Suicides, accidents, and murders are the subjects of the dialogue of this novel that mixes sex with drugs, and death with nostalgia. Alfonso, a young journalist, reveals, as in a brilliantly developed film script, the bloody events that occur in a desperate and violent city as he spends one day following news reporters. "News reporting, just like prostitution, is learned on the streets", stated Saúl, the editor of the police section, as Alfonso listened.
Novela muy ágil con poco más de cuatrocientas engañosas páginas que se leen como si fueran doscientas. Un estudiante universitario entra a hacer su práctica a la sección policial de un diario popular, El Clamor, a cargo de un periodista de esos hechos en la calle, sin estudios superiores, que le enseña el ABC del oficio.
Como es de suponer, el diario es una especie de La Cuarta, por compararlo con un diario conocido, un diario con periodistas sin escrúpulos, en que la sordidez es parte de la cotidianeidad dentro y fuera del periódico. Muchas prostitutas, personajes nauseabundos, delincuentes y un mundo popular decadente como ya se ha descrito muchas veces, tanto por los que conocen ese mundo como por el que lo sospecha o lo intuye.
Los personajes se describen así:
"El Chico está transpirando copiosamente y la gomina del pelo se le deposita en el cuello"
"una notoria cicatriz le partía en dos una mejilla y subía hasta separar una de sus espesas cejas"
"Para las patas, saco de huevas. ¿No te enseñaron química? Esto es para apalear los hongos. Es para el olor."
Y estamos hablando de los periodistas, no de los delincuentes.
En realidad, la novela empieza mucho antes, con un Alfonso Fernández dirigiendo una revista y a cargo de un estudiante en práctica, lo que gatilla que recuerde su vida en sus comienzos profesionales. Ese recuerdo lo desarrolla en toda la novela de una manera peculiar, con capítulos que parecen escenas de una película.
Trabajar en un diario sensacionalista y, peor aún, en la crónica roja, da pábulo a un tipo de relato muy de novela negra, pero también permite identificar una forma de ser, un tipo de personaje muy chileno, un poco chocante, tal vez, pero de gran interés para construir un relato. Cada personaje tiene su propia voz y su propia historia (no desarrollada, pero historia al fin), sin embargo, el foco está puesto principalmente en el jefe de Alfonso, don Saúl Faúndez, quien tiene una forma muy propia de encarar el oficio periodístico.
El mundo que se dibuja me recordó la sorpresa que me llevé al leer un diario de hace décadas que describía la llegada de Carmen Sevilla a Santiago con pelos y señales, pero esa mañana el avión no pudo aterrizar y fue derivado a Mendoza por lo que su invención quedó en evidencia. O aquella anécdota de Lucho Fuenzalida, cuando publicó que Harry Casey era bisexual; esa misma tarde Harry KC bajó al lobby del Hotel O'Higgins y le pegó un combo. O al histórico titular de El Fortín Mapocho cuando Pinochet perdió en su plebiscito: "Corrió solo y llegó segundo".
Un tipo de periodismo que puede haber cambiado, pero no estoy seguro de que haya sido para mejor.
Alberto Fuguet tiene una historia que contar y lo hace con personajes marginales, pintorescos, de lenguaje soez que habitan los extramuros de la normalidad, no necesariamente a través de su protagonista, Alfonso Fernández, o al menos, no solamente a través de él, sino que también a través de Faúndez, un personaje igual de principal en la historia.
En algún momento parece que el inicio de la novela hubiera estado de más, como que uno llega a olvidar esas primeras páginas, sin embargo, el final, dramático e inesperado, las justifican plenamente y le da un cierre totalmente coherente a la novela.
Observación:
Página 391 "Van a apoderarse del pequeño ataúd para que en el Médico Legal lo exhume"
El verbo "exhumar" está mal usado en ese contexto y la oración completa está mal construida.
Llegué a esta novela pensando que era parecida a la película, creía erróneamente que las imágenes que había visto en la peli peruana iban a condicionar mi lectura como suele ocurrirme cuando veo primero la película y después leo el libro que la inspiro. Ya me había pasado con El Padrino, Ciudad de Dios y con Matar a un Ruiseñor obras donde los personajes de las películas terminaban desdibujando a lo que yo imaginaba cuando leía los libros que les dieron vida.
