«Parece que no soy capaz de ser, si es que pretendo ser algo. No soy un escritor que no escribe nada, salvo un diario. Un amante que no es capaz de amar. Un padre que no ejerce.Un marido lejano».
Los diarios íntimos de Héctor Abad Faciolince pueden leerse como una novela de formación. Aquí se incluyen los que van desde finales de 1985 (cuando era un estudiante de 27 años) hasta la publicación de su libro más aclamado, El olvido que seremos, en 2006.
En ellos se relatan las angustias de alguien que, aunque quería ser escritor, escribía muy poca ficción y mucho sobre sus obsesiones, sus amores y sus dificultades en la vida cotidiana. Abad quería dejar escrito, al menos, que era incapaz de escribir.
Un testimonio descarnado sobre cómo nace una vocación y cómo se aprende a enfrentar la dura y emocionante aventura de vivir.
La crítica ha dicho sobre el autor y su
«La más apasionante experiencia de lector de mis últimos años».
Mario Vargas Llosa (Sobre El olvido que seremos)
«Héctor Abad ha escrito una historia trágica e inolvidable».
J. M. Coetzee
(Sobre El olvido que seremos)
«[#] una metáfora de la belleza, la felicidad y la pérdida; un libro sobre la vida en todas sus facetas».
Juan Cruz, El País, España (Sobre La Oculta)
«Este es un libro que serenamente conoce cómo es el ser humano, y cómo acortar, o reconciliar, la distancia entre el cuerpo y la mente».
The Guardian, Reino Unido (Sobre Tratado de culinaria para mujeres tristes)
Héctor Joaquín Abad Faciolince was born on 1 October 1958 in Medellín, Colombia Colombian novelist, essayist, journalist, and editor. Abad is considered one of the most talented "post-boom" writers in Latin American literature. Abad is best known for his bestselling novels Angosta, and more recently, El Olvido que Seremos.
En la madrugada terminé de leer este libro, me lo devoré en unos cuantos días no tengo muy claro por qué. Quizás sentía que me estaba asomando a un lugar demasiado privado, donde no debería estar, como encontrando los diarios de alguien sin candado y ojeando las páginas. No hay nada más delicioso que leer lo que uno no debería estar leyendo. Eso sí, no sé por qué Héctor Abad publicó este libro, aunque según el prólogo él tampoco lo tiene muy claro... Cosas que pienso: 1. Me dolieron mucho todas las infidelidades a su mujer, no sé si eso está bien o uno debería ser un lector que solo lee y no siente mucho. Yo no sirvo para ser ese tipo de lectora, así que me dolieron. 2. Me reí mucho con sus cuentos y traumas con el mundo literario en Colombia. La escena en la que conoce a García Márquez y está medio indignado con William Ospina por robarle la atención es divertidísima. También el encuentro con Fidel Castro. 3. El camino de su vida como escritor es muy bonita, me encantó ver los bloqueos, las crisis, los egocentrismos, las vanidades. 4. Casi me muero de la risa cuando en un punto decía: "Yo no soy yo machista". En casi todo su diario los hombres son para hablar intelectualides (u odiarlos por eso) y las mujeres son cuadritos muy bonitos para mirar, seducir... Creo que conté dos mujeres de las que no habló así: Piedad Bonnet y Noemí Sanín. 5. Qué raro es leer y juzgar literariamente la vida real de alguien, de alguien que además no se ha muerto. Si alguien leyera mis diarios probablemente resultaría ser alguien terrible, me dejarían de querer jaja. 6. PRECIOSO como escribe de sus hijos, casi quise tener hijos para escribir sobre ellos de esa manera.
Un diario es una conversación íntima, es un relato del vivir cotidiano que intenta mostrar lo que se siente cotidianamente ante las situaciones propias de la vida; no es algo que se haga esperando ser publicado más tarde, es más un ejercicio en contra del olvido de lo cotidiano, una manera de recordar que nos hizo feliz un día, que nos disgustó de cualquier persona un día en particular y, sobre todo, es una narración de lo cotidiano.
