Si el fervor religioso y los cantos espirituales son producciones artísticas usualmente relacionadas con el antiguo mundo campesino, lo son aun más aquellas historias que se vinculan con el demonio, el diablo, Satanás o Belcebú. Da lo mismo el nombre, la figura demoníaca ha estado presente desde hace mucho en el imaginario popular para tentar a los seres humanos con las más bajas pasiones de la carne. Pero también con la memoria, ese largo relato de los tropiezos de la humanidad. Como los viejos contadores de historias, Geisse goza de un oído privilegiado que le permite comprender el mundo a través de la entonación de las más diversas formas en que el castellano se presenta en nuestro país. Porque, de un modo similar al cine de Raúl Ruiz, estos relatos representan nuestra sensibilidad llena de hiatos, olvidos, picardías y astucias. Los notables cuentos de Pobres diablos van de las luces prístinas a los más oscuros laberintos del alma, con el tono de una conversación de cantina, sin más razón que el gozo que las historias preñadas de delirio insufla a quienes las despliegan. Reunidos por primera vez en este libro, los textos de los tres libros de cuentos de Cristian Geisse (dos publicados, pero inencontrables y uno inédito, ganador del Premio Mejores Obras Literarias del CNCA el año 2017) son la prueba viva de que estamos en presencia de uno de los proyectos más sólidos y sorprendentes de la literatura chilena contemporánea.
Hay un cuento malo, otro maomenos y el resto joya. Es capaz de contar un chiste dentro de un cuento y salir airoso, y de convencerte de que su tema es el diablo cuando en realidad es la debilidad de carácter que ronda a los hombres desesperados. Hazaña mayor.
Siempre recuerdo cuando mi papá, hombre de campo, contaba historias inventadas sobre el diablo. Sobre que a fulano, probablemente con harto vino encima, se le apareció el diablo en tal lado o a este otro que terminó curado en su camioneta debajo de una cascada también lo vio. Que cuando los perros lloran es porque anda el cachudo por ahí, etc.
El diablo es un tema recurrente en el imaginario colectivo y adopta formas muy variadas, desde el ente que te puede conseguir placeres varios a cambio de algo, hasta el que de alguna manera solo representa la maldad. Ya sea en forma de hombre de negro, de chivo o derechamente de las alucinaciones del vino: el diablo tiene mil formas y este libro mediante dieciocho cuentos parece tratar de abarcar harto con un resultado peculiar por momentos, escatológico en otros, pero sumamente orgánico en su mayoría.
Dividido en tres partes, de seis cuentos cada una. La presencia del 666 es el recordatorio constante de sobre que estamos hablando.
Hay cuentos que me gustaron harto, ‘¿Has visto un dios morir?’ por ejemplo trae consigo el tema del ñache y las alucinaciones, además está hermanado con otro excelente cuento como lo es ‘El Gallo Negro’ que tiene una estructura de circularidad temporal que me gusta harto, de hecho se parece caleta a un truco que usaron los Coen en ‘Inside Llewyn Davis’.
‘La Negra’ es lo más cercano a The Witch que he leído, solo que no hay brujas ni familias protestantes exiliadas, más si cabras diabólicas y muchos viejos curados. Porque no hay nada que cause más terror que un grupo de personas solas y borrachas en medio de la nada del campo. De esos puebluchos que son más vacío que pueblo, donde el viento es la única banda sonora posible.
‘Calixto Gómez’ que nos dice que el diablo también está ahí, en la pobreza violenta de las poblaciones. Así como ‘El Cachúo’, ‘El Duende’ y ‘La Culebra’ parecen algo repetitivos pero refuerzan la idea que el diablo también está en cuestiones como ese alcoholismo mitificado. Por último ‘Fue como un padre para mí’ y ‘Seguir aquí’ donde el autor da rienda suelta al lector para que sienta repugnancia por los sucesos de ambos cuentos.