Afortunadamente no me sucedió eso con este libro, el coa santiaguino de Faundez en nada se parece a las jeringas limeñas de la adaptación para el cine, El Camión… el chofer de la camioneta de El Clamor es completamente distinto al conductor de la combi del diario limeño… el chofer en la peli peruana era una simpática enciclopedia humana repleta de aforismos… y la diferencia más notoria entre novela y película la encontré en el protagonista Alfonso Fernández que en ningún momento llegó a recordarme a “Varguitas” el personaje medio pituco, medio monse, medio gildardo de la peli de Lombardi. Las dos obras por merito propio me parecen muy interesantes pero solo voy a hablar de la novela así me muera de ganas de hablar de la escena del bar limeño donde los periodistas van a cantar marineras.
Confieso que siempre me interesaron los pasquines latinoamericanos, diarios como Trome de Perú o la Cuarta de Chile constantemente llamarón mi atención por la manera en que están escritos, además del humor parece que celebraran lo guachafo, lo rasca, lo ñero del idioma. (a diferencia de los pasquines colombianos donde las historias más gurrupletas son escritas en un tono rebuscado, artificial y lejano, tal vez por eso pareciera que la mayoría de personas que compran El Espacio lo hacen es para llenar el espaciograma o para ver fotos de Juan sin miedo… y en menor medida para leer sus contenidos) .
Como diría Faundez (¿o la floripondio?) una vez preclaro lo anteriormente dicho por el suscrito puedo afirmar que me gustó este libro ya que por momentos parece no ser acerca de la transformación de Fernández, por momentos el protagonista parece ser la narrativa, el oficio, el periodismo, el color como le llama Faundez, me gustó por que me recordó estación central, el olor a sopaipilla, las guatonas mirando con cualesquier morbo a los lolos en el Santa Lucia, me gustó por que me recordó a mi mismo explorando.. sentado bien shori en plena rotonda Grecia leyendo La Cuarta disfrutando con sus copuchas, sus cahuines, viendo las fotos de los cauros de la flo y de las viejas del team mecano. Me gustó por que le creí más a Faundez que a Matias y su mala onda.
Sin ser lo mejor que he leído de Fuguet este es el libro con el que mejor he recordado a Santiago, no es una historia reveladora ni van encontrar en sus páginas alguna epifanía que cambie sus vidas pero la simpleza y honestidad con que está escrito me llevan a recomendarlo, a mi personalmente me gustó y es por que en ciertas ocasiones los libros son tan buenos como las cosas que nos recuerdan.
Conociendo Santiago. Muy vulgar, muy crudo, muy humano, muy personal, muy heterosexual. No podía para de leer, es demasiado ágil. Cada personaje aporta algo, son bastantes graciosos y creíbles. El protagonista no se estanca, si hay desarrollo, está bien escrito. En la mitad de la novela perdí un poco el hilo y sentí muy repetitivo (me cansó) el comportamiento de Faúndez, sin embargo son situaciones específicas que se solucionan en la novela mientras avanza la trama. Leí una crítica que mencionaba "de la cintura para abajo", bueno la mayoría de los crímenes ocurren se plaza Italia hacia abajo. Parece una lectura superficial, pero tiene varias capas.
Este libro y "Papeles en el viento" de Sacheri fueron la causa de la mayoría de las risas que solté este año. Y es que no es para menos: Fuguet se vale de una prosa ágil, precisa, en la que la acción se entremezcla con el lirismo de la reflexión de cada personaje en procura de dotar de sentido la marea de afectos y desafectos que tiñen una ciudad como Santiago de Chile. Porque, en primera medida, Tinta roja va de eso: de lo que puede cada vida diminuta en aras de saber que algo más se ha logrado, que no todo fue perdido.
Entre nacimientos, amores y muertes, conocemos la vida de Alfonso, un muchacho apenas graduado de periodismo que ingresa a hacer sus prácticas en "El clamor", el diario más grande de prensa roja de Santiago. Allí, el personaje conocerá lo que puede la humanidad en la crudeza de su desnudez; es decir, deslindada de su singularidad. Y es que mucho puede saberse de la vida y de la muerte cuando uno no la ha experimentado de primera mano, ceñida a la abstracción de los acontecimientos. Sin rostro, cualquier cadáver es tan sólo un saco de huesos, carne y fluidos dejado a la buena atención de los seres humanos. Sin embargo, concebimos que tras cada muerte yace una red de afectos, sean sociales o personales, que impiden su desprecio sin más.
