People know Spanish writer Benito Pérez Galdós especially for his Episodios Nacionales (1873-1912), a series of 46 historical novels.
Benito Pérez Galdós was a Spanish realist novelist. Some authorities consider him second only to Cervantes in stature as a Spanish novelist. He was the leading literary figure in 19th century Spain.
Galdós was a prolific writer, publishing 31 novels, 46 Episodios Nacionales (National Episodes), 23 plays, and the equivalent of 20 volumes of shorter fiction, journalism and other writings. He remains popular in Spain, and galdosistas (Galdós researchers) considered him Spain's equal to Dickens, Balzac and Tolstoy. As recently as 1950, few of his works were available translated to English, although he has slowly become popular in the Anglophone world.
While his plays are generally considered to be less successful than his novels, Realidad (1892) is important in the history of realism in the Spanish theatre.
Isidora Rufete llega a Madrid soñando nobleza y encuentra, en cambio, el filo cortante de la desilusión. La desheredada muestra cómo la ciudad devora ilusiones y fabrica caídas, mientras Galdós retrata, sin juzgar, la tensión entre deseo y realidad. Entre mansiones y manicomios, la modernidad literaria española prende su primera chispa naturalista. Un clásico escondido que todavía interpela. 📚 Análisis completo en @__entre.libros__
"La miseria es enemiga del alma humana. Con ella no es posible el talento, ni los afectos, ni la amistad, ni el arte, ni la dignidad, ni nada. Es la forma sintética del mal."
Cada día estoy más convencida de que no es posible una lectura de Galdós sin antes tener en mente El Quijote. Isidora es en La desheredada lo que es Don Quijote en la obra de Cervantes; Galdós es en el siglo XIX lo que fue Cervantes en el XVII.
La obra es tremendamente trágica y tengo que admitir que no supera Fortunata y Jacinta por ser esta última una obra mucho más completa en mi opinión. Sin embargo, la forma de escribir de Galdós siempre es espectacular, tengo frases subrayadas solo por lo bien que suenan.
Alianza Editorial ha publicado este verano unas bonitas ediciones de las novelas de Galdós en formato bolsillo, puesto que apenas he leído nada de este autor vi que era una buena oportunidad y me animé a ello. Elegí La desheredada, porque la protagonista era una mujer y el argumento de la trama me llamaba la atención. Si bien suelo disfrutar más con la literatura inglesa (soy capaz de sentir más empatía por su modelo de personajes), esta ha sido una historia que he disfrutado. Hace años que leí Marianela y desde entonces no había tocado la pluma de este autor más que en fragmentos. La narración del autor muestra de inmediato el por qué ha pasado a la historia. Tiene un tono con cierto humor negro, Galdós siempre fue muy crítico con la realidad política y social que vivía España, y tristemente mucho de lo que él critica sigue aconteciendo a día de hoy. La caracterización de los personajes es muy buena, tanto por lo que nos cuenta de ellos como por los diálogos. Tiene especial cuidado con mostrar la procedencia y el modo de ser con el idiolecto de cada uno de ellos, algunos repiten frases que ya los identifican, y por los modos de hablar se distinguen las clases sociales. Me ha maravillado especialmente como trata algunos temas tales como los lugares a los que enviaban a las personas con problemas mentales o algunos de los trabajos que desempeña Mariano, no solo muestra un gran conocimiento de su funcionamiento, sino que alrededor de ellos deja caer interesantes reflexiones. Isidora es una chica muy inocente y muy ignorante también, creo que hay una crítica a la pobre educación que ella podría recibir como mujer y cuando habla de lo que quiere saber, Miquis, un amigo médico, no deja de decirle que con sepa cocinar y coser ya basta. Cuando él utiliza palabras que ella desconoce y le pregunta sobre su significado, como «mamífero», él nunca le da la respuesta correcta. Así y todo, la crítica en esta historia va dirigida a la España del momento, pues Isidora es quien la representa. El ansia de escalar socialmente, de las apariencias es lo que predomina en la historia, lo explica muy bien en un fragmento que dice algo así como el que es dos quiere ser tres, y de tanto fingirlo acaba creyendo que lo es. La gente viste mejor y parece que ya no hay tanta pobreza, pero en realidad solo son apariencias e incluso una persona que puede parecer que es rica, pasa hambre… En fin, nada que desconozcamos, pero es una manera interesante de plantearlo. Creo que no deja de ser una narración amena y a mí me gusta ver un poco cómo era la España de la época, porque por mucha historia que estudiemos, esta solo son datos. Gracias al arte y la literatura podemos ver a través de una ventana cómo era la vida cotidiana de la sociedad y eso, para mí, es sumamente interesante y enriquecedor. He disfrutado mucho de esta experiencia leyendo a Galdós y repetiré, creo que será uno de mis autores favoritos en literatura española. La edición de bolsillo me parece un acierto, a mí me ha gustado mucho la selección de portadas que han escogido para estos títulos que han sacado en septiembre y es una buena oportunidad para conocer los clásicos de nuestra literatura.
