La vida de Élisabeth Bathori, historiadora de la fotografía, cambia abruptamente cuando Alix, de ochenta y nueve años, le confía las cartas de su tío Alban de Willecot, escritas desde el frente durante la Primera Guerra Mundial, y dirigidas a su amigo, el famoso poeta Anatole Massis. Junto a las cartas, su investigación la lleva a descubrir un diario en clave y un álbum con fotografías. Un verdadero tesoro para su carrera profesional. Pero no sólo. Gracias al enigma de estas vidas ajenas, el esfuerzo por recrear el tiempo en el que Alban y sus seres queridos aún podían esperar y abrazarse, amar y soñar, supone para Élisabeth, que reanuda su trabajo después de largos meses de duelo, una oportunidad para volver a visitar las sombras de su propio pasado y recordar que sigue viva. Esta herencia memorialística está acompañada por otro legado: una acogedora casa en el campo en medio de Francia. Desde allí, Élisabeth se sumerge en la historia de Willecot y empieza a sentir un sincero afecto por él, un hombre a quien la guerra hizo abandonar sus estudios de astronomía y que convivió a diario con la violencia de las trincheras. Comienza igualmente la búsqueda de Diane, la joven de la que el teniente estaba enamorado. En busca de respuestas, viaja a Lisboa, Berna, Madrid y Bruselas para citarse con todas aquellas personas que, gracias a sus recuerdos, la ayudarán a reunir cien años de vidas en un todo con sentido.
El olor del bosque es una travesía por la pérdida, una investigación sobre las historias de los desaparecidos, engullidos por la guerra —la Primera y la Segunda Guerra Mundial—, el tiempo y el silencio. Pero esta novela —monumental, múltiple, apasionante— celebra también la fuerza inesperada del amor y la memoria cuando se trata de alumbrar el futuro de sus huellas: las que iluminan pero también devoran a los vivos.
Una belleza de obra, no apta para lectores impacientes porque aquí todo se va cociendo a fuego lento. Presente y pasado se unen para conjugar la historia de varias familias y los embates de las dos grandes guerras que marcaron sus destinos. Una prosa delicada y cuidada sin ser pretenciosa, una novela ideal para los amantes de la novela histórica y evocativa, con varios giros que sorprende al lector y que hacen que quieras seguir leyendo sin parar. Muy recomendada!
No es una novela de ritmo trepidante. La trama se va desgranando a fuego lento, pero con magníficos resultados. La prosa es evocadora, sencilla y elegante. La ambientación muy cuidada. Soberbia.
La historia de varias familias a lo largo del siglo XX, con las dos guerras mundiales marcando sus vidas y su futuro. Dolor, duelo, misterio, aceptación, esperanza y no digo más. Este es un libro para degustar.
He pensado bastante la nota de esta novela. Por sus temas, (1GM, investigación histórica, importancia de la documentación, impacto de la guerra,etc) para mí es casi un 5 estrellas. Pero la parte personal de la protagonista, sus dudas, las repeticiones del texto, las resoluciones rápidas de algunas cosas, me impiden pensar en este libro como la “gran novela” que otros llaman. Aún así, la he disfrutado por la complejidad de los temas y por lo rico del periodo histórico. Creo que merece la pena si se es consciente que uno se enfrenta a un libro de esta extensión.
Monumental. Para mi gusto, un poco larga y con muchisimos personajes (demasiados para mi limitada retentiva en cuanto a lazos familiares se refiere). No obstante, la autora mantiene perfectamente el interés del lector, así, uno desea en todo momento seguir descubriendo lo que está por venir y, al hacerlo, se siente testigo de una historia (y de la Historia, con mayúscula) que estoy seguro de que refleja lo que fue la Gran Guerra y cómo la vivieron algunas de las personas que se vieron inmersas en ella.
Elizabeth es una historiadora que recibe la tarea de resguardar y difundir las cartas que un soldado le enviaba a su amigo, un famoso poeta francés, desde las trincheras durante la Gran Guerra. Después de casi un siglo de acontecidos los hechos, la protagonista descubre información nueva que complementa la historia contada por el mítico soldado a través de sus cartas.
