El planeta avanza hacia su ocaso y en el sur de Chile, entre estuarios y relieves cordilleranos, se vive un fenómeno de hambruna y crisis ambiental que sus habitantes llaman Holodomor, como el holocausto ucraniano del siglo pasado. En este entorno degradado y agobiante, los personajes de los siete relatos de Yo soy un pájaro ahora intentan preservar los vínculos más esenciales: el amor por los hijos, las relaciones de pareja y la complicidad con las mascotas.
Un transbordador que avanza a la deriva con una tripulación de infectados, un animal gigante que acecha la intimidad del hogar y el supervisor de una faenadora de pollos que ha perdido a su hijo de siete años, son algunos detalles de las historias que, con la pericia del buen guionista, Vladimir Rivera Órdenes despliega dosificando magistralmente la información y manteniendo siempre en vilo al lector.
Un universo inquietante, cargado de imágenes de devastación y peste, en plena coherencia con el paisaje interior de sus personajes, que parecen atacados por el virus de la soledad y la melancolía. Un territorio postapocalíptico donde las historias, sin embargo, dejan siempre un ultimo alimento de esperanza y humanidad.
Lo que más rescato es la construcción de las atmósferas, pero en cada uno de los relatos quedé con ganas de más. Me parecieron más esbozos que historias, aunque quizás haya un propósito estético en esa decisión. Hay varias ideas interesantes en los cuentos, me gusta que haya una propuesta de creación de mundo y que los textos se comprometan a ella. Es escalofriante leer algo así en un contexto de pandemia real, porque demuestra que las ansiedades y los miedos imaginados en la ciencia ficción (y en la literatura en general) pueden volverse palpables. También destaco que se aborde el tema del suicidio infantil, tan invisibilizado en nuestros días.
Un virus salta de pollos a humanos y eso genera una enfermedad contagiosa y letal que lleva la gente al sur de Chile vivir el horror de un verdadero apocalipsis, que pasa a ser conocido como Holodomor. Este es el universo en que están inseridos los 7 cuentos breves de este libro, que debido a su conexión pueden ser leídos casi como una novela (pero en una línea temporal bastante peculiar). En todo caso el libre se trata más que apenas una buena producción de género. El mundo postapocalíptico de este libro sirve para tratar de las relaciones humanas, principalmente, y ahí reside la novedad interesante de la obra, de la masculinidad. El hombre de este libro tiene miedo de morir es cierto, pero más que eso, sufre de la preocupación de no eyacular y reconoce los libros como su mayor tesoro. Casi todos los cuentos son marcados por la angustia del padre, sea el padre que lucha por protección, el que cuida, el que ya se fue y es ahora sólo una memoria o aquél que sobrevive funcional pero inmerso en el luto por la pérdida del hijo. Es un texto que por medio de la fantasía de terror expone la fragilidad de lo masculino de una forma que yo, particularmente, no me acuerdo haber leído muchas veces en otras obras. Además, esta edición trae una ilustración bellísima en la parte interna de la portada. Imperdible.
Creo que estuvo bien. Me pareció que el texto era bastante accesible, en la medida de que enganchar con los relatos que componen la publicación era relativamente fácil, lo que valoro muchísimo. En términos técnicos, creo que la redacción es simple y funcional, con uno que otro fraseo destacable. También noté un esfuerzo creativo por proponer imágenes poéticas del apocalipsis; recuerdo especialmente los muertos que se convierten en sombra o el anuncio de la enfermedad a través del fuego o la ausencia de semen. Respecto del tema y su contenido, me pareció un relato más bien disperso y, en ocasiones, confuso. Valoro que el énfasis de sus partes esté en la experiencia subjetiva de un apocalipsis, en el tormento y euforia que siente cada personaje, pero creo que el autor descuidó su fin del mundo, regalándonos varias ideas sobre este ocaso que no lograban cohesionar el compilado. TL;DR. Es un compilado interesante y entretenido, pero no es muy prolijo ni consistente.
Muy corto para lo bueno que es! Pero de todas formas le doy 5⭐️ Mi favorita debe ser ahora soy un pájaro y los perros (no recuerdo a cabalidad los nombres pero ya sabrán cuáles son)
Me gustó tanto que inmediatamente comencé a leer otro libro del autor
Un año antes de que comenzará la pandemia Vladimir Rivera ya estaba pensando que pasaría en el sur de Chile si comenzará una catástrofe a nivel planetario y la gente comenzace a huir y temerle a la muerte, ahora que nos respira en la nuca. Le llamó "Holodomor"; haciendo referencia a la hambruna causada en Ucrania por la URSS en la déceda de los 30's. Chiloé, Puerto Montt, Punta Arenas; serán los escenarios de 7 relatos de muertes en donde los cádaveres quedan convertidos en sombras, virus que contaminan los alimentos causando la muerte instántanea, que se propagan por contacto estrecho, niños que pierden las esperanzas a sus cortos 7 años, amores que son divididos entre sanos y enfermos. La pluma de este escritor oriundo de Parral vuelve a emocionarme (había leído Juegos florales) y atraparme hasta acabar cada uno de los relatos. Una lectura que antes pudo ser entendida como ciencia ficción (coqueteando con la ficción histórica, en uno de los cuentos se planea el asesinato de un Pinochet que entrena niños y niñas para sobrevivir a una posible catastrófe) pero que a la luz de los hechos pueden casi transformarse en un presagio. Una increíble lectura para seguir apreciendo la literatura chilena en la lógica de descubrir que hay autores que se salen de la norma de la autoficción para relatarnos entretenidos panoramas que pueden ocurrir o que, como en este caso, se percibe como un manual de instrucciones de sobrevivencia.