Como todas las novelas de Galdós, se trata de una obra bien trabada, magistralmente escrita y con un tono humorístico que la convierte en una lectura más que agradable. En este caso, las resonancias quijotescas son evidentes, incluso forman parte del juego literario y humorístico (a veces también con resonancias shakesperianas). Pero lo que falla, para mi gusto personal (y remarco lo de personal), es le personaje principal: Isidora es la típica protagonista femenina cuya ingenuidad y ansias de grandeza la llevan por mal camino. Sencillamente, este tipo de personaje no me atrae especialmente. Pero más allá de Isidora hay un montón de buenos personajes, y solo por leer la manera en la que Galdós presenta ridículamente a Melchor (el hijo del padrino) o a Juan Bou (el impresor catalán), vale la pena. Además, me encanta la manera en la que "el pobre narrador" no tiene más remedio que "camuflar" el lenguaje vulgar de algunos personajes que no paran de usar, de forma muy graciosa, el verbo "roer", la interjección "puño" o la exclamación"¡Jo... sús!".
Qué inmenso placer volver siempre a Galdós. Me he reencontrado con Miquis, he conocido mejor a la Isidora de Torquemada y me he sentido como en casa en este mundo tan peculiar y costumbrista que creó para nosotros don Benito. Qué acertado Clarín en sus famosísimas reseñas y qué afortunada yo por leer este novelón. Como bonus a esta crítica tan subjetiva, a la par que cariñosa, un consejo: no leáis a Galdós solo para recordar que nos falta desde hace un siglo, por favor. Leedlo por lo que es, y que os acompañe toda la vida.
Una maravilla de novela, como tantas de Don Benito Pérez Galdós... En casi 500 páginas, nos relata la peripecia vital de Isidora Rufete, víctima de sus ensoñaciones de alcanzar una vida de lujo y satisfacciones frente a la realidad de pobreza y necesidades que habita. La novela es un compendio de personajes bien retratados, cada uno tiene la atención perspicaz de Galdós, gente por lo común de baja condición o apenas acomodados, en el Madrid de la década de 1870. Isidora Rufete, de una belleza inusual, merece el mayor foco de nuestro excelso escenógrafo (algunos capítulos tienen acotaciones propias del teatro) y se nos muestra tremendamente humana, incapaz de tomar una determinación en su vida que no sea sucumbir a sus pasiones de lujo y sensualidad, su decadencia es previsible. "La desheredada" está escrita en diferentes estilos y registros (como homenaje a El Quijote) que nos hacen ameno la narración. Mención destacada merecen el habla de las gentes más populares, veamos un diálogo de la Sanguijuelera:
«¿En qué piensas, animal? —le decía bruscamente—. ¿Vas a inventar la pólvora o qué? Eres un talego. ¿Por qué te estás dos horas mirando al suelo? Mira siquiera al cielo estrellado, y aprende para zaragozano, ¡puñales! ¿Vas a hacer el Almanaque del empedrado? ¡Qué poste! Tu hermana, de tanto mirar arriba, se ha perdido. Tú llevas otro camino, pero llegarás al mismo fin. ¿Por qué no trabajas? —Porque no me da la gana…, hala… —respondía Mariano saliendo de su somnolencia intelectual por la virtud de un pellizco. —Pues ve a que te mantenga el obispo. —No necesito que usted me mantenga. Tengo de acá. —¡Anda, anda, chaval desorejado…! ¡Y con qué tipos te ajuntarás tú para allegar eso! ¿Qué diabluras haces? ¿En qué te ocupas por las noches? ¿Qué llevas aquí debajo de la blusa? —El copón. —¡Jo… sús! ¡Qué blasfemias dices! Mira, mira, tú y yo haremos malas migas. Si sigues así, desocupa, hijo, desocupa y deja la casa. El día en que te den garrote iré a verte. —¡Aur…! —murmuró Pecado con gutural sonido.
