El P. Ramón Cué ha calado hondo en los sentimientos de Cristo Crucificado. Con la maestría del mejor novelista y elocuencia del gran orador, el Padre Cué va exponiendo esos sentimientos, contrastados con la vida del cristianode hoy, en los episodios de sus inolvidables charlas cuaresmales en televisió - Compraventa de Cristos. - Dios tiene mano izquierda. - De qué pie cojea Dios. - ¿Quién te partió la cara? Para vivir y sentir lo que Cristo sintió y siente. "Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús" (San Pablo)
No sé si crees en Dios, o en Jesús, o en lo que sea... pero compré este libro hace ya varios años y no sé por qué razones fue quedándose sepultado en los 'libros pendientes de lectura'. Pero recientemente me lo encontré ordenando mis libros, y ya que estamos a poco tiempo de Semana Santa, decidí finalmente leerlo.
Me encontré con una metáfora sobre la importancia que debemos darle a Cristo, pero también en lo fundamental que es Cristo en las demás personas y no solamente tratándose como el Salvador personal que, por decisión, aceptamos en nuestras vidas. Además, el final me pareció esencial, porque habla sobre cómo decidimos hablarle a los demás acerca de Él, y cómo tristemente (y con frecuencia) terminamos en el error de elegir a quién predicarle, condicionando un derecho que debería ser universal: que todos conozcan a Aquel que murió por vos.
Es un buen libro para sintonizarse con la idea central de aquellos que conmemoramos la crucifixión de Jesús y su posterior resurrección en estas Pascuas.
Quién me conoce sabe que no dispongo de muchos libros referentes a religiones. Soy católico, amo a Dios, a María, a Cristo, y éste libro fue el que me ayudó a apagar la sed de venganza. Recuerdo que mi pareja de ese entonces, sufrió algo inaudito, ignominia en su máxima. Fue por eso, que decidí encontrar a quienes la ultrajaron, con el fin de asesinarlos. Dilapidaba tiempo pensando en cómo los iba a matar, me retorcía solo en pensar la venganza que iba a acometer, cada gota de sangre ajena iba a significar un torrente vertiginoso de placer para mí.
Este libro me lo dio ella. Me lo entregó, pidiéndome que lo leyera, mientras me veía apacible con sus ojos achinados. Lo leí, y por vez primera, sentí el deseo insoslayable de llorar, irrumpí contra la violencia que existía en mí, y empecé a llorar. Me había dado cuenta de que no tenía por qué manchar mis manos de sangre. Cuando Cristo murió, murió por todos.
El libro como habla de un Cristo partido, vapuleado, te explica que la cara de ese Cristo está rota porque no tiene una cara fija, la cara de él es la cara de todos, de los buenos de los malos de los violentos de los asesinos de los violadores de lo pútrido y de los benevolentes.
Maravilloso libro que discierne sobre la fe y la vida. Es una conversación entre el autor, un sacerdote, y un cristo mutilado, sin pierna ni rostro, que encuentra en una tiendecita de Madrid, las conversaciones tornan de las dificultades de la vida hasta de perdonar a nuestro enemigo, a quien de verdad nos ha hecho daño.
En plena quimioterapia, mi párroco me regaló este libro. Me recordó que Dios no busca la perfección, que no quiere ser brillante, ni espléndido. Que Dios tiene mucha mano izquierda y siempre nos ama. Su mano izquierda fue la que me hizo comprender mi errático estilo de vida en aquella época... y que el tumor que me detectaron fue su forma de pedirme el cambio, que me relajase, que volviera a vivir de verdad.