Luego de La oculta (Alfaguara, 2015) Héctor Abad ha decidido ir un poco lejos de la novela, género en el que ha sido más fecundo en los últimos años y adentrarse en un terreno poco explorado dentro de la literatura colombiana para entregar esta vez a sus lectores sus diarios entre 1985 y 2006, periodo de su vida que va desde la época en que un joven Héctor vive aún en Italia, pasando por el nacimiento de sus dos hijos, varias idas y venidas a Colombia, la muerte de su padre, sus primeros pasos como escritor y el primer paso de su libro más conocido por todo el mundo El olvido que seremos (Planeta,2006).
Un libro del tipo es casi una rareza dentro de los autores colombianos, no sé si por la inexistencia de este hábito entre ellos, o simplemente por no tener un interés en publicarlo. Es este el primer elemento que hace a Lo que fue presente un libro importante dentro del ámbito nacional: es único entre los autores contemporáneos.
El libro, que nunca fue escrito pensando para ser un libro; es un viaje por la vida del autor mucho antes de que comenzara su éxito como escritor, pero cuando ya sabía que quería dedicar su vida a escribir. Es un recorrido por las ciudades en las cuales vivió durante dos décadas, sus amores, desamores, sus temores, las impresiones que le quedaron al conocer a personas importantes del ámbito nacional y el desarrollo de sus novelas escritas durante este tiempo. Es, indirectamente, un viaje por la evolución de las historias que ya conocemos de la pluma de Héctor; es sentir como poco a poco las historias iban evolucionando para convertirse en las versiones finales que los lectores de Abad Faciolince conocemos ya.
Personalmente esta es la primera vez que incursiono leyendo un libro del tipo, y ha sido un ejercicio bastante interesante que me ha llevado a explorar la obra de Faciolince desde puntos de vista diferentes a los netamente literarios (quizás el más frecuente de todos). Es también un viaje por la vida del humano común y silvestre que está detrás de la persona que firma el libro y que debe sobreponerse a las responsabilidades que tiene la vida cotidiana para poder hacer lo que ama, una realidad a la que se ven sometidos la gran mayoría de autores, y de la cual pocas veces los lectores nos damos cuenta (otra razón más para comprar los libros originales señores).
Un libro que destila amor en todas las expresiones posibles a lo largo de sus páginas: amor por sus parejas, amor por sus hijos, amor por su familia, amor por lo que hace. Un libro que muestra desde múltiples perspectivas al hombre que se esconde entre sus escritos, un acto completamente heroico el de ponerse casi que desnudo, como un hombre cualquiera delante de sus lectores y mostrarles la dimensión humana, esa que a veces se pierde tanto; que se va escondiendo entre página y página dadas a los lectores.
El libro me ha llevó a comprender mejor algunos pasajes de las novelas escritas por el autor durante el tiempo que abarcan sus diarios, pasajes que por momentos pasaron un poco desapercibidos ahora son más claros y me han dejado la tarea de volver a las novelas que leí en el pasado y a leer inmediatamente las que no he leído.
En el libro hay un pequeño detalle de fina coquetería que engalana la edición presente; a lo largo de sus páginas hay varios fragmentos subrayados en rojo; que según el mismo autor no fueron escogidos muy a fondo para ser resaltados; algo que ha sido bastante curioso, pues hay unos de ellos que sí parecen escogidos a propósito para resaltar dentro del texto; o quizás sean una simple coincidencia.
Quedan no solo las ganas de repasar los libros del propio Héctor, sino también de ahondar un poco más en los libros de los que habla en sus diarios, dan mucha curiosidad leerlos y descubrir el porqué de alguno que otro comentario que están descritos en el libro sobre esos títulos, el libro ha sido, para mí; una muy buena manera de encontrar otros libros pendientes por leer.
Primera vez que leo un compendio de Diarios. Me interesé en ellos porqué además de compartir algunas posiciones y puntos sobre nuestra sociedad, me ha resultado interesante la forma de pensar y de poner en palabras diferentes realidades.
En definitiva, estos Diarios fueron la mejor manera de terminar 2019 y más aún iniciar el 2020. Abad Faciolince, nos comparte sus preocupaciones, su lectura de un país por allá en los años 80 y 90 plagado de violencia, de sus inicios como escritor y sus reflexiones en el oficio, sus aventuras amorosas, la devoción y el amor a sus hijos (les dedica unos escritos bellísimos), experiencias al conocer escritores como Garcia Márquez o Tomas González. Me conmovió mucho lo que escribía a su padre cada 25 de Agosto; una carta que se escribió a su niño interior. Me hizo reír y sentir angustia, nostalgia.
