Büyümek her zaman bir tür şiddet barındırır – kendine karşı ya da otoritesini dayatmak isteyenlere karşı. Üstelik hayat, politik çalkantıların etkisiyle yay gibi gerilmiş, uyuşturucu, işsizlik, sloganlar, eylemler, ölümler ve perişanlığın kol gezdiği 1980'ler ve 90'ların Bask bölgesinde geçiyorsa... Şiddet kişisel olmaktan çıkıp bir varoluş biçimine dönüşür.
Yokluğu Yeğdir, bu iklimin parçaladığı bir ailenin sarsıcı hikâyesini sunuyor. Dört kardeşin en küçüğü Amaia, babasının öfkesi, annesinin çaresizliği ve kardeşlerinin dağılmışlığı arasında büyürken sevgiyle korkunun, şaşkınlıkla öfkenin birbirine karıştığı acımasız bir dünyayı tüm gerçekliğiyle resmeder. Yıllar sonra döndüğünde ise geçmişin izleri hâlâ her yerdedir. Kaçmanın imkânsız, yüzleşmenin ise hayatta kalmanın tek yolu olduğunu kabullenir.
Kelimelerin değerini ve sessizliğin işkencesini bilen ödüllü yazar Edurne Portela, bireysel travmalarla toplumsal şiddetin sınırlarını ustalıkla eritirken, bir ailenin trajedisi aracılığıyla bir dönemin, bir ülkenin anatomisini çıkarıyor.
Geriye tek bir soru kalıyor: Kimin yokluğu varlığından yeğdir?
Dudaba entre darle tres o cuatro estrellas, pero al final opto por 3,5. Más que nada por el final.
Me ha parecido una historia interesante y angustiosa (a veces opresiva) sobre la violencia y cómo la violencia social puede influenciar las relaciones familiares y la violencia intrafamiliar. Habla algo del conflicto vasco, pero tangencialmente. Lo que le interesa es el efecto de la violencia en las personas, sobre todo en las más débiles, que en este caso serían los hijos. Quiere hablar de cómo sufrir una situación de continua violencia (muchas veces latente hasta que de repente estalla) marca a las personas, las moldea. Uno no puede escapara a la violencia, aunque huir es la respuesta de todos los hijos de esa familia, cada uno a su manera.
Esa parte me pareció fascinante, pero el final lo empañó. Creo que sé lo que pretendía la autora, y lo entendía, pero de repente se acelera y todo termina abruptamente. Me hubiera gustado que hubiera habido más páginas. Porque lo que explica al final, lo sospechaba, y no lo veo necesario si al mismo tiempo no veo una especie de catarsis o resolución. Pero es posible que sea yo, que me esperaba otra cosa.
Por lo demás, aunque al principio me molestaba un poco que estuviera escrito con ese lenguaje coloquial que representaba a una niña, poco a poco me ganó, porque la "voz" de la protagonista (y su vocabulario y manera de expresarse) se desarrollan y maduran con el tiempo. Y eso me pareció ingenioso y también me parece difícil de lograr. Edurne Portela sabe escribir. Igual a algunos no les gusta el verismo que destilan las páginas, pero a mí me convenció.
Me falló el final. A mí. Aún así, puedo recomendar su lectura a quien esté interesado en otro punto de vista sobre la violencia en el País Vasco y sobre sus secuelas en las personas.
