"El silencio se estira. Hasta acá llegamos. Mamá es ese centímetro de piel inalcanzable entre mis omóplatos, ese pedazo que me pica y no me puedo rascar".
A partir de un accidente en su infancia, Ema indaga en el vínculo con su madre y, embarazada de su segundo hijo, encara un viaje en busca de respuestas: ¿quién es realmente Elena? ¿La conoce lo suficiente? Su madre es distante y hay una zona que ella no logra franquear por más que lo intente; eso no cambió con el paso de los años. Con una prosa simple en apariencia pero cargada de imágenes certeras, Adriana Riva replantea los vínculos familiares con una precisión admirable, no exenta de humor y de crudeza, que convierte a La sal en una novela intimista y conmovedora.
"Esta es la era de las mujeres, y la literatura argentina está siendo renovada por muchas escritoras. Adriana Riva escribe con brillantez verbal, crea imágenes maravillosas y dispara al corazón de la empatía. Con este segundo libro se afirma, sin duda, como una voz personalísima dentro de esta escena”. Santiago Llach
Este libro para mí prometía mucho, porque había leído su libro Angst, que es de cuentos, y pensé que una novela sería aún mejor, pero no, la verdad no me gustó nada. Me pareció desabrida, vaya la palabra, con ese título, pero no lo puedo evitar, no encuentro otra mejor para describirla. Una mujer que cuenta su relación con la madre, que es bastante gris, como la madre también lo es. Supongo que algo que me irritó es que parece estar atrapada en una estructura de mandatos, y no lo nota, o su manera de actuar y narrar dentro de eso, es como una pasiva-agresiva, que me parece en el fondo, deprimente. Y por alguna razón, cuando al final tiene a una hija y la llama "beba" no se, ahí ya terminó de perderme.
La sensación general con los libros que escriben las mujeres hoy a esta altura es de hastío. Da lo mismo quien firme. Es siempre el mismo libro, el mismo drama, la misma intimidad, los mismos golpes y aparentemente el mismo taller literario. No hay mucho para decir sobre este libro, excepto que hablar de La Sal es hablar de cualquier libro de la "ola de mujeres" que circule hoy. Hay una especie de carrera frenética para ser ¿Joan Didion? ¿Lorrie Moore? ¿Natalia Ginzburg? Da igual, todas leen lo mismo y cierto aire conservador las une. Llega un momento que tanta intimidad empalaga y lo que se produce es un rechazo tajante y lo que se pide es, por favor, un poco de ficción.
Es probable que este sea el libro que la liga en nombre de todos los mismos libros que intento leer y termino dejando. No hay nada que me moleste en las historias de las mujeres, pero a esta altura del partido ese regodeo en la "habitación propia" solo da por saldo una categoría menor, a como vamos, a como venimos, esa frase de la cual se agarran es como una excusa para no salir y en un punto también un dejo de cobardía. La frase es vieja, caduco, es de otra época, otro tiempo, este tiempo requiere de otras ambiciones, quién las tendrá?
Por último ya que todo esta cortado por el mismo taller literario hay que aclarar algo: un taller literario te puede enseñar a escribir, te da formulas, maneras, ticks, resortes, lo que sea. Pero decidirse por la literatura es decidir un estilo de vida. Y lejos esta eso de entregar, como único talento, la vida privada. Hay que crear una nueva.
«Mi sitio estaba con mamá. Con ella la cosa estaba clara: Me costaba respirar pero me sentía segura» escribió la ensayista Vivian Gornick en Apegos feroces. Las mismas palabras podrían atribuirse al personaje de Ema, la narradora de La sal, que a través de un recorrido por su vida, ahonda en los desencuentros con Elena, su mamá, quien se auto-percibe como una mala madre, no sin antes sentenciar que todas lo son.
Sara, la tía de Ema, recibe un llamado de la municipalidad de Macachín para retirar unas cajas que están abandonadas en un depósito a punto de demoler. Las cajas están etiquetadas bajo su apellido pero nadie sabe a quién le pertenece. A raíz de ese llamado, Sara, Elena, Julia –su hermana– y la propia Ema, emprenden el viaje al pueblo donde nacieron las mayores. El viaje a La Pampa no es el único viaje que hay en la novela, Ema se adentra en uno más íntimo, revolviendo entre sus recuerdos infantiles el momento nació la distancia con su madre, el kilómetro cero.
