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Hardcover
First published January 1, 2007
Aquí empieza el fin; aquí acaba el principio.
Aquí descansa el secreto del poder de Dios.
Malditos por el fuego sean los ojos
que se posen en él
Las recoletas han hecho voto de silencio absoluto. No hablan jamás entre ellas, no se miran, no intercambian ningún sentimiento ni ninguna muestra de afecto. Fantasmas que van de aquí para allá en silencio en unos conventos tan viejos como el mundo. Con semejante régimen, no es de extrañar que algunas de ellas se vuelvan locas a fuerza de oír aullar el viento en su celda. Según los rumores, en tales casos las trasladan a las profundidades del convento y las encierran en celdas acolchadas donde sus gritos quedan ahogados por gruesos muros.
El primer día, cuando Dios creó el Cielo y la Tierra, así como el sol para iluminar su universo, Satán creó el vacío entre la Tierra y las estrellas y sumió al mundo en las tinieblas. El segundo día, cuando Dios creó los mares y los ríos, Satán les dio el poder de alzarse para engullir la creación de Dios.
El tercer día, cuando Dios creó los árboles y los bosques, Satán creó el viento para abatirlos, y cuando Dios creó las plantas que curan y que calman, Satán creó otras, venenosas y provistas de pinchos.
El cuarto día, Dios creó el pájaro y Satán creó la serpiente. Después, Dios creó la abeja y Satán la avispa. Y por cada especie que Dios creó, Satán creó un predador para aniquilar esa especie. Después, cuando Dios repartió a sus animales por la superficie del Cielo y de la Tierra para que se multiplicaran, Satán dotó de garras y de dientes a sus criaturas y les ordenó matar a los animales de Dios.
El sexto día, cuando Dios decidió que su universo estaba preparado para engendrar la vida, creó dos espíritus a imagen y semejanza del suyo a los que llamó hombre y mujer.
En respuesta a este crimen de los crímenes contra el orden del universo, Satán lanzó un maleficio contra esas almas inmortales. Después sembró la duda y la desesperación en su corazón y, robando a Dios el destino de su creación, condenó a muerte a la humanidad que iba a nacer de su unión. Entonces, comprendiendo que la lucha contra su contrario era vana, el séptimo día Dios entregó los hombres a los animales de la Tierra para que los animales los devoraran. Luego, tras haber encerrado a Satán en las profundidades de ese universo caótico que el Abismo eterno no había previsto, dio la espalda a su creación y Satán se quedó solo para atormentar a los hombres. Evangelio de Satán. El encierro de Gaal-Ham-Gaal. Sexto oráculo del Libro de los Maleficios.
—Entonces, ¿Novus Ordo se ha inventado una leyenda para ocultarse mejor detrás de ella?
—Sí, la de los Illuminati, esa supuesta logia todopoderosa creada en 1776 por un ex jesuita en Weinberg. La élite de la élite. Novus Ordo incluso dotó a ese mito de un símbolo: una pirámide cuyo vértice, separado de la base, está iluminado por el ojo del conocimiento supremo. La élite revelada y la masa de los pueblos ciegos. También hicieron imprimir ese símbolo y la divisa de los Illuminati en los billetes de un dólar estadounidense para que todos los tuvieran ante los ojos. Después hicieron correr el rumor de que los Illuminati eran responsables de todo. Mientras tanto, Novus Ordo pudo continuar desarrollándose sin ser molestado.
—Sabemos que a mediados del siglo XV Novus Ordo estaba compuesto de once familias cuyo poder se extendía por Italia y Europa. Pero, como el Mediterráneo ya no bastaba para saciar su apetito devorador, necesitaban abrir otras rutas marítimas. Gracias a las fabulosas riquezas que habían amasado, los banqueros de Novus Ordo empezaron a construir naves cada vez mayores y más perfeccionadas. Fueron ellos quienes armaron las carabelas de Colón, de Cortés y de Pizarro. Fueron ellos quienes financiaron las expediciones de Cabral y de Magallanes, que con sus naves dieron la primera vuelta al mundo en 1522. El oro de los incas, las especias de las Indias y el gigantesco mercado de los esclavos. Así fue como Novus Ordo se mantuvo a lo largo de los siglos y construyó un inmenso imperio. Las familias sometidas a la organización derrocaron a los reyes y fomentaron las revoluciones; más adelante, financiaron la guerra de Independencia norteamericana antes de cruzar el Atlántico para fundar las grandes dinastías del Nuevo Mundo. Por último, esos banqueros desencadenaron la revolución industrial, la expansión del ferrocarril y del transporte aéreo, la explotación petrolera y el comercio internacional. Detrás de todos esos imperios y esas multinacionales está el tesoro del Temple. Siglos de comercio, de intereses y de dividendos. Esas poderosas familias se han pasado la antorcha, y la élite sigue formando la cabeza pensante de Novus Ordo, que actualmente controla la mayoría de las plazas bursátiles, las grandes multinacionales y casi todos los grandes bancos del planeta. Novus Ordo instaura las democracias y derroca las dictaduras. Financia las revoluciones y desestabiliza a los gobiernos cuya política consideran contraria a sus intereses. Como en las antiguas repúblicas de Génova, Florencia y Venecia, su propósito es controlar las riquezas del mundo y explotar a los pueblos para enriquecerse cada vez más. Pero su enriquecimiento es solo una consecuencia, en ningún caso un fin. Porque lo que persigue ante todo es la aniquilación de las religiones y la liberación de las mentes para que los sirvan mejor. El poder supremo.