Hablar de los años 80 en Euskadi. Hablar de una generación sobre la que recayó el peso de mucho lastre: político, social, familiar y cultural. Hacerlo de la mano de Amaia,que crece,madura y evoluciona al mismo tiempo que su historia,que su forma de contar. Darle,además,un punto de vista en el que no hay cabida para la autocompasión ni el morbo,ni siquiera en posicionarse políticamente, una forma de contar que deja en un segundo plano lo evidente de esos años,para contarnos su propia verdad. Un debut maravilloso. Impecable,certera,incomoda,cautivadora. Un novela que no he podido soltar en 3 días hasta terminarla. Bravo Edurne,y gracias,Amaia me acompañara mucho tiempo. ⚡️ *”Ahora si,estoy escribiendo de verdad.Lo único que soy capaz de controlar es el mundo detrás de esta pantalla.No es que lo entienda,pero puedo transformarlo a mi antojo:lo hago crecer según se despiertan algunas memorias,lo cerceno si lo que surge después de horas de escritura me desagrada,soy cuerpo a intuiciones que llevan acechando años.” *”Las casas son un poco como las personas.Según envejecen,queda la estructura de lo que fueron,los rasgos reconocibles a pesar de la debacle del tiempo.”
Los años de plomo en Bilbao, los 80 y 90 llenos de violencia y drogas, nos son descritos con todo detalle en esta novela que se podría calificar de naturalista, porque la impresión de verosimilitud es tan fuerte que a veces olvidas que estás leyendo ficción.
Edurne Portela lo consigue dando voz a Amaia, que nos va narrando su historia, desde que tiene seis años hasta que, ya con 35, vuelve al País Vasco después de una larga ausencia en Madrid. Uno de los grandes aciertos de la novela es cómo va cambiando su manera de expresarse con la edad y cómo utiliza localismos y modos de hablar propios de la zona. Todo ello nos hace más creíble al personaje.
Pero el verdadero protagonista no es Amaia, sino la violencia omnipresente: en las calles del pueblo cercano a Bilbao, en su familia, en la escuela, en su relación con sus amistades y en su relación con los hombres. La violencia invade una sociedad que al mismo tiempo sufre la sacudida de las drogas. Es un relato muy duro y la autora no nos ahorra detalles ni suaviza las situaciones, no nos ofrece esperanza, quizá sólo que la violencia se agote en sí misma como un fuego.
El ritmo de la narración es frenético, hay muchos fragmentos a base de frases cortas y contundentes, casi como el diario de una adolescente. Se lee muy rápido y te deja sin aliento. Y te lo crees.
Una experiencia de inmersión profunda en un relato doloroso y desgarrador. Desde el principio, me vi atrapada en la voz de Amaia, la protagonista, cuya mirada infantil y, más tarde, adulta, da vida a un relato que oscila entre el recuerdo, la culpa y el desarraigo. Me agradó la estructura narrada en primera persona. Amaia, con tan solo cinco años al inicio de la novela, nos ofrece su visión del mundo a través de sus ojos inocentes. Desde este punto de vista, el relato es doblemente impactante: por un lado, experimentamos la violencia que la rodea de forma indirecta, sin comprender del todo lo que ocurre, pero a la vez, captando la angustia y el miedo en cada uno de los detalles que nos describe. A medida que avanza la narración y Amaia crece, el tono y el enfoque de la narración se van transformando. Lo que comienza siendo una visión inocente y, en ocasiones, fantasiosa, se va tornando en un registro más crudo y desencantado a medida que la protagonista se adentra en la adolescencia y la madurez. Este cambio en la perspectiva es uno de los grandes logros de la autora, ya que me permitió sentir cómo cada etapa de la vida de Amaia se ve teñida por los fantasmas del pasado, que nunca logran desaparecer. Es impactante la forma en que la autora crea una atmósfera de violencia y ausencia en el seno de la familia Gorostiaga. No estamos ante una familia feliz, ni siquiera ante una familia “normal”. En el relato, el silencio y la omisión son tan destructivos como la violencia misma. Es sobresaliente cómo esta familia rota y fracturada refleja un malestar social mucho mayor: el País Vasco de los años 80, donde el paro, las revueltas sociales, y el terrorismo son parte del paisaje cotidiano. En este sentido, la novela va más allá de una historia familiar para convertirse en una alegoría del sufrimiento colectivo de una sociedad que no puede sanar porque no se permite hablar de lo que ha ocurrido.
