El acervo del drama se ensombrece aún más luego de la introducción emocional de los personajes. Luisa Josefina Hernández inaugura en su obra un género: el amarguismo (Maria y Campos, 1957). El espectador experimentará las infidelidades junto con estos seres de tan cercana naturaleza hasta desatar un dictamen crudo y enternecedor.
Los frutos caídos se trata de una pieza que expone una anécdota realista y posible de tono cotidiano. Desde su estructuración se representa mediante los personajes la imposibilidad del cambio en ellos o en su situación social. Es la protagonista quien toma conciencia histórica personal (Alatorre, 1999) y decide transformar su propia vida. En realidad la acción es escasa y el drama es llevado a cabo durante el transcurso de un día y poco más. Las cortas escenas suman su energía para colisionar en la decisión final de Celia: no vender la casa porque se visiona resguardada en ella en algún día de su ancianidad.
Lectura teatral: pieza. Complicada de seguir o más bien de simpatizar con los personajes. Sin embargo, los temas que se tratan, como buena pieza, son sumamente identificables y cualquiera podría sentirse conmovido con éstos.