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¿A quién pertenece Kafka?
La historia del verdadero proceso sobre su obra.
El último proceso de Kafka arranca con las últimas instrucciones que le dio Frank Kafka a su amigo más cercano, Max Brod: que a su muerte este destruyera todos los papeles que le quedaban. Sin embargo, cuando llegó el momento en 1924, Brod no tuvo el ánimo de quemar las obras inéditas del hombre al que consideraba un genio literario.
La historia de la vida póstuma de Kafka es kafkiana en sí misma. Tras la muerte de Brod se estableció una batalla legal internacional para determinar qué país podía reclamar la propiedad de la obra de Kafka: ¿Israel, donde el autor soñaba con vivir, pero adonde nunca llegó a ir, o Alemania, donde perecieron las tres hermanas de Kafka en el Holocausto?
Un relato apasionante acerca del controvertido proceso en los tribunales israelíes que resolvió cuál sería el destino de los manuscritos del escritor. Muy bien documentado, con retratos certeros y una extraordinaria capacidad para evocar la época y el lugar, El último proceso de Kafka es al mismo tiempo un brillante retrato biográfico de un genio literario y la historia de dos países cuyas obsesiones nacionales por superar los traumas del pasado alcanzaron un punto crítico con un juicio acaloradamente disputado por el derecho a reclamar el legado literario de uno de nuestros maestros modernos.
445 pages, Kindle Edition
First published September 18, 2018

In centering on the question of who can claim to be Kafka's true heirs, the trial threw into stark relief the very different ways Israel and Germany remain freighted by their ruptured pasts and by the noble lies on which their healing depended. Each attempted to connect a national "we" with Kafka's name. Seen through that aperture, the trial offered an object lesson on how Germany's claim on a writer whose family was decimated by the Holocaust is entangled with the country's postwar attempt to overcome its shameful past. As we have seen, the trial also reawakened a longstanding debate about Kafka's ambivalence toward Judaism and the prospects of a Jewish state--and about Israel's ambivalence toward Kafka and toward Diaspora culture.
"'Art is never owned, neither by its patrons nor even by the artists themselves,' the poet Joseph Brodsky wrote. The trial laid bare a possessiveness over the artistic legacy of the least possessive of men. Reiner Stach writes of Kafka: 'There is not a single known episode in his life in which he displayed possessiveness.' Not so kafka's would-be heirs in Israel and Germany who forgot that Kafka is not theirs; if anything, they are his." (219)