Desde el principio sabemos que Ema sufrió una caída que le dejó la mayoría de sus vertebras rotas y un hueco desertico en su niñez que la apartó del mundo por varios meses. Días que bajo vendas, cables y medicamentos, se cristalizaron en un monstruo que devoró parte de su historia, dejando su infancia mordida. El accidente desencadenó secuelas físicas, destellos de dolor que insisten en estorbar su vida cotidiana, pero es el peso de lo que no se verbaliza lo que la hunde, una pregunta huerfana de palabras que la constituyan como tal, un grito encadenado a su garganta que entorpece su respiración. Lo no dicho, el otro protagonista, quien desdobla los hilos del tiempo y la devuelve a esa escalera una y otra vez, con la amenaza que la próxima caída no tenga fin.
Adriana Riva describe con mucha sensibilidad y lucidez la lucha interna que llevamos la mayoría de los hijxs para no parecernos a nuestros padres, para no repetir sus defectos, esos que nos indignaron o entristecieron en distintas etapas de la vida pero también sabe retratar, con la misma destreza, la frustración de reconocerlos en nosotros.
«Mama es esa mujer que se aleja sigilosamente, sin avisarle a nadie que nunca estuvo» Elena es un enigma para Ema, una presencia que camina sigilosa, un fantasma nítido, algo que está pero cuya presencia no se puede palpar del todo. Es ella quien elige ese lugar y Ema quien lo reprocha, quien se llena de rabia con esa madre que pudiendo evitar dolor, no pudo hacerlo y optó por verlo. Ahora, la espectadora también es Ema, siente el dolor de esa madre y no hace nada. No hay venganza en su acción, solo herencia porque como ella misma confiesa: «las hijas contienen a sus madres» ✍🏻 Considero que la mayor virtud de la novela es la prosa austera de Adriana que evita sin esfuerzo los artificios que solo buscan efectismo; en La Sal las oraciones fluyen limpias, dejando que su significado desborde la palabra. Adriana confía en el lenguaje pero sobre todo en nosotros, los lectores. Y eso, siempre se agradece.
Tremendo lo bueno que está este libro, esa simpleza y profundidad con la que va tejiendo la relación de madre e hija, de madre e hijo, de pareja, de hermanas. De escritura tan sencilla y por eso mismo tan cercana. Cuan identificada te podés sentir en muchos pasajes, tanto que te hace reflexionar. Va directo al cajón de libros que no hay que olvidar.
Me gustó muchísimo este libro. La forma en la que explora las relaciones complicadas entre madres e hijas, pero de una manera muy humana, sin villanizar, sin buscar culpables, desde la comprensión y el cariño aunque duela y lastime, me increpó mucho y lo disfruté mucho también.
No soy objetivo, no conozco personalmente a la autora pero sí hemos hablado alguna vez e hicimos un vivo de Instagram Además este libro lo escribió en el molde del mismo taller de escritura creativa al que voy yo. No soy objetivo pero este es librazo sin dudas.
Mientras lo leía no podía dejar de pensar en uno de mis directores de cine favoritos: Krystof Kieslowski que decía que la vida de cualquier persona era digna de ser contada. Acá tenemos una vida, una relación madre-hija, contada en tres episodios centrifugadores. Una vida común y por lo tanto extraordinaria. Como dicen los periodistas, con sus luces y sombras, sus grises. En estos momentos donde la reflexión sobre la maternidad viene de la mano de la lucha feminista, esta novela - de la que no importa qué tanto está basada en hechos reales - puede ser tomada como un signo de los tiempos.
Qué gran género literario es el hije hablando de sus padres. Siempre está ese juego muy interesante de buscar qué es lo que se refleja y qué es lo que se refracta en la relación entre ambos. Este libro maneja muy bien ese doble movimiento y para mí está a la altura de Philip Roth en Patrimonio, Martín Sivak en El salto de papá, Nicolás Gadano en La caja Topper y de Richard Ford en Entre Ellos. Ahora quiero más, tengo pendientes Apegos Feroces de Gornick y Nada se opone a la noche de De Vigan.
La Sal se lee rápido, pasa como un suspiro pero nos queda su aliento.
A las personas que nos criamos en un pueblo, nos remonta a los recuerdos que seguro reconoces casi como propios. Hermosa historia, por lo real de la relación madre-hija.
