KARMELO C. IRIBARREN (Donosti, 1959) creció escribiendo poemas que nadie leía, andando caminos que nadie recorría y rimando a su puta bola. Si hay quien escribe poniendo artificios, él lo hace apartándolos. En Karmelo, como en ciertos paisajes, menos es más. Comienza el poema así, con un paquete de Winston, tres cafés y no sé cuántos folios. Sigue como si nada. Poda adjetivos. Le sobra todo. Y ahí, en pelotas, se la juega en tres palabras. Es un trallazo desnudo. Sabes que ha llegado a traición al hueso porque toca el tuyo. Karmelo nos recuerda que no sólo somos las cosas que nos pasan, sino sobre todo las que no nos pasan. Somos los trenes que no cogimos. Los amores que no tuvimos. Las veces que preferimos quedarnos quietos. Esa noche en que no nos atrevimos. El rato en que preferimos contar hasta 10. Todas esas tardes en que pasamos de largo. Le debe más a Celaya o a Gil de Biedma que a los críticos que antaño le negaban todo. No es amigo de pintar la mona. Mira mucho al mar. Cambiaría algunos versos biográficos. Es lija y es seda. Y yo conozco a una legión de nuevos (y viejos) lectores de poesía que lo llevan siempre a mano como si fuera un desfibrilador. PEDRO SIMÓN
Leer a Karmelo me ha hecho apreciar los aspectos tan valiosos de la cotidianeidad: la lluvia que cae deslizándose por los cristales de las ventanas en otoño, el brillo de la luz de las farolas que destaca entre la niebla en invierno, las flores que colorean los campos verdes en primavera o el sonido de las voces de los niños y de las niñas en los parques en verano. Ese banco en el que te sientas a reflexionar, ese libro que tocas al cerrar o esa carretera que cruzas cada día cuando vas a trabajar; todas esas acciones, que a primera vista parecen no tener importancia, Karmelo hace que las veas como experiencias únicas que te hacen aprender y, sobre todo, vivir. Estos poemas no van a hacer que tengas una imagen positivista de la vida, estos poemas te abrirán los ojos a un mundo que a veces también es oscuro e injusto. Al final, la vida puede significar muchas cosas, pero lo que realmente nos transmite son lecciones que pueden, o no, hacernos crecer, pero de las que siempre vamos a aprender.
"Mi preferido era el de las diez y treinta. Siempre lo esperaba despierto: oía sus pitidos, lo imaginaba entrando en la estación -largo, misterioso, negro-, entre aquel humo gris... Era muy viejo; pero decían que te llevaba hasta París." KCI
Es abrirlo y tener que dosificar para hacer del placer algo más duradero. Karmelo sabe como pellizcarte, recordarte aquello que no quieres y ponerte sonrisa de boba. En fin, una delicia. Abstenerse los que acaben de dejar de fumar.
Como una bala a quemarropa y en silencio: directa al corazón, te atraviesa y ni lo ves. Sin más ruido que el de la ciudad, con la oscuridad de la noche y la gente a la que le pertenece, aunque también el día a día tiene su oscuridad; el pasado, la rutina, los desamores, el paso del tiempo... Así es la poesía de Karmelo C. Iribarren, cruda y sin ornamentos, cercana a una realidad que conocemos todos y en la que participamos de una manera u otra.
Es una poesía cruda para leer un domingo en el que el mundo no tiene sentido y está perdido, no para cambiar esta convicción sino para confirmarlo. A lo largo de la obra encontramos distintos poemas autobiográficos, metaliterarios, el paso del tiempo, el pasado, el desamor, la detorra, la actualidad, la vejez, el mar... Una maravilla de obra.
Nunca he sido demasiado de poesía —no de la no musicada, al menos–, pero decidí darle una oportunidad a través de esta compilación por recomendación de un amigo. Craso error. Nunca me ha gustado esa pose bukowskiana de bares, lluvia, sábanas, hoteles y mujeres (no sus madres, sino sus hijas, ¡ay!). Imagino que hubo un tiempo en que cosificar a las mujeres tuvo su apogeo, pero, por fortuna, hoy versos como «Una mujer/con tacones/por la acera,/y lo dejarías/todo» chirrían bastante, al menos, para mí. Y eso que, por decoro, he escogido uno de los suaves. En fin, que no es de mi gusto. El que lo quiera, pa él.
