«He tardado diez años de lecturas, y fiestas, y conversaciones con las mejores mentes de mi época en entender que el avatar de hombre es el traje nuevo del emperador [...]. Mi propio y escasísimo caché como mujer que escribe se ha desmoronado desde que dejé de escribir como los chicos: con voces falsamente neutrales, con personajes que pasan de puntillas por su género y se hermanan desde lahiperviolencia y las parafilias. Eso es lo que los editores que no publican a mujeres quieren que escribamos las mujeres. Los editores que no publican a mujeres andan locos por publicar a mujeres que escriban de una determinada manera, para refrendar que la subjetividad masculina es la subjetividad universal. Sus autores pueden ser sentimentales e intimistas, pero sus autoras siempre estarán estancadas en la impostura de lo masculino.»
A punto de cumplir los treinta, Aixa de la Cruz pone en marcha la escritura de unas memorias que recorren algunos de los momentos más significativos de su vida: desde el día en que una de sus mejores amigas sufre un fatídico accidente de coche hasta el divorcio de la autora; desde las consecuencias de escribir una tesis doctoral hasta sus relaciones sexuales con otras mujeres; desde una infancia en la que maduró sin un «biopadre» hasta su descubrimiento del feminismo.
Cambiar de idea ofrece una escritura hipnótica que va mucho más allá de la simple exposición de la primera persona: el relato del yo sirve para vehicular agudas reflexiones sobre diferentes temas de calado social y para desplegar un estilo literario rico y combativo, que posiciona a Aixa de la Cruz no ya como una de las mejores narradoras de su generación, sino también -y sobre todo- como una pensadora brillante.
Admiro la valentía de este libro. Es crudo, real y además un retrato muy representativo de esa generación millennial a la que pertenezco con orgullo (a pesar del escarnio al que nos han sometido en los medios durante mucho tiempo), una generación de la que la autora ha captado una de las claves más importantes: la inestabilidad. Y no solo en el sentido económico o social del término, sino también respecto a nuestros propios ideales. Cuántas de nosotras hemos crecido con una visión del mundo que se ha dado de bruces con la realidad años después. Cuántas hemos mamado comportamientos machistas o racistas que hoy nos hacen avergonzarnos de nuestro propio pasado. Más allá del morbo que genera leer cómo alguien relata con pelos y señales episodios íntimos de su vida real, este libro me ha hecho sentirme parte de algo, me ha dado la mano en un camino de piedras afiladas que nadie sabe dónde desemboca. Porque hay que volver la vista atrás para saber de dónde venimos, pero cambiar de idea es lo único que nos hará seguir hacia delante.
Me han gustado mucho 3/4 del libro, pero el capítulo final, el que da título, se me ha desinflado por completo. Me ha pillado desprevenida el cambio de registro, ese medio ensayo-artículo periodístico demasiado largo y repetitivo sobre La Manada que no sé muy bien a qué viene (más allá de la actualidad) ni cómo se relaciona con todo lo anterior —que tenía un tono confesional mucho más personal e interesante a mi parecer—. No sé, tenía muchas expectativas, quizá.
Tiene cosas muy lindas, y me cayó bien, obvio que cuando cuenta haber vivido en México me encantó. Aunque en especial el último capítulo me sorprendió el cambio de tono, y me parece que le sale todo medio desordenado, aunque entiendo lo que quiere decir, creo que no es la única que siente eso, de querer releer todo lo que vivimos, volver a nuestra memoria, y analizarla a la luz de lo que estamos aprendiendo en este presente incendiado.
Este libro es la búsqueda del perdón de los pecados a través de la escritura. Pero no todos tienen el mismo grado. ¿Será autoficción ese que yo no le perdono? ¿O será justo el que se ha inventado? ¿Qué es peor?
El impacto negativo. No es lo que hizo entonces. Es lo que no hace ahora. La gran diferencia. La razón por la que tacho con mi rotulador indeleble "Cambiar de idea"
Cuando no puedas decir algo bueno, sencillamente no digas nada
Le mie ultime letture, diverse per aree geografiche ma scritte da donne, hanno rivelato un tratto in comune: che la sola previsione di un’accusa o frecciatina critica viene intercettata e si fa preventiva difesa solida sulla carta. Questo è il caso di Annie Ernaux, e forse è ancora più evidente in Aixa de la Cruz. L’accusa rivolta a entrambe le scrittrici, ma che si estende ben al di là di questi due nomi diventando ormai è un leitmotiv, è quella di essere egomaniache, ingabbiate nella trappola di un ego che è l’unica genesi creativa. De la Cruz marca la nebulosità dei confini tra memoir, auto-fiction e fiction – scrivere è ricordare, e ricordare è sempre un atto immaginifico. Il patto con il pubblico lettore non è una conditio sine qua non.
