«Volví a dar con el autoestopista en una ciudad pequeña del sudeste de Francia, después de llevar años sin pensar en él. Lo hallé enamorado, asentado, era padre. Recordé todas las razones por las que, antaño, había decidido pedirle que saliera de mi vida. Llamé a su puerta. Conocí a Marie».
En Por las carreteras, Sylvain Prudhomme ahonda en la fuerza de la amistad y del deseo, y en el vértigo ante la multitud de existencias posibles.
Mi valoración del libro ha ido cambiando a medida que he ido avanzando en la lectura:
-Interpretación 1: Un aficionado al autostop vive en un pueblo de sur de Francia, con su esposa y su hijo. Es moderadamente feliz, compagina su afición, con su familia y con su trabajo. Todo parece marchar bien. Un día un antiguo amigo del autoestopista, llega al pueblo. En su día fueron inseparables, hicieron autostop juntos, pero acabaron separados porque el amigo no era capaz de seguir el ritmo del autoestopista. El reencuentro es amable, retoman la amistad, se lleva bien con la esposa y el hijo, pero de repente la afición del autoestopista empieza a desmadrarse, cada vez se va con más frecuencia, más tiempo, la relación familiar se resiente, la esposa se refugia en el amigo. Consecuencia: el autostopista acaba desapareciendo y el amigo se queda con la mujer y el hijo. Menudo gilipollas, esto no hay quien lo entienda: 1 estrella y gracias.
-Interpretación 2: La afición del autoestopista es un canto a la amistad, a la necesidad vital de conocer mundo, de evitar el sedentarismo y el paso del tiempo, a la multiculturalidad y la diversidad de un maravillosos país como Francia. La renuncia al amor es un daño colateral, compensado por la disposición del amigo a hacerse cargo de la esposa, que se entrega y es entregada sin rencor a un amor correspondido y maravilloso y del hijo, que encuentra en el amigo a un segundo padre (el primero desaparece en sus viajes). Otra gilipollez como un pino que, al menos mi mente, no digiere: 2 estrellas (por lo del amor y tal)
-Interpretación 3 (pura fantasía de mi mente): El autoestopista es un alter ego del amigo, que al ver que su afición se le va de las manos y pone en peligro a su familia, se lo inventa y su alejamiento en sucesivos viajes y su desaparición final, es una forma de exorcizar sus ansias incontrolables de hacer autoestop y así poder conservar a su familia: No tiene visos de ser real, pero me gusta: 3 estrellas
Nota mental: No todos los libros de autores franceses son buenos, a veces la cagan como en todos lados.
P.D.: ya soy un poco carca para entender cierto tipo de libros. Igual la culpa es mía, no me hagáis mucho caso.
“Hay dos opciones frente al destino: agotarse luchando en contra o ceder ante él. Aceptarlo feliz, seriamente, como una zambullida desde un acantilado”.
Qué libro tan refrescante y tan cercano. En un verano tan atípico como este, ha sido una verdadera delicia recorrer los entresijos de Francia de la mano del autoestopista. Esta es una novela de pérdidas y reencuentros, del placer que provoca el descubrimiento de lo desconocido, y abre nuestras entrañas planteándonos un dilema que quizás todos hayamos sentido alguna vez en nuestras vidas: la irresolución entre quedarnos o marchar, entre establecernos o vivir a la deriva, a expensas de lo que el mundo nos ofrezca.
Es una historia sobre la amistad, sobre el amor, sobre la vida. Una historia peculiar y diferente a todo lo que había leído hasta ahora. Y en sus páginas centellea una brisa de verano que convierte al libro en el complemento ideal para recordar cómo era nuestra vida antes: los abrazos, los encuentros con conocidos e incluso con desconocidos. Un pedacito de la “joie de vivre” que nos traslada a un futuro mejor.
> Le monde se divise en deux catégories. Ceux qui partent. Et ceux qui restent.
