Degenerado es la historia de un proceso judicial. Empieza una noche gélida cuando un hombre se dispone a hacerse un té y leer después de una larga jornada. Pronto lo distraen las luces de gendarmería: fuera de su casa los vecinos se agolpan, y, a medida que corre el rumor de que el hombre es un pedófilo, se arma una batalla campal. A los animales del corral, por su parte, no les interesa saber si el vecino es o no es un pedófilo: quieren comer, abrir la boca y que el dueño les eche algo. Mientras, algunos vecinos ya piden la cabeza del hombre: como en las plazas públicas, sacan fotos al condenado, y los chicos son alzados sobre los hombros. La madre del acusado está ausente, está presente, es testigo: ese es siempre el drama del amor materno. El acusado acepta pelear hasta el final contra todo y contra todos, porque ¿quién está seguro de haber cometido un error? ¿Quién se puede autoinculpar? En la noche estrellada, ¿dónde empieza el criminal y dónde el hombre honesto?
Degenerado podría ser el cuento de un borracho o de un hombre que recuerda la guerra, pero sucede en tiempos de paz, en plena democracia capitalista. Degenerado, es, pues, un laberíntico y sórdido monólogo pronunciado con un hilo de voz: el hilo de voz entrecortada de un hombre que, enfrentado a una sociedad que le pide que sea alguien, que exista, le devuelve lo peor de que es capaz.
Español/English ~~~ Ariana Harwicz nació en Buenos Aires en 1977. Estudió guión cinematográfico en el ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), dramaturgia en el EAD (Escuela de Arte Dramático) y completó sus estudios con una licenciatura en Artes del espectáculo en la Universidad Paris VIII y un máster en Literatura comparada en La Sorbona. Matate, amor, es su primera novela. ~~~ Compared to Nathalie Sarraute, Virginia Woolf and Sylvia Plath, Ariana Harwicz is one of the most radical figures in contemporary Argentinian literature. Her prose is characterized by its violence, eroticism, irony and direct criticism to the clichés surrounding the notions of the family and conventional relationships. Born in Buenos Aires in 1977, Harwicz studied screenwriting and drama in Argentina, and earned a first degree in Performing Arts from the University of Paris VII as well as a Master’s degree in comparative literature from the Sorbonne. She has taught screenwriting and written two plays, which have been staged in Buenos Aires. She directed the documentary El día del Ceviche (Ceviche’s Day), which has been shown at festivals in Argentina, Brazil, Cuba and Venezuela. Her first novel, Die, My Love received rave reviews and was named best novel of 2012 by the Argentinian daily La Nación. It is currently being adapted for theatre in Buenos Aires and in Israel. She is considered to be at the forefront of the so-called new Argentinian fiction, together with other female writers such as Selva Almada, Samanta Schweblin, Mariana Enríquez and Gabriela Cabezón Cámara.
Es de esos libros que me incomodan tanto que me dejan una expresión de asco en la cara y en la mente. Es la segunda novela que leo de la autora )la anterior fue Mátate, amor/) y este se me hizo más fácil, lo leí en dos horas. Degenerado nos sitúa en la mente de un hombre acusado de pederasta y el proceso judicial que vive desde la denuncia a la sentencia. La verdad es que ayer aún no lo tenía claro, por eso no le puse estrellas ni profundicé en la reseña. Estaba un poco en shock, pero hoy me siento mejor jajaja De todas formas, me gusta mucho cómo la autora rompe la estructura del lenguaje, porque se vuelve un desafío leerlo y si bien al principio puede ser confuso, terminas siguiéndole el ritmo. No sé si tendrá nombre ese recurso, pero me pareció súper interesante. En cuanto a la temática, es algo difícil de digerir y es lo que me dejó asqueada. Sentía que no quería estar dentro de la mente de ese hombre, me agobiaba y aunque en algún momento casi sentí empatía por él, las justificaciones por sus actos y su forma de ser, no logran convencerte y tampoco creo que realmente sea el objetivo. Es un libro que aborda temas complejos y te invita a reflexionar sobre la responsabilidad social en la creación de "monstruos", en el origen de la "maldad" y cómo el sujeto de "lo perverso" cambia según la época. Leí una entrevista donde la autora habla sobre la importancia de escribir sobre lo políticamente incorrecto, de ahondar los pensamientos más aberrantes del ser humano y no caer en la censura en la literatura, porque eso sería aniquilar parte de lo "humano". En fin, tengo una opinión ambivalente, pero parece que me gustó.