Aixa de la Cruz, in bilico su questo confine di genere, non scrive le sue memorie ma una confessione. Il campo semantico legato alle confessioni prevede una colpa, e una colpevole, e la colpa prevede, all’occasione, un’espiazione. In questo breve libro la scrittrice setaccia il suo passato, da un’infanzia segnata dall’assenza del suo “biopadre”, al sospetto e alla paura nei confronti delle donne (e all'auto-realizzazione di una fetta misoginia interiorizzata). Occasione per esplorare diversi temi ed eventi, de la Cruz racconta dei femminicidi a Ciudad del Mexico e della sua difficoltà di non guardare a quel Paese con gli occhi dell’europea che osserva il terzo mondo, o ancora di come anche nella sua Spagna la violenza nei confronti delle donne è sistemica e normalizzata, e il dialogo aperto con alcune amiche che raccontano episodi di violenze subiti la investe come un’epifania crudele.
Soprattutto, de la Cruz cambia, muta la sua visione delle cose, cresce via via che legge, conosce persone, segue notiziari, osserva lo sviluppo di processi come il caso Manada in Spagna, o l’omicidio della diciannovenne Mara Castilla a Puebla, Messico. Dall’infanzia fino a oggi, la scrittrice si confronta con il suo essere donna, su cosa significa e su come rifugge questa categoria assegnatale. È la storia di una donna che sbaglia e si confronta con i suoi errori, e che senza vergogna mette qui a nudo la sua evoluzione. 10/10 consigliato.
Literalmente estamos ante una obra redonda, circular. Que empieza donde acaba. Aún así, el giro final donde todo encaja te deja con el sabor de boca de quien cree que ha inventado la rueda cuadrada.
Decir más sería destrozarle la obra a quien quiera leerla. Desde la perspectiva personal, la narradora va uniendo su biografía, su cuerpo y sus cicatrices con las tendencias estructurales de la sociedad actual o el feminismo.
Escribir es un acto privado que está inequívocamente determinado por la realidad que se asume y el cuerpo que siente y percibe, que es domesticado y que se niega a sí mismo ¿Se puede escribir desde el nosotras o siempre se hace desde el yo? Quizá se escriba siempre desde la culpa.
Me ha fascinado su escritura, su estructura y su fondo; que cite a Gornick para romperme el mito literario y debata imaginariamente con Foucault o Sontag. Es todo un premio que caiga este libro en las manos de alguien como yo.
“Lo que obtuve a cambio fue una lista de agresiones sexuales que me obligaban a concebir mi experiencia como un rito de iniciación en el universo de lo femenino. Las contaban sin rabia, como se recuerda una enfermedad o el día en que tuviste tu primera regla, y sentí que insinuaban que era mujer porque me había pasado aquello”.
“Hubo una época en la que el sexo era sexo, y la política, política. Luego las cosas se mezclaron. O conocí a demasiada gente que las mezclaba, gente que concebía el deseo como una herramienta de acción militar (…)”.
“(…) pero resulta imposible trazar la línea que me separa de los demás, soy todos los que me han contaminado; estoy hecha de préstamos y de hurtos y avanzo por un callejón sin salida, queriendo redimir mi culpa a través de un proceso que la renueva”.
Un libro inteligente y lleno de realidad. Me gusta que la autora, que tiene treinta años, se cuestione sus privilegios, su feminismo y la manera en la que también se relaciona con otras mujeres. El cariño que le tiene a México sin duda hace que haya cierta conexión, duele ver cómo ve los feminicidios de México, pero la manera en la que también pone el dedo sobre la llaga. El último ensayo, el que le da el título al libro, es un mar de pensamientos, emociones, teorías y de muchos pensamientos que la acompañan; sin duda el mejor ensayo de todos. Lo leí en Kindle, lo pueden encontrar en Amazon a un precio muy accesible.
Después de afrontar algo tan impecablemente escrito es difícil intentar dejar unas palabras para otros posibles lectores sin caer en la mediocridad, pero como esa siempre ha sido la etiqueta con la que más me he identificado, aquí dejo unas impresiones.