Et c’est un peu ça l’histoire de ce livre. Deux personnages, Sacha qui vient s’installer dans une petite ville du sud de la France simplement désignée par son initiale V. pour y trouver le calme qui sera propice à son projet d’écriture et qui retrouve là, par hasard – le hasard et l’un des grands thèmes de ce livre –, une ancienne connaissance qu’il avait perdu de vue, volontairement, depuis des années, l’autostoppeur. Il ne sera pas désigné autrement – certainement car il n’est que de passage, toujours fuyant – qui, comme son nom l’indique est un nomade, un vagabond qui semble s’être sédentarisé dans cette petite ville. Il y a évidemment entre eux un troisième personnage, une femme.
C’est un très beau livre, très poétique c’est ce que l’on ressent en premier. L’écriture de Sylvain Prudhomme est belle et délicate, douce, élégante, sensible sans fioritures, je ne dirais pas minimaliste pour autant, juste poétique. L’auteur a la coquetterie d’omettre la ponctuation forte (point d’exclamation ou d’interrogation), mais ce n’est pas gênant comme ça peut l’être chez certains auteurs, ça passe tout seul.
> Parfois je traversais un village et les trottoirs détrempés luisaient. J’apercevais l’intérieur d’un café, la vitrine clignotante d’une boulangerie toujours bardée de décorations de Noël, à la gouttière de laquelle grimpait toujours, un mois après les fêtes, un mannequin rouge et blanc, hotte sur le dos. […] Puis c’était à nouveau la plaine, les champs noirs, les congères éparses, les silhouettes déplumées de quelques arbres réduits à leur squelette. Les taillis pareils à des bouquets de hampes échevelées, hirsutes.
Mais il n’y a pas que ça, le sujet sur la question du bonheur que l’on peut chercher et peut-être trouver soit dans le calme et la chaleur d’un foyer soit dans l’agitation et la fraîcheur qu’offre la liberté. L’idée de ce hasard des rencontres brassant toutes les classes sociales, toutes les générations par le biais d’un simple pouce levé et d’un panneau en carton indiquant au feutre une direction est belle elle aussi. Toutes ces vies croisées, toutes ces personnes que l’on ne reverra certainement plus, immortalisées par des clichés, des noms, des histoires, ces fragments de vie qui seront oubliés à tout jamais après l’autostoppeur.
> C’est qui, j’ai demandé. > C’est les gens que je rencontre. > Ceux qui te prennent en stop. > Ceux qui me prennent dans leur voiture. Ceux avec qui je passe du temps. > Tu les photographie tous. > J’essaie. Parfois j’oublie.
Ces deux personnages ne sont peut être qu’une allégorie sur les deux facettes d’un même homme comme le suggère Sylvain Prudhomme dans un très beau passage dans lequel il évoque la chanson de Léonard Cohen, Famous Blue Raincoat.
> Dans la chanson de Cohen la guitare est calme, les mots sont simples. Certains biographes disent que l’ami au fameux manteau bleu [l’autostoppeur porte lui aussi un manteau élimé] existe, qu’il a vraiment eu une histoire d’amour avec Jane. D’autres pensent qu’il n’est qu’un double de Cohen, une figure de sa jeunesse, de ses années de vagabond.
Últimamente llevo una racha con los libros algo rara, y eso que estoy leyendo poquísimo porque ya sabéis que el verano es un momento bastante distraído. Como ya os conté, este fue el libro elegido por @Bookish.es para su caja de julio, y así, en líneas generales, debo decir que empecé disfrutándolo mucho, luego me aburrió y finalmente recuperé un poco el interés.
«Por las carreteras» narra la historia de dos amigos, Sacha y El autoestopista. Sacha es un escritor que decide mudarse a un pueblecito de Francia para terminar su última novela, mientras que El autoestopista, de quien no conocemos más que su pseudónimo, es, como este indica, un padre de familia que muy de vez en cuando siente la necesidad de viajar haciendo autoestop. El autor se sirve de estos personajes para abordar temas como el sentido de la vida, la búsqueda de la felicidad, la madurez o el amor. A pesar de que ambos son los protagonistas, en mi opinión, el personaje más interesante y que mejor desarrollo y evolución tiene es Marie, la mujer del autoestopista.