Tal vez el que haya leído hace muy poco Matate, amor haya influido en mi valoración, pero me pareció bastante por debajo de la anterior. Se reitera el lenguaje iconoclasta, aunque ahora cambia la perspectiva: desde un lugar socialmente muy apreciado (madre, esposa, aunque renegando de esos roles) a uno despreciado, el de pedófilo. Al decir de Elizabeth Roudinesco, una de las figuras que en la actualidad ocupa el lugar del "perverso". Me parece que en este caso se reiteran ciertas fórmulas que aquí lucen menos, y además el referente se desdibuja más y eso creo que distancia un poco al lector. La crítica social sigue estando presente, hay pasajes interesantes, pero el conjunto no estuvo a la altura de lo que esperaba.
Quise conocer la prosa de esta autora, y decidí empezar por Degenerado, un libro del cual había escuchado cosas bastante buenas. Y en efecto, en términos de calidad literaria, el libro es buenísimo. Pero la temática es difícil de digerir, en mi mente todo me daba pelea para que parara con el libro porque es repugnante el nivel de descripción que contiene sobre una atrocidad tal como la pedofilia.
Es una novela que me ha costado leer, a pesar de ser breve. Y no (sólo) por el tema, sino también por el tratamiento formal que le da la autora, que a mí no me ha gustado.
Básicamente es un monólogo intererior, un flujo de conciencia de un anciano pedófilo que se enfrenta a un juicio por la violación y asesinato de una niña. Tema escabroso, pues: 'en la mente del asesino'. Se trata de un personaje complejo - cómo no - que va exponiendo sus heridas por la relación con sus padres, sus traumáticas experiencias por la guerra y su vocación musical frustrada. Al mismo tiempo lanza soflamas contra la hipocresía social y el control que se ejerce sobre la expresión de las distintas formas de la sexualidad.
El estilo me ha resultado recargado, con una prosa poética prescindible la mayor parte del tiempo, que lo único que hace es añadir oscuridad a la historia, con lo cual el personaje queda desdibujado y borroso detrás de un batiburrillo de palabras.
Tiene momento interesantes y es obvio el esfuerzo de la autora por crear una historia profunda e iconoclasta, pero creo que el conjunto no acaba de funcionar.
Mientras más pienso en este libro, más me pregunto por qué le puse dos estrellas y no una. Debe ser porque es corto y sólo me robó dos horas de lectura. Una novela de ideación pedófila, tras cuya lectura dan ganas de lavarse con jabón Zote para sacarse la sensación de desagrado.
«La mente es como un trineo inmundo que nos arrastra por malos caminos dejando huellas para que nos atrapen» Página uno, primera frase. El libro trata sobre un hombre ya viejo, inmigrante, sobreviviente de una guerra, pedófilo y asesino. Los vecinos lo encierran, el hombre es trasladado a la cárcel, y el libro es un monólogo que mezcla diálogos, recuerdos y alucinaciones; muy al estilo de Ariana Harwicz. La amalgama puede ser un poco complicada de entender y hasta demasiado intensa. Muchas veces me perdí con las referencias y alucinaciones, pero a diferencia de "Matate, amor", volví más fácilmente a la historia y me quedé más tranquilo. Pero hago la advertencia: estas 124 páginas pueden sentirse como un túnel demasiado oscuro. Creo que siempre hay algo que se escapa, porque aparte los personajes de Ariana siempre son muy inteligentes y uno no lo es tanto.
