«Nunca más volveré a ser feliz», musita Dana en el asiento trasero del coche familiar, sin reparar en que piensa en voz alta. Al oírlo, Dave, su marido, siente que ambos están a punto de perder todo aquello que una vez desearon: sus años de apacible matrimonio, tres hijas, la próspera clínica dental que comparten. Ahora Dave está convencido de que Dana se ha enamorado de otro hombre y, de manera inesperada, decide que la mejor manera de salvar su relación es evitar que su esposa descubra que él lo sabe. En La edad del desconsuelo, Jane Smiley narra con asombrosa autenticidad los ritmos de lo cotidiano y cómo de pronto se ven sacudidos por una emoción inesperada, dando lugar a situaciones tragicómicas y a una demoledora meditación sobre la vida en pareja, la pérdida y la infelicidad.
Jane Smiley is a Pulitzer Prize-winning American novelist.
Born in Los Angeles, California, Smiley grew up in Webster Groves, Missouri, a suburb of St. Louis, and graduated from John Burroughs School. She obtained a A.B. at Vassar College, then earned a M.F.A. and Ph.D. from the University of Iowa. While working towards her doctorate, she also spent a year studying in Iceland as a Fulbright Scholar. From 1981 to 1996, she taught at Iowa State University. Smiley published her first novel, Barn Blind, in 1980, and won a 1985 O. Henry Award for her short story "Lily", which was published in The Atlantic Monthly. Her best-selling A Thousand Acres, a story based on William Shakespeare's King Lear, received the Pulitzer Prize for Fiction in 1992. It was adapted into a film of the same title in 1997. In 1995 she wrote her sole television script produced, for an episode of Homicide: Life on the Street. Her novella The Age of Grief was made into the 2002 film The Secret Lives of Dentists.
Thirteen Ways of Looking at the Novel (2005), is a non-fiction meditation on the history and the nature of the novel, somewhat in the tradition of E. M. Forster's seminal Aspects of the Novel, that roams from eleventh century Japan's Murasaki Shikibu's The Tale of Genji to twenty-first century Americans chick lit.
In 2001, Smiley was elected a member of The American Academy of Arts and Letters.
Dave y Dana tienen 35 años, tres hijas y una clínica dental donde trabajan los dos. Tienen la vida encarrilada con trabajo, casa, hijas y una relación cómoda en la que navegan la vida. Smiley retrata a la perfección ese momento, que yo pasé, en el que no sabes bien que te pasa pero sientes un desconsuelo, una tristeza, una especie de angustia vital y te encuentras pensando ¿qué estoy haciendo? Yo siempre cuento que cuando tenía dos hijas, una de dos meses y otra de veinte, una casa maravillosa a la que nos acabábamos de mudar y un buen trabajo, un buen día empecé a llorar en el salón de mi casa. Allí me encontró el Ingeniero. «¿Qué te pasa?»«Pues a ver, tengo 32 años, dos hijas, una casa, un trabajo, nosotros, ¿y ahora qué?» El me miró muy serio y me dijo: «una plaza de garaje». No lo hizo con mala intención, simplemente él no había llegado aún a la edad del desconsuelo.
Es una novela que se lee del tirón, la empiezas y no puedes dejarla. Y es una novela que, probablemente, si tienes veinticinco no te guste o te deje indiferente. Para mí es también muy interesante que Smiley haya decidido contarlo desde el punto de vista de un hombre y como explica algo obvio que no está de modo decir: en una pareja hay cosas que no se dicen aunque se sepan porque no se quieren decir, porque en el momento en que se verbalicen empezarán a vivir entre las paredes de esa casa, de esa relación y será más difícil vivir con ellas que simplemente aceptarlas como fantasmas.
«Tengo treinta y cinco años y creo que he alcanzado la edad del desconsuelo. Otros llegan antes. Casi nadie llega mucho después. No creo que sea por los años en sí, ni por la desintegración del cuerpo. La mayoría de nuestros cuerpos están mejor ciudado y más atractivos que nunca. Es por lo que sabemos, ahora que -a nuestro pesar- hemos dejado de pensar en ello. No es solo que sepamos que el amor se acaba, que nos roban a los hijos, que nuestros padre mueren sintiendo que sus vidas no ha valido la pena. No es solo eso, a estas alturas tenemos muchos amigos o conocidos que han muerto, todos, en cualquier caso tendremos que enfrentarnos a ello, antes o después».
Interesantísimo el debate que nos propone aquí J. Smiley, con ese hastío que se produce a cierta edad en que se desgasta la vida de pareja, los hijos juegan su papel de desestabilizadores y se da ese desconsuelo que en varias ocasiones usa la autora. Yo creo que sería más apropiado usar el término DECEPCIÓN.