Al principio el libro es bastante interesante y original, pero pronto empieza a volverse repetitivo y monótono porque el autor se extiende mucho al contarnos los viajes que hace el autoestopista, y da la sensación de que la historia entra en una especie de bucle del que le cuesta salir. El final sí que me ha gustado y me ha dejado pensativa por una anécdota que se narra y que podría dar sentido a toda la novela, y que de ser así, sería bastante alucinante.
Este libro me ha recordado una frase de una canción de Drexler que dice "Ir por ahí como en un film de Éric Rohmer, sin esperar que algo pase. Amar la trama más que el desenlace".
Porque es tal cual. El autoestopista va y viene y aunque esperas que pase algo, no pasa nada. Hasta que en un momento de inflexión las cosas cambian. Y sin embargo, en ningún momento se hace tedioso el relato de la vida sin más. Del trabajo, la casa, los amigos. Al menos a mí no me lo ha parecido.
Y luego esta frase de Marie, la mujer del autoestopista: "Cuando te vas, ni siquiera estoy triste. Estoy serena. Soy dueña de mi tiempo." Qué identificada me he sentido. Esa vida en pareja que ya no es pareja sino simplemente compañeros de piso, ese alivio al quedarte sola y no tener que pensar en el otro para hacer algo.
Vous dire le bonheur que cette lecture m’a apporté! Roman magnifique, sur l’errance, la perte et l’éblouissement que provoque la découverte de l’inconnu. Roman des routes, des rencontres, de l’ici comme de l’ailleurs, dans une France qui s’étend comme une toile d’araignée, miroir de ciels de nuit étoilés. L’auteur a remporté le Fémina avec ce roman: je n’ai pas lu les autres titres en nomination, je ne peux donc pas juger, mais celui-ci est excellent!
Je change mon évaluation de 3 à 2 étoiles. Le style a un certain charme, en revanche j’ai trouvé l’histoire ubuesque, et surtout ce qui m’a le plus dérangé c’est ce mâle gaze omniprésent.
Es un libro que se disfruta por la trama, no porque pasen cosas. La verdad es que me ha gustado aunque no pasen excesivas cosas, pero lo principal que pasa es la vida. Como una persona se aleja de su familia por su necesidad de conocer gente diferente. Como una mujer aguanta, aguanta, hasta que hace clic y no puede más con las ausencias de su pareja. Como un amigo que en el fondo envidia la valentía del autoestopista consigue aplacar ese sentimiento y rehacer su vida con la mujer de su amigo. No se, me ha gustado, pero sin saber muy bien porque me ha gustado. Eso si, abusa de los adjetivos y en mi edición le faltan tildes.
[Extrait, p. 213] "De la branlette, j'ai pensé, comme il m'arrivait souvent de penser de beaucoup de livres qui font du faux style [...]. De la putain de branlette insupportable"
Etrange mise en abyme que cet extrait... Car tout le problème est là : un style insupportable, avec notamment cette obsession à refuser d'utiliser le point d'interrogation, et des dialogues d'une platitude irritante. Dommage, car il y avait matière à une intrigue intéressante. Prix Femina 2019.
Es la historia de un autoestopista, de su adicción por la carretera de cómo esta afecta a los que le rodean y de las decisiones que marcan nuestra vida. Además, me ha gustado mucho este recorrido por Francia, país de recuerdos intensos para mí, visualizando pueblos, paisajes, carreteras... Un libro para disfrutar en este verano inusual, que nos recuerda cómo era la vida de antes... los besos, los abrazos, las comidas con amigos e incluso con desconocidos... Muy buena lectura, desde luego.
"Hay dos opciones frente al destino: agotarse luchando en contra o ceder ante él. Aceptarlo feliz, seriamente, como una zambullida desde un acantilado".