La novela trasmite una sensación de culpa que atraviesa toda la trama y que llega a ser abrumadora, pero lo fascinante es que no es una culpa sencilla, sino que refleja las contradicciones y las ambigüedades de vivir en un contexto como el de Amaia. El regreso de Amaia a su pueblo en 2009, ya adulta, añade otra capa al relato. En esta segunda parte, la protagonista no solo se enfrenta a los fantasmas del pasado, sino que también intenta reconstruir su memoria. Esta parte es más breve que la primera, pero sentí que capturaba perfectamente el cansancio y el agotamiento emocional que supone lidiar con una herida que nunca se cierra por completo. Portela logra un relato profundamente humano y emocionalmente complejo, que no escapa a las dificultades de la época que describe, pero que ofrece una visión honesta de cómo esas dificultades configuran a una persona. La autora ofrece una reflexión poderosa sobre la memoria, el trauma y la culpa, y lo hace a través de un estilo narrativo directo, sin adornos, pero que nunca pierde su capacidad de conmover.
3,5. Me ha encantado esta primer novela de Edurne Portela. Es la primera vez que leo algo orientado en el País Vasco, con el telón de fondo de los años 80. El horror de la heroína y el desarrollo de ETA me han parecido geniales tratados. En mi caso, no manejo bien la historia, y te deja hacerte una idea clara de lo que pudo ser vivir eso.
Nos encontramos con una familia desestructurada: una madre, un padre y cuatro hijos. El padre, despreciable maltratador, será protagonista intermitente durante toda la novela. Las acciones y los hechos de los protagonistas girarán en torno a la ausencia o la presencia de este. Y como consecuencia de esto, veremos la evolución de sus hijos y su mujer. Una madre poco atenta, poco justa, que dejará a sus hijos ir directo a la boca del lobo. Y unos hijos, que se sentirán perdidos y solos en un mundo de violencia. Y ,en la mayoría de casos, copiarán esa misma violencia con la que crecieron.
Lo que más me ha gustado de la novela es sin duda la narración. Edurne tiene un talento brutal. Consigue lo que pocos libros he visto que consigan nunca. La historia es narrada por Amaia, desde que tiene cinco años hasta que es una mujer adulta y la forma de narrar y expresarse va cambiando de año a año y resulta totalmente creíble. La única pega es que estuve todo el libro queriendo empatizar con la madre, y por más que lo intentaba, no me resultaban comprensibles sus acciones. No logré entenderla. Una pena.
En fin, Edurne, querida, publica más cositas ya, que lo necesitamos.
Una novela inquietante en la que la trama familiar y la trama social y política del País Vasco en los años 80-90 se mezclan para darnos una perspectiva casi angustiosa. El lenguaje adaptado a cada etapa de su narradora y la estructura con la que recoge y deja un final abierto, me han aparecido grandes aciertos de la autora. Una novela sobrecogedora e impactante.
Pese a que la sombra de "Patria" de Fernando Aramburu es alargada, la escritora vasca Edurne Portela también escribió un relato crudo y directo, incluso menos edulcorado, sobre los años de gloria de la banda terrorista ETA. Su enfoque es desde un punto de vista doméstico y cotidiano, presentando a una familia a través de los ojos de una niña que no ha conocido otro entorno. De esta manera, se explora cómo se origina la violencia, cómo afecta y cómo se contribuye a perpetuarla.
Me gustó particularmente cómo la narración se adapta a la edad de Amaia, la protagonista, comenzando con frases cortas e inocentes que reflejan su niñez y evolucionando hacia un lenguaje más crudo y desencantado a medida que llega a su vida adulta.
Sin embargo los pasajes finales del libros se me hicieron algo atropellados y deslavazados.
Me doy cuenta que muchas veces califico los libros de acuerdo a lo que me hacen sentir y no de acuerdo a si son o no buenos, y creo que no es lo mismo.
