Un ensayo imprescindible que arroja luz sobre las grandes contradicciones de nuestra sociedad ante temas tan importantes como la educación de los niños, por uno de los mayores referentes en pedagogía en el ámbito internacional.
Cuando el hijo del autor le dijo sin pensar «He descubrido» a la edad de tres años, se quedó tan maravillado por la forma en que instintivamente había conjugado el verbo que pensó, si los niños a esta edad saben tanto, ¿por qué la escuela solo aspira a que llenen páginas y más páginas con letras del alfabeto desde los seis años? Este libro reflexiona acerca de la necesidad de ver a los niños como seres con talento que merecen tener su propio espacio en la sociedad, en vez de construir ciudades que giran la espalda a algo tan esencial como su libertad.
«Este no es un libro de pedagogía ni la presentación de un proyecto educativo. Es más bien un testimonio, una historia, tal vez incluso una confesión personal y emocional.» Francesco Tonucci
a pesar de ser un libro para clase, me ha gustado mucho el alegato a la infancia que el autor nos muestra, me gusta mucho la visión pedagógica que tiene y todo lo que nos ha contado me ha parecido muy interesante
jugar nos hace libres!! escuchar a las peques y hacer que se cumplan sus derechos nos permitiría detectar todas la fallas que tiene este sistema que nos ahoga y que no permite la vida más haya de lo productivo/reproductivo. supongo que eso incomoda demasiado…
queremos escuchar a la infancia de hoy, no crear a las adultas del mañana!! Lectura indispensable si te relacionas cn infanciassss.
Un libro maravilloso que invita a la reflexión sobre la importancia de escuchar y entender a los niños y niñas. Es cortito y muy fácil de leer, con titulares en cada 2/4 páginas que nos llevan a explorar diferentes perspectivas y problemáticas. Analiza la relevancia de los niños en el ámbito de la escuela, la familia y la ciudad y lanza una crítica a las distintas leyes que abogan por el cuidado y la diversión de los menores, que pese a haber sido aprobadas por un gran número de países no se tiene en consideración. Busca generar diálogos entre niños y adultos, que les escuchemos, les tomemos en serio y llevemos a cabo sus sugerencias. Muy recomendable.
Menos mal que hizo una aclaración al principio diciendo que no es un libro de pedagogía ni pretende presentar ninguna propuesta educativa, por ahí se salva. No me gusta leer obviedades, aunque a veces sea necesario ponerlas en papel, pero ya sé que "si uno se dedica a lo que le gusta, a lo que sabe hacer mejor, es agradable y satisfactorio.". Me lo voy a tomar como un libro de primera toma de contacto con las infancias y me quedo con este párrafo sobre los parques: "El parque se considera un lugar perfecto donde dejar a un niño de pocos meses con sus juegos. Es perfecto porque él (o ella) lo tiene todo al alcance de la mano y no corre peligro (...). Al tenerlo todo al alcance de la mano, el niño no necesita desplazarse para coger ni buscar nada y eso limita su experiencia exploratoria, tan importante a nivel cognitivo; del parque no se puede salir, es como la jaula pequeña y confortable que años después encontrará en los jardines con zona de juegos infantiles vallada para su protección y en las aulas del colegio.”
Considero que este es un libro que debería leer todo padre / educador o cualquier persona cuyas acciones afecten a la infancia (como gobiernos...). Es muy cortito y fácil de leer y te trasmite muchísimas ideas que es necesario plantearse sobre la infancia, el desarrollo, la autonomía y la inteligencia de los peques, que se tiende a infravalorar.
Alegato por la infancia muy bonito y fácil de leer, aunque algunas frases sobre la competitividad me rechinan un poco. Recomendable para cualquier persona que trabaje en educación o se relacione con peques a menudo.
Interesante la curva del desarrollo mental del niño que muestra el autor. Apuesta por escuchar a los niños, por darles autonomía. Da mucha importancia al juego libre y a pensar en ciudades que consideren las necesidades de los niños. Un libro muy recomendable.
Buen libro, una invitación a reflexionar sobre la mirada que tenemos los adultos sobre los niños, y que en definitiva, convence al lector al plantear un mundo en el que las infancias son tomadas en cuenta con la seriedad que merecen.
De obligada lectura en las Facultades de Educación debería ser. Y recomendado también para padres o cualquiera que confíe en la posibilidad de una mejor sociedad futura.
Breve maravilla sobre los niños, la pedagogía y sus derechos. Los niños, esos ciudadanos de segunda que en la mayoría de cosas son mejores que nosotros.
Había leído fragmentos y frases sueltas de este autor, pero nunca un libro completo, qué potentes sus ideas, qué necesarias. Quiero más. Voy a repetir.
El niño y la niña no son adultos en proceso de construcción. Las sociedades deben concebir a estos como lo que son: personas con derecho a disfrutar la infancia como una etapa más en la vida, y no como una transición. La adultez supone producir, aportar, trabajar, colaborar en el mundo de manera que a otros les venga bien. La infancia parece no tener valor porque "no aporta nada" en un sistema centrado en la producción y el materialismo.
No, el niño y la niña aportan quizás más que ningún adulto al mundo. Sus aportaciones son puras y nacen de la intención verdadera: hago esto porque quiero, porque quiero representar, descubrir, participar en el mundo que me rodea.
Los adultos nos olvidamos de que un día fuimos niños. Proyectamos en ellos nuestros deseos, necesidades y exigencias impuestas por otros y por nosotros mismos. Que el niño sea lo que nosotros queremos ser, que sea capaz de hacer lo que nosotros sabemos (y no sabemos) hacer. Que la infancia, tan molesta, ruidosa, complicada, agotadora, pase pronto: que aprenda a comportarse, a estar quieto, a sentarse y trabajar en una mesa ocho horas seguidas, que se adapte lo más pronto posible a un sistema académico rígido, que te priva pronto del placer por aprender.
No, ellos merecen más y, en consecuencia, nosotros deberíamos haber merecido más. No creo en "el niño interior", pero sí en que nos arrebataron con la adultez el derecho a saltar, reír, crear, destruir, explorar y ser, sin ningún otro motivo que sentir gusto por hacerlo.