Prix Femina 2019 Un peu déçu par cet interminable jeu des noms de villes françaises trouvées dans je ne sais quel guide ou dictionnaire même si la condition d’autostoppeur fait travailler ma mémoire et me replonge quelques décennies en arrière. Personnage un peu inconsistant de cet auto-stoppeur un peu vain au profit d’un écrivain qui ressemble sans doute étrangement au narrateur un peu égocentrique.
Moui. Je vois l'idée mais, comme devant les livres de Sylvain Tesson, je ne peux pas m'empêcher de penser devant ces récits de liberté gnangnagna : "ça a l'air bien d'être un mec blanc pour qui partir pendant des semaines à travers les routes en autostop — en laissant femme et enfant — est une posture romantique et n'a rien de dangereux".
Quoique l'écriture m'ait dès le début beaucoup plu, ce roman d'abord assez lent et énigmatique bascule finalement dans une romance au pays des bisounours qui m'a laissée passablement irritée.
Este libro de Sylvain Prudhomme me ha sorprendido por su sutileza y su profundidad. Aparentemente, no pasa nada extraordinario: el narrador y su vida estable se cruzan con el autoestopista, una figura inquieta y casi mítica que parece incapaz de echar raíces. Pero, al igual que en las mejores películas de Éric Rohmer, lo cotidiano se convierte en un espejo para las grandes preguntas de la existencia.
Prudhomme utiliza una prosa limpia, sin artificios, que deja espacio para que las emociones emerjan con una intensidad casi silenciosa. Es un libro que habla de lo que nunca se dice en voz alta: la búsqueda del sentido de la vida, la lucha contra la rutina, y ese anhelo de algo indefinible que parece siempre fuera de nuestro alcance.
El autoestopista, con su decisión de vivir en movimiento, encarna una resistencia casi poética al mundo convencional. Mientras tanto, el narrador, con sus días tranquilos y su relación estable, observa, reflexiona y —en un giro deliciosamente irónico— anida en el nido de otro cual cuco. Ese juego de posiciones entre quien busca y quien se acomoda, entre el movimiento y la quietud, es una de las grandes fortalezas de esta historia.
El libro deja más preguntas que respuestas, pero eso es exactamente lo que lo hace tan fascinante. ¿Qué buscamos realmente? ¿Es la estabilidad un refugio o una trampa? Por las carreteras nos invita a contemplar esas dudas sin prisa, disfrutando del camino, como en un viaje en el que cada paisaje es una pequeña revelación.
Es una lectura que, sin alardes, deja huella. Perfecta para quienes disfrutan de la literatura que observa y disecciona la vida con la precisión de una cámara y la sensibilidad de un poeta.
Puff, no es indispensable en la vida de cualquier lector...la reseña de literatura luminosa no la termino de ver...y cómo se nota que está escrito por un hombre cuando aborda las relaciones de pareja y la paternidad AUSENTE
Il s'appelle Sacha, il a quarante ans, un peu plus, une vie agréable. Il est écrivain, ça lui réussit plutôt bien. Mais voilà, il s'ennuie. Il a envie, besoin peut-être, d'ailleurs. Alors il part, quitte la ville, les obligations, la routine, retrouve un petit village du Sud qu'il aime et où il s'imagine déjà écrire un nouveau roman, enfin seul, enfin libre. Mais à peine installé à V., le voilà confronté à un visage familier, presque un fantôme du passé : l'autostoppeur, personnage mystérieux sans nom ni âge dont on comprend très vite qu'il est un ancien camarade de galère de Sacha, désormais installé à V. avec sa femme et son fils. Très vite, les souvenirs resurgissent, les frustrations aussi. On se compare, on se cherche, on se surprend à avoir (ou pas) changé.
Sacha se trouve bien, ici. Il aime cette espèce de famille d'adoption qu'il a trouvée chez l'autostoppeur. Ce dernier, au contraire, subit l'arrivée de Sacha dans sa vie comme un révélateur, une perturbation qui lui fait effet de douche froide. N'est-ce pas triste, n'est-ce pas un signe de défaite que l'écrivain l'ait retrouvé aussi vite, sans même avoir à le chercher ? L'autostoppeur n'a-t-il pas abandonné ce qu'il avait de plus précieux, son sens de l'audace, de l'aventure ?
