Maten a Darwin es una desmesurada selva narrativa, desquiciadamente minuciosa y total. Los descendientes de Charles Darwin están obsesionados con encontrar la fórmula de la vida eterna . Sin embargo, y paradójicamente, al ser el resultado de una unión incestuosa , el linaje del famoso evolucionista parece destinado a desaparecer. Además, deben enfrentar el odio de los dos más grandes enemigos de Darwin: Dios y los herederos de Patrick Matthew, un sabio en maderas que se adelantara varios años a Charles en postular la teoría de la selección natural. Precisamente Dios -o un conquistador espacial disfrazado de Dios- ha llegado a la Tierra. Pero Joseph Ratzinger no permitirá que nadie usurpe su poder. ¿Podrá evitarlo? ¿Podrá vencer a Dios, quien se ha aliado con Bruce Willis, la reencarnación de Emiliano Zapata y la última heredera de Darwin?
Soy fan de los cuentos de Franco Félix, pero lo que más me gusta de él es su visión de la novela como algo que puede ser, más que una simple historia, un vehículo para la reflexión capaz de transgredir las fronteras de los géneros literarios. En este relato histórico y tompynchoneano hacen cameos Bill Murray, Bruce Willis y aquel papa con doctorado en filosofía y cara de satánico, ¿lo recuerdan? Además, cuenta con las conspiraciones demenciales de los rinofílicos, una secta apocalíptica que rinde culto a las narices exóticas.
Lo que no me gustó de Maten a Darwin es que sentí que le faltó más ambientación, especialmente a los parlamentos. Acotaciones, al menos, para hacerla más narrativa.
Aunque la trama resulta absurda y, a veces, algo improvisada, este es sin duda un interesante ejercicio de escritura. Las distintas voces narrativas mantienen al lector atrapado en la mente de los múltiples personajes. Sin embargo, esta misma experimentación puede resultar confusa si se desatienden fechas, lugares o pequeños acontecimientos que, de primera, pudieran resultar irrelevantes.