Pues hasta ahora el mejor Galdós que he leído. Sin embargo sigo buscando una obra que para mí sea sobresaliente. Eso sí, cada vez me cuesta más leer libros de bolsillo con letra menuda e interlineado mínimo. Menuda morriña me suele producir...
Un libro que se me hizo absolutamente eterno. 2/5.
Aquí la reseña:
La desheredada es una obra de Benito Pérez Galdós que aborda las dificultades y la injusticia social a través de la vida de Benina, una joven huérfana desheredada. A pesar de las intenciones de Galdós de ofrecer una crítica social profunda, la novela presenta varios problemas que limitan su efectividad y pueden frustrar al lector.
En primer lugar, uno de los puntos débiles de la obra es su ritmo narrativo. A lo largo de la novela, los episodios tienden a alargarse innecesariamente, lo que puede resultar tedioso y hacer que la atención del lector disminuya. Galdós a menudo se detiene en descripciones detalladas que, si bien pueden ser ricas, muchas veces parecen superfluas y no contribuyen directamente al desarrollo de la trama.
Además, algunos personajes, incluidos algunos secundarios, carecen de profundidad y desarrollo. Aunque Benina es un personaje conmovedor, otros personajes que interactúan con ella a menudo quedan reducidos a meros estereotipos. Esto puede restar potencia a la narrativa, ya que la falta de complejidad en ciertos personajes hace que las interacciones se sientan poco auténticas y, en ocasiones, irritantes.
También, no me gustó la estructura de la obra. Galdós, en su afán por retratar la realidad social de su tiempo, parece a veces perder el enfoque en la trama principal. Esto puede hacer que la obra se sienta dispersa y que el lector se desespere por una resolución clara de la historia. La falta de un clímax definido y sostenido puede llevar a que el final se sienta insatisfactorio.
Por último, a pesar de los temas relevantes que se abordan, como la desigualdad social y el sufrimiento de las mujeres, la ejecución de estos conceptos a menudo se siente superficial. En lugar de profundizar en las complejidades de la existencia de Benina y su lucha, la novela a veces se desliza hacia el sentimentalismo, lo que puede desvirtuar el impacto de su mensaje.
En conclusión, La desheredada de Galdós es una obra que, a pesar de su ambición y sus temas relevantes, presenta varios fallos estructurales y narrativos desde mi punto de vista. La falta de profundidad en algunos personajes y la dispersión de la trama limitan la efectividad de la crítica social que intenta realizar, convirtiendo la lectura en una experiencia menos impactante de lo que podría ser.
No es raro leer esta novela dentro de la influencia del naturalismo. Zola había puesto en circulación el término —en francés— en 1880; Emilia Pardo Bazán explicó en los artículos de «La cuestión palpitante» (1882) que el planteamiento de Zola se estaba discutiendo en España de manera muy inexacta; ese mismo año la autora publicó La Tribuna, que pasa por ser la primera novela naturalista española. En ese contexto, la interpretación naturalista de La desheredada, que es de 1881, podría rayar en el anacronismo, y sin embargo saltan a la vista los rasgos que canónicamente se adscriben a esa escuela o movimiento de revisión del proyecto realista. Galdós desciende a espacios marginales, reflexiona (o invita a reflexionar) sobre el influjo del medio y de la herencia biológica, y plantea en el personaje de Isidora Rufete una interesante contradicción entre hábitos de consumo y clase económica, contradicción que no ha dejado de estar de actualidad desde entonces.