La sal es un libro que es imposible que no te interpele si sos madre, hija, hermana, o tía. Como mujer, siempre he mirando las relaciones con las otras mujeres de mi familia, los vínculos que nos unen y las cosas que nos separan. Empecé esta historia hace unos meses pero por razones que ahora no recuerdo la abandoné. La retomé justo hoy, y las coincidencias siempre son graciosas, porque se da la casualidad que en las últimas semanas estuve viendo muchas fotos viejas con mi mamá. Estos últimos días no me he podido sacar una sensación extraña y nostálgica de que mi mamá no siempre fue mi mamá. Mi mamá, quien tiene nombre y apellido independiente de mí, también tiene una historia individual, tiene un pasado del que no soy parte, y también fue (es) persona aparte de recibir el título de madre cuando yo nací. He estado pensando mucho y comparandome con esa mujer que es una extraña para mí, las cosas tan diferentes que hemos logrado a la misma edad, y lo alejada que a veces me siento de aquella persona detrás del título que es mi mamá ahora. Este libro, que analiza las relaciones de madre e hija, de hermanas y de hijas con su propia maternidad, me vino como anillo al dedo, y me estremecía cada dos frases. Es precioso. Muestra las cosas de forma cruda y real, sin encontrar villanos y víctimas en el relato, sino la vida misma de estas mujeres.
yo lo amé, amé, amé tierno con frases que sacuden con personajes que adoras y odias honestos por imperfectos las situaciones, el humor, la simpleza, el final todo lo amé
Cuando Ema tiene cerca de 10 años, sufre un accidente que casi la deja paralítica pero que la mantiene postrada y casi inmovilizada por 6 meses. Con tan corta edad, Ema se enfrenta por primera vez a la real relación con su madre. En ese momento ella no entiende por qué su madre es distante, por qué no la abraza, no la contiene. Ema es una niña que anhela el amor de una madre, pero todavía no entiende que esa madre no puede. De adulta, ya madre de Antonio y esperando a su segundo hijo, Ema inicia un viaje con su hermana Julia, su madre Elena, y su tía Sara, hacia el pueblo en donde crecieron. Ese viaje en auto hacia la provincia de La Pampa es una expedición hacia el pasado, el presente y el futuro. Es un viaje en busca de respuestas, de soluciones; un viaje en el que Ema intenta descifrar a su madre, intenta quererla, aceptarla. Elena es una mujer que se muestra desinteresada, egoísta, se avergüenza de sus orígenes, de su apellido y de su familia. Elena lucha toda su vida por pertenecer a círculos sociales de alta alcurnia, y sobrevive a la constante ansiedad de que un día ocurra lo más temido: ser descubierta. En el primer capítulo, La Caída, Ema roza la muerte y cae a un precipicio que la obliga a enfrentar a uno de los temores más grandes de un niño, que su mamá no lo quiera. En El Viaje, Ema se aventura en un recorrido de hostilidad y enemistad pero de gran aprendizaje, para finalizar en El Parto, en donde ocurre la transformación: para que alguien nuevo nazca, otro alguien tiene que morir. “Mamá y yo somos una amenidad unida circunstancialmente.”
Este es de esos libros que te atrapan sin que te des cuenta. En La Sal, nos adentramos en el entramado familiar de Ema, una mujer que se encuentra embarazada de su segundx hijx. Como es natural en esa etapa, le surgen muchas reflexiones sobre su relación con su madre, con quien siente que nunca está en la misma página. Este libro indaga no solo la relación madre e hija, sino también de hermanas, y los vínculos entre las mujeres protagonistas. Es una narración simple pero muy bella, me hizo evocar lugares y situaciones en Buenos Aires y La Pampa. Es una lectura muy nostálgica con la que me encontré pensando en las mujeres de mi propia familia.
Un libro cortito que me llevo días leer, pase páginas sin leer, me aburrió, mucha descripción y poco historia, gusto a nada. Lo leí con expectativa porque vi mucha recomendación pero no me gusto para nada
En plan anécdotas familiares y construcción del propio pasado esta mini novela cheta me hizo pensar mucho acerca de la maternidad. Me resultó simple, encantadora y asfixiante por momentos. Tiene una forma de transmitir sensaciones más que interesante. Me gustó mucho, casi lloro pero no.
Me gustó el principio y el final. El desarrollo, me sonó repetitivo, poco original, es que leí muchos libros sobre relacionesadre e hija. Por momentos me aburrió pero a su vez se lee rápido y es llevadero. Rara la sensación final, indecisa yo.
creo que jamás nunca e verdad lloré tanto con un libro. send construcción y deconstrucción de las relaciones madre-hija que las paro de pechito. eso si: léanlo con carilinas a mano.
El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.