¿Por qué hay que leer el libro? Ariana Harwicz escribió en su twitter (perdón Ariana por traer esos dichos hasta acá) que una literatura que no ofendía a nadie era un oxímoron. Y justamente de eso se trata el libro. El testimonio de este tipo no es una declaración de arrepentimiento, sino más bien una mirada de odio hacia todas las estructuras de la sociedad. Hacia los padres, hacia la infancia, hacia el amor, hacia la civilidad, hacia el deseo, hacia la familia, hacia el sistema judicial, y sobre todo hacia la moral. «El mundo es un chiquero de amor». Eso dice. Él no se piensa a sí mismo como un inocente, pero piensa a todo el mundo como un culpable. Y ahí está la gracia, que el villano tenga algo de razón.
No es mi tipo de libro. Una de las características del lenguaje es que presenta una serie de reglas que para poder transmitir un mensaje y que este se entienda. Romper dichas reglas abre la posibilidad de que no sepan de que hablas. Harwicz ha decidido que estas reglas no son válidas y se limita a escupir palabras como lo haría un demente. Es la antiliteratura en su extremo y personalmente no me ha gustado nada. Tampoco me ha gustado su excesivo uso de las palabras obscenas, ni sus manerismos... ni nada.
Me gustó más que nada el principio de la novela. Después, como es un poco más de lo mismo, no sentí que estuviera aportando mucho más. Está estructurado cómo monólogo del personaje, que habla de sí mismo, de su familia, de quienes lo acusan, entre otros, y eso al principio ayuda a generar un clima intenso, pero creo que después se va diluyendo, aunque no sé bien por qué Entiendo el juego que hace la autora con el lenguaje y lo valoro, pero quizás este no sea su mejor trabajo.
Es el tipo de narración torrentosa que casi nunca esperas que funcione, pero cuando lo hace es un balazo a la cara. La voz de un pedófilo irredimible que nos da un paseo por un infernal e hipnótico laberinto de recuerdos, plagados de descripciones sórdidas y razonamientos retorcidamente lúcidos sobre la naturaleza criminal. No tiene desperdicio. Apuctamadrante.
Un fluido venenoso, invisible, indiferenciado, que acecha, ataca y mata. Penetra por cualquier hendidura que encuentre. O la genera para poder entrar y destruir. Es la muerte que prolifera como la vida en un orgasmo exponencial. Así es la condición humana que intuye Harwicz. Dionisíaca, homicida, implacable, aunque esté bajo siete llaves en la mayor parte de nosotros, los decentes, la sociedad civil, los ajustados al orden social. Como el estado de naturaleza de Hobbes. Como Adán y Eva expulsados del paraíso en el prólogo de esta masacre que es la historia de la humanidad. Por eso sus temas son terribles, por eso su narración tiene que ser breve, entrecortada, insoportable. Por eso intoxica como un mal viaje. Pero son esos mismos infiernos los que marcan el talento de Harwicz. Algo pudo ver. Claro que nadie puede saber si es verdad lo que vio. La visión mística de otro es de otro. Y es una visión. Su talento está en que logra escribirla. O que se escriba sola. Maquinal, “Lo que escribe uno no lo escribe” (p. 91) dice el degenerado con gramática rota. Es un verso infernal. Es la voz rusa que habla en la literatura de los formalistas. Harwicz satura su narración de versos en prosa que cortan cualquier continuidad, pero a la vez la sostienen. Son sus número primos o sus cortaduras de Dedekind. El final del libro casi lo arruina. No hacía falta esa frase porque ya estaba dicha. En la monstruosidad del degenerado y en la forma. Con fondo negro y letras rojas y música atonal, “Si ahora mismo empezara a matar gente no quedaría nadie vivo” (p. 124). Hacía falta algún remate, Ariana, pero quedó un poco teenager.
Si tuviera que definir este libro con una palabra, la misma sería: confuso. Por momentos, en su desarrollo, surgen pasajes que contienen ideas interesantes, fragmentos que definen la naturaleza humana con gran destreza, y llaman a su relectura inmediata para ahondar en profundidad reflexiva. Pero es una novela que se sufre, y no por su temario: abominable, sino por su escritura densa, descriptiva hasta el hartazgo, digresional más allá de lo soportable; entre varias contras que paso de escribir, porque tienen similar connotación. Posiblemente haga el experimento cultural de leer esta novela dentro de una década, para averiguar si me estoy "equivocando" y siendo muy duro con ella. Quizás no elegí el mejor momento para su lectura... Por el momento, me queda la sensación de que no conecté del todo con la trama. Una lástima por muchos motivos.
