Face à la marche en avant du capital, voué à conquérir des territoires toujours plus reculés au dehors comme en dedans de nous-même, des voix s’élèvent et en appellent à prendre en compte les limites. Mais leur nature reste encore à définir : tel est l’objet de ce livre. Les limites sont constitutives de notre être-au-monde, elles lui donnent sa densité et sa saveur. Dans chaque moment de la vie quotidienne, nous évoluons dans un lieu précis du vaste monde, situé autour de notre corps et imprégné de nos manières d’être personnelles. Or le capitalisme s’attaque à cette dimension fondamentale, en sapant toujours davantage les possibilités de contact direct avec notre environnement. Aliments privés de goût par l’industrie, technologies nous donnant l’illusion d’être partout sans jamais être vraiment quelque part, transformation du travail en activité absurde et désincarnée, obsession de la santé nous poussant à gérer notre corps et notre « mental » comme un système performant : nous nous retrouvons en fait privés de monde, et par là de culture. Toutes ces formes de dépossession nourrissent un même mouvement d’abstraction de la vie. Alliant philosophie, sociologie et littérature, ce livre tente de déterminer où se situent désormais les résistances à opposer à la dynamique du capital, en redonnant à notre sensibilité une puissance politique.
Es sorprendente la fe que tiene Garcia en que todo tiempo pasado fue mejor. No lo dice, claro, pero es el fundamento secreto (no tan secreto) de todo su pensamiento: reject modernity, embrace tradition. Retvrn. La idea de que la gran tragedia es la desaparición del campesinado, por ejemplo: eso se puede pensar desde la idea de la expoliación de las formas de vida precapitalistas y los pueblos originarios, seguro. Pero también se puede hacer, como hace este libro, planteando que esas formas de vida son "más naturales", que implican una trascendencia en la conexión del ser humano con su entorno que el capitalismo destruye. Es el riesgo de esquemas marxistas como el de Moishe Postone: que por analizar tan estrictamente la abstracción capitalista del trabajo, romantizan toda formación no capitalista como carente de explotación. Pero Garcia le suma a esto su marco fenomenológico berreta que lo hace plantear esa idea de que hay algo "natural" que el capitalismo pervierte, una ridiculez que es insostenible en el siglo XXI. Para colmo de males, el autor insiste en la idea de que el sufrimiento es algo que emerge naturalmente de la relación del ser humano con las cosas, porque estas aparecen como obstáculos a la voluntad. Una idea que, obviamente, revela el marco religioso que determina todo su pensamiento. Por eso Garcia se horroriza continuamente ante la idea de que alguien pueda querer que la técnica elimine el dolor y el padecimiento. Trata de escapar de las obvias críticas diciendo que cuestiona sólo el sueño transhumanista de acabar con la muerte, o formas de salud "productivista". Pero al hacerlo sólo escapa a los evidentes problemas éticos planteados por estas ideas: ¿está mal curar el cáncer de un paciente porque lo predispone a trabajar más? El odio que le provoca la cibernética y la neurociencia no merece demasiada refutación, basta decir que no cita un sólo autor contemporáneo al respecto. Este libro es un compendio de lugares comunes, sostenidos sobre la base de prejuicios ontológicos no problematizados que se revelan rápidamente como conceptos espirituales o religiosos. Encima, condimentado con el peor análisis literario jamás hecho.