El libro me ha provocado sentimientos encontrados, también y sobre todo culpa (que para mí es el leitmotiv de "Cambiar de idea"), aunque puede que por otros motivos. Cuando he escuchado a Aixa de la Cruz hablar en público he creído tener muchas cosas en común con ella a pesar de haber nacido exactamente en la década anterior. No, Aixa y yo no compartimos gran cosa y sin embargo me ha parecido un libro brillante. Ha hecho que me sienta como una delincuente paseándome por sus confesiones como por un campo de amapolas, como una psicópata acuchillando las páginas sin despeinarse apenas el asumido pelo rizado, una persona que probablemente se ha visto rodeada de las peores mentes de su generación y, a pesar de todo, en el mismo fango que requiere "lo femenino", tratando de alzar una figura de barro que no contenga etiquetas.
¿Reflexiones personales? ¿Metaliteratura? No sé. Literatura, desde luego.
Reconozco que estoy poco acostumbrado a este tipo de literatura. Quizá por eso, a lo largo de toda la lectura me surgían diversas preguntas sobre la relevancia de los textos. Me da la impresión de que el tiempo no va a ser demasiado justo con ellos. Ciertas referencias (Podemos, Puigdemont...) que aportan inmediatez, van a hacer que el libro no envejezca bien.
No he perdido el interés en ningún momento de la lectura. ¿Qué era lo que me atraía? Primero, el retrato de una generación diferente de la mía y, segundo, el testimonio personal de la autora que, con una sinceridad que roza lo impúdico, acercan al lector a una forma de pensar y de escribir, cuanto menos enriquecedora.
No creo que sea un libro para todos los públicos. Habrá a quien le resulten molestas algunas opiniones, pero si la autora ha mostrado la valentía de escribirlo, merece la pena que el lector reúna la valentía para leerlo.
Iba a ponerle tres estrellas, pero como el final arregla el resto del libro le pongo un 4. Honestamente, me decepcionó un poco porque tenía muchas ganas de leerlo. Sé que la intención del libro (que se ve ya desde el propio título) es deconstruir la misoginia interiorizada, pero pf que el 80% del libro tenga un tono tan pick me y, en ocasiones, un poquito narcisista, hizo que me costara identificarme con la voz narrativa. Repito, sé que la intención era precisamente esa. Y de verdad que el último capítulo es precioso y súper necesario y funciona como una síntesis del feminismo actual que lo hace súper útil, pero para llegar a ese relato colectivo, hay que leer antes 100 páginas en las que la protagonista es un poco insufrible. Valoro la autocrítica que se ve al final, pero ese paso del “yo” al “nosotras” que la propia narradora reivindica no puede reducirse a un solo capítulo. Es muy inteligente exponer el patriarcado a través de la evolución de ser una pick me a una feminista comprometida, pero si el peso de la primera postura es mayor en el contenido narrativo, yo me quedo un poco en plan qué es esto que estoy leyendo. Además de que, como me ocurre con otras autoras que están muy de moda, me falta lirismo en el estilo; las hadas no se mueren por usar metáforas, prometido. Mantengo mis 4 estrellas porque la idea de la novela me parece muy buena y porque el último capítulo debería leerse en todos los institutos y porque hay reflexiones interesantes, pero me esperaba otra cosa.
Me he leído cambiar de idea en poco más de un par de horas. Aixa me ha tenido enganchada desde la primera página para dejarme al final con una mezcla de angustia y culpa. De rabia por reconocerme en sus palabras y de tremenda admiración porque, sinceramente, hay que ser muy valiente para escribir esto. Por seguir siempre cambiando de ideas.
Cada escritor o lector tiene sus malquerencias personales: a César Aira no le gustan los escritores que no disfrutan de la escritura; a Scott McClanahan, los que sólo son escritores; por mi parte... detesto a los escribidores aprobados por el sistema universitario (me gustan los raros, excéntricos, autodidactas talentosos y no los de título de artista en la pared, que la vida es corta pero, la literatura, larga. Que la edición de este libro esté a cargo del maniquí enchufado que es Luna M. o el fraude fatuo de Antonio J. no es ninguna casualidad, desgraciadamente. Todo encaja..., pero el puzzle es horrible.