La autora nos platea el debate desde la mente del hombre, del marido que es el narrador. Sólo diré que es un tipo bastante peculiar, un tanto frío. No sé si muy norteamericano o muy racional, pero muy templado. Ella tampoco es que sea cálida. La infidelidad...tremendo tema.
He encontrado algunas cosas que me fallan en cuanto a la pretensión que creo que tiene la novela: principalmente la extensión. Con 100 páginas es difícil entrar en una cuestión de desgaste de pareja, con personajes complejos, como somos las personas, y perfiles o actitudes cambiantes de los protagonistas. Aquí los cambios en la historia parecen un poco volantazos de la autora, al menos para mí.
"¿Sabes? Siempre he creído que un hombre que tiene esposa y amante lo tiene todo, pero una mujer con marido y amante...no da abasto -dijo ella- Después se rió y continuó. Quiero decir ¿de donde saca tiempo para el amante ¿habla con él desde el teléfono del supermercado con dos señoras mayores esperando para llamar a un taxi y dos niños dando berridos en el carrito de la compra?"
Este párrafo resume para mí el sentir de la autora en esta historia que nos pretende desarrollar. De hecho lo repite en dos ocasiones, en la pag. 35 y hacia el final del libro. Se le podría dar una traducción o explicación más gráfica, pero yo no me atrevo para que nadie me acuse, y en todo caso lanzo el reto a quien quiera proponer ¿que quiere decirnos aquí Smiley?
Novela breve que pone sobre la mesa la infelicidad, la desilusión, la crisis existencial y el vacío más allá de una agenda repleta de situaciones cotidianas.
El narrador nos cuenta muchas cosas, la autora nos esconde muchas otras... y el conjunto me ha parecido que funciona bien e invita a la reflexión.
Lo que fuimos frente a lo que somos con el miedo a lo que seremos siempre acechando.
Escenas de matrimonio deconstruido 💔. ¡Buen finde a tod@s!
La historia que cuenta La edad del desconsuelo es íntima y cercana. Habla de la cotidianidad en pareja, de los hijos y de la infidelidad que parece inevitable, ya sea en la orilla de la víctima o en la de victimario.
La autora consigue que sintamos el día a día de Dave con cierta ambivalencia: por un lado, la pasmosa y gris rutina, por el otro, el encanto de lo conocido, de lo que se ha mirado tan de cerca y asiduamente que se puede captar su esencia, su belleza.
La rutina que aprisiona contribuye a la infidelidad de Claudia, ella no lo dice, pero Dave lo sabe, porque el conocimiento del otro puede alcanzar niveles que permiten intuirse, saberse y decirse sin palabras. Dave tampoco quiere que Claudia lo reconozca, prefiere la zozobra del silencio antes que la desolación de una confesión. Cuando lo construido y lo cierto peligran, hay quienes reprimen los celos por temor a perder lo que se ama. Dave es orientado por ese temor, su voz nostálgica es la que le da vida a la historia.
El tono de la narración es de una melancolía conmovedora, no hay grandes acontecimientos, sí muchos recuerdos y reflexiones. Esta última es la mejor parte, las bonitas reflexiones con las que te vas encontrando.
Sin ser extraordinaria la lectura resulta agradable. Lamentablemente tenía altas expectativas que no se cumplieron, así que mi valoración no es la más alta.
Jane smiley escribe este libro desde una voz masculina, a veces desde un narrador en tercera persona, aunque en contadas ocasiones. Sin capítulos, con muy pocos diálogos, una narración ligera, rápida, sin complicaciones. Y es capaz de transmitir un sinfín de emociones fruto tanto de las vivencias del protagonista, como de los personajes que están a su alrededor. El tono melancólico, triste acompaña toda la lectura. Vivir con el miedo a perder, dudar de la persona que quieres sin atreverte a expresarlo, conocer el amor a través de seres de menos de un metro, esa entrega a la vida familiar en la misma proporción que el miedo a que todo se desmorone. Me ha gustado mucho, aunque he de reconocer que he esperado un desenlace diferente, otro final.
Releectura. Me ha gustado mucho más esta vez, he visto detalles que no había visto la primera vez y una profundidad que me ha pasado totalmente desapercibida, así que voy a subirle las estrellas a este libro.