Difficile de répondre à cette question. L'autostoppeur ne le fait d'ailleurs pas. Il se contente de partir, tout simplement, par les routes, en autostop donc, par soif d'ailleurs, d'improvisation, de joyeux bazar. Il n'a ni destination, ni itinéraire, ni date retour. Rien qu'un amour immodéré pour les petits trous perdus, les villages aux noms insolites, et les cartes postales dont il abreuve sa femme et son fils, et puis Sacha aussi, à V. où ils attendent en vain son retour.
C'est un roman sans réelle intrigue, une simple plongée dans le quotidien flou et tracassé d'aventuriers qui ont peur de l'être, voire qui ont renoncé à le devenir, et dans les ruminations solitaires qui en naissent. C'est l'histoire de ceux qui choisissent de s'installer, ceux qui regrettent de l'avoir fait, et ceux qui refusent de s'y résoudre. C'est l'affrontement entre ceux qui préfèrent rencontrer des inconnus, les regarder, et puis les aimer justement parce qu'ils les quittent, et de ceux qui regrettent de ne pas passer assez de temps avec ceux qu'ils connaissent déjà. C'est une odyssée dont on redoute le terme, une expérience littéraire déstabilisante à plus d'un titre. La plume est fuyante, pleine d'ellipses, de suggestions, de silences jamais vraiment brisés, de provocations jamais vraiment actées. On assiste à des chocs, des ruptures, des désillusions, mais jamais dans le fracas. Au contraire, tout se déroule dans une forme étonnante de discrétion, de fluidité, de retenue, jusqu'aux dialogues qui ne sont pas même délimités par des tirets ou des guillemets, mais comme intégrés au texte, étouffés.
C'est donc un curieux ouvrage que Par les routes, à la fois très dense et très vide, récit complètement tourné vers l'ailleurs, l'infini et l'exploration, et pourtant très intime, très calme, sans réelles perturbations ou péripéties. On est emporté presque malgré soi par ce récit imprévisible et peut-être un peu inégal, avec parfois de longues plages de méditations un peu trop incolores, mais aussi des scènes bouleversantes de simplicité, de délicatesse, et, même si le mot est un peu galvaudé, d'humanité.
Difficile de poser des mots face à ce roman qui va justement en effacer, en intérioriser. Tout est suggéré, proposé : rien n'est imposé, et c'est sans doute au lecteur d'aller puiser dans sa propre sensibilité pour aller compléter les magnifiques silences de ce récit singulier. On bascule parfois dans un côté un peu trop "catalogue", décousu presque, mais par lequel on se laisse finalement porter avec une certaine aisance. Une belle expérience de lecture donc, un peu insaisissable et cryptique par instants, mais qu'on aurait indéniablement du mal à oublier, tant Sylvain Prudhomme parvient à toucher avec brio à un dilemme universel : partir, ou rester. Créer, ou entretenir. Semer, ou s'astreindre à la tâche ingrate et si peu spectaculaire des retrouvailles.