Lo poco que encuentro de agradecer es que esta novela sea corta y que se sienta contemporánea en nuestra cerril Hispañistán literaria (y no un folletín realista decimonónico como la mayoría de Reverte, Juan Manuel de Prada, Rafael Reig, Orejudo); sin embargo, no, esto no es mejor que Vila-Matas, por el amor de Dios, que como él hay uno (entre otras muchas cualidades, pero no está nada mal poseer esa a estas alturas) y novelas de usar y tirar como esta (publicadas o en el ordenador) debe de haber miles.
Como no soy machista, le doy 2 estrellas y no 5, porque yo creo que una mujer puede escribir algo infinitamente mejor y más interesante que esto.
Este libro me ha hecho sentirme muy viejoven... y tengo 28 tacos. Drogas, fiestas, un poco de uni (me gusta lo moderno, no el moderneo hipsteroso, chupifláutico...), feminismo hegemónico (tan lúcido como siempre, ya se sabe [en los 60, realización a través del trabajo [he conocido a muchas mujeres, de distintas edades, en distintas partes del mundo... y a ninguna podría importarle menos su trabajo], libertad sexual y lesbianismo [y los machos picaflores más contentos que nunca]; hoy día, discriminación positiva, culpar al varón de todo, conspiraciones, 50%50% en todo guste o no guste [salvo trabajos chungos de hombres y tal, eso caca]...), bastante sobre lo que es ser mujer (lo que le pide la industria del entretenimiento a las mujeres [como le dijo Bad Gyal al grimoso y machista camuflado de Ernesto Castro [que habla de las mujeres como si fueran animalillos tiernos]], es precisamente, aunque Aixa desde su falta de perspicacia feminista no se entere y quede de pseudovíctima, que hablen de lo que es ser mujer, que el mercado de literatura feminista [«sectaria, de aldea», que la llama Juan Manuel de Prada] está en auge [me atrevo a decir que un hombre escribiendo sobre ser hombre o con sujeto neutral o mujer con sujeto neutral no vende tanto]) y mucho de infumable diario... Uno, que a veces tiene arranques de aliado feminista y se lleva estas hostias lectoras (porque si hay una Carmen Laforet o Rosalía de Castro escribiendo en alguna ciudad o aldea... podéis estar seguras-segur@s-segurxs y seguros de que no tenemos ni puta idea de ello).
No, Aixa, los escritores varones actuales no suplen su falta de talento con gestos aprendidos (yo no veo muchas novedades escritas por ellos, pero uno se ahoga en las femeninas), salvo que nos refiramos a los consagrados, claro, cosa que también se aplica a las mujeres, evidentemente.
Menciona la cultura de la violación y el patriarcado (hablando de España como si fuera Bangladesh o algo [yo he estado en Arabia Saudí y sé diferenciar el Matrix progre del desierto de lo real], que no existe, pues nadie en su sano juicio haría apología de la primera [con respecto al patriarcado, vaya mierda de patriarcado donde los hombres no tienen nada que hacer para ganar la custodia del niño, se suicidan como salarymen, conforman la mayoría de vagabundos, en la universidad el aire cada vez se les hace más irrespirable y cortan por lo insano de dejar carreras, la presunción de inocencia se tambalea para ellos... ¿sigo?] y la mujer en la España actual está más defendida que un niño por el estado (la gente habla de «cultura de la violación» casi con la naturalidad de «cultura del vermú», lo que a cualquier hombre [sobre todo blanco] debería asustarle un poquillo [Madriz, Bilbao y Barcesoluna para todos vosotros, que podéis caer cualquier día y sin culpa, y la cosa cada vez acojona más, yo pueblo costero o patriarcados de verdad y no de fumadón progre [China es bastante machista, viví allí un año] que me protejan y no persigan por mi género]). Digo esto del patriarcado porque nunca he sido de medias tintas: si las sociedad me va a tildar de machote heteropatriarcal por ser varón en occidente en el siglo equis equis palito, que al menos sea cierto y yo viva en la China u Oriente Medio (la necedad me pone físicamente enfermo). Mido dos metros, y recuerdo un día en que, yendo a la playa (de un pueblo grande, fallo mío [la sociedad se está volviendo tan gilipollesca que uno se vuelve más misántropo y huraño cada semana]), iba sonriendo, estaba feliz... y un cuarentón monstruoso (afeminado, feo, bajito: prototipo de maltratador y violador en potencia, por no poder competir en el mercado libre de las relaciones sexuales [como bien dice no sólo Houellebecq en sus libros sino también la feminista marxista Eva Illouz: la hippie libertad sexual de opciones infinitas y competición narcisista se nos muestra ahora como lo que es: capitalismo y libre mercado) me espetó un necio «machote» despreciativo que, de tan tonto, gratuito y prepotente (el machote que juega al ajedrez desde los 6 y lee poesía desde los 9...), no olvidaré nunca.