Hector Abad, en este libro puso en palabras muchas emociones de las cuales yo no encontré las palabras para expresarlas.
| ... 300 páginas absolutamente tediosas y aburridoras. Otras 300 donde aparece de alguna forma el Héctor Abad que conocemos: crítico, analítico, interesante y con una narrativa que atrapa ... |
Me acuerdo de aquel día en Ámsterdam, hace años ya, en que fuimos a escuchar a Héctor Abad sobre su libro El olvido que seremos. Acababa de publicarse la traducción holandesa, y en el pequeño café en donde se organizaba la tertulia no cabía un alfiler. El público era en su mayoría hispanohablante y todos, por supuesto, habíamos leído el libro. Pero mi recuerdo se sitúa sobre todo en un momento casi al final del evento, cuando en la ronda de preguntas una mujer del público quiso saber cómo estaban Mariluz, Clara y Vicky -las hermanas del escritor-, ¿qué ha sido de ellas?
Esta pregunta que puede parecer boba y que Héctor Abad, claro, no contestó, tenía mucho sentido. Como sabemos, el libro no trata sobre las hermanas sino sobre el padre. Pero las hermanas también aparecen, y con la suficiente claridad para hacernos una buena idea de ellas.
Ahora que he terminado de leer Lo que fue presente, el diario de Héctor Abad que se inicia en 1985 y concluye en 2006, se me vino a la mente la misma pregunta, ¿cómo estarán ahora Dani, Simón, Irene, Eugenia? Esos nombres, que sabemos que no son solo nombres, no son solo personajes, sino personas de carne y hueso, que nos acompañan durante las casi mil páginas de la edición digital del libro, que fue la que yo leí. En la última página de una novela termina también la vida de los personajes que la integran. No sucede igual con los libros de carácter biográfico, particularmente cuando suponemos que los allí nombrados siguen vivos y coleando.
Menciono el número de páginas porque es un detalle importante. La lectura de un libro largo nos repercute más en la mente que la de un libro corto. Por la sencilla razón de que pasamos más tiempo con él. Permanecemos durante más días involucrados en su trama, sus reflexiones, sus anécdotas. Y en este caso, el hecho de saber que no es ficción sino hecho real que fue presente, influye aún más en la repercusión.
Hay libros y películas en los que el editor o el cineasta nos anuncia desde el comienzo, nos previene, que la obra está basada en hechos reales. Lo dicen como gancho para atraer a los lectores, al público. Porque nos gustan las historias reales. Y si no son reales, entonces que estén basadas, aunque sea en parte, en algo que sucedió alguna vez, con gente que existió. Con este libro, que desde la portada sabemos que es un diario, la lectora sabe que todo fue verdad. Todo. Se dice que una verdad a medias no es una verdad. Es una nueva mentira. De modo que todo lo que esté "basado en hechos reales" es pura ficción. El único género literario (si se lo pudiera considerar así) que nos garantiza la verdad es el diario.
Pero no todo lo verdadero es bueno. No necesariamente se lee bien. Los diarios en particular pueden resultar sosos y pesados. Aquí llego por fin al que considero el principal mérito de este libro: que es un diario que se lee bien porque se lee como una amena novela. Y como sabemos que no es una novela de ficción --y que Héctor Abad se nos expone al desnudo, que nos abre la puerta a sus intimidades, a sus infidelidades, sus miedos, sus cobardías, sus traiciones, sus confesados sentimientos de desconfianza hacia algunos amigos, sus sentimientos de culpa, sabemos que el escritor es profundamente autocrítico, no se perdona (casi) nada-- lo leemos con un sentimiento parecido al del cura sentado en el confesionario oyendo al pecador. Este es en concreto el mérito: que como los 'pecados' están bien contados, las casi mil páginas digitales no nos aburren en ningún momento.
Bueno, siendo justa debo agregar que hay mucho más que pecadillos en estas páginas. Está la obsesión del hombre por la escritura, y está especialmente, el amor a sus hijos. Para mencionar solo dos, porque hay más.
