René y Rosarito sobreviven vendiendo cachivaches en el mercadillo de la plaza mayor de una ciudad de provincias. Él busca en la lectura una salida a una vida incompleta y se gana un dinero extra cazando pajaritos, topos, lagartos y otros animales que prepara en platos deliciosos siguiendo recetas de lo más inusuales. Alrededor de la pareja merodean palurdos, guardias civiles retirados, aristócratas venidos a menos, inmigrantes polacas, un gallero filósofo, un taxidermista y un elenco de personajes propios de una España que se resiste a desaparecer, entre los que brilla Rocío, una gitanilla que provoca confusos sentimientos en René.
Comida y basura supone una inusual hazaña literaria en pleno siglo XXI: invocar la atmósfera psicológica y rural de Juan Rulfo, unos personajes propios de Delibes o Umbral, unos diálogos dignos de Almodóvar y la amenaza inminente de una tragedia lorquiana; y hacerlo con la habilidad de un poeta que escribe su primera novela.
Álex Prada debuta en la ficción con una historia que rinde homenaje a nuestra cultura y a los libros que lo han formado como lector, pero que no se parece a nada y que ha arrancado el asombro y los elogios de autores como Santiago Lorenzo: «Una gástrica lección de cómo incrustar un sentir en un idioma».
Es una novela inclasificable, extremadamente original y, a la vez, sientes que es muy cercana. Mi sensación ha sido que los capítulos son pequeños cuentos, con los mismos protagonistas y con un final, cuanto menos, sorprendente. Si se lee este libro sin ninguna idea preconcebida, se puede disfrutar mucho.
3,5⭐ Las experiencias de René y Rosarito (nuestros protagonistas) se intercalan con extractos de los libros que tomaron prestados de la biblioteca, y cubren una variedad de temas como la calidad del nitrógeno y la vida de Jesucristo. El lenguaje es crudo y limpio, sin matices ni eufemismos. Este lenguaje es cauteloso y no intenta ser discreto. Es un lenguaje puro para la identificación y defensa de las raíces. Las conversaciones entre maridos y mujeres son desde el corazón y así es como interactúan con los demás. Observan el entorno y describen su actitud en cuatro notas, que es suficiente. Grande Rocío, construye un universo alternativo que llama inmediatamente la atención por su breve aparición. Y eso no es todo, ya que estos breves capítulos mezclan una sensación de maldad con un realismo oscuro y albergan muchas otras criaturas dignas de exhibición que se pueden encontrar en cada calle de cualquier ciudad. Probablemente más de lo que la gente piensa.
Este libro es la definición de vacío de contenido. Mucha letra, mucha palabrería, pero no se dice nada. La historia solo es un intento de prepotencia a la hora de escribirlo.
Lo único interesante es el final y no tengo ni idea de cómo se he llegado a él. O yo soy muy tonta y no he entendido nada o es que no había nada que entender.
(Y estoy casi segura que tiene un poco de blanqueo de la pederastia pero como no lo he entendido no estoy segura así que no lo afirmo)
Una lectura para masticarla y sentirla. Para olerla. Álex Prada nos lleva en cada una de sus palabras al lado de René. A sus lecturas de biblioteca. A sus recuerdos. A su cocina y sus trapicheos.