Bella historia que atraviesa todo el siglo XX. De sus casi 800 páginas, deduzco que la novela habla sobre lo grotesca e irrisoria que es la guerra.
Elisabeth Barthori ist Expertin für historische Postkarten und wird häufig zur Begutachtung von Nachlässen herangezogen. Ihr Rat ist meist dann gefragt, wenn gierige Erben den materiellen Wert schätzen lassen wollen, meint sie selbst reichlich bissig dazu. An einem Tiefpunkt in ihrem Leben wird Elisabeth eine umfangreiche Sammlung von Postkarten und Fotos aus dem Ersten Weltkrieg vorgelegt, die den Alltag im Schützengraben dokumentieren. Die hochbetagte Stifterin, Alix de Chalendar, will ausdrücklich keinen Gewinn mit dem Nachlass ihres Bruders erzielen, sondern ihn in fachkundige Hände geben und der Öffentlichkeit zugänglich machen. Voraussetzung dafür ist, dass Elisabeth sich als Testamentsvollstreckerin zur Verfügung stellt. Als die Stifterin der Postkartensammlung von unschätzbarem Wert kurz darauf ohne direkte Erben stirbt, erbt Elisabeth für sie überraschend deren idyllisch gelegenes Haus.
Elisabeth hat ihren Beruf in letzter Zeit vernachlässigt, seit ihr Lebensgefährte nach schwerer Krankheit verstorben ist und seine Frau der Nebenbuhlerin ein heftiges Scharmützel um seinen Besitz lieferte. Die zutiefst negative Weltsicht der Historikerin lässt vermuten, dass sie an Depressionen erkrankt ist, die ärztliche Behandlung erfordern. Alix de Chalendars großzügiges Erbe bringt Elisabeth nun einen beruflichen Aufschwung, weil sie in ganz Europa als Referentin begehrt wird, als sich unter Experten die Nachricht von der Postkartensammlung verbreitet. Elisabeths fachliche Arbeit geht der Frage nach, warum Alban Willecot eine so intensive Korrespondenz mit dem Dichter Anatole Massis führte, wo die Antwort-Briefe geblieben sind und wer Diane ist, deren verschlüsseltes Tagebuch eine Verbindung zu den beiden Freunden herstellt. Für Elisabeth höchst interessant, Alban hat sich intensiv mit Fotografie befasst und u. a. die offiziellen Frontpostkarten erstellt.
In Jaligny-sur-Besbre entdeckt Elisabeth nach und nach ihr geerbtes schlüsselfertiges Haus mit Garten und Katze und lernt die Dorfbewohner kennen. Das Haus war nacheinander von mehreren verwitweten Frauen bewohnt; es ist vollgestopft mit Büchern, Dokumenten und Erinnerungsstücken. So wundert es nicht, dass praktisch jedes Dokument, das Elisabeth herauszieht, eine neue Frage aufwirft oder einen Faden zu neuen Persönlichkeiten knüpft. Diese Fäden führen Elisabeth u. a. nach Lissabon zu einer Familie, die wiederum die Postkarten-Expertin um eine Recherche nach Familienangehörigen bittet.
Hélène Gestern erzählt in diversen ambitioniert miteinander verknüpften Handlungssträngen. Elisabeth berichtet in der Ichform im Präterium, Albans Briefe und Dianes Tagebuch (das Elisabeth einiges Kopfzerbrechen bei der Entschlüsselung bereitete) werden zitiert und ein allwissender Erzähler ist Elisabeths Wissen stets einige Schritte voraus. Der Roman bietet exzessiven, historisch interessierten Lesern Einblick in die Stimmung an der Front. Er schöpft aus dörflichen Kontakten zu Akteuren, deren Großeltern sich bereits gut kannten und gibt schließlich Einblick in frühe Versuche, mit einer kompakten Balgenkamera und Rollfilm zu fotografieren. Allein die Frage, wie Alban an sein Material kam und wie er seine Bilder in die Heimat schickte, war für mich schon absolut lohnenswert zu lesen. An zweiter Stelle sind die komplexen Familienbeziehungen als Reiz des Buches zu nennen (Wie kann es einen Neffen geben, wenn die Beteiligten keine Geschwister hatten?) und die Einblicke in Elisabeths Archivrecherchen. Die Rahmenhandlung samt Liebesgeschichte, die Elisabeth anfangs als alternde, missgünstige Person auftreten lässt und die sich an das abwesende „Du“ des Geliebten richtet, war mir dagegen entschieden zu breit ausgewalzt. Für einen Rückblick fehlt mir hier eine selbstkritische Zusammenfassung der Phasen des Zweifels und der rücksichtslosen Trauer.