Ahora bien, no es lo mismo aquello que sentimos cuando reconocemos a la víctima de la barbarie: los pies tiemblan, la voz, queda y atribulada, balbucea lamentos e imprecisiones. Lloramos a quienes nos han dejado sin entender bien la causa exacta de nuestro dolor: puede que se deba al reconocimiento del amor que sentíamos por ese que ya no está, o por la certeza de nuestra soledad y futura muerte, o por cualquier otra razón; sino todas las previamente enunciadas. Estas certezas se escurren bajo la tinta roja, en el espesor de la vida de un muchacho que transita de la juventud a la adultez de la mano de un maestro-padre que lo guía en el oficio del periodismo. Novela tremenda y vital donde las haya.
Tinta roja son las experiencias de Alfonso Fernández como alumno en práctica del diario "el Clamor". A traves de sus paginas vemos como este este estudiante es acogido por don Saúl, un experimentado periodista a la antigua, que conoce todos los secretas de la prensa roja, todos los bares de santiago, detectives y protitutas. A traves de una serie de cortos relatos sobre aspectos de como funciona el diario, noticias de la crónica roja, se desarrolla una historia íntima, donde vemos las angustias, pesares, alegrias y cam,araderías de los singulares personajes de esta novela.
Tinta roja es un libro muy recomendable de leer de Fuguet, un escrito muy ameno.
Lo curioso de este libro es la lejanía del protagonista principal, Fernández. Alfonso Fernández, casi que ni me acuerdo del nombre porque casi que ni se nombra. Las veces que se habla de él son poquísimas y sin embargo está ahí todo el tiempo en medio de hechos, pero uno no lo ve, se lo imagina como un espectador de asesinatos, suicidios, horrores urbanos cotidianos, pero el solo está ahí, mirando, entendiendo, sin opinar, sin saber que siente, si siente? Se pregunta uno porque Fuguet escribió un libro así, tan periodístico, acaso eso es una excusa para alejar-se del protagonista? Para no adentrarse en él? Para no contarnos más acerca de sus miedos, de sus dudas, de sus contradicciones? Creo que si es una forma, la forma en que está escrita este libro, de mantener a un protagonista alejado de lo que es o mantenernos a nosotros alejado de descripciones más psicológicas, y es muy extraño, es casi antiliterario. Es demasiado sutil, yo no sé a qué horas creció Fernández, pero creció, no sé a qué horas dejó en parte sus miedos, pero los dejó, no sé a qué horas decidió enfrentarse a la realidad de afuera y a la propia, joven y adulto, pero lo hizo, lo hizo silenciosamente lo hizo indirectamente para el lector.
Hay gente así, no sabes a qué horas cambian, pero cambian, no hablan de sus cambios mas profundos pero de pronto los ves ser otros seres que no pensaste que serian (valga la redundancia). Hay gente que no te cuenta y de pronto los vez maduros y crecidos y dejando atrás todo eso que un día uno creyó nunca iban a dejar. Gente que no avisa, que no dice, solo se pierden en sí mismos y un día vuelven siendo los mismos pero sin tantas oscuridades. Gente que es espectadora, si, espectadora, ni siquiera ya protagonista, de hechos propios o externos que los cambian, pero con un proceso silencioso y solitario, proceso que uno querría conocer, pero que uno no conocerá, procesos innombrables para ellos, pero existentes y solo verificables con conductas y hechos, como este libro, solo verificable con hechos y comportamientos.
Ya sé que escribí mucho sobre este libro, solo trato de entender (porque me importa mucho, evidentemente) como a alguien le puede gustar y releérselo :s
(esta parte fue escrita el sábado a las seis de la tarde)
Si fuera por mí no me lo hubiera leído este libro, siquiera comprado, siquiera sacado de la biblioteca… además mejor aclaremos que me faltaron cien páginas, de las 400 interminables. Y no es que no haya hecho eso nunca con un libro, irme de repente a su final a ver qué, lo hago cuando estoy tremendamente aburrida… ya después de leer las tres cuartas partes de un libro no lo suelo dejar sin terminar, pero este ya lo boto bien lejos. Así como quisiera botar muchas cosas bien lejos, como las cosas que uno no entiende, como la gente complicada, si, como la gente complicada.