Con respecto a los violadores brasileños (siervos del «Estado Fálico» [sic]), decir que, (ojalá me equivoque completamente, por favor), con la tendencia de criminalizar al varón por su condición de tal (https://www.youtube.com/watch?v=zh7lB...), no me sorprendería que aparecieran más locos de la «justicia poética» en una sociedad donde si te acusan de violación (da igual si eres gay, como ya ha pasado [así, del aire]) y no tienes una grabación que pruebe lo contrario... culpable y no te creo, hermano, no.
Del caso de La Manada no sé mucho y lo poco que puedo expresar es mi grima por esos neardentales que en este posmodernismo identitario nos hacen quedar mal a todos los hombres (cosa que tampoco debería de ser así, pero como lo es y la sociedad está cada vez más lobotomizada, me cago en la madre que parió a cada uno de ellos).
Necesito un par de días para meditar lo que he leído y lo que me ha parecido He disfrutado con la forma en la que esta narrado, me ha atrapado desde sus primeras líneas,aunque no este de acuerdo o comparta algunas de sus ideas. Este libro trata de sus vivencias, memorias, entonces no es algo que yo pueda darle 3, 4⭐. Es cierto que el último capítulo rompe un poco con los anteriores, parece que cambie de registro de repente, pero lo dicho necesito repasar las páginas que me marqué y dejar unos días para pensar el poso que me ha dejado. Seguro leeré más cosas de la autora.
Cuando leí la sinopsis sobre Cambiar de idea entendí que me interesaría. ¿Por qué los temas de las mujeres en literatura siempre se habían considerado y aún hoy se consideran menores? ¿Por que las mujeres que escriben como mujeres no son escuchadas, ni publicadas, o publicadas con pretextos? Sonaba prometedor, así que lo comencé, pero de golpe me encuentro con una mujer en la crisis de los 30, perteneciente al mundo alternativo donde la droga ya no significa desfase como en sus 20 sino que abre los temas de debate trasnochados de círculos artístico-políticos de izquierdas. Una mujer que tiene problemas con ser mujer, con su género, que habría deseado ser hombre, que se despoja de todo lo femenino en pos de la abolición de los roles de género pero que no para de tratar a las mujeres de manera condescendiente en el marco teórico, y como objetos en el sexual. ¿Se puede escribir más como un hombre siendo mujer? Ser LA Bukowski no es ni transgresor ni feminista.
Y entonces, hacia el final del libro me choco contra la pared que me había olido a esa chamusquina hipster-hater (que por cierto, es una pose que se ha quedado un poco en los 2010) durante toda esta autoficción: "De los muchos frentes históricos del feminismo, las agresiones sexuales jamás me parecieron prioritarias a pesar de que atraviesan casi todos los episodios que agrupé en mi novelita confesional bajo la etiqueta de la culpa." No puedes abanderarte con la causa feminista porque leíste a un par de teóricas de los 60-70 en la veintena, cuando no solo no entiendes los sistemas de opresión patriarcal, sino que, además, los reproduces. Y claro, todas sufrimos esa misma dualidad: ser feminista but criada en el machismo sistémico genera feministas llenas de micromachismos. Ninguna se salva por más y más conscientes que nos hagamos con el tiempo. A Aixa le pasa esto en el transcurso de su novela, de ahí el título, pero no me gusta como se justifica siendo consciente de sus errores. Habla de la culpa, y se redime, pero ¿se corrige?
"June grita que sólo escriben autoficción los señores aburridos y solemnes, y las señoras judías"
Aixa no es un señor aburrido y solemne y (creo que) tampoco una señora judía, pero ha escrito un libro de autoficción interesante. Quizás el único.
La cosa es que quizás no sea tanto autoficción como autoensayo. O quizás no sea tanto autoensayo como una especie de literatura-Twitter que combina el selfie con un hilo de reflexiones sobre el selfie. Y con una reflexión sobre el género. Y con una reflexión sobre las relaciones y la sociedad y las jerarquías y todas esas cosas tan postestructuralistas. Y con una reflexión sobre el propio acto de narrar, sin caer en El Lóbrego Abismo De Lo Meta.