Ein atmosphärisch gelungener Roman, dem eine Kürzung und ein Personenverzeichnis gutgetan hätten.
Un libro precioso y tremendamente bien trabajado. No se trata de nada trepidante, si no de una novela que se va cociendo poco a poco y donde conoceremos a muchísimos personajes. Importantísima la crítica a la guerra, a los horrores vividos en ella. A la falta de recursos de las mujeres durante tantísimos años y su obligación de obedecer a cualquier coste. El dolor de la pérdida de los seres queridos, a saber empezar de nuevo. Y todo ello explicado con suma delicadeza, con poesía, con correspondencia, con postales y con el amor a saber destapar aquello que no fue ni justo ni bonito. La recomiendo mucho.
Realmente maravillosa. Una historia que reivindica la memoria histórica de los olvidados por el mundo. A pesar de casi ochocientas páginas se me hecho corto y me ha dado pena acabarlo. Una narrativa excepcional al poder sentir esa soledad, el dolor y el duelo robado muy adentro .
Roman riche, dense, grave, multiple et étincelant. Roman-gigogne qui entremêle les histoires et nous offre un chassé-croisé à plus d’un siècle de distance entre ces hommes partis la fleur au fusil défendre leur patrie en 1914 et qui vont se retrouver confrontés à l’une des pires boucheries de l’Histoire et une historienne de la photographie, Elisabeth Bathori, qui en enquêtant sur cette période va découvrir des secrets de famille, mais aussi se découvrir elle-même. Quand les morts réparent les vivants. Tout commence par la rencontre de l’historienne avec une vieille dame, Alix de Chalendar, qui confie lui confie « l’album d’un poilu, qui avait envoyé pendant deux ans et demi des cartes postales et des photographies qu’il avait lui-même prises de sa vie dans les tranchées. Il avait écrit, aussi, presque chaque semaine, à sa sœur et à celui qui semblait être son meilleur ami, Anatole Massis, un éminent poète post-symboliste. » Très vite, Elisabeth se rend compte de la valeur inestimable de ce fonds et commence un travail d’archivage, de déchiffrage et de documentation sur cette période et sur ces personnes qui vont finir par l’obséder. Car au travail de l’historienne va bien vite s’ajouter la volonté de remercier la vieille dame qui, avant de mourir, lui a non seulement confié ses documents, mais aussi les clés de sa maison dans l’Allier. Un endroit qu’elle va tenter d’apprivoiser et où de nouvelles découvertes l’attendent. Hélène Gestern, en choisissant de passer d’une époque à une autre, de raconter la vie de ces hommes dans les tranchées, celle de cette femme qui enquête sur eux, fait éclater son roman en quatre histoires, toutes aussi passionnantes les unes que les autres. Il y d’abord cette plongée dans la réalité de la « Grande guerre » et sur la barbarie, les injustices et les souffrances que le récit national a tenté d’occulter. Au fur et à mesure, on va découvrir un drame humain, une machine à briser les hommes. « Les correspondances, les ouvrages d'historiens empruntés à la bibliothèque de l'Institut me dévoilent un autre visage de la Grande Guerre, dont je n'avais jamais pris la peine de questionner la réalité quotidienne, celle qui se cachait derrière les images stéréotypées de régiments et de tranchées. Et ce visage est barbare : non seulement parce qu'il est marqué du sceau de l'orgueil militaire, poussé à son paroxysme d'aveuglement, mais surtout parce qu'il signe de manière définitive l'entrée du siècle dans le marché industriel de la mort. » Il y a ensuite le roman de l’historienne, fascinante plongée dans le travail d’enquêtrice. On y voit comment, pièce après pièce, en rassemblant les témoignages, en faisant des recoupements, en déchiffrant un journal intime, le travail de documentaliste vous happe littéralement au point de « vivre » aux côtés de ceux qui prennent chair au fur et à mesure de cette enquête. Et nous voilà confrontés à une nouvelle réalité, celle de cette famille qui, par le travail de cette femme, se voit confrontée aux fantômes du passé. Qui soudain ne sait plus si elle veut vraiment savoir ce qui s’est passé, qui craint elle aussi de voir