«Una tortura en toda regla, una tarea interminable. (...) Tántalo intentaba morder una manzana que se alejaba cada vez que acercaba la cabeza hacia ella. Sísifo tenía que empujar una piedra montaña arriba para luego ver cómo rodaba de nuevo montaña abajo.» 🥀 La convivencia es también una tarea interminable, un día a día. Desgasta, la rutina se impone y quienes están dentro, en la rueda, no valoran lo que envidian los de fuera. 🥀 Al principio de la relación era Dave quien arriesgaba, se lanzaba en bicicleta cuesta abajo y sin frenos. Dana, sin embargo, se dejaba llevar, confiaba y esperaba, recibía. 🥀 Trece años después, sin embargo, es Dave quien no arriesga. Es un padre presente para sus tres hijas, un compañero equitativo y entregado que lucha por mantener ese equilibrio incluso fingiendo que no ve, que no sabe, aparentando que todo sigue igual. Dana, sin embargo, desea que todo explote. La tensión está servida. 🥀 El análisis que Smiley hace del matrimonio no sólo como institución sino como refugio de personas es excepcional. Todos sus personajes son palpables, incluso las tres niñas tienen un rol en esa pareja que subsiste y se tambalea en un frágil equilibrio. El desenlace es magnífico. 🥀 En definitiva, un libro absolutamente inolvidable. Una #joyita que me ha fascinado por su atmósfera envolvente tan cotidiana e identificable y un poderoso uso de las imágenes y del lenguaje. Es lo primero que leo de Smiley y no será lo último. Me ha recordado a dos libros, aún tratando temáticas diferentes, por su intimismo y precisión: 💕«Me llamo Lucy Barton» de Elisabeth Strout 💕«Amor» de Hanne Ørstavik 💕💕 Dos libros que me fascinaron por su estudio de las relaciones al que ahora sumo este delicioso relato largo. 🥀 Edito para comentar que justamente @teatrera me ha pasado un artículo de Berna González para El País titulado «Un mundo sin hombres». En él interpela a que las mujeres escriban también sobre padres, maridos y amantes. Bien, pues este libro serviría para rellenar esa supuesta ausencia de personajes masculinos pues aquí el narrador es Dave. 💕 #Laedaddeldesconsuelo #JaneSmiley #librosbisturí #paternidadeslit #maternidadeslit #leoautorastodoelaño #enmitop
Novela breve que gira en torno a los sentimientos del narrador, un padre de familia desbordado por la crianza de tres hijas pequeñas y el progresivo alejamiento de su mujer, que parece haber encontrado otro amor.
Como siempre, Jane Smiley, borda estas narrativas lentas, hechas de pequeñas situaciones cotidianas, aparentemente poco dramáticas, pero que van calando como una lluvia triste y poco a poco nos hace entender el desconsuelo del título.
No me ha gustado tanto como Un amor cualquiera, seguramente porque no he conectado con los personajes, pero el estilo es el mismo - son pequeños retratos de vida familiar, dramáticos en su insignificancia.
Me sorprendió este libro. Me enamoré de él hace unos meses gracias a la portada de la edición de Sexto Piso, una fotografía de Erik Herrera que muestra una mesa de un restaurante o cafetería que parece un lugar de paso. El rojo de los asientos, el sol que ilumina un tercio de la mesa y el vaso que reposa en ella, y la ventana que divide en dos el paisaje: lo que parece un muro contrasta con el cielo azul casi quemado y sin nubes. Ninguna persona aparece. Todo, la combinación de colores y luces y sombras, resume en una imagen concisa lo que es la edad del desconsuelo, y lo que es esta novela que lleva ese mismo título.
Un matrimonio en la cuerda floja, el marido intuye que la mujer se ve con otro hombre, pero rehuye en todo momento cualquier situación que pueda llevar a la certeza absoluta cuando su esposa se lo confirme. Con ellos, tres hijas de caracteres muy marcados y distintos. Es una historia de huídas, de recuerdos, de muchísimo cariño mostrado y escondido. La historia de la vida, y aunque todo pueda salir mal y el desconsuelo sea el techo bajo el que uno vive, también hay espacio para la emotividad y la positividad. Incluso para la posibilidad de que la muerte sea protagonista.
Es una novela corta, de poco más de 100 páginas, y que según avanzaba leía más despacio para poder saborearla, porque la manera de describir las situaciones y las emociones de toda la familia a través de Dave (el marido que narra en primera persona) me pareció deliciosa y adictiva.