Por otra parte, si leemos esta novela pensando que es un texto realista —o naturalista, si se quiere— quizá dejemos de ver los numerosos ejercicios de estilo que contienen. La historia de la literatura nos ha enseñado (y al mismo tiempo obligado) a ver a Galdós como un escritor talentoso pero decimonónico, y por lo tanto opuesto a la experimentación. Sin embargo, quien abra la novela leerá antes que nada el siguiente epígrafe: «Final de otra novela». Lo que sigue es un monólogo interior avasallador que sólo violentándose puede uno dejar de identificar como «corriente de conciencia», aunque este dispositivo narrativo, de acuerdo a los manuales, sólo se desarrolle en la época de las vanguardias. Otro de los capítulos está escrito en segunda persona. Hay también un crimen, que se cuenta en una frase, pero el modo en que se prepara, siguiendo a lo largo de varias páginas el itinerario de un morrión de cartón, es una demostración de virtuosismo estilístico. Lo mismo puede decirse del modo en que se narra alguno de los romances lucrativos de Isidora.. ¡sin decir una palabra sobre él!
Creo que no he le hace justicia a Galdós si se le lee como manda la vulgata de los manuales de historia literaria, y si, en un razonamiento circular, se buscan en sus novelas los rasgos que deben poseer. No pensemos en él como un narrador realista, pues en ese caso sólo veremos descripciones —y no hay tantas—, ni como un escritor del XIX, pues entonces pasaremos por alto los muchos elementos innovadores de su obra, ni como un observador de costumbres, pues en ese caso concluiremos que no ocurre gran cosa, y dejaremos de ver los pequeños y grandes acontecimientos que jalonan esta novela, una novela que es al mismo tiempo una historia privada y una historia colectiva, un relato cotidiano y un relato excepcional, una contemplación a la vez cariñosa y horripilada de lo que entonces se conocía como «cuarto estado».
"de Dios no quedaba en él más que un nombre. era como un rótulo escrito sobre un arca vacía, de la cual, pieza por pieza, han ido sacando los ricos tesoros."
Galdós creía que la gran característica común de los españoles es nuestro quijotismo: la incapacidad que tenemos por ver la realidad tal y como es, de estar siempre mirando demasiado arriba. este libro es la tesis de aquel pensamiento. contenta porque estoy descubriendo libros muy buenos últimamente. Galdós escribe de una manera que parece que siempre tenga algo que decir; hay tantas y tantas descripciones, pero leyéndolas tienes la sensación de que todas eran necesarias. dicen que Galdós es el segundo mejor narrador español, y estoy muy de acuerdo. solo me ha costado leerlo porque avanzaba dos páginas y ya tenía ganas de ponerme a escribir algo yo. hay algo en las descripciones naturalistas que, aunque sean muy coñazo, admiro mucho y me gustaría ser capaz de replicar. a mí, que me interesa tanto el psicoanálisis, los temperamentos, las personalidades, las situaciones determinantes a los que un autor somete a los personajes para que se comporten de una u otra manera, ¡me gustaría tanto entender la psique de cada personaje como la entiende don Benito!
De las mejores novelas de Galdós (y es difícil decirlo). La construcción de los personajes —Isidora es la mejor protagonista femenina del autor—, las descripciones, cómo se va desarrollando la trama y cómo van evolucionando los personajes... Por no hablar de la construcción del narrador, que es de mis cosas favoritas de Galdós. Vamos, una novela de diez y más, y de mis favoritas de don Benito. Vivan los hermanos Miquis
Más allá de su reconocida importancia histórico-literaria, espléndidamente justificada y sintetizada por Germán Gullón, La desheredada es una novela mucho más moderna y revolucionaria de lo que su autor pudo haber entrevisto.
Resulta difícil no ver en el capítulo final, más que un ejemplo de degradación y de caída abismal, la emergencia de un nuevo personaje femenino empoderado que se anticipa a los de Ibsen y Lorca en su pugna por liberarse de un sistema paternalista y opresor que coacciona e inhibe a la mujer ("Mire usted que ya no soy lo que antes era: de cordera, me he vuelto loba", palabras análogas a las que pronunciaría Yerma décadas después cuando se comparase con el agua de un arroyo capaz de arrasar cualquier obstáculo que se le pusiera por delante).