Pero este libro no es complicado, todo lo contrario, es bastante simple, digo yo superficial en el sentido literario, si tal cosa pueda existir, no es un libro que te haga pensar por sus frases, ni por sus párrafos, ni por sus historias, es un libro que te hace pensar por toda su historia completa. Pero a mí no me gustan los libros así, prefiero esas historias que me hacen pensar y sentir pagina por pagina o al menos capitulo por capitulo.
No, voy a decir que no tengo nada que escribir sobre este libro, pero estoy cansada, no del día, ni de haberme acostado anoche a las 4 am, mas estoy cansada es como de no entender como a alguien le pueda gustar este libro, como es que alguien tiene que dar tantas vueltas para llegar a puntos significantes como en el libro, estoy cansada de tratar de entender a la gente que siente de otras formas o que prefiere sentir a través de otras cosas, mas no no muy directamente con ellos mismos.
No entiendo esta literatura, no entiendo tanta forma impersonal de ver el mundo, cualquier mundo, y eso me cansa. Y no es culpa de Fuguet, claro está (porque yo no digo claramente), veremos que ofrecen sus otros libros, si son como el inicio, el final y algunos apartes de este, lo encuentro más a mi gusto.
Gente, yo no soy esto, pero tanta cosa indirecta o tanta falta de contacto directo con lo significativo, lo importante, lo que se siente, me abruma mucho, mucho.
La literatura no es eso Faundez, un escritor no tiene a los personajes ya hechos y sabe todo lo que les va a pasar, si eso fuera así, entonces pasarían cosas como este libro aburrido. Ese hecho de que los escritores no tengan tan definidos a sus personajes o sepan exactamente lo que les va a pasar cuando escriben… eso, eso es lo que hace a la literatura, ese desconocimiento de los personajes es lo que les da la capacidad de irse adentrando mas profundamente en ellos, en la medida en que se van creando... si ya están creados, no entras, no entras en ellos y entonces todo resulta desgraciadamente superfluo.
Uno no va a decir que no hay cosas que decir después de medio leer este libro, si si si todo eso de la paternidad y de lo que es la literatura en verdad, lo urbano en la literatura y seguro que otras cosas mas… pero que mas da, ya ni me quedan ganas, creo que no vale la pena, ni te rompe la cabeza, ni te sorprende profundamente, solo te muestra lo que pasa, así haya crecimiento del personaje. Yo ni lo veo, quizá si, si pasó, pero no de la forma en que a mi me gusta ver crecer a los personajes, no solo con hechos, vamos, ya esta, estoy harta de leer libros que muestren solo hechos…
Hace 20 años que no leía a Fuguet. En ese tiempo solía discutir bastante con un amigo al que le encantaba. Me parecía demasiado agringado, muy Bukowski, muy Bret Easton Ellis. Me pasó lo mismo con su primer largometraje, Se Arrienda (2005), la que terminó por confirmar de alguna manera mi percepción y me terminé alejando de su trabajo por completo. Hace poco encontré una copia de Tinta Roja en una venta de libros usados y pensé que era momento de darle otra oportunidad y leerlo desde otra perspectiva, con mas distancia y menos prejuicio. Las primeras páginas me provocaron una nostalgia inmediata: situaciones que hoy me parecen muy lejanas y cada vez más inusuales. Tomar once viendo la teleserie del momento, hablar por teléfono fijo, las portadas de los diarios colgando en los kioskos, la forma que los personajes usan el lenguaje y como se refieren entre ellos. Es un libro muy entretenido que se lee rápido, muy realista, casi biográfico, donde la ficción se va entremezclando con elementos reales en espacios comunes fácilmente reconocibles. Y si, es imposible obviar las influencias, las mismas que podía reconocer veinte años atrás, pero esta vez, lejos de molestarme, me parecen parte del libro. Una apuesta clara, directa y hasta atrevida. Volver a Fuguet fue volver a una versión pasada de mí mismo, la versión extinta de una sociedad y los vestigios de una ciudad que hoy no reconozco.
