépouille. ;
…j’ai trop besoin des mots pour les gaspiller à les dire deux fois.
Elles [les oies blanches] sont comme des pensées trop douces, trop belles pour qu’on puisse les garder au chaud dans notre poitrine en prévision des longs mois d’hiver, il faut nous résigner à ce qu’elles nous quittent tout d’un bloc, en essaim, à l’instar de celles qui montent en moi quand je songe au fruit de mes entrailles bénies, pensées qui font miroiter mon cœur et me terrifient de joie, et que je dois chasser de mon sein, car il n’est déjà plus temps pour les rêves de paradis, je sens en moi la digue qui va se rompre, que je serai bientôt en proie à la délivrance, et je sais d’expérience que mes imaginations ne m’ont jamais rien valu de bon, non plus que mes souvenirs d’ailleurs, et j’ai moins que jamais le désir de devenir folle comme une perdrix en feu, piquée de travers dans mon chapeau, toute barbouillée du sang de leur religion, et finir saccagée d’avoir trop attendu d’ici-bas, en martyre de l’espoir, comme ça arrive dans les meilleures familles.