Una fría noche un hombre ve su casa rodeada por gendarmería y decenas de vecinos. Lo acusan de pedófilo y claman por venganza. Mediante este monólogo desordenado, que salta por momentos de su infancia, su detención y el juicio, el acusado cuenta como llegó hasta ahí y como se vive cuando la presunción de inocencia desaparece.
1.5 sólo por los aforismos, las frases efectistas y las oraciones subrayables (que más parecen tuits incrustados)
Malísima. No hay mucho que comentar.
Como siempre, el tema es perfecto: un anciano acusado de pedofilia y feminicidio que, desde la cárcel y a la espera de la sentencia final, aunque a veces también ya desde la tumba, se manda con un larguísimo monólogo sobre su vida y las razones por las que lo acusan. En el camino, recuerda que quiso ser pianista, tenia el talento, pero que por ir a la guerra (al parecer era un soviético de la generación que liberó Berlín de los nazis) se transtornó y vio todo y creyó que después de eso, cualquier cuerpo era solo eso, un cuerpo.
Pero la ejecución del tema es pésima. ¿Cómo es posible que alguien que escribió «Mátate, amor», novela de un estilo irregular pero que por ratos parecía una joya pura, y que en «La debil mental» se lució a partir de la mitad , definiendo aún más ese estilo único, brillante en sus mejores párrafos, colmado de lirismo y humor negro y la palabra exacta y la puñalada precisa, pudo haber caido tan bajo, destruyendo tan horriblemente su propio hallazgo, su propio tenor, su propio ritmo, volviéndolo una caricatura artificiosa, cacofónica, estéril, desesperante y aburrida?
Lo mismo que ese meme del caballo perfectamente dibujado en la cabeza y apenas bosquejado en la cola, que sirvió para ejemplificar la evolución por temporadas de «House of cards», aplica aquí para comprender la deriva del estilo de Harwicz entre su primera novela y esta.
Atiborrada (sí, esa es la palabra: atiborrada) de tanta palabreria, «Degenerado» es un ejemplo perfecto de lo que ocurre cuando se confunde escritura automática con experimentación o innovación. Aquí los intentos por dar cuenta del horror de «el placer de violar», en lugar de ir y perforar los últimos límites de hipocresía o sentido común del personaje, e ingresar libremente a su intimidad más oscura (como Harwicz lo hace con destreza en sus dos primeras novelas), es decir, en lugar de perfeccionar lo que sabe y avanzar hacia algo mucho más complejo y arborescente, que no se detenga en el puro deseo sexual o en la nostalgia o en el crimen, sino que vaya hacia lo moral, hacia lo moral puro (por algo su personaje es un hombre que ha violado ¿no?), decide escabullirse en el peor de sus errores: la construcción indiscriminada de imágenes poéticas que, como el peor barroco del siglo XVIII, infestan, contaminan y destruyen el hilo narrativo hasta lo ridiculo. La mejor palabra que he encontrado para describir esa plaga es la pelusa. Una novela colmada de pelusa, embadurnada de pelusa.
Y lo peor: por ratos a Harwicz se le presenta el camino clarísimo, límpido, incluso vuelve a sonar la música, pero no lo aprovecha, nunca lo aprovecha, pasa la salida ante sus ojos y no hace nada, más bien insiste en lo otro, en esculpir tercamente un pedazo de arena mojada.
El único oro aquí, aparte de algunas frases, es la última oración. Es lo único rescatable, lo único bueno. El resto, a pesar del intento de escandalizar (que por ratos funciona), es un bluff.
Por lo demás, me gustó la denuncia explícita (y por lo tanto extraliteraria) de la doble moral occidental, de hipocresía de la correcciín politica contemporánea (y más precisamente, parisina), que siempre cubre de oveja al azorado lobo.
Y como dije en un progress report, antes que releída, esta historia merece ser reescrita. Reescrita por Harwicz o por quien se atreva, que el tema siempre es de todos, sólo el estilo no.