la légende familiale voler en éclats. Enfin, il y a l’histoire personnelle d’Elisabeth, dont l’auteur nous livre là encore, petit à petit, la part d’ombre. Elle essaie de se remettre de la disparition de son mari en se plongeant dans le travail, n’hésitant pas à prendre l’avion pour Lisbonne où un nouveau témoin, Diane Ducreux, peut l’éclairer sur certains points encore obscurs. « J’aurais voulu pouvoir expliquer à mon hôtesse que cette quête à laquelle je me raccrochais était ma seule arme pour comprendre le sentiment d’être suspendue dans le vide. C’est lui que j’avais espéré fuir en quittant Paris, mais il était toujours là, inscrit en moi ; il devait suinter de partout, de mon corps, de mes gestes, de ma voix. C’était le prix de ce deuil sans deuil ». C’est sans doute aussi en raison de cet état d’esprit qu’elle rencontre une oreille attentive à ses requêtes, qu’on lui confie ce que l’on sait. Que quelquefois même, on va au-delà. Et voilà déjà que s’esquisse une nouvelle histoire, celle de Tamara Zilberg, la grand-mère de Diane que l’on n’a jamais retrouvée. Elisabeth ne pourra dès lors, la laisser sur le côté. Pas plus d’ailleurs que Samuel, le frère de Diane, un autre cœur meurtri. De façon presque impromptue, dans la ville du Fado, elle va se retrouver cheminant dans le vieille ville à ses côtés puis finissant dans son lit. Mais l’addition de deux souffrances peut-il suffire à construire un nouveau couple, notamment quand la distance vient compliquer l’histoire d’amour naissante ? Durant des semaines, ils vont se chercher, s’écrire, se retrouver quelquefois. « Le revoir aurait dû être bouleversant, après une si longue absence, mais j'avais trouvé ces retrouvailles difficiles : un sentiment de flottement, l'impression dérangeante de ne pas le reconnaître tout à fait. Je n'ai rien ressenti au moment de le prendre dans mes bras et j'ai repensé à une phrase que j'avais lue un jour dans un récit, une phrase absurde et terrible : "Je vous ai tellement attendu que je vous attends encore." Durant ces semaines où il s'est mis en retrait Samuel m'avait, d'une manière subtile, écartée de lui. » Si ce roman est si passionnant, c’est que l’auteur travaille comme un maître du thriller, semant ça et là des indices, n’hésitant pas à nous offrir des rebondissements inattendus, émettant des hypothèses qui ne vont pas forcément s’avérer exactes, jouant avec le lecteur qui… en redemande ! C’est tout simplement l’un des plus beaux romans que j’ai lu depuis longtemps. Il serait dommage de passer à côté ! http://urlz.fr/5k9t
Aprovechando el centenario de la finalización de la Gran Guerra y lo poco que se ha escrito sobre ella, esta novela viene a rellenar pasajes olvidados o pasados por alto de una guerra sin sentido, que ha sido muchas veces presentada como una tragedia que casi termina con una generación de jóvenes idealistas, una guerra que no ha sido contada, la trastienda de los horrores que vivieron esos jóvenes empujados por un patriotismo que no sentían y pensando que iba a ser una especie de paseo militar y en pocos meses volverían a casa, a sus vidas, a su rutina, sus estudios, pero no, cuatro años en las trincheras, luchando por algo que poco a poco dejan de creer, que la propaganda les hace parecer como héroes y lo que realmente sienten es cada vez más rechazo. Al principio resulta un poco caótica por la cantidad de personajes que aparecen, pero poco a poco la autora los va encajando y resulta muy interesante todo lo que narra. La novela está escrita alternando el genero epistolar, el momento actual y un pasado que poco a poco se va descubriendo gracias al tesón de la protagonista por hacer publico lo que realmente fue esos años tan terribles. Es muy interesante el ir avanzando con la historiadora en sus pesquisas para al final encontrar una verdad que es desalentadora, el duelo, los amores frustrados, los desaparecidos, los traidores, los deseosos de saber qué pasó con sus antepasados, con una prosa muy bien escrita la narradora nos arrastra a querer saber más y sobre todo a saber la verdad que con tanto afán guardan los archivos militares.