Pensándolo en perspectiva, es terrible que hayamos tenido que esperar hasta 2019 para que alguien en España escribiera una novela propia del siglo XXI. Y es más terrible aún que ahora me parezca tan, tan evidente lo absurda que ha sido siempre la literatura de los señores que hablan sobre ellos mismos como si estuvieran aportando algo más profundo que masturbación literaria. O como si estuvieran haciendo algo originalísimo, aunque en realidad no sea más que una colección deshilvanada de anécdotas, ¿verdad que sí, Vila-Matas & Co?.
Conviene devorar de principio a fin y no resistirse, porque Aixa te atrapa con una escritura a medio camino entre lo académico y lo personal que no deja indiferente. Atravesada por varias experienciaa traumáticas personales (desarrollar una tesis doctoral, ver reflejos patriarcales en sus relaciones con mujeres, un joven matrimonio y divorcio) y otras ajenas (abusos sexuales a sus amigas, accidentes de coche, enfermedades), plasma en este libro una secuencia expiatoria, un elogio a la culpa. Repleto de referencias cultas, filosóficas, feministas, te lleva a preguntarte las mismas cosas que a ella le llevan a escribir este libro. Muy generacional, pero no para todos los públicos. Dosis de verdad e incongruencia: lo que somos.
¡Siento que he leído este mismo libro una y otra vez en voz de diferentes autoras, si vuelvo a caer en algún retrato de redención de mala feminista en el que se describa cualquier tipo de vivencia sobre drogas, cuerpo, género y/o violencia probablemente abandone la lectura para siempre! ¡Ya nos hemos confesado todas y Dios nos ha perdonado! ¡No puedo más, tengo que dejar Twitter de una vez!
PD: lo siento soy incapaz de parar de encontrarme a mí misma en las mismas historias la culpa es mía tengo una relación tóxica con las escritoras contemporáneas un poco igual que con la colección de héroes modernos de alpha decay, soy adicta pero me hacen mal :(
Brutal. Siento que todo lo que diga sobre este libro va a quedarse corto respecto a cómo me han hecho sentir las palabras de Aixa durante poco menos que 200 páginas. Su estructura puede resultar caótica, ofreciendo un paralelismo con el retrato de las vidas de una generación marcada por la precariedad y la inestabilidad, en la que todo está en continuo fluir, sin asideros firmes en los que sostenernos. La lectura de Cambiar de idea me ha dejado un regusto amargo, por la verdad que encierran sus páginas, una verdad que duele y molesta, en cuanto te ves reflejada con ella. No sé cuántos párrafos he subrayado y he releído, cómo de identificada me he visto en algunos pasajes. Me parece un ejercicio tremendo poner en pie algo como esto, desordenado, pasional, íntimo, de una forma tan elegante y sincera. Llegar al final y darte cuenta de cómo todo estaba conectado en forma de círculo ha salvado un último capítulo un poco confuso. Somos víctimas de un sistema estructural del que, afortunadamente y con esfuerzo, nos despertamos. Cambiamos de idea, pero las cicatrices de la experiencia seguirán siempre ahí, indelebles. Brillante.
