Había una vez un país llamado España que permanecía dormido sin advertir que los servicios secretos trataban de rediseñar el sistema institucional a la nueva era de libertad. Así es como Arístides Lao, un agente con una mente matemática prodigiosa y problemas de sociabilidad, es designado para luchar contra la organización terrorista de extrema izquierda TOD. Lao cuenta con el agente Melitón Muria, un fiel escudero con peculiares principios. La misión de esta pareja esperpéntica y decadente será contactar con Teo Barbosa, un agente infiltrado a punto de pasar al núcleo activo del grupo armado. Pero la operación cambia de rumbo cuando Lao pone en marcha una idea tan loca como genial que traerá consecuencias inimaginables. Estamos en 1977, y en el frío invierno de la Transición el interés de los telediarios se centra en la caída de un meteorito.
Ganadora del Premio Biblioteca Breve 2012, El jardín colgante es una novela transgresora y provocativa con la que Javier Calvo se consolida como uno de los narradores más sólidos y que de forma más rotunda han añadido una nueva dimensión a nuestra narrativa manteniendo a lo largo de una obra muy diversa un estilo inconfundible.
“La España de la Transición, en una geometría fantasmagórica. Sindicalismo y servicios secretos se entrecruzan en juego de duplicidades y desdoblamientos; la inevitable inverosimilitud de lo real se convierte en alegoría, y el arte de narrar configura un inventivo mosaico de identidades. Dominio del ritmo, personajes magistralmente delineados y un brillante tono paródico configuran una gran novela.” Jurado del Premio Biblioteca Breve.
Quien haya leído a Javier Calvo sabrá que es un tipo asqueroso, y no como persona -no, no, que como persona es un amor- sino como creador de historias, escenarios y sobre todo de personajes. Yo no he leído toda su obra pero quizá sí la cantidad de libros suficiente (Risas enlatadas, Mundo maravilloso, Corona de flores y El jardín colgante) como para poder hacer esta afirmación... porque sus personajes son repulsivos, de ahí que nos resulten entrañables, de ahí que los amemos y los odiemos, o que queramos saberlo todo sobre ellos. Quien haya leído El jardín colgante (Seix Barral, 2012) de Javier Calvo sabrá que este sea posiblemente su mejor libro por bastantes motivos, pero, sobre todo, por uno en especial: aquí el autor explota ese lado más asqueroso y terrible de su literatura. Ese que tanto nos gusta. Ese que le identifica. Ese que es capaz de crear personajes inolvidables: Sara Arta (mi nueva musa), Teo Barbosa (ídolo para las nenas con vísceras punk) y Arístides Lao (patético, astuto y abrazable)... entre otros.
La historia de El jardín colgante comienza lentamente, como si Calvo tantease el terreno. Al principio uno no no sabe con qué va a encontrarse y sin embargo sabe que le va a esperar una buena. ¿Qué es esto? ¿Una simple novela policíaca? ¿Un rollo extraño sobre la Transición en donde de pronto aparece un meteorito sin sentido? ¿Una radiografía de la Barcelona de finales de los 70 -tan parecida y oscura como la que ya nos retrató en Corona de flores-? ¿Un retrato sobre el nacimiento del punk? ¿Qué es esto? Sin embargo, conforme avanza, la tensión es cada vez mayor y una tremenda violencia aflora inundándolo todo. Pero no es esta la violencia que se nos prometía. Aquí el terrorismo es sólo una excusa que se utiliza para esconder el verdadera crueldad: aquella que implican las relaciones y reacciones humanas (el miedo, la lealtad, el silencio, la mentira, los celos, la incomprensión). Y es en este momento en donde uno se da cuenta que los personajes de Javier Calvo no son tan asquerosos ni tan repulsivos como parecían. Los pobres son sólo marionetas de un sistema que les empuja a la locura. Los pobres personajes de Javier Calvo son tan humanos como cualquiera de nosotros: sus heridas superficiales les duelen tanto como las mentales. Su mayor temor: que nadie se apiade de ellos.