Pata empezar, el título del libro resulta muy atractivo. Es un libro que tiene de todo: historia, saga familiar, investigación, misterio, sentimientos... Está narrado de manera original, partes en primera persona, partes epistolares, partes desde el pasado, otras en el presente, formando una estructura caótica y original. Teje el trabajo de la protagonista como historiadora investigadora, con el mundo de la fotografía en la primera guerra mundial de una manera quizás demasiado detallada y académica. No puedo decir que es uno de los libros de mi vida. Tiene demasiados personajes en el mundo académico. Demasiados personajes dentro de las sagas familiares (habría sido de agradecer un árbol genealógico al principio del libro, un índice de personajes). Y junto con el caos previamente mencionado hace que no sea un libro especialmente agradable de leer, aunque hay partes que seducen, casi todas las que ocurren en la casa que Elizabeth hereda de Alix, que le va a permitir recuperarse, una casa encantadora, llena de recuerdos, acogedora, junto a uno de los bosques que, con su olor, le dan título al libro.
Una historia compleja. La autora trata en la novela varias situaciones de ausencia, pérdida y duelo enlazando las vidas de una historiadora contemporánea con las de personas que vivieron las Guerras Mundiales a través del estudio de las cartas que enviaron durante el conflicto. Me ha gustado cómo trata la ausencia y el duelo y el respeto por la memoria de los que murieron en unas guerras destructivas.
La historia de las familias de los personajes son un tanto complicadas de seguir por los cambios de apellido en cada generación, me alegro de haberlo leído en papel para volver sobre capítulos que se aclaran en capítulos posteriores
Este libro del que todo el mundo habla maravillas, yo no he conseguido que me atrapara; estaba más preocupada porque se acabara que por otra cosa. Se me ha hecho muuuuyy largo.
2,5 estrellas. Es decir, un aprobado justito. Y el problema no es tanto la historia en sí (bueno, mejor dicho, la trama de la historia secundaria, porque lo que es la principal también es flojísima), sino la manera de contarla. No sé muy bien cómo explicar la sensación que me ha producido toda la narración de la novela, solo puedo decir que en todo momento la autora estaba presente y se hacía notar. Y no, no se debe a que el libro esté narrado en primera persona (que lo está): en ese caso, lo lógico es que la narradora esté presente (en este caso la protagonista, Élisabeth), sino que la que se hace notar es la escritora, Hélène Gestern. Está tan preocupada por demostrar que escribe bien, que tiene recursos, que plaga la novela de símiles y comparaciones presuntamente poéticos que, además de ser muchas veces cargantes y pedantes, restan naturalidad y verosimilitud a la historia, porque, si está narrada en primera persona, de verdad... nadie se expresa así. Y, admás, precisamente, esa obsesión de Hélène Gestern por tener un estilo "elevado" y poético provoca que los personajes no tengan voz ni textura: tanto la primera persona de la narradora, como las cartas de Alban, como el diario de Diana suenan exactamente igual, y parecen escritos todos por la misma persona (bueno, de hecho lo son... pero no se tendría que notar). Y la verdad, cuando le veo las "costuras" al libro, cuando capto claramente al escritor que está detrás y lo que pretendía, ya empiezo a levantar la ceja y salirme de la historia (salvo que se trate de un recurso estilístico, de un juego de metaliteratura bien trabajado, que no es el caso). Pero es que además, a la novela le sobran trescientas o cuatrocientas páginas de las setecientas setenta que tiene: no hace más que reiterar, repetir, y explicar para perogrullos lo que va avanzando de la trama. No sé si será por el bagaje de