"Automáticamente los que rozaron a algunos de los infectados, se fueron aislando. Se sabían unos condenados a muerte. Nosotros quedamos en la proa y el resto a babor. En ese mismo momento nos transformamos en dos razas distintas." ___________________________ Leer los 7 cuentos de esta colección, me hizo recordar la sensación de incertidumbre sobre el futuro del mundo al comienzo de la pandemia del 2020. El encierro, los controles, las miradas de desconfianza, de pronto la falta de abrazos. ¿En qué se estaba convirtiendo el mundo? Por momentos, me vi venir algo como lo que Rivera Órdenes escribe. Todos los cuentos transcurren al sur de Chile, en una Patagonia que se transformó en el refugio de una diáspora que escapa de una crisis ambiental extrema a la que llaman Holodomor. Los mares están contaminados, de la tierra sale olor a azufre y fósforo; lluvias ácidas, el fuego y el hambre. Los personajes trabajan en faenadoras de pollo y en fábricas. Mantenerlas abiertas y funcionando es más importante que la muerte. La hostilidad del otro lado del umbral de la puerta es palpable y puede venir en forma de perro gigante, de sombra o de virus. Ahora la grieta divide los sanos de los enfermos, los vivos de los muertos. A los 7 cuentos de Yo Soy un Pájaro Ahora los une el desamparo, el miedo y la incertidumbre. Pero también el valor por los vínculos interpersonales y el ansia por preservarlos. Los une el amor, el deseo de contacto físico, el anhelo de un poema al oído. 7 cuentos distópicos de una prosa hermosa y de giros en la trama inesperados como ajeno es el mundo exterior. "Había un muerto en el piso que se había convertido en sombra"
Libro de relatos que, si bien actúan como historias independientes, pueden casi leerse en su conjunto como una novela, comprendiendo que cada uno de los cuentos comparte con el otro un mismo mundo, una misma puesta en escena a través de imágenes comunes de la violencia, el miedo y la enfermedad, y a través de las cuales se nos explaya poco a poco aquel tiempo de crisis constante, cercanía y proximidad de un apocalipsis siempre latente.
En este sentido, cada cuento pareciera otorgarnos nueva información, nuevas pistas o pinceladas del panorama general que invoca el texto, permitiendo incluso la lectura de ciertos cuentos la posterior relectura de otros, ahora a mayor entendimiento. Si bien cada historia busca ser autónoma, existen no sólo una serie de temas que se repiten, sino también figuras: bien sea la de los perros salvajes que primero aparecen en sueños como buscando prefigurar el caos, y que posteriormente, casi al cierre del libro, se dan como verdaderas apariciones terrenales, materializando el fin en su presencia; bien sea la de las sombras que merodean, errantes, y que envuelven y pareciera se roban los cuerpos, los reemplazan, acaso como metáforas materiales de la misma muerte.
Una particularidad de los cuentos es esa existencia en la mayoría de ellos de cierto balance entre la descripción objetiva del mundo —sus condiciones y estados de crisis— y la dimensión afectiva de sus personajes atrapados en él.
Esto lo apunto en función de que pareciera que en cierta narrativa convencional de ciencia ficción, aquella relacionada también con elaboraciones de parajes apocalípticos o post-apocalípticos, con la construcción de un imaginario consecuente a un cada vez más próximo —o ya en él— fin de los tiempos, existe una tendencia a una caracterización absoluta del mundo en que se sitúa; esto es, definir cada detalle de ese espacio y tiempo, tanto del presente en que se sitúa, como de las causas concisas que derivaron a este, y situándose ahí la crítica política: en esa construcción del relato más bien como macrorrelato, en el sentido de que busca abarcar lo más posible respecto a su mundo, y definiendo claramente aquellas relaciones causales que significaron la transición de nuestro mundo a aquel, pero, en esa excesiva caracterización, delineando también y acentuadamente los límites entre nuestro mundo y el suyo, el real y la especulación narrativa, siendo ahí, en esa demarcación entre mundos, en donde, por más verosímil que pueda darse dicha ficción, en el instante en que podemos entenderlo no como este mundo, sino otro, se traza una distancia con lo leído, se le sitúa como futuro lejano, indeterminadamente distante.
