Y allí, junto al único árbol en pié en su particular infierno, llegó el bufón loco después de mucho caminar entre los montículos de calaveras calcinadas por las llamas de la guerra. En ese lugar se acababa la tierra, y más adelante un infinito mar de fuego crepitaba entre las ráfagas de viento y el más absoluto silencio. Un silencio roto con el silbido del último barco zarpando a través del ardiente mar hacia la inexistente ciudad Esperanza.El bufón miró melancólico el horizonte y entre las inabarcables nubes de humo y polvo le pareció distinguir una luz en la distancia. La luz de un nuevo amanecer que en pocos segundos comenzó a bañar una vez más la tierra que agonizaba entre polvo y cenizas. La luz de un amanecer que atravesó la última gota de agua creando un arcoíris. El último arcoíris que surcaría jamás aquellos cielos.El bufón miró aquella estampa y se sentó en el borde del acantilado perdiendo la vista en aquel horizonte imposible, hasta que su mente mecida por el sonido de las olas de fuego golpeando contra las rocas se puso a soñar.Y soñó.
En Crónicas el bufón abordaba temas y formatos muy variados. En Delirios, se centraba en la reflexión social contemporánea sin renunciar --para eso debería renunciar a su esencia-- al estilo de la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Los relatos de este su tercer recopilatorio desarrollan la temática existencial, atemporal que es lo mismo que decir eterna. Y siempre con su prosa poética y de gran poder evocador. Mis favoritos son muchos, pero en una lista por fuerza incompleta e injusta, mencionaré "El caballo que parece una oveja", "El mar invertido", "Un trabajador eficaz", y para apasionados de Lovecraft, "Una habitación con vistas". Relatos en su mayoría cortos, ideales para leer en esos momentos de triunfo que le robamos a la tiránica rutina cotidiana.