Este libro no me produce tantas emociones como hubiera querido, y quizá no sea un mal libro. Me alejan las palabras como aita y ama, y me rechoca el final.
Entiendo que la autora defiende la violencia y es su rubro de trabajo, pero una buena novela necesita más que las ganas de mostrar lo que está mal.
Repito, no creo que sea un mal libro, tiene cosas super interesantes en esas relaciones familiares viciadas y esos silencios y rencores. Pero me tuve que forzar para sentir el dolor del cual habla.
3.5 Un libro duro y no para todo público a mi hubo momentos que me costo leerlo por la temática y como se trata, complicado decir que me hizo sentir, enfado, rabia, impotencia, frustración pase por muchísimos estados.
La rutina de nuestro día a día, el tiempo, siempre rápido, muy rápido, todo aquello que anhelamos alcanzar, muchas veces cosas que no llegan ni llegarán jamás, y que nos acaban produciendo estrés y ansiedad. El remedio a todo eso, la desconexión total llega con un buen libro entre las manos. Ese es el momento que más me gusta del día, el que más necesito. Apagar el botón "Off" de la vida exterior y centrarme en historias tan increíbles como esta de Edurne Portela en 'Mejor la Ausencia'.
En esta ocasión, un libro que me abre las puertas a la narrativa de la vizcaína. Es cierto que escogí esta novela de la forma que más me gusta: un poquito a ciegas, sin saber mucho sobre ella, dejándome llevar tan solo por una portada que me pareció muy poderosa y elocuente. Ni sinopsis ni nada más. Mi instinto siempre me lleva a escoger muy bien y los resultados no han podido ser mejores.
'Mejor la Ausencia' relata de una forma violenta y muy dura la vida de Amaia, una niña de cinco años que, junto a su familia y aparentemente rodeada de felicidad, nos va a llevar al País Vasco de finales de los 70 y principios de los 80. Es lo que debería ser para una niña, ¿No? Felicidad, alegría y buenos momentos, de esos inolvidables que acabas recordando con el paso de los años. Pero nada más lejos de la realidad. Aquí hay momentos muy duros, repletos de dolor y de silencio, momentos que atraviesan cada una de esas páginas para hacernos llegar una falta de comunicación familiar brutal.
La novela se centra de una forma magistral en Amaia, la voz narradora de la historia, y lo hace para transmitirnos, poderosamente, todas esas sensaciones que ella sufre como niña a causa de esa família partida en mil pedazos con la que comparte su corta vida: sus emociones, sus penas, su carácter, su autoestima, etc.
Pero no solo es eso, no. Además de lo que hay en su casa, en su día a día, Amaia debe lidiar también con lo que pasa en el mundo exterior. Revueltas, manifestaciones, drogadicción, agresiones, violencia o enfrentamientos con la policía, todo ello en un pequeño pueblo de apariencia normal y tranquila, quizás llevándolo al nivel de lo que debería ser su família y que tampoco lo es.
En definitiva, Amaia tiene cinco años nada más, pero la vida y el sufrimiento la van a obligar a hacerse mayor antes de tiempo, a tomar decisiones cruciales que cuestan muchísimo tomar, a tener que elegir entre el dolor y la violencia o una vida mejor, aunque sea solo un poquito, a pesar de todas esas cicatrices que arrastrará consigo para siempre. Un libro desgarrador que nos llevará de la mano de Amaia por su vida, su evolución y crecimiento y el viaje de ida y vuelta al pueblo que la vio nacer y al que nunca quiso volver. NOTA FINAL: 4'5/5
Me ha gustado mucho, más la primera parte que la segunda, que se me ha quedado un poco corta. Narración excelente y ambientación perfecta de una época muy dura y muy concreta.
novela k sucede en Portugalete y alrededores por lo que me siento (como portugaluja k soy) en la legitimidad de decir algunas cosas como por ejemplo : por favor que esta novela en la k hay 0 contenido político (en el sentido histórico) no se etiquete como una novela sobre el conflicto vasco
He disfrutado de esta historia que sin duda está bien escrita y resulta bastante desasosegante. Me la he bebido casi sin darme cuenta a pesar de que algunas escenas me hacían desear dejar de leer. Con todo y con eso, no puedo decir que me haya parecido redonda, creo que refleja el aspecto violento de la vida en la margen izquierda durante los años 80, aunque está claro que la visión que se da no es completa ni se pretende que lo sea. No le he visto mucho sentido a la última parte del libro, esas páginas me han dejado un poco fría.