No sé si será por esto que al final, y a pesar de todo lo confesado en el diario, igual a como hacen los curas, los lectores le damos a Héctor Abad la absolución. Además, no solamente lo absolvemos sino que nos quedamos con la impresión de que el tipo es en realidad una buena persona, a nice guy. Una opinión que, lo reconozco, está influida por la calidad literaria del libro. Porque cuando un libro no nos gusta nos dan ganas de mandar al autor al infierno aunque sea un santo. Héctor Abad se va derecho al cielo.
Es un libro soso, en la mayor parte, en la que el autor repite sistemáticamente sus experiencias sexuales y su vida en crisis. Eso estaría bien para justificar la lectura de un libro tan extenso, además de un autor con oportunidades de publicar en una editorial masiva y reputada, si por lo menos lo contara bien y se detuviera en algo más interesante que la oda a sí mismo tan inútil como sosa. Qué desperdicio el de Alfaguara con tantos escritores por descubrir.
Pienso que para un escritor debe ser arriesgado publicar unos diarios, ya que está revelando sus pensamientos más íntimos del cual el lector puede ser simpatizante o no y así crear amores u odios. Para mi, fue un completo odio, me generó un pensamiento negativo hacia el propio autor, a su forma de pensar, a su forma de ser; esto no quiere decir que no vaya a leer nunca más alguno de sus otros libros, solo quiere decir que si antes lo apreciaba como persona, ahora ni lo considero.
Estos son los diarios de un aspirante a escritor, que habla de sus amores y desamores, de su imposibilidad de escribir una novela, de literatura (por supuesto) y de paso, reflexiona sobre la vida misma. Los diarios van hasta 2006, año en que sale publicado el libro que catapultaría a la fama al autor: "El olvido que seremos".
Una historia sincera, descarnada y bien escrita de la vida íntima. Seduce al lector sin grandes pretensiones con relatos hermosos, tristes, emotivos y eróticos, pero sobre todo muy auténticos.
Una de las cosas esenciales de este diario es cómo HAF escribe acerca del acto de escribir, de lo difícil de preservar la memoria y sobre todo, para mi una gran sorpresa, es primera vez que leo acerca de la vergüenza de un hombre ante sus actos amorosos adúlteros. Además tiene un fantástico relato acerca del papel del padre y cómo eso lo lleva a escribir su más famosa obra . Vemos en este diario la vida real de una persona que se trata de hacer camino en el camino de las letras, sin tanta fantasía pero también sin los clichés propios de los escritores (el pobre, que comía pan y solo leía, etc), con un nivel de agrado hacia su proceso creativo, y te ofrece muy buena entrada para la relectura de El Olvido que seremos. Los diarios no son exactamente los libros que todos queremos leer, es una lectura muy particular, pero este posee un alma que hay que rescatar. Lo recomiendo
La palabra que más me quedo sonando leyendo este libro es traición. Eso siente el autor con sus infidelidades a sus esposas, pero también a su padre asesinado por los paramilitares. La sensación que le encuentro es la de sinceridad y frustración. Sinceridad para contarnos y contarse esta historia que lo refleja en humanidad. Frustración por no poder escribir lo que quiere escribir, ahora sabemos que si lo hace, pero entonces no le salía la escritura. Puedo decir que me gusto leerlo aunque me demore un poco más de lo planeado, “el olvido que seremos” la historia de su padre me sigue gustando mas
Afortunados somos todos los que disfrutamos de la escritura de Héctor Abad y para nuestro deleite publica un libro de sus diarios de más de 600 páginas. No recuerdo la última vez que he disfrutado tanto leyendo, lo tengo subrayado, dobladas las páginas, releídas otras tantas...
Este compendio de 600 páginas es un misceláneo de biografía, ensayo, reflexiones, filosofía, citas, recomendaciones de cafeterías y restaurantes...no es un diario cualquiera al uso.
No lo recomendaría a cualquiera pero afortunado es aquel que aprecie y disfrute tanto como yo esta joyita literaria.