profesora universitaria de la autora o qué, pero todo el tiempo tiene que explicar las cosas una y otra vez (tanto por lo que se refiere a la personalidad de los personajes secundarios, o resumir algo que ha pasado, o poner en valor la "hazaña" que alguien realizó, o lo arriesgado que era en la época "x" hacer tal cosa...). Vamos, que Gestern tiene nula fe en la capacidad intelectual del lector, cree que si no se lo explica y se lo da todo mascadito, no va a entender el recurso que había utilizado antes... y eso ya, directamente, me toca las narices. Por contra partida, y paradógicamente, justamente lo único enrevesado de la trama, que son las relaciones de parentesco entre varios personajes, están explicadas de manera bastante deficiente, pudiendo llegar a resultar lioso si no se está muy atento a la lectura. De traca, la cosa. En cuanto a la historia en sí, que tiene varias ideas buenas y resulta interesante, me parece una pena y un desperdicio que toda la trama de la I y de la II Guerra Mundial quede tan en tercer plano, y que no llegues a vivirla intensamente: en todo momento es como si entre esos personajes y el lector hubiera una pantalla interpuesta, y esa pantalla es la protagonista, que vive en la época actual. No nos engañemos, la novela trata de la vida de Élisabeth y de su trabajo como investigadora y las cosas que va descubriendo... y, honestamente, ni ella ni su historia me interesan lo más mínimo. Claro que Élisabeth es necesaria para la autora a la hora de poder alargar la trama con sus teorías absurdas y con algunas cosas francamente inverosímiles (¿de verdad alguien se va a vivir a la casa de un persona fallecida y se instala con todas las cosas de la persona muerta, así sin más? ¿de vedad heredas una propiedad y no te pones a inspeccionarlo todo desde el minuto 1, máxime siendo una persona especializada en la investigación de documentos históricos? ¿más de un año con un misterioso cobertizo sin abrir?)... porque la historia de los personajes secundarios: Alban, Anatole, Blanche, Diane, Víctor, etc tampoco es tan complicada ni original, y de hecho está plagada de lugares comunes por lo que a la época se refiere. Y, lo siento, pero esa sorprendente revelación final se veía venir de lejos, desde la mitad de la novela... y sin necesidad de ser historiadora ni especialista en investigación. Pese a todo ello, la novela se lee bien y es entretenida... pero a mí se queda en un simple "meh". No ha sido una lectura que me haya marcado en absoluto. Y es una pena porque, como es habitual en estas ediciones de Errata Naturae y Periférica, la edición es preciosa, y está cuidada hasta el último detalle.
Mi opinión de esta novela ha ido cambiando a medida que avanzaba. Comenzó con la historia de una mujer que ha perdido a su pareja y, entre el duelo y la depresión galopante, recibe el encargo de analizar y gestionar el legado epistolar de un soldado de la Primera Guerra Mundial que se carteaba con su mejor amigo, un famoso poeta francés.
Me enganchó. Me encantó el dolor de ella y la amistad entre ese soldado y el poeta, los relatos de la guerra, las vicisitudes de las familias de ambos...
Sin embargo, pronto empezaron a surgir mil personajes secundarios con sus mil subtramas correspondientes. Una historia de amor que no me creí y otra que no me interesaba demasiado, giros supuestamente sorprendentes que se veían venir a kilómetros de distancia. Amigos de la protagonista, actuales y anteriores a la pérdida de su pareja, amigos y familiares de los protagonistas de la correspondencia escrita. Búsquedas de personajes que no vienen a cuento.
Con todo esto, la historia se volvió cada vez más difícil de seguir, y la trama principal, la que me había enganchado, perdió toda la fuerza.
Así que, al principio me gustó muchísimo; luego, cada vez menos.