4,5. Una vida muy difícil. País Vasco, ETA en pleno esplendor. Elvira me ha tocado y Aníbal. Me queda por saber exactamente porque Kolpe está en la cárcel aunque en todo momento apunta maneras de acabar ahí. Amaya, la voz cantante del libro, hay ocasiones en ls que también provoca rechazo. Me parece el retrato de muchas familias que dentro de su más íntimo entorno debían enfrentarse a decisiones y actitudes marcadas por una época en la que el nacionalismo hizo mucho daño a la sociedad vasca. Muy recomendable
Opera prima di Edurne Portela, questo libro è stato una bellissima sorpresa. Inizia un po’ lento ma poi decolla e ti prende fino alla fine.
Il romanzo si svolge nelle province basche spagnole negli anni ‘80 e ‘90, caratterizzate in quel periodo dalla violenza legata alla lotta indipendentista.
Il conflitto tuttavia non costituisce l’elemento centrale, ma ne rappresenta il sottofondo, opprimente e allo stesso tempo inevitabile, vissuto quasi con rassegnazione dai protagonisti del racconto, che è a tutti gli effetti un romanzo di formazione.
Il libro racconta il passaggio dalla vita di bambina a quella di adolescente di Amaia, la più piccola di quattro fratelli. Attraverso i suoi occhi vediamo la parabola discendente di un padre violento e di una madre debole, e l’ingresso nella vita adulta dei ragazzi. Destini diversi ma tutti segnati dalla durezza della vita di quegli anni e da un clima di violenza presente non solo per le strade, ma anche all’interno delle mura domestiche.
Quello che mi ha più colpito è il linguaggio di Amaia, semplice, essenziale, diretto. E’ come se la sua angoscia, la sua disperazione e la sua fragilità fossero in presa diretta. Un plauso anche a un editore che ho scoperto da poco (mea culpa...).
Me ha sorprendido mucho la fuerza de la historia, el poder de la narración de Portela y la creación del personaje de Amaia, que vertebra la novela y que nos acerca, primero desde sus ojos infantiles, más tarde desde su visión de adolescente, a la vida de su familia en el País Vasco de los 80.
Me apunto a Portela para seguir leyéndola. No pude dejar de leer hasta que lo terminé.
"Dejate de novelitas y escribe esa crónica de una puta vez. No quiero escribir sobre el rollo vasco, ¿vale? Con tu familia tienes un filón. Y te vendría muy bien para superar todas esas neuras que tienes."
Es Raquel quien le arroja un consejo a su amiga Amaia, la protagonista de esta novela de Edurne Portela. Casi no me atrevo a decir nada más. Está todo es esas breves palabras...
Cuando comencé la lectura pensé que iba a ir sobre el tema de Euskadi y el terrorismo. Que interesante! Pero poco a poco, a medida que Amayita, txiki, se hace mayor y su voz va cambiando, la trama se adentra más en la violencia de forma genérica. Violencia de palabra y de hecho incrustada en una familia que puede ser el ejemplo de una sociedad y un momento histórico. Una violencia que destroza vidas.
La novela tiene dos partes, dos capítulos. En el primero, en la historia que narra Amaia, la violencia se intuye y no por ello deja de resultar dura. En la segunda parte, la historia vuelve a narrarse pero esta vez en toda su crudeza tras la vuelta del padre al pueblo. ¿Innecesaria esta segunda parte? Tal vez, como reza el título, Mejor la ausencia. Es como si la presencia del padre, después de muchos años removiera de nuevo los recuerdos más negros de Amaia.