5 merecidas estrellas , totalmente ✨ Es un libro pero hermoso, tiene sus matices , tiene su historia y está escrito para que tú te sientas identificado con el autor . El libro es muy emocional , muy bien logrado para lograr conectar con el lector de manera más sencilla y ocasionar este punto de equilibrio.
Después de “El olvido que seremos”, a Héctor Abad Faciolince le perdono todo, incluso las novelas y libros de relatos que siguieron, publicaciones que no alcanzaron los niveles del maravilloso libro-homenaje a su padre, obra que le otorgó un extenso y merecido reconocimiento, texto que traspasó las fronteras idiomáticas.
Razones tendrá para decidirse a publicar sus diarios en vida, escritos, según él, con otras intenciones: sí, para leerse, pero no para publicarse. Advertidos que, “contienen poco o nada de su vida pública, porque ni la tenía; se nutren casi siempre de mi vida privada, y no omiten partes de mi vida secreta”, sus diarios te permiten conocer su miedo de fracasar como escritor, sus infidelidades, sus inseguridades como padre y marido, su fobia social, sus batallas por ganarse la vida en trabajos tan ajenos a sus aspiraciones.
Héctor Abad Faciolince (1958-), colombiano, graduado de Lenguas y Literaturas Modernas en la Universidad de Turín, Italia, ha escrito novela, poesía, ensayo, traducciones, críticas literarias y “El olvido que seremos”. Y no lo escribo como sarcasmo o ironía. Es por admiración y agradecimiento. Cuántos escritores quisieran haber publicado un libro, uno solo, que tocara las fibras emocionales de sus lectores como lo consiguió Abad Faciolince.
Escribir diarios es una actividad popular. Desde muy pequeños, casi casi desde que aprendemos a escribir, muchos de nosotros empezamos a transcribir una bitácora de nuestro día a día. Como sucede con el coleccionismo, tan popular en la infancia, son pocos los que persisten en la dura disciplina que se requiere para continuarlos; parecerá cliché, pero los más persistentes en la tarea, terminan relacionados con el mundo literario.
Frente al tocho “Lo que fue presente”, con más de 600 páginas, vale preguntarse: ¿Por qué leemos diarios? ¿Qué buscamos en la lectura de un texto no creativo, un registro fragmentario sobre la vida de un autor más o menos conocido? ¿Por qué leer los de un escritor como Abad Faciolince, que al escribirlos, aspira, según el mismo confiesa, a “durar después de la muerte mediante las huellas de mis letras”?
En mi caso, que leo por puritito gusto, porque siento predilección por las biografías, autobiografías y diarios de escritores. Sin talento, imaginación ni vocación como autor, prefiero ejercer de lector para vivir, a través de la lectura, pero sin tanto sufrimiento, la vida de los escritores, la mayoría de las ocasiones, dura, tan ingrata, que terminas agradeciendo tu déficit vocacional.
Leí con agrado el tocho de Abad Faciolince. En Mazatlán, de visita a mi madre, que no veía desde enero del año pasado, el escenario se prestaba para lecturas largas; el puerto sinaloense es ideal para la lectura reposada, plácida y relajada de la vida de un escritor que aprecias por un libro entrañable, emotivo, enternecedor, francamente conmovedor e inolvidable.
Los diarios concluyen antes de la publicación de “El olvido que seremos”, la última entrada se registra el 8 de septiembre del 2006, cuando Abad recibe una llamada desde Berlin de Gabriel Iriarte, informándole que el manuscrito final de “El olvido que seremos” “Le gustó muchísimo. Que es un libro bello, conmovedor, que lo sacudió como lector y como colombiano”.
Diarios alimentados por la vergüenza, escritos en momentos de tristeza, de inseguridad, de desasosiego; confesiones que desnudan a un hombre que será todo, menos un santo. Textos que transpiran honestidad, que recopilan una serie de fracasos, de penosas derrotas, que convirtieron a Abad en el hombre que hoy es. Escritos plagados de culpa, deseos sexuales, vacilaciones, perplejidades, miedo y amor.
Bien escritos, los diarios de Héctor resultaron una agradable lectura. Testimonio sobre una vocación que no permite dudas ni desviaciones, escritos “en vivo”, diríamos hoy, a diferencia de las memorias y las autobiografías, que son más recuerdos y evocaciones de tu pasado, que sensaciones, emociones y sentimientos de lo que se vive al momento; Abad ha mencionado que sus diarios eran los sustitutos de confesores y psicoanalistas, y tiene razón: por momentos parecen bacinicas donde se deshace de sus deshechos.
