“Mi infancia es de la montaña; mis mocedades del mar, y vivo siempre partida entre dos ansias, la de subir cerros arriba, hasta donde ya no parecen llamada, casi laceada por mi madre la montaña, que me quiere; y la de bajar, después de ocho semanas, en un descenso vertical, tirada de bruces, hacia mi padre, que también me quiere. Chile es eso, en cada chileno que tuvo esos dos regazos opuestos, y que se hizo en los dos por iguales partes”.