En respuesta a esto, los textos de Yo soy un pájaro ahora poseen una caracterización más bien ambigua de su contexto, entregándonos ciertos indicios e imágenes de lo que ocurre, y alguna vez estableciendo respuestas a través de relaciones causales, pero siendo aquellas mismas 'respuestas' sólo parciales, capaces de esclarecernos algunos detalles del panorama mas nunca entregando algún cuadro general, así como tampoco el inicio o final de aquel presunto apocalipsis —a lo que, también, cabe hacerse la pregunta: ¿Dónde se sitúan estos relatos? ¿antes o después del fin del mundo? ¿tal vez durante? ¿es apocalíptico o post-apocalíptico?—, y es en esta ambigüedad del mundo narrado, en la medida en que no se halla excesivamente caracterizado, en que el escenario no se delinea en su totalidad tampoco, y en que aquellas pistas o potenciales razones parecieran responder a aspectos y problemáticas reales y vigentes de nuestro mundo —la enfermedad, la industria de la carne, los conflictos bélicos y geopolíticos, las inmigraciones masivas, la sobrepoblación, la hambruna, etc.— en donde consigue el libro no trazar una mayor distancia con lo leído, sino que más bien mundo real y mundo ficticio se entrelazan a raíz de esa misma ausencia de definición de los límites entre uno y otro, asimismo a través de sus numerosas similitudes, y, como último elemento, haciendo los cuentos no tanto hincapié en las condiciones (post)apocalípticas como núcleos exclusivos del relato, sino además apareciendo aquella dimensión afectiva de los personajes, y profundizándose en ella, como una manera de acercar aún más el texto a nosotros, su mundo, exterior e interior, entendiendo que el fin de este no es sólo a través de condiciones materiales, o, dicho de otro modo, no sólo a través de aquello que ocurre allá afuera, a gran escala, sino que también se da a través de nosotros mismos, que no sólo existe un fin del mundo, sino también el fin de nuestro mundo.
Es en aquella indagación en las subjetividades de cada protagonista donde de cierto modo se halla una "trivialización" del apocalipsis, relegándolo por instantes al segundo plano, y dando a entender que aún en medio de la inminencia o la realización perpetua de la catástrofe, el fin no sólo puede hallarse allá afuera, en las circunstancias externas de nuestro mundo, sino además en nosotros mismos, entreviéndose en el conjunto general del libro aquella idea de que la catástrofe es también la pérdida de nuestros vínculos afectivos.
No digo con esto que el desastre que ocurre allá afuera en cada uno de los relatos sea alegórico —no lo es—, ni mucho menos pretexto para la indagación en las interioridades humanas, sino que el libro enlaza la dimensión catastrófica y la dimensión afectiva, en parte haciéndonos entender cómo la incursión del desastre en nuestro mundo no va a privarnos de nuestras experiencias cotidianas del dolor individual; en parte "trivializando" el apocalipsis, volviéndolo cotidiano, cercano, en la medida en que aún hallándose ahí seguimos el curso común de nuestras vidas, hallándose en este viraje estético-político la crítica central del texto, que podría ser: si aún en vísperas, en medio, o en una constante latencia del apocalipsis, todavía debemos seguir el rumbo de nuestras vidas, sea a través del trabajo, de las relaciones, del dolor individual, del duelo, entonces: ¿Qué diferencia a aquel tiempo del nuestro? O, planteado de otro modo: cuando el fin llegue realmente hasta nosotros, ¿cómo podremos percatarnos?
Son varios cuentos que transcurren el sur de Chile después del apocalipsis (Holodomor). Cuentos sobre una sociedad que todavía funciona en base a rastrojos de civilización mientras se enfrenta día a día a lo inexplicable y paranormal del final. Me gustó 'Yo soy un pájaro ahora' que habla del suicidio infantil,'La miseria es una mariposa' y 'Sombras en el piso frío de Chamiza'. Hay otros que parecen creepy pastas como 'Mar' y 'Perros en la orilla del camino'.
Está piola, es entretenido.
La edición, eso si, tiene varios errores de tipografía y palabras que sobran.
Un libro misterioso, post pandemico, post apocaliptico, post humano. La configuración del mundo y su atmósfera está muy bien hecha. Solo me faltó un poco más de información; fueron demasiadas preguntas sin contestar. Aún así, ¡recomiendo mucho! El de los perros fue el cuento que más disfruté, por lejos.
Descubrí este libro por un electivo de ecocritica literaria y es de las cosas que más rescato del curso. El libro está compuesto por siete relatos ubicados en un universo distópico al borde de ser apocalíptico, con la especialidad de describir sucesos de los años 2019 y 2022, habiendo sido publicado en 2018. Para quienes amen los cuentos y las narrativas desesperanzadas como yo, este libro es un sí o sí.
31/12/23: Releyendo para la tesis, recordé lo bueno que es. Como buen libro de cuentos, tiene algunos que dejan mucho que desear, otros que intentan ser parte de una totalidad, pero se nota que están calzados. Aún así, no quita lo bueno de ellos.
Hace tiempo que no leía algo que me hiciera sentir tan vulnerable. El autor tiene una capacidad notable para generar atmósferas angustiantes, escenarios en donde pareciera que aquello que nos hace humanos está a punto de desaparecer.
Lo que me impidió darle cinco estrellas a este libro notable es que los editores no hicieron un trabajo muy prolijo. El texto parece más un primer borrador que un libro terminado; párrafos confusos y muchos errores ortográficos y de tipeo impiden una lectura fluida.