Me encantan las historias que narran la vida cotidiana como lo que es, una sucesión de hechos en su mayoría sin trascendencia que convierten la vida cotidiana en un día de la marmota eterno, hasta que ocurre algo que rompe con todo eso. Esta novela pretende mostrar ese tipo de rupturas de una rutina de vida, no solo la laboral y centrándose más en los elementos exteriores de sus personajes. No es de lo mejor que he leído de este estilo, a pesar de que está muy bien escrito y se nota que tiene un control sobre la narrativa muy magistral. La historia no me ha gustado, no por lo cotidiano y lo aburrido que pueda parecer este hecho, en absoluto. Si no por el conjunto de la historia, su justificación para romper con todo no me ha llegado del todo. Un libro corto, intenso, y bien ejecutado. Puede que no fuera el momento de disfrutar de él.
Aun así, volveré a pasarme por esta autora, su narrativa merece todas las oportunidades que pueda darle, sin lugar a dudas.
Releído en busca de cosas que se me escaparan y salgo todavía más devastado de este libro. Es una tristeza tan tranquila que se siente inminente. Me gusta mucho cuando en vez de contarnos las peleas entre Dana y Dave, Jane Smiley nos habla de cómo la niña los somatiza. Y esa escena en la casa del bosque. Es una novela de terror, un poco, porque no paraba de pensar que me daba muchísimo miedo todo lo que estaba leyendo. (2022)
Leyendo las últimas páginas (que son magistrales), y más concretamente el último párrafo, no podía evitar pensar que una de las cosas que más descoloca del amor es cuando vas por la vida creyéndote David y de pronto te descubres Dana, o al contrario, poco importa. Creo que uno de los grandes desafíos de las relaciones es salir indemne de las expectativas que se tienen de uno mismo. (2020)
Tengo una dinámica a la hora de escribir artículos, reseñas, comentarios o como quieran llamar estas cosas. Por lo general acostumbro a escribir siempre una pequeña introducción antes de entrar en materia. Me da el tono y me sirve para hacer dedo. También por lo general la borro, la introducción, aunque algunas veces simplemente la mutilo por aquello dejar un par de gracias que les hagan la vida un poco más llevadera. Lo que escribo suelen ser dos párrafos, nada del otro mundo y siempre, siempre, opongo cierta resistencia antes de que entre la podadora en escena. Hoy no ha sido una excepción, he borrado lo escrito, pero había una notable pequeña diferencia respecto a anteriores ediciones: he borrado algo más de dos párrafos. Me he cepillado nada menos que ochocientas palabras.
Y yo pensando que no tenía necesidad de escribir.
Lo digo porque me estoy viendo venir. Y no me refiero sólo a lo de hoy.
* * * * *
Descubrí Sexto Piso en 2011. Fue con Los ingrávidos, de Valeria Luiselli. Por entonces ya tenía el blog de modo que escribí una reseña que no quiero volver a leer de momento. Creo que me gustó. Sospecho que moderadamente pero sí, apostaría que sí. No sé si entonces estaba ya en Modo Hijoputa. Es probable. Pronto lo sabremos. Después, no mucho después, repetí con ellos, esta vez de la mano de Gaddis. Ágape se paga fue mi primer Gaddis. Me gustó tantísimo... No entendí un carajo, pero me gustó tantísimo…
El caso.
El caso es que luego vino lo que vino, esto es, esa guerra abierta y en ocasiones un tanto exagerada contra el mundillo literario, la cosa patria, la caspa, la degradación cultural, la premiología invariable, etcétera, pero entonces, antes de ese caos, había una ilusión que no he vuelto a sentir nunca más; una suerte de inocencia moderadamente infantil, una forma de enfrentarse a las novedades sin las canas o la actitud abiertamente hostil que vino después.
Me gustaba aquello. Me gustaba llegar sin prejuicios a los libros. Me gustaba juzgarlos sin la pesada losa de ser uno mismo y sus circunstancias.
Y en estas reflexiones ocupaba yo el tiempo cuando llegó providencial un cartero con el catálogo de Sexto Piso. Esto fue hace cosa un mes, tal vez menos. Probablemente más. Debió ser entonces cuando se hizo firme el propósito de hacerme con todo absolutamente todo cuanto sacase este grupo, no por fe inquebrantable, especial interés o apoyo moral sino simplemente por la nostalgia de lo que un día fue pero ya sin la esperanza de que pudiese volver.
Según iban saliendo, yo los iba pidiendo.
La semana pasada me llegó el primero, o sea, este.
Es un libro pequeño, manejable, perfecto para escapar de la dinámica enfermiza del tocho. La autora me suena pero no la conozco, no he leído nada suyo; sospecho que vi en su momento la adaptación cinematográfica de su novela más popular, Heredarás la tierra, ganadora de no sé qué premio. Intuyo –no puedo hacer otra cosa, de esto hace mil años— que mi interés se limitaba a Michelle Pfeiffer, por entonces mito de quien esto escribe.