No tengo certeza sobre la viabilidad de que Héctor se convierta en un escritor clásico, leído por las generaciones por venir. Es un escritor solvente, que relata correctamente historias, principalmente, de corte intimista y que escribió una obra entrañable, llena de amor filial, una maravillosa novela de No Ficción en homenaje a su padre asesinado, con lo que obtuvo reconocimiento, certeza, seguridad, y mi fidelidad como lector. ¡Te leo!
Faciolince es el autor más despreciado de Colombia y es, a su vez, el más importante. Importante no por su literatura, sino por poderoso, en un sentido mediático, fáctico y simbólico. A mí no me cae mal, ni bien, y lo desprecio y admiro a partes iguales: escribe bien, es entretenido y a menudo sus opiniones e intuiciones apuntan cosas importantes y certeras; pero, a menudo es frívolo y lígero, sus argumentos mal hilados, sus razonamientos simplones. También suelo valorar mucho lo que considero su honestidad, pues lo hace revelar cosas de sí y de su obra que pocos escritores se atreverían; la misma honestidad que lo expone un tanto ingenuo, irremediablemente burgués y europeísta: casi impúdico ante una sociedad tan desigual y fracturada culturalmente.
En estos diarios se cumplen todas las anteriores valoraciones. Yo llegué a ellos porque me gustan los diarios, en general, y en particular porque tenía ganas de chismes, pues eso prometía alguna reseña elogiosa, que hasta sus editores y amigos le sugerían no publicarlo. Creo que lo anterior fue una estrategía de marketing y yo caí, pues sí habia chismes, pero no los suficientes. Yo le habría dicho lo mismo: que no publicara estos diarios; no por la crudeza de algunas verdades (finalmente uno de los aspectos más valiosos de los textos), sino porque me parece que al conjunto le falta calidad, y cometer el atrevimiento, en vida, de publicar unos diarios, ya un acto bastante egocéntrico, y que además no sean buenos, me parece el colmo: no un defecto literario, sino de carácter.
Así pues, de estas 600 páginas —así es, me repito, leí 600 páginas de los diarios de Abad Faciolince— me gustaron mucho las partes en que cuenta la escena en que conoció a García Márquez (cual capo); en la que conoció a Fidel Castro (El Padrino, pero más delirante); la anécdota de la infidelidad que termina en embarazo y finalmente en aborto, el mismo día del cumpleaños de su hijo (no lo juzgo). Me gustaron las intimidades de ciertos contratos o anticipos editoriales (con envidia); las menciones maledicentes a Fernando Vallejo y Andrés Hoyos; y el retrato devastador que hace de Enrique Serrano. (Ni un comentario crítico, por supuesto, a alguno de sus editores, o a tantisimos otros personajes públicos que seguro conoció). Me gustaba cuando hablaba del amor por sus hijos, de plata, cuando criticaba a su primera y segunda esposas, cuando comentaba infidelidades. También, ocasionalmente, me gustó alguna reflexión sobre cualquier cosa, o el recuento de alguna tarde de viaje, y me gustó mucho el final: excelente cierre, en cierta forma cerrado, o circular, para un género ajeno al género.
Pero todo eso que me gustó mucho, creo, habrá sido un 10%, y lo que simplemente me gustó, de forma entretenida, será un 40%. Así que, en suma, no he quedado convencido, aunque debí haberlo anticipado: ha sido siempre mi experiencia de lector con él.
