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235 pages, Paperback
First published January 1, 1940
Si quisiera saber lo que me ha enriquecido más en el curso de mi vida, de qué prueba he salido más fuerte y más solo, ni el amor, ni el sufrimiento inmediato del cuerpo o el miedo por lo incomprensible, ni el arrepentimiento permanente del pensamiento serían la fuente de mi crecimiento interior, sino todas esas cosas a la vez, envueltas y purificadas en el sentimiento de la muerte. Sin este sentimiento te elevas sin rumbo, restándole a tu final lo poco que tenía de aureola y de apoteosis. Cuando, no obstante, la muerte brota con cada suspiro, el fruto de nuestros sufrimientos conserva una madurez intacta, y la vida, conforme a su sentido último, es menos perdición. No se crece sino al unísono con una agonía en flor. Por el sentimiento de la muerte hacemos a la vida cómplice de lo absoluto, aun cuando le arrebatemos su ternura. Encerrados en los límites individuales, ¿qué haríamos sin la tentación de lo ilimitado que representa la muerte? Sólo al morir me he convertido en algo más que yo mismo, con una muerte fructífera; que germine en el sueño y en la fuerza una ondulada agonía. ¿Por qué tiene que asustarme el fin si yo lo he anticipado gozoso desde la médula y el pensamiento? ¿O es que habrá alguna célula donde la muerte no haya fermentado?
Pero es posible enriquecer una vida más allá de sus previsiones. ¿Y si desde el horizonte de la vida lo infinito fuera una enfermedad? De lo contrario, ¿de dónde procedería el orgullo de la sangre triste?