4,5* Me recomendaron a Karmelo C. Iribarren describiéndolo como "el Bukowski español". Lo cierto es que las comparaciones son odiosas.
Ambos tienen ese aire de desencanto, ironía y escritura directa, pero Karmelo tiene una sensibilidad única, e incluso un pequeño punto ternura (al menos para mí).
Ha sido todo un descubrimiento.
"[...]De feliz, nada. Acaso moderadamente en paz conmigo mismo a veces.
me hice con la edición que recopila los poemas desde el 85 hasta 2015. los de 2011 (Otra ciudad, otra vida) y especialmente los de 2013 (Las luces interiores, La piel de la vida) son para mí los mejores: han terminado casi todas las esquinitas dobladas.
Aunque es bueno que la poesía quede para uno, no deja de ser algo íntimo y personal, Karmelo “es algo inherente a mí”, todos los que me conocen lo saben; por tanto: algo público, podría decirse. Y, no obstante, en mi opinión, el mejor “análisis/interpretación” de un libro de poemas es la poesía que llena sus páginas, así que hablen los versos: [*De toda la recopilación, me quedo, sin duda, con ‘Luces Interiores’].
EL AMOR Como el viento que encuentra Una rendija Y se cuela en la habitación Y lo desordena todo Libros Facturas Poemas Así llega En la vida El amor. Nada es igual a partir de entonces, Ese caos Es la felicidad. Pero un día habrá que recoger. Suerte si no te toca a ti.
DOMINGO, TARDE Qué hago mirando la lluvia, si no llueve.
UN DÍA BUENO No somos más que el tiempo que nos queda caminando hacia el olvido que seremos. Es duro, pero es así. El resto, literatura. Lo mejor es no pensarlo mucho: seguir andando, tomar cafés, enamorarse, ver la lluvia…
EN VÍA MUERTA O perdí el tren de la vida o me equivoqué de tren, una de dos. Pero tuve que cometer en algún sitio algún error, eso está claro. Son muchos años ya sin que suba ninguna a este vagón
EN EL ÚLTIMO BAR Y qué paso entonces. Paso una mujer. Pero qué pasó. Que era de las que nunca terminan de pasar.
EL FRÍO ALLÍ, donde termina tu mirada, empieza el frío.
LA PELEA Miré a la vida de frente y ella me devolvió la mirada. Tengo varias cicatrices de entonces. A veces las miro y me hablan. Me dicen que estuve allí, que me dejé el alma, en la pelea. Que si sigo pateando estas aceras, no es por pura casualidad.
A TRAICIÓN A veces te coge con la guardia baja, sin defensas, a traición, una vieja canción.
Poesía dura, afilada, pesada como la propia cotidianeidad que se desenvuelve siempre igual, pero también reconforta a veces leer versos que reflejan lo inhóspito y rutinario de una realidad vivida por tantos. Algunos poemas son como retorcer un cuchillo en el pecho, otros parecen superficiales pero constituyen pequeñas ventanas por las que observar la vida a través del autor. El minimalismo poético, el abandonar toda decoración excesiva para encontrar la palabra en su más salvaje brutalidad parece un ejercicio sencillo y hasta vulgar, pero realmente constituye el gran desafío de reflejar en el poema la realidad en su crudeza despiadada, carente de disfraces y digestivos que ayuden a soportarla mejor. Y este es el gran valor de Iribarren, porque la franqueza es amarga y siempre duele.
De Karmelo no había leído nada antes de este libro. No soy yo una gran amante del realismo sucio, es la verdad. Cuando una composición es muy brillante me encanta y me sirve para meter los dedos en las llagas de mi propio nihilismo. Pero hay tanto ignorante por ahí que se cree Bukowski y escribe puras chorradas que el género me genera prevención. No es el caso de Karmelo que es un escritor brillante. A Karmelo, en todo caso, yo le he echado a faltar tal vez intensidad y emoción, y no creo que sea por la indolencia relativa al género. Pero he de releerlo mejor, porque en los poetas no se puede entrar apresuradamente. Un gran descubrimiento para mí.