Lo que quiero decir con todo esto es que La edad del desconsuelo no llamó mi atención por nada en concreto (o sí, yo qué sé, probablemente sí o, de otro modo, para qué), simplemente me dejé llevar. No había empatía, ni ganas de adular; ocurría simplemente que las circunstancias eran demasiado parecidas a las de 2011 minutos antes de enfrentarme por primera vez a un producto de la misma editorial.
El libro me duró dos días.
Tiene cien páginas, mérito cero.
Ahora bien…
Está lo de leer un libro y que se te caiga de las manos. También está lo de empezarlo, terminarlo y pasar al siguiente ya sea olvidándolo inmediatamente después, ya sea no haciéndolo. Y luego está, como en este caso, lo de leerlo y, por la razón que sea, no quitártelo de la cabeza varios días después.
No, no es verdad. “Por la razón que sea”, no. Hay un motivo, siempre lo hay, y la reseña de hoy gira en torno a él. No me moveré de ahí porque ahí está todo lo que necesito para defender esta novela (más bien relato).
En esta historia hay un matrimonio con tres hijos. A ese matrimonio se le escapan a veces pensamientos por la boca. Uno de ellos es el detonante del drama. La mujer cree que no volverá a ser feliz. No interpreto: dice: «no volveré a ser feliz». No sabemos más puesto que el narrador (esto es, él), no tiene más información que nosotros. La conclusión a la que llega y que debemos dar por buena (qué otra cosa podemos hacer) es que su mujer se ha enamorado de otro hombre. Nuestro héroe decide guardar silencio, tal vez por cobardía frente a ella, tal vez por miedo a saber, por inseguridad, tal vez por respeto. Tal vez por todo. La vida está plagada de escalas de grises.
La sensación que he tenido en todo momento (sensación que me ha acompañado desde la primera hasta la última página) era que la historia se expandía en torno a la narración. Sé qué siempre debería ser así, pero lo cierto es que no siempre es así y en ocasiones es tan evidente y es tanto lo que se deja salir que no puede uno evitar sorprenderse. Es un efecto parecido al de abrir una cremallera. Uno puede centrarse en el mecanismo, en los dientes separándose o bien ampliar la perspectiva y dejarse seducir por aquello que se quiere mostrar.
Para que nos entendamos: en Goodreads hay un tipo que ha leído esta novela y que piensa lo siguiente: «Un matrimonio de dentistas de mediana edad y clase media, con tres niñas pequeñas tiene problemas cotidianos de dentistas, de gente de mediana edad y clase media, y de tener tres niñas. Él cree que ella le engaña. Fin». Que ya es difícil entender menos. Claro que también es difícil leer PEOR.
En la novela HAY eso, claro sí, de hecho está llena de eso, pero no TRATA de eso. Este tipo habla de la cremallera porque en su cazurrismo no se ha sabido o no ha querido fijarse en otra cosa; no ha visto todo lo que hay detrás.
No ha escuchado la detonación que tapaba la melodía, básicamente.
Y es una pena, porque se ha perdido una novela cojonuda.
Me niego a ser el cabrón que se la cuente. Baste decir que pese a algunos titubeos la novela me ha seducido absolutamente. Porque todo lo que ocurre tiene importancia; porque no he visto, como decía Chejov, un solo clavo en el que no acabara alguien colgado y sí he visto, como exigía Piglia, una segunda narración oculta que se hacía evidente al final, enriqueciendo no, multiplicando. El dentista no se entregaba a la salud de sus hijos sólo porque estuviesen enfermos, del mismo modo que no perdía la paciencia sólo por tener un mal día. Hay unos personajes absolutamente creíbles, anodinos y vulgares que hacen cosas creíbles, anodinas y vulgares mientras a su alrededor todo se desmorona y nada es vulgar ni anodino sino todo lo contrario. Y ver ese derrumbe, ese nivel de derrumbe, que es un derrumbe catastrófico total, en torno a un matrimonio mientras se hace algo tan ridículo como darle jarabe a una hija porque le ha subido la fiebre es algo que me ha fascinado, sobre todo porque he sido testigo sin ser testigo, porque no he sido consciente del volumen o las repercusiones hasta el último minuto, hasta la última y prácticamente única conversación del libro, conversación de una brevedad difícil de igual y unas consecuencias difíciles de superar.
No tengo nada más que decir. Que ya no está mal, tampoco, pero avisados estaban.
También en Goodreads alguien la comparaba con Richard Ford. Estoy bastante de acuerdo. Podría serlo perfectamente. Podría ser uno de los cuentos de Ford. Qué coño: también de Carver. Creo sinceramente que podría ser uno de los mejores cuentos de cualquiera de esos dos señores tan dignos y reputados.