J'ai adoré tant l'écriture lumineuse de l'auteur que l'histoire et les réflexions qu'elle a suscitées. Sacha, 40 ans, écrivain, en s'installant dans la petite ville de V. dans le sud de la France, retrouve par hasard un ami cher, perdu de vue, avec qui il s'adonnait, 20 ans plus tôt, à l'autostop par pur plaisir de la rencontre et sans penser destination. L'auto-stoppeur (C'est ainsi qu'il est nommé tout le long du roman) vit avec Marie, sa femme, traductrice de littérature italienne, et Augustin, son fils, 8 ans. C'est un être fantasque et libre (ou en fuite: l'auteur laisse planer le doute sur les raisons qui le mènent à s'échapper sans cesse), amoureux de sa famille qu'il quitte pourtant régulièrement pour des virées en autostop, fier d'une collection de plus de 1000 polaroïds d'automobilistes qui l'ont accompagné sur toutes les routes de France. On goûte, comme lecteur, à la force de l'amour qui l'unit à ses proches, mais aussi à ce désir plus grand encore de provoquer le hasard menant à des rencontres signifiantes, quitte à devenir ce mari, ce père démissionnaire. Sans cesse, il quitte ceux qu'ils aiment tout en gardant contact via des cartes postales des villages qu'ils atteints et dont les noms sont autant de messages d'amour: Viens, Camarade, Beausoleil, etc.). C'est toute une traversée de l'Hexagone, ses aires d'autoroute, mais surtout ces chemins de traverse, les clochers d'église de ses petits villages. Un road trip sensoriel! Et tandis que s'espacent ses retours, Sacha se lie à sa famille.
Sacha, romancier d'une quarantaine d'années vit de son écriture. Un peu nomade et sans attaches sentimentales, pour son prochain roman, il décide de partir à V. dans le sud de la France où habite un de ses cousins. Il apprend alors rapidement que dans cette ville habite aussi "l'auto-stoppeur", un homme qui a apparemment beaucoup compté auparavant dans la vie de Sacha. Il le revoit alors et fait la connaissance de sa femme Marie et de son fils Agustín. Ce livre est le premier que je lis après une longue (très longue) panne de lecture et je dois avouer que pour arriver à le finir, il a fallu que je l'entrecoupe d'autres lectures plus gaies et où il se passe d'avantage de choses. Car vous l'aurez compris contrairement à la majorité de lecteurs (il a reçu le prix Fémina 2019) je me suis ennuyée et je me suis efforcée de finir ce livre afin de tenter de comprendre pourquoi il a été lauréat de ce prix. La suite sur mon blog http://www.envies-de-livres.fr/2020/0...
“Me pareció extraordinario que en todas partes vivan hombres y mujeres. Que en todas partes las hogueras los unan. Que en todas partes estén bajo el cielo leyendo las estrellas, buscando a Orión, encontrándolo por encima de ellos”. Una novela muy reflexiva sobre la amistad, las parejas, el tiempo, la vida, las personas, la soledad, la identidad… la premisa me ha resultado muy interesante ¿Qué función tienen las personas que pasan por nuestra vida? ¿Es el tiempo lo que marca la fortaleza del vínculo? En ocasiones, como a mitad del libro, la trama se estanca un poco pero retoma fuerza al final. Estilo particular, sin guiones en los diálogos, que en ocasiones dificultad el entendimiento. Por lo general me ha gustado mucho.
J’ai beaucoup aimé l’écriture de l’auteur mais je ne peux pas en dire autant de l’intrigue: c’est lent, très très lent et il ne se passe rien (ou quasiment rien, ok j’exagère peut-être un peu). Je n’ai pas compris cette sorte de fascination qu’a le narrateur pour le personnage de l’auto-stoppeur, ça ne m’a sûrement pas aidé à apprécier la lecture. Bref, je suis totalement passé à côté.
Par les routes m'a grandement séduite. J'ai apprécié les discours directs intégrés de façon innovante à la narration, le style simple mais impactant. Les personnages sont subtilement dépeints, juste comme il le faut. Et en plus, on y parle de Claude Simon, Edouard Levé et Léonard Cohen, bref tout pour me plaire.
Étrange amitié entre Sacha l’écrivain et l’auto-stoppeur artisan bricoleur qui 20 ans après , ne peux s’empêcher de prendre régulièrement la route , pouce en l’air ! Il collectionne ces rencontres et les immortalise par des Polaroïds et des adresses griffonnées ! Peu à peu il s’éloigne de Marie sa compagne et Agustin son fils . Sacha prend doucement sa place dans cette ville de province et la vie continue...
La idea era muy buena, un argumento original. Pero a medida que va avanzando la trama el ritmo se enlentece y comienza a aburrir. Se queda en un bucle del que no sale....