Aun así, es una novela que vale la pena leer, pues ofrece un acercamiento muy interesante a la Primera Guerra Mundial, menos visitada que la Segunda, y cuenta con un atractivo elemento de misterio que te mantiene enganchada.
👍 El luto de la protagonista, su dolor por la pérdida y el modo en que habla con él. 👍 El misterio que rodea a Alban y Massis y sus respectivas vidas y muertes. 👍 El reflejo de la Primera Guerra Mundial y el efecto en los soldados. 👍 La adaptación de Elisabet en su nueva casa.
👎 Absolutamente todo lo relacionado con Portugal y sus personajes, no podría interesarme menos toda esa historia. 👎 Esas supuestas sorpresas que vi venir desde el primer momento. 👎 Reflexiones y pensamientos que se repiten mil veces.
El Olor del bosque, es una historia que atrapa de principio a fin. Desarrolla temáticas que para mi son de gran interés: La fotografía como documento histórico, la Primera Guerra Mundial, El dolor y el duelo. Todo esto se entremezcla con una fuerte dosis de misterio que envuelve a un grupo de personajes que vivieron hace más de 100 años. La autora nos revela paulatinamente pistas que van a revelar los acontecimientos que explicarán los destinos de sus distintos personajes. Eso si, en algún momento cerca de la tercera parte del libro, tuve que volver atrás y recrear con lápiz y papel varios acontecimientos importantes y relaciones entre los personajes. Por eso recomendaría a quien la lea, tome nota de los hechos más importantes, de esa forma será más fácil llevar el hilo de la trama que es compleja en algunos momentos. Una historia muy bien construida y totalmente disfrutable. El final es sencillamente magistral. De esos finales que no se olvidan por su magnífica belleza.
EL OLOR DEL BOSQUE Hélène Gestern 776 páginas Editorial: Periférica y Errata Naturae.
🍁 Élisabeth Bathori, historiadora fotográfica emprende una investigación cuando Alix le confía las cartas de su tío Alban de Willecot escritas desde el frente durante la Primera Guerra Mundial y dirigidas a su amigo el famoso poeta Massis. Esta investigación le lleva a descubrir otros enigmas que se entrelazan a través del tiempo. Un recorrido desde la Gran Guerra hasta la Segunda Guerra Mundial y por extensión hasta nuestros días.
🍁 Es una obra extensa y un poco complicada por la cantidad de nombres que en ella aparecen, pero por otro lado mantiene el ritmo y no es densa. En un principio me sentía más atraída por la época actual, la que incumbe a la investigadora, pero en un momento dado se me recolocaron todos los personajes del pasado y ha sido un gustazo.
🍁 Como dice la autora : "El libro nace del deseo de trenzar historias de desaparecidos a los que se tragó la guerra, el tiempo, el silencio. De dar cuenta de sus rastros, que iluminan, pero también devoran, a los vivos."
Me ha gustado mucho. Una lectura para degustarla, de las que dejan poso.
Esta maravillosa novela "El olor del bosque" de Hélène Gestern merece un hueco en mi humilde galería.
Consiguió engancharme desde la primera página, gracias a las historias de vidas a través de las cartas, la gran guerra vista por aquellas personas que la vivieron, el amor, la traición, el dolor y esa huella que dejan las historias no resueltas que parecen saltar en el ADN de generación en generación.
Acaba construyendo un alegato por la paz, dejando patente el horror y el sinsentido de la guerra, el gran sufrimiento de todos aquellos que la vivieron y los que le sucedieron.
Son casi 800 páginas de las que no sobra ni una. Si tenéis oportunidad no dejéis de leerla.
Muy buena historia y bien narrada... ágil, amena, capítulos cortos, clara diferenciación de los tiempos... alguna descripción un poco más larga... sin poder dejar de leer por saber qué está por pasar. Al principio me hice un poco de lío con los personajes y parentescos. Impresionante documentación por parte de la autora. Totalmente recomendable.
Una novela larga con un par de giros sorprendentes, una investigadora se sumerge en las cartas de dos amigos durante la guerra… engancha. Y en ocasiones sorprende .