I read the title novella earlier this year and to say I loved it would be an understatement, so I thought I'd check out the collection. It's an unfair criticism, perhaps, but the five preceding stories just don't really compare (or perhaps even hold up) to the novella. It feels like so much throat clearing. Really eloquent throat clearing, of course, but because I knew what was coming at the end, I could never fully immerse myself in the stories. A couple are pretty great, then conclude with a less-than-fantastic epiphanic ending. The writing throughout is great, but, again, the weight of the stories pales next to the novella. Which, God. The novella is flawless. Just absolutely flawless. Reading it is like being on a bullet train, though a really soft, comfortable bullet train rocketing you toward tragedy. The writing is so confident it's unbelievable. There are certain passages where you'll weep, I can almost guarantee it. These are 100 pages that everyone who can read should read. All herein concerns domesticity and marriage, which are right up my alley, literarilly speaking, so maybe it's not everyone's bag, but Smiley's prose is such that I don't see how it couldn't be. The kind of story you just lose yourself in, and realize you've been thinking about how nuts life is for the past three-four pages, and need to go back and read them again. I've read this now twice in a year, and know I'll read it again. Flawless. Maybe I should give the stories another go another time, without planning on reading the novella.
El libro narra la historia de un matrimonio desde que se conocen hasta el presente, el día a día de un matrimonio con tres hijos. Nada fuera de lo común, simplemente pasa la vida, pasan los años, las risas y todo aquello que era novedad se torna rutina y mecánica.
El tono es melancólico, tristón y no he llegado a conectar especialmente con el narrador y su desconsuelo. No sé si esperaba más de este libro, por la cantidad de premios que ha recibido, o esperaba la narración de otro modo, porque es un tema y un tipo de libro que suele gustarme especialmente, pero esta vez lo he leído distante.
Aún así, me ha gustado la narración y seguiré leyendo libros de Jane Smiley.
Un matrimonio de dentistas de mediana edad y clase media, con tres niñas pequeñas tiene problemas cotidianos de dentistas, de gente de mediana edad y clase media, y de tener tres niñas. Él cree que ella le engaña. Fin.
Todo contado de manera anodina, repetitiva e inaguantable. Son cien páginas y me han parecido seis mil.
Podría escribir muchas más cosas sobre lo malo que es este libro pero no quiero perder más el tiempo.
Esta es la histria de Dave y su tristeza comprimida, el recuento de su soledad a cuentagotas en una vida que aparenta normalidad y tranquilidad. Una familia con 3 hijas donde el peso de la cotidianidad hace notorio que algo está pasando.
Un hombre protagonista que intenta descifrar en qué está metida su mujer que llega tarde, que llega contenta, que de pronto se le apaga la mirada cuando está con él pero la vida sigue y el prefiere dejarlo pasar.
La templanza cuando sucede lo inevitable y el final inesperado hace que sea una novela ligera, entrañable y buena para un domingo en la mañana.
Pese a no haber conectado o empatizado con los personajes (quizás hay que ser o estadounidense adulto medio, o dentista, o casado con hijas pequeñas, o todas las anteriores), aún reconozco que el trabajo con la prosa y el tiempo de Smiley es sobresaliente en cierto punto. La intención de estirar el tiempo y reducirlo a la repetición (como en el nombrado mito de Sísifo) está bien lograda en los pasajes en los que busca ese efecto, los cuales dejan una sensación asfixiante y desasosegada. Esto dentro de la rutina de un matrimonio normal con hijas párvulas. Esto y lo que no se dice, los secretos entredichos, y el punto de vista del hombre con una mirada existencial, siendo que esta corta novela está escrita por una mujer. No me convenció el inicio, pero una vez avanzado, va adquiriendo espesor, no obstante, no termina de cuajar, aunque cierra redondo.
Este año descubrí a esta escritora norteamericana con la novela Un amor cualquiera y me enamoró su manera de escribir y su forma ágil y simple de contarnos y exponernos a sus personajes. Con esta novela me ha pasado exactamente lo mismo. Aquí nos vuelve a hablar de la familia, pero si en Un amor cualquiera se centra, principalmente, en la relación materno filial, en La edad del desconsuelo, el eje sobre el que gira la historia es la relación de pareja, un matrimonio que llevan 10 años casados, con tres hijas pequeñas y que comparten hasta el lugar de trabajo. El día a día, la cotidianidad, la monotonía, etc se ven perfectamente reflejados en esta historia contada en primera persona por el marido y padre de familia. Una joyita muy recomendable
Impacta. Sin estridencias ni acción a destajo, sin grandes aspavientos ni dramones desgarradores. Lo cotidiano, el amor, la sensación de pérdida o plenitud, los detalles de cada momento... se te meten dentro y escarban en los tuyos no para comparar, si no para re-vivirlos. Con qué poco, siendo consciente de lo que sientes y cómo lo sientes, se puede remover mucho. Los comentarios sobre la simplicidad de la trama pueden dar una idea de la distancia entre unos lectores y otros. Una pena quedarte en la superficie cuando, simplemente dejándote llevar, puedes llegar a un fondo tan bien contado y tan rico.