Magníficamente construida, una novela breve que directamente golpea nuestras emociones, enlazando los problemas vitales de la protagonista con la realidad cotidiana de una sociedad convulsa y tensionada. Estupendamente desarrollada, el estilo narrativo va evolucionando en función de la edad de la protagonista-narradora, haciendo que sea sumamente atractiva. Muy recomendable.
Me ha gustado muchísimo la manera de narrar de la autora. La forma de transmitirnos el cariño que se transforma en miedo y el miedo que acaba siendo odio. Esa forma de describirnos la ausencia... maravilloso.
ha sido una lectura que no podía dejar de lado. Por su forma narrativa, por su historia, por sus personajes. Y aunque tiene sus momentos duros, como la vida misma, me ha gustado mucho. Aunque el final me ha parecido precipitado. Deseaba más páginas. Es de lo poco negativo del libro, lo corto que es.
El libro me ha gustado, la forma de escribir me ha llamado mucho, la historia me ha enganchado, la he leído rápidamente. Le hubiera dado más estrellas, sinceramente.
No obstante, decir que me ha dado una rabia impresionante el hecho de que el libro entero esté lleno de laísmo siendo su escritora doctora en Literatura Hispánica. ¡Doctora en lengua y literatura hispánicas y no sabe escribir! Me ha parecido deprimente.
Mucho laísmo y algunos fallos repartidos por ahí me dan ganas de darle 1*.
En la sociedad tecnológica en la que vivimos hemos, en cierta medida, normalizado la violencia, tornándola aséptica, al vernos rodeados de ella de una forma ajena en la mayoría de las ocasiones. Películas gore, vídeos de palizas estudiantiles que recibimos por whatsapp como si fueran chistes de Jaimito, noticias en la televisión y periódicos donde se jactan hasta el vómito de mostrar atrocidades de la forma más amarillista posible. Sin embargo, pocas veces encontramos un relato en el que la violencia se muestre tan cruda y directa y nos duela tanto como en “Mejor la ausencia” de Edurne Portela. Quizá, tan sólo, ciertos relatos de Knockemstiff de Donald Ray Pollock se acerquen a esa distancia del dolor personal.
“Una mañana muy temprano de tus sueños despertarás. No lo sabrás, ese es tu día, vas a morir”. En algún momento Amaia, la indiscutible protagonista de “Mejor la ausencia”, tuvo que escuchar esta estrofa de la letra de la “Historia triste” de Eskorbuto cuando escarbaba en los discos de su hermano mayor. Palizas, drogas, maltratos psicológicos, violaciones, formaron parte de su vida desde pequeña. Un golpe dado con más fuerza por parte de su padre, una pastilla de más combinada con una demasiado larga serie de kalimotxos o una bala perdida y encontrada podría confirmar esa letra cualquier día.
Los años 80 no fueron una época especialmente tranquila. Y en la húmeda y gris margen del Nervión , con un padre violento implicado activa y consecutivamente en ambos bandos de la lucha de y contra ETA, una madre alcoholizada, un hermano mayor metido en la heroína hasta consumirse y morir, otro hermano ausente y el último demasiado presente, Amaia no lo tuvo fácil. Sólo llegaba a sentirse relativamente tranquila cuando cedía a las imposiciones morales de esa violencia y veraneaba bajo el paraguas de su padre maltratador. Sucumbir al dolor para soportar el dolor.
Edurne Portela personifica en su Amaia, sometiéndola a un ambiente de violencia excesivo y cotidiano, la complicada y radical situación que se vivió en el País Vasco ochentero. La rabia ante la nada, la coyuntura política y social y el nihilismo adolescente creaban un clima en el que la violencia funcionaba como válvula de escape y de poder.
