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288 pages, Paperback
First published January 1, 2001
Las traducciones son como los edificios. Si son buenos, la pátina del tiempo les da un mejor aspecto: el Montaigne de Florio, el Plutarco de North, el Rabelais de Motteux (¿Quién dijo «El mayor escritor ruso del siglo XIX: Constance Garnett»?). Las más admiradas, y perdurables, no son las más exactas.
Y, como en la construcción, la traducción produce en la actualidad algo cada vez más efímero. Pocas personas creen en una traducción definitiva; es decir, una que no sea preciso rehacer. Y también está el brío de la novedad: una «nueva» traducción, como un coche nuevo. Sometidas a las leyes de la sociedad industrial, las traducciones parecen desgastarse, hacerse anticuadas más pronto.