Gringo, muy gringo, pero de esa literatura que nos gusta: pausada y melancólica. Yo diría que insatisfecha. Ok, yo no tengo empleo estable ni una casa en el countryside, pero igual puedo identificarme. No sé por qué, será por esta introspección constante y las ganas de huir.
Casi no conozco historias de dentistas, eso es un plus.
Durante todo el libro he pensado que la infidelidad no era más que una paja mental de Dave. Un comentario le lleva a pensar que su mujer tiene un amante, pero no es capaz de ponerlo sobre la mesa, no quiere arriesgar su rutina, su vida, planteando algo así. Y el final es tan... Tan poco aclarador. No sé, no me ha acabado de convencer.
These are early works of the prolific and wonderful Jane Smiley. There are five short stories and one 77 page novella. And though early, these are works that are finely crafted and full of knowledge of the human condition. They date from 1977 through 1987, and each one is a gem--a whole world in and of itself. They are essentially about real people living real lives. It is as if Smiley has focused a hidden camera on these characters and their lives, and we are the observers. These stories are about relationships, involving friendship, lovers and marriage. Most of the characters are searching for something, whether it be love, or acceptance, or recognition. In one, a single woman observes a seemingly perfect marriage, only to discover the true colors of the people and the relationship. In another, a man travels to visit his estranged family at Christmas, trying his best to reconnect with them. And the wonderful title tale, the novella that starts off rather slowly and with limited plot movement only to move at suspense novel intensity near the end. It could have been called Scenes from a Dental Marriage, for it follows a couple from when they met in dental school through their having three children and marital discord. Not only are the characters so well defined and exposed, the author also has much wisdom on the institution of marriage and parenting.
I have been a fan of Jane Smiley for quite some time now--her introspective character driven sagas such as A Thousand Acres, to her wonderful satire Moo, and her captivating Iowa Trilogy. This collection is as good as she gets.
Este libro ha sido un descubrimiento porque no había leído nada de su autora, me ha parecido muy buena su forma de narrar con un estilo sencillo pero con un gran conocimiento de la naturaleza humana. El protagonista nos muestra sus miedos (sean infundados o no, eso lo descubriréis si leéis el libro), su desesperación por algunas circunstancias que le toca vivir y su manera de salir de ellas. Es un libro corto, sin capítulos, narrado todo seguido, pero se lee solo y muy rápidamente. Lo recomiendo.
Dave y Dana comparten su trabajo en una clínica dental, pero también un matrimonio del que han nacido sus tres hijas. A partir de esa narración de lo cotidiano, Dave expone sus dudas, sus miedos y todo el desconsuelo que puede gestarse dentro de esa estructura aparentemente confortable.
Tengo treinta y cinco años y creo que he alcanzado la edad del desconsuelo. Otros llegan antes. Casi nadie llega mucho después. No creo que sea por los años en sí, ni por la desintegración del cuerpo. La mayoría de nuestros cuerpos están mejor cuidados y más atractivos que nunca. Es por lo que sabemos, ahora que – a nuestro pesar- hemos dejado de pensar en ello. No es sólo que sepamos que el amor se acaba, que nos roban a los hijos, que nuestros padres mueren sintiendo que sus vidas no han valido la pena. No es sólo eso, a estas alturas tenemos muchos amigos y conocidos que han muerto; todos en cualquier caso, tendremos que enfrentarnos a ello, antes o después. Es más bien que las barreras entre nuestras propias circunstancias y las del resto del mundo se han derrumbado a pesar de todo, a pesar de toda la educación recibida. (…) Tengo entendido que después se llega a la edad de la esperanza o, al menos, de la resignación. Pero sospecho que para eso tiene que pasar bastante tiempo.
Páginas 44-45
Una novela de sensaciones, difícil de describir. Con los que marcas muchos fragmentos y quieres volver a leer en cuanto lo terminas. Quizá eso sea más importante que conocer la trama de la historia.
Una obra breve que se lee en un suspiro y que en esencia intenta transmitir las dificultades de un matrimonio, con tres hijas pequeñas, mucho trabajo, entrados los dos en esa edad en que la magia de la juventud ya ha dado paso a la rutina o edad del desconsuelo.