No sé dónde leí que este libro quiere decir muchas cosas y no termina diciendo ninguna. Empieza con una imagen muy potente y en toda la primera parte desarrolla una trama cuyo único objetivo fue mostrar un momento particular. En el resto del libro, se intenta explorar la relación de Ema, la narradora y protagonista, con su madre, pero más que el relato de Ema Y su madre, sentí que fue el relato de la madre desde los ojos de la hija. Al final, Ema, su anécdota inicial, no fueron más que una excusa para contar las (no) hazañas de su progenitora. Muy pocas veces hubo proyección interior de parte de Ema, y cuando la había no se terminaba de afilar, como que todo quedó inconcluso, sin claridad, reforzando esa idea mía de que acá Ema no importa. Además, la indagación a esa relación con su madre y al pasado familiar no cambiaron nada al personaje. ¿Para qué desarrollar toda esta historia si vamos a terminar en el mismo punto en el que empezamos? Por ese lado, no creo que la novela estuviera lograda. Me gustó el ir y venir entre el presente y las anécdotas del pasado, pero en el todo se perdieron un poco. La escritura me pareció hermosa, pero la historia no estuvo a la altura de ella.
"Por culpa de esos susurros constantes, cambie brujas y espíritus por tullidos y mutilados, sin estar segura de a qué especie de monstruo le temía"
"Somos fantasmas de nuestros antepasados. Nadie puede salvarse de ellos. Nadie en absoluto"
El libro empezó bárbaro, con una situación que te descoloca y te obliga a seguir la historia si o si. Pero, a medida que vas avanzando, vas descubriendo que no pasa mucho más. La autora plantea un viaje que no es solo turístico, sino simbólico: una forma de tratar de conectar y enmendar el vínculo con una madre que siempre fue distante, por momentos indiferente y ajena a todo lo que concierne a su hija, nuestra narradora, y todo su entorno. Es un recorrido nostálgico que recopila algunas anécdotas más bien cotidianas y bastante comunes de su madre. Llegó determinado momento en el que me empecé a aburrir, se me hizo un poquito lento, con sabor a poco. A pesar de todo, el final me gustó bastante. No es un mal libro, pero tenía otras expectativas.
Resalto algunas frases que me resonaron y siento que describen muy bien lo complicado de la relación madre-hija, pero la voz literaria no me llegó demasiado.
《Mamá y yo somos una ajenidad unida circunstancialmente》
《Es angustioso vivir con una madre que mezquina su entrega 》
《La justicia no tiene nada que ver con la maternidad. La maternidad tiene que ver con una dependencia tan real como accidental.》
Se puede contar una historia familiar, chiquita, delicada, intensa sin hacerla aburrida. Adriana Riva logra eso y mucho más. También, en la primera parte del libro, consigue que una voz infantil suene a eso y no a una adulta con dificultades de razonamiento, como nos han acostumbrado algunas autoras conocidas. Buscando más libros suyos ya mismo!
Gracias a la primera entrega de la suscripción literaria mensual de Bukku, me encontré con esta novela corta que respira con la persona que la lee. Cada frase acompaña y mece, e incomoda y entristece en proporciones similares. Los personajes de "La sal" son de una cercanía tan natural que te hace dudar si la autora sabe algo de tu familia. Pero en verdad lo que desnuda es que ninguno de nosotros está solo en sus cavilaciones, en sus dilemas existenciales y en sus miserias. La leí en un día. Empecé a la mañana con la protagonista pasando de la niñez a la adolescencia, y terminé hace un rato entrando a la adultez con ella. Así de rápido pasa la vida; si tenés cosas por decir, mejor que no te las guardes.
Santiago Llach escribió sobre esta novela: "Adriana Riva escribe con brillantez verbal, crea imágenes maravillosas y dispara al corazón de la empatía".
"La Sal" es eso y mucho más. Una mirada de las relaciones madre-hija. En una frase Ema, la protagonista de esta historia, lo resume todo:
"El silencio se estira. Hasta acá llegamos. Mamá es ese centímetro de piel inalcanzable entre mis omóplatos, ese pedazo que me pica y no me puedo rascar"
Me llegó mucho porque reconozco y me reconozco en muchos de los lugares que describe, y en la forma de relacionarse en los pueblos.
He aquí la voz de la nueva narrativa contemporánea, una prosa simple en apariencia, pero cargada de dardos certeros, tan intimista en sus detalles y tan llena de humor y crudeza; he aquí la voz de Adriana Riva.
Para gente como yo.. con algunos mambos con su madre.. es un libro que te rompe el corazón más de una vez. Me encantó y definitivamente va a tener una relectura.