La prosa contundente y recia que usa Portela en el texto nos hace sufrir más de la cuenta según va padeciendo Amaia, y nos zambulle en ese oscuro ambiente de su vida sin juzgarla, sin valorar sus decisiones, simplemente acatándolas y sometiéndonos a ellas. Las palabras sencillas de Amaia, que nos cuenta en primera persona lo que observa desde su inocencia, nos duelen tanto como a ella los golpes y nos desconcierta como a ella su incomprensión ante la aleatoriedad y continuidad de los mismos. ¿Cuántas veces hubiera el lector querido coger de la pechera al desgraciado de su padre y tirarle al Nervión? Demasiadas. ¿Le podemos llegar a entender? No, jamás. No podemos convertirle en la víctima coyuntural que intenta ser. Portela no nos deja ese resquicio ni un sólo momento. Afortunadamente el final del texto nos ofrece un alivio, en parte desasosegante, a esa violencia reactiva que nos imponemos.
Puede llegarnos a sorprender lo que no es más que un hecho consumado y que en este caso se comprueba fehacientemente y es que precisamente tendemos a reaccionar a la violencia con violencia, contra los otros o contra nosotros mismos, como hace Amaia durante su vida, y la distancia parece ser finalmente la única solución. La ausencia. Propia y ajena.
No hay en “Mejor la ausencia” soluciones fáciles, juicios inequívocos ni valoraciones subjetivas. Hay dureza, verdad y sinceridad. Y se agradece. Las palabras que no nos toman por gilipollas serán siempre bienvenidas.
Pueril y de prosa casi juvenil. Narrada en primera persona y sin descripciones del ambiente de la margen izquierda de aquellos tiempos. Se nos escatima el humo a que olían las calles en aquel entonces y también la nostalgia de cuando aquel humo desapareció.
Unidimensional y sesgada, contribuye además esta novela a construir esa imagen del País Vasco que siempre se ha querido dar desde la prensa española. A perpetuar el mito. Violencia y ETA. ¡ETA, ETA, ETA! Que eso vende bien.
Intenta esbozar, eso sí, el problema de drogadicción que diezmó la vida de un par de generaciones, pero pronto pasa por encima del mismo. ¿Y la desindustrialización —alentada por el PSOE— y el ulterior paro juvenil? ¿Y la desesperanza? ¿Y la grisura de tan absoluta falta de futuro?
No, el problema era que Ikasle Abertzaleak proponía huelgas por la independencia y que en las txoznas colgaban fotos de presos. Cágate, lorito. Y la cosa es que jamás pertenecí a una clase que votara que no a una huelga (al final, legitimaban las piras que todos hacíamos) y tampoco recuerdo incomodidad por la temática de las txoznas. Pero se nos quiere vender un producto —el conflicto vasco— y el mercado manda.
Querer conocer la realidad de la margen izquierda de los años 80/90 a través de este libro es como pretender informarse viendo el telediario de Antena3. No basta con ponerse camisetas de Eskorbuto, también hay que escucharlos.
Un libro totalmente adictivo. Desde que lo empecé no pude parar hasta devorarlo. Me ha encantado la pluma de Edurne, cómo ha sabido plasmar tan bien la evolución psicológica de Amaia, la protagonista. La autora ha reflejado muy bien los años 80 en Euskadi, con los problemas socioculturales de la época, el abuso psicológico y físico instaurado en la familia, y cómo la protagonista y sus hermanos crecieron sobreviviendo como pudieron a ello. En definitiva, la novela ha sido intensa y cruda, y te sumerges muy fácilmente en la época y en las calles del pueblecito de la familia Gorostiaga y en la vida de los personajes. La protagonista me ha enamorado totalmente.
La novela relata varios años a través de la mirada de una niña que al comienzo cuenta con 5. Una familia del País Vasco de la década de los 80/90 con graves problemas de comunicación. Un libro distinto y duro, pero recomendable