En El jardín colgante no hay buenos ni malos. No es una novela histórica, no es una novela política, no es una novela policíaca ni mucho menos fantástica. En El jardín colgante lo que importa es La Identidad, y el autor no deja de preguntarse por ella sin desvelar o descubrir en ningún momento a dónde pertenecemos. Calvo destruye España. Calvo destruye la violencia. Calvo destruye las relaciones. Calvo destruye el amor. De este modo la tarea del lector es elegir cuál es su bando, quién es su amigo, o de quién ha de sentir piedad.
Misticismo, empalamientos, drogas, alcohol, punk, vísceras, huevos fritos, puzles, una isla vacía, unos ojos pintados de negro, una mañana blanca y nevada, una vagina desgarrada, un bar Texas (demasiado parecido a nuestro Manchester), una cárcel femenina, un cuchillo de queso y un pezón... esos son algunos de los tags o conceptos que tras la lectura se me amontonan en el estómago. Esas son las imágenes que recreo y las que el autor me regala. Por eso recomiendo su lectura, porque os hará pasar un mal rato como sólo las buenas novelas los hacen pasar.
Javier Calvo es un tipo asqueroso y por eso lo amo. Dejaos llevar por sus babas. Por sus piel blanca y blanda. Por la oscurísima poesía de su jardín.
Entre los proyectos a medio plazo que por suerte para vosotros nunca llegaré a realizar, está escribir un magno ensayo en el formato que sea sobre estas últimas novelas de Calvo que su editorial etiqueta alegremente como "Trilogía de la Muerte", que de trilogía tiene poco, ya que está inacabada, y de muerte menos, pero suena bien, muy comercial. El caso es que más allá de las chuscas cosas del marketing literario, Corona de Flores y tiene mucho que ver con El Jardín Colgante, aunque el cambio de ambientación parece que ha despistado a más de uno, y no puedo dejar de especular adónde iría a parar todo esto si realmente llegase a haber una tercera novela.
En fin, en todo caso la motivación del ensayo no sería mostrar mi profunda comprensión de lo que hace tic tac en las novelas de Javier, sino proponer El Jardín Colgante como lectura obligatoria para los alumnos de segundo de bachillerato, que ya tienen que tragarse la versión oficial sobre estos hechos en forma del Plenilunio de Muñoz Molina y justo sería que tuvieran al menos otra versión de nuestra historia reciente, concretamente ESTA.
HA SIDO UN MENSAJE DE LA TROPA DE OPOSICIÓN DIRECTA.
Conocí los libros de Javier Calvo hace ya bastante tiempo; el primer libro suyo que leí fue Mundo Maravilloso, un libro que; por temática, caracterización de personajes y referencias a cultura pop (sobre todo anglosajona), daba una impresión diferente y/o especial; siempre me ha parecido su obra más redonda.
Sus cuentos cortos en Los ríos perdidos de Londres eran irregulares pero tenían ese sello inconfundible. Con Corona de flores experimentó un poco más con literatura decimonónica con resultado más bien desigual, para luego retomar en Suommenlinna, un relato corto, pero intenso y, por qué no decirlo, mágico, las señas más propias de su forma de escribir.
Con El jardín colgante, flamante ganador del premio Biblioteca Breve 2012, se evidencia un posible punto de inflexión en el avance literario del escritor. La trama es sencilla y muy del estilo de los thrillers habituales: los servicios secretos españoles, capitaneados por Arístides Lao, lucharán para desactivar una célula terrorista de nombre TOD (muerto en alemán) y que proviene de sindicatos de extrema izquierda. Lo que cambia de otras novelas suyas es que ambienta la historia en 1977, en plena época de transición española, y la enmarca en lo que se ha dado en llamar Cultura de Transición (término acuñado por Guillem Martínez); una cultura que surge de este período y que, resumiendo, se trataría de un tipo de cultura gestionada por el Estado y que marcaría lo que debe aparecer en artículos, libros, televisión… quitando aquello que puede remover, “ser problemático”. No porque sea dictado por alguien sino más bien porque se convierte en una tendencia establecida: mantener el orden inherente y confortable.