No más comentarios. Decepción total.
- En una apropiación personal, y habiendo leído «Mátate, amor», «La débil mental» y «Degenerado» consecutivamente, rescato tres símbolos que me han dejado muchas reflexiones y muchas ideas. Adjunto aquí una pequeña lista:
• Mátate, amor (2012) ➡️ el bosque y el ciervo
•La débil mental (2014) ➡️ las teclas y la hierba
•Degenerado (2019) ➡️ la niebla y los perros
Me falta «Precoz», pero hasta que la consiga, suficiente con la prosa de Harwicz por ahora.
- Si a pesar de todo quieren probar qué tal, léanla con un buen vaso de whisky (lo van a necesitar para sobrellevar la paciencia que requiere)🥃 y escuchando los ocho movimientos de Kreisleriana op.16 de Robert Schumann (que la misma Harwicz incluye aquí y que, al menos al tema, creo que le va bien) 🎶
Justificarse más que revisarse. Esa es la impresión que el narrador de la historia me ha dado en todo momento: «Son las víctimas las únicas que no son abandonadas, a las únicas a las que escucha este siglo, a condición de que sean víctimas ideales. De que sean sus víctimas. El sistema las designa y nosotros compramos». 🥀 De ahí que me sintiese plenamente identificada con la jueza cuando dice aquello de: «Dígalo, admítalo, no hizo nada por no ser un monstruo». 🥀 Sin embargo, hay que reconocer que en esa prosa trepidante, de todo menos políticamente correcta (en algunos puntos me ha recordado a la Nati de #CristinaMorales en #LecturaFácil), suelta ideas que nos pueden explotar la cabeza: «El bien puede ser terrorífico y, el mal, redentor. El bien puede ser nocivo, culpable y el mal ayudarnos a sobrevivir». 🥀 Todos podemos, en algún momento, convertirnos en aquello que rechazamos y condenamos. Si eso no sucede con más frecuencia es por el miedo: «Lo que hay en el fondo es miedo a la policia, el miedo, la gran pasión del hombre, es lo único que lo frena». 🥀 Tengo respecto a «Degenerado» una opinión ambivalente: por un lado me ha horrorizado por su historia, por ese (presunto) pederasta, por lo terrible del caso. Pero por otro, no dejo de admirar el ejercicio estilístico que la autora ha hecho en este libro, el monólogo potente, la ruptura de las fronteras voz-tiempo. Todas estas técnicas estilísticas así como la brutalidad de la narración, nos hace ponernos frente a nuestros demonios, revisarnos como sociedad y como individuos, pensar de una manera distinta. 🥀 Creo que me resulta difícil formarme una opinión clara con un solo libro de ella. Por ello, más adelante, cuando haya procesado esta lectura, iré a por lo que @nanichina me ha dicho que es su «trilogía de las pasiones». #ArianaHarwicz #Degenerado #librosquezarandean #leoautorastodoelaño #narrativaargentina
>> hay que escribir contra la Historia, hay que hablar contra la Historia, contra los jueces que designan la Historia, hay que escribir todo al revés. La gente de la que uno no se imagina nada es capaz de cosas inimaginables y al revés...
Estoy con una sensación muy extraña escribiendo esta reseña. Acabo de terminar el libro y me siento molesta, desganada y al mismo tiempo, aliviada de haber llegado al final. "Degenerado", título del libro y calificativo inevitable del personaje principal es el soliloquio de un anciano acusado de violar a una bebé. Ya de entrada, te topas con un tema que causa repulsión y rechazo. Esto se va incrementando a medida que entras -ineludiblemente y de forma casi asfixiante- en la mente del sujeto: quisieras no saber nada de él, pero el texto te lo mete por los ojos y te perfora la cabeza. Esos deseos más bajos, esas conclusiones sombrías, el narcisismo y la maldad no te dejan avanzar con facilidad. Estuve en varios momentos a punto de dejarlo, "no más, por favor".