• Insisto en que las barreras entre la crónica, las memorias, la autoficción y la ficción son inexistentes porque escribir es recordar y recordar es siempre un acto imaginativo. • Todavía no he encontrado la forma de narrarlo, pero me voy a encerrar hasta que me salga, • Escribimos para dejar constancia de quiénes éramos hace un instante, cuando nos sentamos frente al procesador de textos, y como no tenemos pistas, fabulamos. • Cosas que pasan. Material para esa novela de autoficción que no le debemos al mundo. • A los dieciocho entré en la edad adulta con un bautismo de aceite hirviendo mientras mi padre y ella estaban de viaje y me negué a avisarles. • Creo que necesito escribir lo que me ha pasado y no se ve, dejar constancia. Echo en falta a mi psicoanalista. • A veces somos parásitos de ficciones ajenas, nos apropiamos del pasado para que nos incluya. • Se expande un silencio telefónico sospechoso, de los que te obligan a comprobar que los datos móviles funcionan correctamente, que no hay incidencias técnicas. • Nunca soy más peligrosa que cuando me aburro. • Estudió unas oposiciones para auxiliar de justicia que le garantizaran un sueldo fijo. Eligió el aburrimiento. • No hay manera de enfrentarse a lo nuevo sin compararlo con lo conocido. • Anoche nació mi sobrina. He estado digiriendo la avalancha de fotos y muecas de un ser que apenas recuerda a nuestra especie • Mi primera menstruación no dolió. Pero al cabo de unos días vino mi madre con regalos y comida como para una fiesta de cumpleaños y dijo la frase más terrible: ya eres una mujer. • Nadie soporta la crudeza de un monólogo interior, lo que tu vecino piensa de ti, lo que tu país piensa de los inmigrantes, lo que los hombres piensan de las mujeres... • Alargo la mano hacia el teléfono móvil y comienzo a revisar mensajes no leídos, que es una forma de reincorporarse al mundo poco a poco. • Dije en el colegio que estaba muerto, que era marino y astronauta. Una compañera de parvulario me acusó de mentirosa y no volví a mentarlo. • O estás con ella o estás con nosotras. Escuché esa frase un año antes de que Bush se la apropiara. • Al igual que hay falsos suicidas, de esos que dejan la puerta del baño abierta para que alguien los rescate a tiempo, hay falsos fugitivos, escapistas que desaparecen para que los busquen. • El psicólogo me pidió que dibujara algo y dibujé un árbol, me preguntó qué quieres ser de mayor y dije escritora. • Yo nunca he llamado padre a nadie, a pesar de haber tenido dos. Cuando me paro a pensarlo es bastante loco. • También se interesaron mucho por mis voces travestidas, como si fuera sospechoso que conjugara con facilidad los pronombres que no me pertenecen, indicio de que no soy quien aparento. • Vestía siempre de chándal y escuchaba tecno salvaje de un walkman que ya era una pieza de museo. Solo se quitaba los cascos para ducharse, decía, porque le asustaba el silencio. • Por las mañanas, en el espejo con bombillitas del tocador, me miro y me veo arrasada. Una de mis neurosis recurrentes es que voy a envejecer pronto y mal por culpa de mis excesos. • Crecí rodeada de hombres porque las mujeres me daban miedo y no les perdí el miedo hasta que empecé a follármelas. • Mis problemas de etiqueta eran culpa de mi padre, que se encargaba de vestirme y llevarme al colegio por las mañanas y que nunca supo trenzarme el pelo ni hacerme una coleta digna. • En pleno apogeo etílico, todo el mundo habla de lo mucho que quiere escribir, pero nadie escribe. Surgen otros planes. Me ofrecen cocaína, por ejemplo, y mi atención se dispersa. • En el presente desde el que escribo, estoy mucho más nerviosa que dentro del texto, donde dibujo florecitas en el que será mi último cuaderno de estudiante y no reparo en que todo el mundo está a la espera de que haga algo. • Sospecho que el título de padre es como el título de doctor, vitalicio aunque mucho más fácil de obtener, sin el abono obligatorio de las tasas, sin exámenes y sin los cuatro años de dedicación en exclusiva que requiere una tesis. • El silencio que precede a mi respuesta huele a sangre, a la posibilidad de la sangre. Pero dejo que la bala me silbe junto al oído y encajo el comentario con la simpatía de una aspirante a Miss. • Estaba el puesto de tamales y tortas de La Roma, una plancha, una sombrilla y una mujer tan vieja como La Revolución que cada mañana generaba colas de cientos de ejecutivos y borrachos con el estómago rugiente.
Lo he leído del tirón, casi sin parar a respirar. Quizás por eso me ha dado esa sensación de que la narración va con prisa. Aún así me ha gustado mucho y el último capítulo, me parece sublime.
Empecé el libro con ilusión porque había leído "Las Herederas" de la autora y es uno de mis libros favoritos, pero este... Meh. Estoy un poco en shock después de leer el último capítulo, aunque hay otros que me han gustado. No sé, no está mal pero no es un libro que recomendaría.
solo necesitan escribir memorias quienes salen con el cuerpo ileso
Cambiar de idea de Aixa de la Cruz me sacó de un bloqueo monumental que atravesé durante el mes de mayo y me recordó lo mucho que me gusta leer autoficción. Lo devoré en cosa de dos días y me dejó un poso raro, de esos que te quedan cuando un texto es demasiado sincero como para manterle la mirada mucho rato. Me gustó especialmente cómo trata la autora el tema de la culpa y el victimismo.