Me gustó bastante. Eso si, podrían haber sido menos cuentos a costa de sacrificar el seis seis seis.
“Me buscaron para que trajera a mi abuelo y viéramos al dios morir. Hasta plata me ofrecieron. Y es que hay algunos trastornados a los que les gusta tener malos sueños, son como esos giles que duermen con los brazos cruzados sobre el pecho para tener pesadillas.”
“Ese hueón es poeta. Los poetas son así: feos por fuera o feos por dentro. A veces las dos al mismo tiempo.”
“No, no había forma de perdonarse. Sentía las lágrimas acumularse atrás de sus ojos. Esas lagrimas nunca saldrían de ahí.”
“El Cachúo es para algunos el enemigo número uno del curao: después de muchos días tomando te agarra y te sacude, con pesadillas, paranoia, sentimientos mortales, pánico, sueños premonitorios de la muerte de los que más amas. La deformidad. La hediondez. La enfermedad. Le dicen el Cachúo, porque en casos extremos uno ve, ve al ser maligno que trae la cuenta y hace pagar las cuotas de la deuda y el exceso. Y le dicen así porque se supone que es el demonio.”
“¿Eres acaso nuestro señor Jesucristo?- preguntó. -El hombre lo miró con la boca abierta y los ojos vidriosos, extraviados. -¿Quién pregunta?- dijo con voz aguardentosa. -Soy el hijo de Eugenio Chacana. -¿Y quién es ese hueón?-respondió mientras se llevaba la botella a la boca y tomaba un trago de pisco. -Es el hombre más bueno del mundo. -¿Y qué me importa a mí? ”
Primero me encanto la portada, después pensé que se trataba de un tema, resultó que era otra cosa y al final me terminó gustando bastante. Este libro de cuentos está dividido en tres partes, cada una tiene seis cuentos (666), Geisse no podría haber elegido un nombre mejor para su libro, yo lo recomiendo a ojos cerrados.
Cuentos que relatan la crudeza del Chile más rural, y los mitos que acechan a las mentes más desconectadas, agobiadas por la esperanza de no ncontrarse con sus formas más oscuras. Recomendadísimo
Muy buen libro. El estilo de Geisse se comienza a hacer característico desde el primer cuento. Su forma de escribir no choca con la forma en la que incorpora los diálogos de sus personajes. La presencia de lo sobrenatural, salvo en contadas ocasiones, no choca porque no tiene un estilo cliché. Quiero creer que las decisiones estílisticas del libro, como separaciones con el 666, son parte de una decisión editorial, o es mucho. Mi único problema es que tiene demasiados, demasiados cuentos y al final uno queda agotado con la temática. O eso me pasó a mí. Mi madre me puso Aleister por Aleister Crowley, un conocido alquimista inglés cuya historia vale la pena relacionar con lo que aparece en el libro. A mí mamá quizás le guste.
Hay harto humor en estos cuentos y un universo sórdido que comparten todas las historias. Los 6 primeros cuentos me gustaron más que el resto. Creo que el título del libro está muy bien puesto, pues retrata bien a los protagonistas de estos relatos. Los narradores de estos cuentos logran combinar bien las descripciones del paisaje, ya sea en los valles o en la ciudad, con el estado interior del protagonista. Un buen libro, interesante en su propuesta. Juega con la figura del diablo usándolo como personaje y como metáfora del vicio. Incluso ese imaginario influye en la diagramación y ordenamiento del libro. El libro se divide en 3 partes cada una con 6 cuentos. 6, 6 y 6.
Me generó sentimientos encontrados. Del los 18 cuentos, 3 son espectaculares (me reí a carcajada limpia), un par malos y el resto no califican como buenos ni malos además de ser repetitivos. Repetitivos en la presencia de drogas y alcohol, donde incluso el tema principal del diablo pasa a un segundo plano y termina siendo más relevante que tanto se meten pa’dentro.