Me ha gustado sobre todo esa mezcla en la narración de elementos tragicómicos y esa forma sutil de narrar la infidelidad de uno de los miembros de la pareja sin que en realidad se explique absolutamente nada, solamente se intuya. Me han sobrado páginas sobre escenas cotidianas con las hijas aunque tal vez sean necesarias para entender el agobio y la rutina en que están instalados los protagonistas.
A título personal, este libro me ha hecho recordar una conversación que tuve en su día con dos amigas que tenían hijos pequeños y que me decían que la prueba de fuego de una pareja era superar precisamente esa época, que yo tenía idealizada por las películas americanas: toda la familia desayunando tortitas, feliz alrededor de la mesa.
Este libro creo que fue una recomendación de un amigo lector de la carrera, con quien comparto burbujas de gustos literarios. Pero, en resumen, para mí recomendable sin más.
Me he leído la edición de Versal, que incluye cinco cuentos además de la novela corta que da título al volumen.
Los dos primeros cuentos me gustaron bastante, con esas protagonistas solteras que asisten a sendas crisis matrimoniales. Cuentos un tanto distantes del drama pero con clímax emocional.
El tercer cuento lo encontré intrascendente.
El cuarto me pareció el típico cuento (mediocre) de realismo sucio norteamericano, con su epifanía ambigua y su final deshilachado que deja un poco indiferente (al menos a mí).
El quinto me mantuvo interesado e insatisfecho por el mismo motivo: desde el primer momento la narradora alude de manera indirecta a su participación en el pasado en un grupo activista radical (la clave de todo), pero su relato no pasa de ser una cháchara desordenada, un tanto frívola y supuestamente ingeniosa en torno a diversos recuerdos de su relación con familiares y parejas. A quien le guste Lorrie Moore (no es mi caso) le gustará.
La mitad de la novela corta me la leí de un tirón durante un viaje en tren convencido de que había sido escrita con verdadera inspiración. Sin embargo, cometí el error de no leer la segunda mitad completa al día siguiente, sino en varias sesiones cortas separadas a veces por varios dias, y ya me fue imposible recuperar el encantamiento inicial. La escritura pasó a resultarme un tanto deslavazada y artificiosa, más propia de un narrador en tercera persona que quiere lucir su arte para la frase y el párrafo que de un narrador en primera persona afectado emocionalmente por los hechos que cuenta (de hecho, creo que la narración en tercera persona habría sido una opción más natural para esta novela). No hagan como yo; léanla de una sentada.
Novela escrita a mediados de los 80, cuando no habían celulares, ni tecnología. Traducido al español hace poco tiempo.
Lo tenía en el librero de pendientes hace un tiempo mirándome y pidiéndome que lo leyera.
Cuando uno lee el título de esta novela se cuestiona si se está en esa etapa, qué es el desconsuelo, y creo que por eso no me animaba a sacar este pendiente. Pero también quería lograr empatizar con el sentimiento.
Es mi primera vez con la escritora estadounidense ganadora del premio Pulitzer. Me gustó esta breve novela, se lee súper rápido, es hermosa y profunda por momentos triste, reflexiona sobre el matrimonio, el desgaste, el hastío, los silencios, la supervivencia del amor. El punto de partida son dos vidas interiores, dos seres reflexivos, complejos, viendo cómo se va desformando su vínculo, se van rompiendo sus vidas, yendo al precipicio del fracaso matrimonial.
El protagonista nos va relatando su vida, sus miserias, sus miedos, sus sospechas y certezas.
Me encantó leer a la autora poniéndose en el lugar del protagonista, expresando sus más profundos sentires, y ahí está el disfrute para mi de esta lectura, Jane dándolo todo en esa escritura hablando desde el punto de vista masculino de la relación matrimonial, como Dave ve derrumbarse todo con lo que soñó y planeo que serían sus vidas.
En la “Edad del desconsuelo” vemos una familia como la mía, la tuya, recordé cuando mis hijos se enfermaban, cuando me angustiaba por ellos, con la fiebre, con sus dolores, la salida de sus dientes, en fin una historia real, con desayunos a prisa una familia que atraviesan una crisis, un padre amoroso responsable enamorado, ve cómo se va la vida como arena entre sus manos. Una madre trabajadora tal vez cansada de la rutina, del día a día. Me quedé pensando después de cerrar el libro, si este caso no es un autorretrato de la autora.
Lo que más me gusto? El final.
Quiero seguir leyendo esta autora. Qué libro me recomiendan de Jane Smiley?