Este libro es un ensayo de fenomenología y de antropología –y hasta una poética– de los gestos de levantamiento. Interroga a los cuerpos con la psique a través del vínculo profundo, paradójico, dialéctico, que se instaura entre el deseo y la memoria. Al igual que hay un «lo que nos mira» más allá de «lo que creemos ser», hay quizás también un «lo que nos levanta» más allá de «lo que creemos ser». Se trata de una cuestión planteada al principio –o en el interior– de nuestras opiniones o acciones partidarias: una cuestión planteada, pues, a los gestos y a las imaginaciones políticas. Una cuestión planteada a la potencia de levantarse, incluso cuando el poder no está a la vista. Esa potencia es indestructible, como el deseo mismo. Es una potencia de desobedecer. Es tan inventiva que merece una atención a la vez precisa (porque lo singular, en este caso, nos dice más que lo universal) y errática (porque los levantamientos surgen en tiempos, en lugares y a escalas en los que no se los esperaba).
Georges Didi-Huberman, a philosopher and art historian based in Paris, teaches at the École des Hautes Études en Sciences Sociales. Recipient of the 2015 Adorno Prize, he is the author of more than fifty books on the history and theory of images, including Invention of Hysteria: Charcot and the Photographic Iconography of the Salpêtrière (MIT Press), Bark (MIT Press), Images in Spite of All: Four Photographs from Auschwitz, and The Surviving Image: Phantoms of Time and Time of Phantoms: Aby Warburg's History of Art.
Me duele la cabeza como para hacer una reseña acabada. Digamos que, so pena de que en algunos momentos casi se idealice el levantamiento y su concomitante evanescencia, sí es un análisis histórico-crítico bastante útil no solo en lo que se refiere a levantamientos efectivos en la historia sino que, también, a los análisis a los que han servido de base, inspiración o modelo de lectura. Me refiero, en particular, a una aguda crítica al pensamiento de Agamben --filósofo al que amo críticamente-- y a la inclinación de pensar cualquier salida de la maquinaria ontoteológica como una pura fuga autodestituyente. Sin embargo, no comparto taaanto la crítica a Badiou como un filósofo de la rigidez y más cercano a la doxa comunista por su énfasis en la Idea. De todos modos, un libro encantador por su prosa y por su llamado a la revisión de textos teóricos clásicos que, por tales, no dejan de invitar no solo a la lectura sino que, también, a su crítica. Si leemos a Foucault, Benjamin o Mil mesetas no es tanto para entregarnos apresuradamente a una celebración acrítica ni, tampoco, a despacharlos sin más como producciones teóricas metropolitanas --que lo son-- que desatienden trayectorias teóricas del Tercer Mundo: debemos ser nosotros los que hagan esos diálogos y hagan florecer los textos. Debemos adentrarnos, en la textura misma de sus salidas políticas, a entender sus limitaciones y yuxtaponerlos a matrices teóricas heterogéneas que nos hagan sentido en la propia materialidad histórica de la que somos partes o, al menos yo, como latinoamericanxs. Cualquier pensamiento de la potencia y de la diferencia no debe enclaustrarse en su propio autotelismo europeo, pero tampoco debemos esperar que este mismo sea el que se abra. Debemos abrirlo nosotros. El devenir y su concomitante política actua a la vez que es "actuada" por nosotros en su forma teórica y debemos (o quiero creerlo) hacerla constelar de manera crítica con una práctica teórica materialista que nos haga sentido.