La distinta clase social de Isidora respecto a Yerma y a Nora Gelmer permite integrarla en la genealogía de Areúsa y proyectarla, además, como paradigma de mujer de clase baja que se rebela contra el sino impuesto y contra las convenciones sociales de su época. Tal reacción solo es posible cuando la protagonista asume su verdadera condición de pueblo, abraza el anonimato y se reconoce ante el espejo como una joven sin heredades que le abran las puertas del lujo y el ocio, una joven cuya virtud o potencial reside en su belleza.
A diferencia del Lazarillo, la nueva heroína de la épica cotidiana se muestra inconforme con su destino y con la precariedad a la que parece haber sido condenada ("Miserias, harapos, suciedad, escaseces, privaciones! Guarde usted todo eso para los tórtolos simples que lo quieran"). Igualmente, es reacia a depender o a entregarse a cualquier hombre que no considere digno de ella, tanto a lo largo de la obra como al final, cuando termina reclamando su plena autonomía ("quiero ... no dar cuenta a nadie de mis acciones"). En consecuencia, se resuelve con valentía a emprender sola un viaje al corazón de las tinieblas mucho antes que Marlowe, si bien Galdós no pudo dar cuenta de ello.
Dicha travesía solo puede ser censurada o reprobada por una moral burguesa incapaz de comprender que las conquistas de la libertad y de la prosperidad no están exentas de sacrificios, pues no a todos les han sido concedidas las llaves del cielo. Desde el principio de la novela hasta el final, Isidora no duda a la hora de enfrentarse al mundo para cambiar su suerte, bien sea por la vía familiar, por la vía legal o, una vez se le han vedado tales alternativas, por la del inframundo de la prostitución, territorio al que se adentrará desde la rabia y la certeza de quien ha asumido su condición de clase trabajadora y está dispuesta a sacrificar su cuerpo para trascender su realidad. He ahí que exija:
"La llave, la llave! ... Venga la llave, o la tomaré donde quiera que la encuentre. Mire usted que ya no soy lo que antes era: de cordera, me he vuelto loba. Ya no soy noble, señor don José; ya no soy noble".
Read this in Spanish Realist/Naturalist course while abroad. Pretty deep, jam packed with historical allusions and symbolism but classic tale about woman being bad with money, like Madame Bovary. Not sure why this theme is constitutive of the novel that revolutionized the genre in both France and Spain.
“Don José se reía con esto. ¡Era tan bueno...! Si la miel es condición y substancia precisa en la naturaleza del hombre, aquel era, más que hombre, un merengue andando”.
me ha encantado para variar. escritores soltad los lápices no vais a conseguir acercaros a este señor ni volviendo a nacer. easiiiiin
Y todo llega a su fin. He estado por Madrid de fin de siglo XIX, deleitándome con palabras y con personajes, verdaderamente impresionantes. Hasta tengo un nuevo "crush literario"
«La confusión de clases es la moneda falsa de la igualdad. [...] Siempre habrá clases. Por más que aseguren que esta igualdad se ha iniciado ya en el lenguaje y en el vestido, es decir, que todas las personas van hablando y vistiendo ya de la misma manera, a mí no me entra eso. La educación general, ¿traerá, al fin, la uniformidad de modales? Patarata. A otro perro con ese hueso. Si en algún momento de inundación social ha podido pasar eso, las cosas volverán a su cauce».
«¡Las locas! Estamos en el lugar espeluznante de aquel limbo enmascarado de mundo. Los hombres inspiran lástima y terror; las hijas de Eva inspiran sentimientos de difícil determinación. Su locura es, por lo general, más pacífica que en nosotros. Su patio es un gallinero. Óyese desde lejos, cual disputa de cotorras en la soledad de un bosque... Las hay también juiciosas. Otras se decoran con guirnaldas de trapo. Sonríen con estupidez o clavan en el visitante extraviados ojazos. También la hermosa mitad tiene sus jaulas de dobles rejas. No serían mujeres si no necesitaran alguna vez estar bajo llave».