“que la escritura sea como mi cuerpo vivo, como mi mano que aprieta la mano de otro”
increíble libro, la verdad quede bastante conmovida porque comparto muchos pensamientos y sentimientos que se encuentran al leer estos diarios, me gusto mucho las opiniones que dio sobre la iglesia, sobre la educación, sobre el gobierno, me encanta como trataba emociones como la tristeza, la euforia, la desolación, el duelo. Cada día que se narra se convierte en una memoria, en una experiencia que de alguna manera, marca al lector. Debo mencionar sin embargo, que me dolieron bastante todas las infidelidades a Irene y a las otras mujeres mencionadas en el libro, es curioso que el se nombre a su mismo como una persona que no puede hacer parte de la monogamia, pero sin embargo siempre está buscando el compromiso. También halle irónico que dijera que no es machista, aunque en muchas partes del libro sin darse cuenta lo es completamente (o tal vez a propósito sin reconocer que es un problema). Admiro mucho a Héctor Abad F por publicar estos diarios y dar a conocer un poco más de su vida íntima a una audiencia que sin lugar a duda, se siente identificada con la desolación y la incertidumbre que la vida cotidiana puede traer. En mi opinión se cumple el propósito del libro que según el prólogo el quería lograr, se ve la historia de un escritor frustrado que aunque sentía que la vida iba en su contra, logró marcar significativamente al país con su literatura, y con muchas historias que transformarían a una sociedad llevada por la violencia, el odio y la falta de empatía.
"Pienso en lo que repetía mi papá: a los hijos, si los queremos buenos, tenemos que hacerlos felices. La felicidad educa a la bondad. Esto no quiere decir que lo contrario sea cierto¨.
¨Nadie está tan interesado en ti mismo como tu mismo. Nadie¨.
¨Aburrirse es un lujo de la casi felicidad. Y es la respuesta a una incapacidad nuestra a sentirnos bien por mucho tiempo¨.
¨Ya voy siendo lo que seré. Ojalá. Qué va¨. (está entusiasmado con los avances de su primer libro).
¨En las reuniones sociales es un derroche inútil usar la inteligencia. Es mejor descansar, acomodarse en el cómodo sillón de los lugares comunes¨.
¨Mi mayor interés es que mi yo futuro me recuerde, se recuerde, como fue, y aprenda de sus mecanismos mentales, que quizá se repitan, o que aquí funcionen como una caricatura del que seré¨.
¨Siento una felicidad tranquila. No se júbilo. Es serenidad por haber hecho lo que tenía que hacer¨.
Al principio deja un sabor de boca enrarecido conocer tantos detalles íntimos de un sujeto, que no es ficción y se pregunta uno si la publicación de un libro así responde a falta absoluta de originalidad o a un grado de irreverencia torpe de tal nivel de querer entretener a otros con lo mas profundo de sus pensamientos y arrebatos.
Pero en algún punto el escritor del diario se convierte en el personaje de una novela que no es novela y las historias van marchando con cierto ritmo que envuelve la lectura haciendo todo interesante. Pierde uno el pudor de leer una confesión más, y parece que en algún momento el libro de sus diarios nos convierte en morbosos espías de la vida de otro deseando por un poco mas de detalle.
Su estilo de escritura no queda en riesgo por tratarse de diarios. Un frenético ejercicio de lectura que vale la pena al final del viaje
Para ser honesta, el libro no me atrapó. Lo empecé a leer al iniciar el año y me pareció lento, demasiado pretencioso por parte del autor en su discurso, en su búsqueda de llegar a ser escritor. Sin embargo, unos meses después lo retomé y leí una frase del libro que resume mi estado con este libro.
La frase (palabras más o palabras menos)... nuestra relación con los libros, si nos gustan o no, depende del momento de nuestras vidas en la que los estemos leyendo. Y este fue mi caso con este libro. Aplaudo al autor por desnudar su alma, porque publicar sus diarios personales, no debió ser una decisión fácil, pero no es un libro para todo el mundo, ni un libro que recomendaría a ojos cerrados.
"Ya no soy capaz de llevar diarios, pero tal vez si apunto cosas, después pueda llegar a saquear algo de aquí, para artículos, cuentos o libros" (p. 595).
Un libro en el que HAF recoge 21 años de escritura de sus diarios y nos permite a los lectores conocer de su vida, pero sobre todo de sus pensamientos y sentimientos.
Lo más genial es comprender, a través de sus páginas, cómo fueron tomando forma sus libros, hasta el año 2006 en que termina este escrito y se publica #ElOlvidoQueSeremos "No sé si será mi mejor o mi peor libro. Lo que sí sé es que será el libro más importante para mí, y el único que considero necesario".