Pero no para. Porque te muestra tanto a ese personaje, que también vas a conocer su historia familiar. Las historias rotas de padres e hijos: "haber sido hijo de dos que me llevaban para cometer atrocidades me vio este que ven". Entonces, llegas a otra razón de incomodidad: ¿vas a empatizar con su historia o vas a centrarte en el horroroso hecho que lo tiene donde está?, ¿cuánto realmente queremos conocer de la vida de los asesinos, violadores, secuestradores, etc.?, ¿es acaso la superioridad moral la que nos da la posibilidad de enjuiciar, o son sólo las leyes? Para el "degenerado", los otros son sólo un títere de la legislación que, a toda costa, deben hallar un culpable. Difícil, eh?
Ariana dijo en una entrevista: "¿Cuán cerca está mi mente de producir pensamientos que serían aberrantes? entonces, eso me interesa del ser humano. No juzgarlo".
Tenía muchas expectativas sobre Ariana Harwicz, pues había escuchado grandes comentarios sobre su obra. Y, en efecto, las expectativas se cumplieron pero no en la manera en la que se esperaría. Me explico, no esperaba encontrarme con un texto sublime o maravilloso (que no lo es), sabía que había algo (o bastante) escabroso en su escritura. Sin embargo, lo que en realidad era una expectativa silenciosa era más bien estilística y con el uso del lenguaje, que me parecía haber leído algo sobre ello, o quizás intuido. Y es que creo que el valor de esta novela radica en la experimentación con la lengua y las formas narrativas. El recurso del flujo de conciencia usado para dar voz a la mente del personaje está en subordinación a la construcción de las palabras y sentidos. No es simplemente asistir a la cabeza/conciencia de un pedófilo y asesino, sino a la representación narrativa experimental de esa conciencia, que es casi como un eco que recoge tanto el fluir de su pensar como lo que observa desde la voz de los otros, las reminiscencias del pasado, las referencias históricas y políticas (como pinceladas amorfas) y lo que sucede en el momento mismo: su juicio en el que es declarado culpable de la violación y asesinato de una niña. Una novela irregular (no como calificación sino en tanto su estructura de lenguaje), perturbadora, con pasajes destellantes de cierta genialidad del oficio narrativo y con momentos que simplemente causan extrañeza y grima.
Un hombre es acusado de haber violado y asesinado a una niña. Lo que le sigue es un torrente en el que es fácil perderse, una prosa de ritmo tremendo, un flujo de conciencia en el que se mezclan presente y pasado y lo que dice y piensa y recuerda el protagonista y lo que le dicen y hacen quienes lo rodean: vecinos, gendarmes, jueces. El protagonista es un hombre culto y de ideas violentas, un vecino querido y un viejo indecente, un sobreviviente de una infancia atroz y un agresor en potencia, víctima y victimario, humano al fin y al cabo, aunque uno sin miedo de revelarse terrible, ¿pero es culpable de lo que se lo acusa? Porque, considerando todo lo que confiesa, todo lo que ha vivido y lo que le han hecho, todo lo que admite que haría si pudiera, ¿por qué negaría haber cometido un crimen si este ni siquiera lo conmueve?
Harwicz es una narradora de una potencia arrolladora. Incómoda, violenta, poética, musical. No siempre es fácil seguirle el ritmo. No es la primera vez que salgo de un libro suyo pensando que la manera más adecuada de enfrentarlo, de entenderlo más allá de la intuición, sería volver a empezarlo de inmediato.
Harwicz incursiona en la mirada de un supuesto pedófilo asesino que mediante un discurso punzante enfrenta y desafía a la sociedad. La premisa seduce para adentrarse en un monólogo que podría ser funcional- salvo cuando el acusado se refiere al crimen en cuestión- a casi cualquier otro individuo. Las declaraciones del protagonista son una intensa sucesión de palabras que a veces (intencionalmente o no) esquivan una linea de coherencia contextual pero conforman una narrativa potente en la que hay que despojarse de subjetividades para digerir. No reivindica al acusado, no lo justifica, lo acepta como real. No cae en cinismos vacíos pero tampoco deja reflexiones inmediatas. Incómoda, polémica y de una prosa poética inigualable.