«Moraleja: Si sentís anhelo de llegar a una difícil y escabrosa altura, no os fiéis de las alas postizas. Procurad echarlas naturales, y en caso de que no lo consigáis, pues hay infinitos ejemplos que confirman la negativa, lo mejor, creedme, lo mejor será que toméis una escalera».
LIBRO 50 LA DESHEREDADA BENITO PÉREZ GALDÓS Isidora es una belllísima chica joven que al morir su padre en una casa de enfermos mentales, va a Madrid con una tía que le ofrece condiciones de vida muy pobres igual que a su pequeño hermano, pero ella tiene un documento que la reconoce como heredera de una marquesa. Es así como Isidora se llena la cabeza de castillos en el aire, sueños de grandes riquezas, lujos, joyas, carruajes y desdeña todo a su alrededor que no sea de este modo. Tanto ella como su hermano holgazán y delincuente, se niegan rotundamente a trabajar y aunque los amantes la rodean y la pobreza también, rechaza toda buena oportunidad, esperando adquirir su condición de alto linaje. Una novela que me pareció preciosa.
Es tan emocionante leer a Benito Pérez Galdós para cualquier lector avezado, incluso para aquellos que renegaron de su ojo para el idioma. En su novela hay un montón de estructura, de generosidad, pero sobre todo está en el ojo para el detalle, en su capacidad para dramatizar, porque dramatizar es también el evento, su tiempo (escrito, pensado, situado), las conciencias en juego y el orden social que las mueve. Hay muchas felicidades en este libro olvidado a veces por nuevos trabajadores del idioma y de la imaginación de la novela, no pienso en ella con otros términos que no sean los de obra maestra.
Por fin me decido a poner sobre el papel todo lo que esta novela me ha causado. Desde luego, y déjeme el querido lector adelantárselo, abre uno de los momentos altos de la novela en castellano, vislumbrándose a partir de ella la cumbre creativa de un Galdós que recién introduce un naturalismo mitigado en las arcaicas costumbres literarias de la época, con novedad de estilos y técnicas que, si no francesas de un entonces imperante Zola, supusieron la revitalización de la narrativa cervantina. Y así se fraguó una de sus novelas más quijotescas, también en gloria.
Creo importante empezar con aquélla a quien se refiere el adjetivo, con doble sentido, que titula la novela: Isidora Rufete. La trama, la obra entera, gira en torno a ella. Es su historia, la de una prostituta, la que quiso contar Galdós, algo descabellada a ojos de la púdica sociedad entonces (ya lo dijo Clarín), mas muy necesaria para abrir las miras de un país atrasado donde a falta de estabilidad en el trono reinaba la pobreza. Ello suponía, sin lugar a dudas, un desafío: ¿cómo dar a entender las decisiones de una mala vida y la degeneración de la virtud? Con la pluma digna de un genio, y algún apoyo en el -ismo francés, la etopeya de nuestra protagonista será uno de los pilares fundamentales y fundacionales de la obra, pues su voraz imaginación, de donde nacen sus anhelos, será la causa principal de su desdicha; la alta estima que ponía a su persona en gustos, honor, y vanidad, motivo de su ruina; y sus viciadas relaciones o amoríos derrota a su enajenación. ¡Pobre niña del palmito dorado! Porque Don Benito nos hace ver en un personaje, su particular Quijote, a una persona, con sus arrebatos y flaquezas, que inevitablemente cae. Parte de la culpa es suya, por ese corazón dependiente de un mal amor e infundadas esperanzas; pero por el determinismo siempre presente, una vez entrada en el círculo de la más antigua profesión, ese alma débil nunca tuvo oportunidad, aunque necesidad apremiante, de medrar, víctima siempre de ella misma, y compadeciéndonos los lectores todos a pesar de su mal obrar. ¡Ay, si Fortunata hubiera conocido a Isidora!