Debo confesar que no leí este libro a voluntad sino que me lo dejaron en la universidad, y que terminaba dormida en los primeros capítulos, pero luego lo tome y no pare de leer y llegue a un punto que no podía parar, porque es algo crudo y realistas que se vive día a día en el periodismo, el dolor de las personas tras muertes, y las cortinas de humo que tienen los medios de comunicación, todo encaja y se describe aquí. Me gusto por eso por ser tan crudo, y porque Saul Faundez es un personaje de 10, Alfonso se me hace algo sosito pero es normal. Muy recomendado para las personas que quieran optar o les interese el periodismo, esto libro habla de realidades.
Cuando terminé de leer “Tinta Roja”, mis pensamientos estaban alborotados. La sensación de consumir algo aparentemente sencillo se transforma y adquiere complejidad a medida que los días pasan. La reflexión de los actos simples es un arte que maneja con destreza Fuguet.
Alberto Fuguet de Goyeneche, periodista, escritor y cineasta chileno, presenta una historia que mezcla los crímenes tras de cámara con la cotidianeidad de la vida diaria. Su libro autobiográfico, “Tinta Roja”, nos enseña la vida de Alfonso Fernández, un periodista principiante que anhela ser escritor. Sin embargo, este inocente objetivo poco a poco se va distorsionando al chocar contra la realidad del oficio y la vida.
Sangre, conflictos, accidentes y humor negro no escasean en esta obra.
Suena interesante, ¿verdad?
Pero no hay que confundir esta novela con una película de acción. Al contrario, te plasma las situaciones más extraordinarias de forma sobria y minimalista, al estilo Bukowski, lo que provoca que el lector se plantee dudas existenciales y genere preguntas.
La estructura de la escritura es brillante e irónica, ya que su estilo rápido es capaz de expresar, y generar, emociones sin acudir a adornos.
La mayoría de los capítulos inician utilizando la típica descripción noticiosa, con hechos concisos y precisos, lo cual es un guiño narrativo del autor a los propios periodistas. En el transcurso del drama observamos cómo esta forma de narrar los hechos por parte de Fernández va cambiando de “neutral, objetivo y simple” a sensacionalista, con un claro sesgo de influencia o juicios de valor.
En el capítulo “Ponle Color“ se le corrige a Alfonso cómo realmente tiene que escribir en el diario El Clamor, destruyendo sus enseñanzas. El objetivo del autor es provocar un choque tremendo en los estudiantes de periodismo al ver inutilizado todo lo que aprendieron en la universidad y generar nuevas dudas sobre el oficio.
Los títulos también son acertados en la obra, ya que describen de forma ingeniosa el capítulo y hasta abusa de jergas chilenas. Algunos interesantes son: “Puta que eres pendejo, Hacerse hombre, Remojar el cochayuyo, No estaba muerto, andaba de parranda, Quedar en pelotas, Gato por liebre”.
Los personajes son anormalmente normales.
En la sociedad actual estamos acostumbrados a personajes que son extraordinarios. Leemos ficción, historias muy exageradas, porque estamos aburridos del mundo real y queremos escapar. Queremos entretención.
Este libro es todo lo contrario. Cada uno de los personajes está construido de forma tan común que parece vulgar. Pero ojo, eso no es necesariamente malo. Hay un cariño en lo decadentes que son porque te recuerda a alguien, tal vez a la señora del negocio, al vecino, a un familiar lejano, etc. El buen logro de los defectos e imperfecciones de ellos te atrapa y nunca los terminas de conocer realmente, como a las personas de la vida real.
La normalización y hasta despreocupación que se le da a la manía de Don Saúl de meterse con viudas aún estando casado, llamar monstruo a un niño con Síndrome de Down, amenazar a una mujer con un arma, el cinismo a la hora de alegrarse por muertes, la corrupción o censura de la información es retratada por medio de estos personajes de forma magnífica y un diálogo electrizante.
Sin embargo, lo preocupante de este escrito es el público y las pocas perspectivas.