Los diarios me interesan, son la sencilla descripción del paso del tiempo desde una mirada íntima y muy propia .Este cuenta la evolución de un hombre, de un escritor. Es sincero, habla de sus miedos, inseguridad, impotencia, aridez de pensamiento. Habla también de las mujeres de su vida, que son muchas, es hijo, hermano,esposo infiel, padre amoroso, amante, marido dominado. Viaja, habita ciudades, se encuentra con gente notable,disfruta la palabra escrita y sufre la palabra hablada. Cuenta a brincos cómo surgen sus libros y cómo las piezas de la vida se van poniendo en orden, con el paso del tiempo y con algunas soledades el diario se vuelve más fluido.
Termine, aunque no quería hacerlo, el diario de Héctor Abad Faciolince. Esa sinceridad a la que muchos le temen, a él parece no importarle. Mientras lo leía, recordé que Ricardo Garibay decía que en su literatura no había espacio para la mentira, no se lo podía permitir porque la escritura era su medio de expresión. En ese sentido, Abad tampoco se lo permite, habla sobre su familia, sus amores, los rechazos que tuvo como escritor, las infidelidades cometidas, el mal esposo que fue, su encuentro con otros escritores, la sexualidad, la impotencia, el escritor que quiso ser y no consiguió. Al final, quizá sin proponérselo, nos muestra cómo la escritura se nutre de la vida.
Estos Diarios de Héctor Abad Faciolince, sin duda, reafirman mi pasión por los diarios. Con su narrativa cercana de lo cotidiano que a la vez puede resultar extraordinario, con esa forma de mostrarnos que no estamos solos en ese vivir diario lleno de todas las posibilidades, las alegrías y las tristezas, lo sublime y lo trágico o lo miserable. Un recorrido maravilloso por las anotaciones íntimas de este escritor colombiano desde 1985 hasta 2006, pasando por el terrible episodio del asesinato de su padre hasta la publicación de "El olvido que seremos". De lo mejor que he leído en 2020.
Es un libro en gran parte que sirve de antesala para “el olvido que seremos” en donde el autor muestra y evidencia las pasiones de un hombre, sus frustraciones, el paso de una adolescencia tardía a la adultez cuasi burgués que refleja el anhelo del ego de llegar a ser grande y reconocido. Traiciones dolorosas que muestran el daño que nuestras pasiones pueden hacer a quien más queremos. La importancia de las relaciones sociales paga recorrer el camino que queremos forjar. Un diario de una vida que aún no se acaba.
Mi calificación para este libro es de 4/5⭐️. Después de haber leído el diario de Ana Frank este es mi segundo libro en formarto de diarios, me gustó, es un tocho, duré casi cuatro meses leyéndolo, pero se me hizo tan personal y propio que conecte con los hechos relatos. Sin duda algún Hector Abad Faciolince es de mis escritores favoritos, espero poder leer todos sus libros. Mi parte favorita sin duda alguna fue el epílogo, una belleza y viaje como lectora. Que bueno que leí tus diarios Hector y gracias por compartimos al público.
Me gustan los diarios, las cartas, las autobiografías, las biografías...me gustan las vidas íntimas de las personas relevantes que se desnudan o las desnudan. Pero en el caso de HAF, ademàs, hay que decir que la desnudez es de una honestidad relevante y, por eso, todavía màs interesante. Me he sentido muy identificado con él en muchos aspectos. Para mi entender no hay infidelidades, sino fidelidad a la sexualidad y sus complicados recovecos.
un viaje a lo más profundo del ser. lo que fue presente, es adentrarse a otra cabeza, es odiar a hector. es identificarse con irene. se muestra como se ama, como se siente la vida y cada uno de sus placeres. un libro único, y mas único sabiendo que es un diario. deja una sensación de querer que nunca termine, un vacío pequeño. un placer leer a hector abad, es increíble como transmite desde lo más íntimo.
Acercarse a la intimidad de un escritor y ver sus quejas y lamentos llena un poco a quien los lee, porque ve en esa vida un poco de la suya y piensa, erróneamente, que el destino le deparará algo parecido después de los días grises.
Al final decaen, pero el mismo autor lo dice, no se puede escribir el diario cuando lo lee otra persona. Sin intimidad no hay sinceridad.