Sin embargo, la profundidad psicológica de los personajes galdosianos no se queda sólo ahí: todo el elenco tiene vida. De otro modo, la novela parecería desierta y, así, se siente el bullir de toda la sociedad, que es duramente criticada. Augusto Miquis, amigo y ser encomiable, honrado hasta la médula y alguna vez amante de Isidora, ¿qué decir de él sino deshacerse en elogios? Joaquín Pez, valiente truhán; Pecado, pobre diablo, ¡qué disgustos a la tía Encarnación!; el bueno de José de Relimpio, fiel amigo y leal escudero que pagó la vida de su sobrina; y Juan Bou, la ironía del trabajador; o Botín, depravación en persona, algo tierno en el fondo quizá, comienzo de la perdición, y personificación, junto a todo el banco con sermón dedicado, de la corrupción de un país que no rompe el cascarón. Así construyó el mundo Galdós. Porque si quería entender a la sociedad, objetivo último de este nueva etapa, primero tenía que dibujarla, y a partir de ahí, nutrir a la novela de esos magistrales personajes donde se sintieran orgánicos con todas sus inquietudes y vida propia, pues serían ellos los que guiasen, junto a su genio, la novela y su magia: un mundo vacío se vería fantasmagórico, aquí en cambio uno era parte del pedacito de Madrid decimonónico atrapado en 500 hojas de papel.
Quizá pueda parecer familiar esta protagonista, estos personajes, y esta finalidad que Galdós le quiso dar a este novela, pues, sin duda, guarda infinitud de paralelismos con lo que es la mejor obra jamás, que tenía un hidalgo de cuyo nombre no quiero acordarme por protagonista. ¡Isidora eterno Quijote que sucumbe a su propia fantasía, incluso si en ella no creía! Continúa el símil con el resto de los que hacen aparición, igual de culpables por alimentarla, mención especial a Relimpio con sus sanchificación; y el autor, en su florecimiento de mejor versión cervantina, que búrlase de ese intento de subversión del orden social de finales del siglo XIX, imperantemente burgués. «Que no se fíen de las alas postizas», diría Galdós. Y Cervantes también.
Ahora sí, sabiendo en qué se sustenta la obra, estamos preparados para abordar la trama, concomitancia de los personajes y factores externos, quizás azarosos, que marcan y conforman el transcurrir de aquello que llamamos vida. Isidora llega a Madrid, ingenua e iluminada, dispuesta a reclamar «sus derechos usurpados al nacer», animada por su tío el canónigo. Allí, desde el primer momento, se sumerge en la sociedad; sociedad ya conformada y en funcionamiento a la cual su llegada supone una perturbación de esa onda más o menos harmoniosa que a lo largo del tiempo infinitamente se propaga. Es orgánico, natural, donde el autor no hace sino atrapar los vaivenes del mundo que rodea a nuestra protagonista en su infantil lucha, mientras se fragua en su mollera un mal cóctel de sueños y realidades.
En la segunda, la perturbación será algo mayor, desestabilizando por completo la vida lindante a ella, pues su delicadísima balanza de humores se verá por completo agitada, al borde de la miseria, vendiéndose por sobrevivir o para mantener su status y presunción; peligrosa mezcla catalizadora de su ruina. La duda que se le puede plantear al lector es ¿ya lo ha contemporizado bien Galdós? Mirando el libro, y estrictamente el número de página, pareciera que llegase tarde. Pero nada más lejos de la realidad. La perdición de Isidora es tan frenética e intensa que, desde que descubrimos su verdadera vida, aquel final se siente enorme, con siempre nuevos acontecimientos sucediéndose y giros de guion, mientras vemos a su pobre corazón reventar a medida que se acerca a la más absoluta bajeza. Mantendrá sin embargo su atractivo. A medida que se acerca el fin, entendemos al autor: los tiempos eran perfectos, porque de ese descenso a la vergüenza somos capaces de entender los motivos, habiéndosenos dado el contexto necesario en esa primera mitad que preparaba en lenta maduración todo, y que ahora, en la privilegiada perspectiva que otorga la retrospección, se sienten sus ínfulas precursoras de la catástrofe moral. ¡Qué necesaria era! ¡Qué bien funciona la harmonía en la obra!