Teniendo todo esto en la cabeza voy a la novela: Calvo estructura la historia en dos partes bien diferenciadas: “Meteorito” e “Islote”; a su vez divididos en capítulos cortos donde alterna el cambio de perspectiva, por un lado los servicios secretos encabezados la mayoría de las veces por Lao (aunque cambia según avanza la trama a Melitón Muria) y por otro lado, el sindicato y el TOD a través de Teo Barbosa, agente infiltrado de los servicios secretos u otros personajes asociados a la cédula terrorista; consiguiendo de esta manera que la novela fluya sin apenas dificultad.
Es en la construcción de los personajes, en esa primera parte, donde se identifican rasgos característicos de anteriores novelas, sólo tenemos que ver cómo describe al repulsivo criptógrafo Arístides Lao: “Lao es bajito y rechoncho, parece ser al mismo tiempo pelirrojo y calvo y lleva unas gafas absurdamente gruesas que le distorsionan los ojos, agrandándolos o bien reduciéndolos según el ángulo con que uno mire”, “hay algo en su cuerpecillo blando y lechoso que le da aspecto de alimaña extraída de su caparazón y expuesta a los elementos”. ¿Es casualidad que se le llame “agente Sirio” en el libro? Sirio es la estrella más brillante del cielo nocturno y bien conocida desde la antigüedad en varias civilizaciones (Egipto, Grecia, Polinesia…), volveré a ello más adelante.
El otro gran protagonista es el sátiro y socarrón Teo Barbosa, infiltrado en TOD y que se ríe de todo y de todos causando problemillas a los jefes del sindicato “¿Por qué no nos vendemos ya, igual que todos los demás? Si nos damos prisa igual nos dan un despacho como Dios manda.”
En medio de esta confrontación de fuerzas conspiratorias, donde los servicios secretos intentan conseguir que su agente infiltrado llegue a lo más profundo de la organización terrorista, siempre aparece de telón de fondo el “Meteorito”: “Un orden superior de cosas acababa de penetrar el nuestro”. Parece inevitable que con la caída de ese meteorito todo vaya cambiar: “España empieza a no ser el mismo lugar que era hace un mes. Hace una semana. Empieza a ser un lugar distinto al que era el día anterior.” Este meteorito le puede servir al escritor para simbolizar este cambio que vendría, tanto a nivel del libro como en nuestra propia realidad, la incertidumbre de comprobar si de verdad se va a realizar este cambio, TOD habla así del estado en los siguientes términos: “Su cometido ahora es detener la historia. Sepultarla. Crear un presente infinito donde nadie se da cuenta de que está bajo un conjuro. Son los Hombres sin Alma.” Y se atribuye como promotora de este cambio: “Somos la muerte. Somos lo que hace falta para que la historia se vuelva a poner en marcha. Hace falta la sangre y el sacrificio. Para poner todo a rodar otra vez. Somos el beso del príncipe”.
En los párrafos anteriores se observa otra de las alegorías que utiliza con frecuencia, esta de forma bastante continuada, y es la de los cuentos de hadas; de hecho, los nombres clave de los componentes de la organización terrorista son nombres de estos y utiliza diferentes metáforas relacionadas con ellos. ¿Pretende dulcificar de alguna manera lo que está contando? O simplemente, en consonancia con el significado de TOD, quiere decir que sus cuentos de hadas nunca van a fructificar, que están muertos de antemano.
Es curioso indicar que la introducción del criptógrafo Lao (cuyo verdadero ideal “en términos abstractos, sería usar una clave que fuera tan larga y compleja como el propio texto a cifrar”) añade elementos de tipo tecnológico en la historia, no en vano se habla de introducir un elemento para provocar el caos, el aumento de la entropía,… todo esto tiene ecos de Pynchon y resulta original en la concepción de la novela, ya que no lo había utilizado anteriormente.
