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384 pages, Paperback
Published October 1, 2018
“Todos mis problemas. Por envejecer, por ser viejo, por estar solo como yo. Aislado. Sin nada que hacer aparte de mi escritura y la lectura y el ejercicio. ¿Qué clase de vida es esta?”Pese a ese deterioro físico, mantiene las ganas y la capacidad de escribir y, lo que para él llega a ser algo mortificante, el deseo sexual. Se siente estúpido, sórdido, masturbándose delante de la pantalla de un ordenador, o ridículo cuando alberga esperanzas de enamorar a una mujer mucho más joven (hay un capítulo en el que cuenta “Lo que es” de esa relación seguido de otro titulado “Lo que no es” en el que imagina más de una decena de posibilidades en las que tiene éxito). Pero el capítulo más conmovedor entre tanto capítulo conmovedor es aquel en el que imagina que su mujer y él no llegan nunca a enamorarse: la ve en una fiesta de navidad en casa de un amigo común, la sigue por toda la casa esperando la oportunidad de abordarla. Cuando por fin se decide y se acerca, otro hombre se le adelanta por segundos. “Perdérsela” es su título.
“A veces pienso que mi obra solo está destinada a ser escrita, no leída.”Este puede ser el gran secreto de la literatura de Dixon, escribir para sí mismo, disfrutar de lo que se escribe sin pensar en cuánta gente llegará a leerlo. Pero no deja de ser un gran misterio el hecho de que un autor de la talla de Stephen Dixon, tan original en la forma como interesante en el fondo, alabado y premiado por la crítica, apenas tenga lectores. Aquí aporto a la causa mi cuarto granito de arena.