Otro punto de notar será el escenario, pues muy digna de mención es la imagen de aquel Madrid que Galdós nos pinta, desde sus capas de la sociedad más inferiores y siempre omitidas, pasando por las fabricas, el intrincado (y lento) sistema judicial, la ambición de una clase media por medrar y aparentar, hasta el más rico Madrid, la marquesa de Aransis y el barrio de Salamanca. Es tan buena la esencia general de la novela que los personajes ahí se mueven con total naturalidad, completando el cuadro del mundo que Don Benito buscaba. Así, la ambientación en la novela será esférica—de esto que ahora se llama ocho, nueve, o dieciséis-d—, carente de aristas ni cantos que marquen una clara separación con la realidad, sino que el lector queda por completo transportado hasta formar parte indiferenciable del mundo aquel, sintiéndose presente en todo momento. El narrador juega un papel importante en ello, pues en esa atmósfera redonda en que nos sumerge, él ayuda a desdibujar cuantos bordes discernibles pudiesen quedar, volviéndose un personaje más y, de este modo, poder establecer un vínculo de continuidad con el mundo externo, como si la dimensión ficticia fuera la nuestra propia.
Hecho reseñable me parece también la elección de espacios donde transcurre la novela. La primera parte siéntese libre, con idas y venidas, museos, parques, ventorros, y sueños, y una clara predominancia de exteriores, correspondiente al alma, entonces inocente y feliz, de nuestra malquerida protagonista; la segunda, en cambio, con ese significativo comienzo al anochecer en tiempos tumultuosos, tendrá lugar casi exclusivamente dentro de las casas, permitiéndonos disfrutar de un retrato mucho más fiel de la vida, pero sintiéndose por momentos angustiosos y recargados esos reducidos espacios a los que Isidora se veía confinada, quedando así patente, quizá sin quererlo, un claro paralelismo entre el espacio novelístico y el estado de ánimo de ella. Como añadidura, la trama de Maxi Rubín y una acongojada Fortunata se sentía igual.
Finalmente, no se puede terminar la reseña sin mencionar el estilo de la novela, las técnicas narrativas aquí utilizadas, y es que Galdós marca en ella el pistoletazo de salida del naturalismo español, con las innovaciones necesarias para plasmar la realidad que eso conlleva. Sin miedo alguno a los cánones antes imperantes, rompe con ellos para explorar la naturaleza humana, llevando con su introspección en 2º persona o el estilo indirecto, a veces directo también, libre, a adentrarnos en la mente y conciencia de los personajes, siempre coherente el tren de pensamientos que los arrolla, a fin de profundizar sus ideas y acciones. El narrador-personaje previamente mencionado supuso también acertada novedad. Y, por último, la voz de Galdós, ¡qué cálida esa prosa!, recupera aquí su matiz irónico, delicado, preciso, y tan español que es firma suya, describiendo todo a la perfección, haciendo maravillas con el lenguaje y ensanchándolo hasta nuevos horizontes, y todo con un tono casi fraternal que cautiva, capaz de transmitir lo inefable. Algo perdido en «Marianela», vuelve aquí con toda la fuerza.
En conclusión, en esta novela se siente la vida latir. Alcanza el autor, un inigualable Benito Pérez Galdós, el comienzo de su cumbre narrativa con una obra que será miniatura y premonición de la más grande suya: «Fortunata y Jacinta», con un sinfín de innovaciones técnicas para demostrar la más auténtica esencia del país y de sus gentes. También, a falta de parecidos, es quijotesca hasta la médula. Al final, una trama muy bien acompasada que se resuelve por su propio peso y vida, con personas por personajes. Sinceramente, literatura, historia suya, y una novela espectacular de la que se sentirá parte el lector.
Una de las novelas de Galdós en las que demuestra una gran maestría narrativa. Introduce técnicas como el monólogo interior, el flujo de pensamiento, el estilo indirecto libre, el dialogo directo en forma teatral,etc. Prueba además formulas del naturalismo que funcionan muy bien ya que no son tan exageradas como las de Zola. Muy buena novela.
Este libro ha cambiado mi opinión sobre Galdós pues después de leerme Tormento le quería pegar un sartenazo (lit que lo odiaba). Pero este me ha gustado mucho más que Tormento.
PD: Mariano es bujarra (está de novio con Majito) e Isidora tortillera y nadie me baja del carro.