La historia avanza en un suspiro, y se llena de elementos clásicos del género, interrogatorios brutales, persecuciones, pruebas de iniciación a las organizaciones… hasta llegar a una apocalíptica y desenfrenada parte final que desemboca en un baño de sangre que aclara parte de lo que he comentado con anterioridad. En el discurso final de Blanco, mandamás del sindicato, ante los acontecimientos sucedidos, la ironía está servida “Es 1978 señor Barbosa. Lo estamos borrando todo. Los crímenes del pasado, los nombres, las caras. Nosotros somos las excavadoras.” Y que termina con una terrible necesidad, la de “una amenaza que nos acompañe. Que nos permita seguir teniendo las riendas a los que realmente nos preocupamos por este país”. Ello coincide con su descripción física “a Blanco se le ruboriza la cara. Esa cara sin rasgos llamativos que a priori uno asociaría con oficinistas grises o dependientes de grandes almacenes pero que en la vida real solamente pertenece a gente cuyas ocupaciones verdaderas nunca se dicen en voz alta”, en la que vemos ecos sorprendentemente parecidos de la primera descripción que se hizo de Arístides Lao, ese agente Sirio con ecos del pasado, reconocido desde siempre por varias civilizaciones y que puede simbolizar el querer perpetuar un orden a lo largo de la historia, como la presencia de la estrella.
¿Hay diferencias entre unos y otros? ¿Somos conscientes de esta situación? “La cuestión es que cuando por fin conseguimos ser libres, no somos conscientes de que lo somos. Por la venda que nos tapa los ojos”. Parece que Javier Calvo quiere llamarnos a expresar una disconformidad con este orden inherente. Sin duda estamos ante una novela que supone, al menos, un cambio con lo que había hecho anteriormente. Habrá que ver por dónde sigue a continuación ya que siempre resulta interesante leer sus novelas.
Tras escuchar una entrevista al autor en Radio 3, decidí leerlo. Cuando empece a leerlo pensé q no pasaría de la cuarta pagina y, tras la cuarta pagina, ya no he podido parar. Te atrapa.
Hay quien me ha dicho que me gusta más criticar que dejar que me guste algo. El sesgo es evidente si ese comentario viene de alguien cuyo texto acabas de leer. Sin embargo, coincidiremos en que hay una razón por el que el género de comedia es el roast y no el laud, y este libro lo he leído sobre todo para fundírmelo, porque me pareció infumable desde la página uno. La verdad que luego me fui ablandando un poco porque la trama en si no tiene nada de malo.
Trhiller policiaco de la transición. Barcelona pero oscura. Sindicalistas contra cerdos petardos que son los que crean a esos sindicalistas. Manual de matar la historia
“Destruyendo el futuro se destruye también el pasado”. A finales de la Transición, el agente Arístides Lao es destinado a combatir a un grupo terrorista de extrema izquierda. Superdotado, extremadamente feo y carente de toda empatía, Lao es un ser desagradable que encarna el espíritu de esta época atestada de intrigas y conspiraciones entre políticos, militares, terroristas, sindicalistas...todos ellos, manejados desde las sombras por los servicios secretos: “No entiende usted la dinámica de la Nueva España...Lo estamos borrando todo. Los crímenes del pasado. Las guerras del pasado, los nombres, las caras. Nosotros somos las excavadoras.” Provocativa y sólida. Me encanta!
Pues no me he caído del caballo o visto la luz o lo que sea: no está mal la novela de Javier Calvo pero esperaba más. La trama policiaca - conspirativa explota su discurrir por el filo de la ambigüedad moral, los personajes crecen a partir de sus aspectos más sórdidos y a veces tropezamos con un humor salvaje muy de agradecer. Pero no deja de caer en tópicos (alguno no por reciente menos tópico: ¿¿¿"asperger cósmico"???) y avanza de manera desigual para morir en un tono menor que el del comienzo. Bien, pero el 'hype' puede jugar en su contra cuando te sientas a leerla.
Altamente estimulante. Me ha gustado mucho, me ha sabido a poco y me ratifico al 200% en mis sensaciones después de su relato en “Mi madre es un pez”. Javier Calvo es para mí un gran descubrimiento (digo para mí porque ha publicado bastante y ya es conocido). En pocas palabras, digamos que me gusta su forma de pensar. Si bien no es la novela de mi vida, -no hay que exagerar aunque yo sea muy drama queen-, es innegable que J.C. tiene talento y que tengo ganas de leer lo que ha escrito hasta ahora y lo que escriba próximamente, lo cual no suele pasarme con facilidad.