De los libros de Harwicz es el que menos me gustó. Me encanta su estilo y creo que mi valoración va más por ese lado, aun así llega un momento en que se me hizo largo incluso para lo breve que es. El protagonista es un pederasta, acusado de abuso y asesinato de una menor, que pretende justificar su accionar (aunque en realidad nunca lo admite, ni lo niega) criticando la falsa moral social, entre otras cosas. No me gustó, la verdad. Esperaba otra cosa? No lo sé. Pero la intensidad y la tensión de sus otras novelas no estaba presente en esta.
Nosotros estamos acabados, fruncimos la pera, nos rascamos como gorilas delante de los espejos y saltamos excitados al ver porno pero el esperma es llanto, pobres hombres.
Primer libro que leo de Ariana Harwicz. Sabía que me encantaría, por sus tuits y las entrevistas que hay en YouTube. El aura y la actitud siguen importando en el arte, y ella va sobrada de ambas. Lectura hipnótica. Una novelista de ficción transgresiva que quiere ser una literatura en ella misma y no una mera escribidora más, una escritora suigéneris y no una escritora del, por decirlo con Pizarnik, «fuimos a tomar un café con leche» (que es lo que se lleva en la joven literatura femenina hespañola, a todo esto [Dávila, Abreu, Jenn Díaz & company]).
Ahora me quedan sus otras tres novelas, Desertar y ojalá que publique algo nuevo este año también.
Fue difícil dejarse llevar a la mente de alguien que representa una serie de perversiones, que entra en ellas mostrando detalles escabrosos. Fue agotador entrar en esa corriente de la conciencia, pero una vez dentro solté el querer entender y opté por seguir el torbellino. El ejercicio es interesante, provocador, reflexivo. Si la autora tenía como objetivo transgredir, lo logró con creces. Ahora, me debo recuperar.
La literatura de Ariana Harwicz es un gran hallazgo. Es potente, subversiva, provocadora, no tiene miedo de decir lo que dice, es sórdida, es arriesgada y es muy inteligente.
Al igual que en "Matate, amor" este libro está compuesto por varios bloques en general pequeños, no como tal capítulos sino más bien como secciones o mini secciones. No avanza necesariamente de manera cronológica, sin embargo esto no hace que uno se pierda porque a cuenta gotas va dando detalles para que el lector (aunque se vaya brincando en el tiempo) pueda armar bien el rompecabezas.
La historia es en realidad muy sencilla, un hombre asesina a una niña y se encuentra en el proceso de ser juzgado. En el libro hablan los testigos en una manera impersonal que parece que apela a una comunidad y a nadie al mismo tiempo. Y en el proceso del juicio mediante brincos para atrás y para adelante en el tiempo nos vamos enterando de la vida de este personaje juzgado.
Es un libro que deja en shock, que taladra; su sinceridad y su desnudez, así como su lenguaje descarnado son cosas que arraigan en la memoria.
Un hombre acusado de pedófilo. Su casa rodeada de vecinos con él dentro. Claman justicia. Quieren venganza. Mediante una narración desordenada a modo de monólogo lleno de retorcidos razonamientos, saltando de un punto a otro de su vida, iremos conociendo de qué forma ha llegado el protagonista hasta aquí. Narrativa nerviosa, punzante, descarada. Una historia desconcertante, amarga, un tema difícil de digerir y con una fuerza apabullante. Crítica social presente. Harwicz te folla la mente con cada palabra, con cada frase. Muy kafkiano todo. Una locura de novela. Todavía estoy descolocado.
"Algunos padres solo quieren a sus hijos cuando son infantes y todavía mantienen alguna ilusión de que serán alguien, que los podrán salvar, sacar del fango, cuando se dan cuenta de que eso no va a pasar, pierden todo interés, incluso los odian por el tiempo que invirtieron durante cuarenta, cincuenta, en el peor de los casos, sesenta años Estoy seguro de que uno de los dos saca la calculadora y hace cuantas rápidas de lo que le costó. Estoy seguro de que si pudieran, si hubieran tenido la posibilidad, si nadie los hubiera vigilado, si no contara en ningún informe, si no hubiera papeleo, los tirarían de la ventanilla al vacío rocoso o los depositarían en esos cajones modernos y calientes."