Tinta Roja no fue creado para todos. Los temas que aborda son demasiado violentos, vulgares e impactantes. El lenguaje mismo es ‘roto‘. Esto podría generar el rechazo de una parte importante de lectores, incluidos los mismos profesionales periodistas, ya que se mancha el oficio y se le resta prestigio a la carrera.
En toda la obra no hay ningún periodista ni autoridad decente, lo que excluye otras visiones y resta enriquecimiento. Por ejemplo, Don Saúl escribe con un claro sesgo ideológico y es violento. Alfonso falsifica hechos, obtiene información confidencial de forma dudosa, etc.
Finalmente, este es un buen libro con el cual disfrutarás porque es breve y te hace pensar. Su estilo narrativo es original y los personajes son interesantes. Buenas historias hay en todos lados, pero, un argumento que mueva algo en tu interior, definitivamente no.
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Llegue a este libro mucho tiempo después de haber visto el film. Años después para ser más claro. La película me había gustado mucho. Pero el libro estaba agotado en Lima. Me lleve una gran sorpresa al descubrir que el libro transcurre en Santiago de Chile y el film transcurre en Lima (era evidente al ser un escritor chileno el autor, pero había visto tantas veces el film que no podía imaginármela en otra ciudad). Pero, Alberto Fuguet me hizo conocer Santiago de una forma que el internet y la televisión nunca me hubiesen podido mostrar. Un Santiago muy crudo y sombrío en la realidad como es Lima (mi ciudad). Fuguet me hizo sentir parte de su Santiago y me hizo sentir cuanto tenemos en común como sociedades urbanas a pesar de que geográficamente Lima y Santiago son ciudades muy alejadas. Es un libro que todo estudiante de periodismo debe leer. Y para cualquiera que quiera leer una buena historia, tampoco tiene pierde. Es un libro que atrapa. Sobre todo cuando el personaje principal...
Tenía más expectativa sobre este libro, que sentí repetitivo hasta el cansancio. El escritor se toma, en mi opinión, demasiado tiempo en detallar la misoginia y los problemas de alcohol de Faundez y demasiado poco tiempo en desarrollar al resto de personajes. La historia de Martín Vergara podría obviarse sin problema. El escritor se podría haber concentrado solo en el verano de Alfonso y Faundez. Y el cierre debería haber sido el sobre que le llega a Alfonso junto con El Clamor. Excelente cierre y gran sorpresa para el lector desprevenido. Un aplauso para el autor. Luego de esta escena, el texto pierde, otra vez, un poco su gracia. Recrea bien el mundo del periodismo y la colaboración entre colegas. Me quedo con dos ideas de Faundez: "La única integridad que vale es poder ser libre" y, por supuesto: "Nosotros podemos publicar lo que queremos, porque nadie importante nos lee".
Mira, a los ricos, por ejemplo, les fascina la idea de ser famosos o tener poder. Por eso no hay artista o político que no pose para una foto. Mira la vida social, no más. Se pelean por aparecer porque saben que la gente, los mortales, los ratones que han perdido, los van a mirar con envidia. Es tal la inseguridad que tienen, que necesitan confirmar que existen a través de un tercero: nosotros. La prensa, para servirles. Eso sólo lo puede hacer una foto y, en menor grado, una nota. Abren el diario, ven su imagen en medio de la pompa y dicen «salí en el diario, existo». Los menos histéricos, los que no dan entrevistas ni posan para las fotos, así y todo les gusta que su nombre aparezca en tinta en la lista de los empresarios más ricos o en un reportaje sobre, no sé, los más inteligentes.
I wanted to like this book -- a gritty memoir-style novel about a young journalist whose j school teachings are ridiculed at the tabloid paper where he interns -- but I really couldn't. It was at least 100 pages too long. Most of the mini-chapters were about horrible crimes -- the bloodier and more twisted the better from the reporters' points of view -- and how the tabloid journalists covered them. And they didn't build up to anything much. There was an interesting overarching narrative about fathers and sons, but it was completely underdeveloped. I read it for a book group and my colleagues also panned it. Some of them literally threw the book out after chapter 35. The Chileans in the group didn't find the slang terms to have much verosimility either.
Como dirían los españoles: flipé con este libro. Alberto se la jugó con una propuesta novedosa y un racconto espectacular narrado en tercera persona. Me mató el crossover con personajes de “Por favor, rebobinar”, dándonos a conocer una nueva aventura de Andoni, y por muy fugaz que haya sido, se agradece.
Al igual que en “Por favor, rebobinar” con la muerte de Andoni, la muerte de Martín me tomó por sorpresa, y fue muy de golpe. Alberto te da esos detalles de manera muy brusca, y me fue inevitable gritar en esa página.
Merecidas las 5 estrellas pasando por alto que esperaba un desenlace más robusto en la relación paternalista que se estaba dando entre Alfonso y Martín.
Recomiendo en un 100%.
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No es un libro que dé para hacer un análisis tan curtido. Aparte de sacarme algunas risas no es una historia que que se pueda rescatar mucho culturalmente hablando. No me aburrió pero si creo que debió ser más breve ya que a menudo se puso un tanto repetitivo. El lenguaje muy de la cintura hacia abajo, a algunos les puede resultar vulgar, eso dependerá del criterio de cada lector, a mi en lo personal no me complica pero si creo que el autor se excede levemente en este punto en particular. No es de las mejores ni tampoco de las peores lecturas que leído. 3⭐ ni más ni menos.
Es bastante entretenido y movido, me da la sensacion de que es como algo callejero, tal vez es como ver "taxi para tres" no se me imagine algo así. Fuguet señalaba como sus inspiraciones el cine negro, algo bien detectivesco y la verdad es que me queda esa sensacion despues de haberlo leído, es bien recomendable, me lo recomendaron cuando tenia 17 años y recién me lo leí a los 23 y me pesa ciertamente no haberme dado el gusto antes...
Hay cosas que no entendía mientras iba avanzando en la lectura, hubo momentos en donde dije: "¡por la cresta! que tiene que ver esta huea con el principio de la historia" pero después de avanzar 300 páginas, muchas cosas iban teniendo sentido. No sé si es algo positivo o no, pero menos mal no me rendí de seguir leyendo.
La forma en que Fuguet describe Santiago es tan fidedigna, que su movimiento en el año 2023-24 no está tan lejano, hay que agregarle más personas y más calor.
Buen libro. Lei en un comentario que el principio era un poco flojo, concuerdo con eso, pero despues agarra firmeza y por lo menos a mi me hizo querer leerlo con cada vez mas interes. Me recordo mucho a Bukowski, por lo que lo recomendaria a personas que gusten de tematicas callejeras y que esperen leer entre suciedad.
Buena historia y buena prosa. Lo más destacable es el contexto chileno y como representa cosas que uno (como chileno) puede imaginar sin problemas. Mejor que Mala Onda bajo mi criterio. Me alegra el poder comparar la realidad mostrada con lo actual, y notar como Chile ha avanzado en varias cosas , por ejemplo respecto a educación o machismo.
Tinta Roja, buen libro. El ambiente me recuerda cuando era lolo y cubría policiales en el sur, en la pesca, con los colegas, a pesar de que los casos que en estas páginas se hallan son contados con senda prosa amarillista. La pluma de Fuguet nos introduce al oficio y un periodismo que dejó de existir el siglo pasado. Buen libro.
Nunca me tincó Fuguet y no le tenía fe a este libro, pero me entretuvo bastante, y me gustó también que hablara tanto de un Santiago noventero del cual ya queda poco. Entretenido, no da pa' profundo, pero se lee bien y los personajes terminan siendo queribles.
La visión de una aprendiz a periodista, aunque no es el tipo de libro que suelo leer me ha sorprendido gratamente. Aunque con un spoiler del final el libro me ha parecido bueno. Sin duda leer sobre periodismo es cada vez más interesante.
La vida de un escritor sirve para describir el mundo interno del periodismo amarillo que existe en cada lugar. Un joven periodista entra novato y sale, gracias a su contacto con un zorro viejo, con ganas de comerse el mundo.
Buen libro,sin embargo lo crítico de una manera no muy confiable diría yo, ya que tiene un valor sentimental grande. Fuera de eso,me atrevo a decir que es un libro con mucho potencial de precuelas y/o secuelas,con miles de historias que contar que quedan al aire. Siento que tuvo un final abierto.