Estudió Literatura en la Universidad de los Andes. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido profesora de los departamentos de Ciencia Política y de Filosofía en la Universidad de los Andes y profesora invitada en la Universidad Autónoma de México. Es columnista de la revista Arcadia.
Una colección breve de miniaturas perfectamente ejecutadas. El lenguaje sobrio y rítmico atravesado de lucidez a veces me recordó a Mansfield, otras a Lispector. Los últimos dos cuentos, "Ballenas" y "Júpiter", son pequeñas obras maestras. Desde ya me comprometo a leer todo lo que esta escritora publique en el futuro.
Al final de sus cuentos, de poquísimas páginas, me detenía para admirar la sutileza con la que las palabras me habían llevado a vivir con los personajes su historia. También me recordaron la belleza y el misterio que encierra la cotidianidad.
Diez cuentos escritos con innegable tacto poético (sobre todo en las descripciones de escenarios) pero en los que da la sensación de que nada ocurre. Si bien podría decirse que hay un ejercicio de autoficción en el que la memoria juega una parte muy importante, la falta de conflictos visibles para mí en la mayoría de las historias hizo que se me hiciera por momentos tediosa la lectura. "El pez más pálido de todos", "Cactus" y "Casi cero" son los cuentos de los que seguramente podré acordarme dado el momento.
Mejía en este libro tiene la habilidad de crear un ambiente fresco, pasivo y reconfortante que no solo infunde nostalgia y relajación, sino también estremecimiento y dolor.
Es paradójico que duela, pero duele.
Sin embargo, tambien falla.
Falla en la composición de historias al no saber decidirse entre crear historias con finales contundentes o sin desenlace alguno.
Si bien, se observa que la intención inicial de Mejía fue la de crear entornos y situaciones (ya sea en cuentos como El Pez más Pálido de todos o Zorros Salvajes) antes que personajes y tramas, parece que ella misma duda en esa decisión a lo largo del libro.
Son en estas dudas que la autora utiliza la simpleza y brevedad de sus oraciones para dar mayor dinamismo a la lectura pero que a veces fracasan al parece más bien una excusa antes que un mecanismo literario.
Sin embargo, las historias desde una perspectiva femenina homologa ofrece un encuentro con una dimensión literaria que pocos autores realizan.
Mejía logra plasmar en diversas historias una mirada común a distintas mujeres sumamente diferentes, al punto que uno podría pensar que son las personalidades alternas de la propia autora.
Esta capacidad literaria expone un mensaje sumamente fuerte. A las mujeres las une las experiencias de soledad, dolor, violencia, dominación masculina pero tambien, cada una destaca empoderandosé a través de su dedicación, pasión y humanidad.
Este libro me lo pasó un colega-exprofesor mío. "Lo bueno hay que compartirlo", o algo similar. Ya había leído una novela de la autora, que me pareció mejor lograda. Algunos cuentos iniciales de esta antología tienen vestigios de una interesante monstruosidad (el mejor siendo Un pájaro muy bello) pero muchos se quedan en descripciones largas sobre qué hace la voz narrativa y cómo transita el mundo. Me hizo pensar en cómo se escribe. Creo que una apuesta a veces es describir, pero se vuelve rápidamente aburrido. ¿Para qué quiero saber cómo recoge la colilla de cigarrillo si está descripción no me da pistas sobre nada? Es un laberinto que llega a ningún lugar. Además de que, de alguna forma, la mujer-voz narrativa también es la misma. Se repite. Y eso cansa. Luís es Daniel y Daniel es el otro y etcétera.
En este libro no solo la naturaleza se propaga sino también su belleza, su misterio y su ferocidad. La autora apela a una increíble sensorialidad para construir cada uno de estos brevísimos relatos cuya finalidad no es llegar a un desenlace, sino contar su camino. Narrar.
Acá en estas páginas hay animales, vegetación, agua, tierra, el encanto o la adversidad del clima y, sobretodo, su efecto en nuestra piel. Andrea Mejía ha escrito un libro hermosísimo que nos recuerda ver más allá de lo que vemos y sentimos en el día a a día.
“Al exhalar el humo, podía atravesar la capa de mis pensamientos, que se había vuelto transparente. Más allá no había nada.” En este libro hay una búsqueda de ese instante transparente, de ese acá, del ahora mismo del humo que exhala la narradora. La libertad de aquel estado, de esa tranquilidad, implica un recorrido por la memoria, un rastreo de otros instantes que guardan aflicciones y provocan desconsuelos. Los cuentos son momentos en la vida de quien parece una sola mujer, experiencias cotidianas que se alejan de los grandes acontecimientos pero que por distintas razones marcan a las voces narradoras. Entre ellas, vemos a una niña y a sus hermanas jugar en el cuarto mientras afuera los adultos protagonizan una discusión confusa, a una adolescente con su familia recorrer un camino nebuloso acompañada por un perro, a una madre que pierde el rastro de sí misma y por ello el de su hija, a otra que carga en el mar agitado y en una isla distante el dolor de un amor conflictivo y maltratado…Estas situaciones no se resuelven en su propia trama, pero dejan tras de sí sensaciones y afectos que encuentran respuestas en la aparición de otros instantes, apacibles y añorables.
Este libro, que es la reunión de varios cuentos, no me maravilló la verdad, sin embargo, veo gran potencial en su autora. Hay bonitas descripciones, una escritura limpia y agradable lo que hace la lectura fluida. Las historias no me llegaron particularmente, no me dicen mucho, son demasiado realistas y aún así tampoco hay gran conflicto en ellas, no generan sorpresa. Estuvo bien para pasar el rato.
La atmósfera. El aire. La humedad. En cada una de las historias de este libro los afectos se hacen densos en la cotidianidad de los vínculos humanos y se expanden en silencio, como ondas apenas insinuadas en la superficie del agua. Me encantó la portada, la forma en que están escritos los relatos, los animales y las personas que viven en ellos. De todos, el entierro fue el que más me dejó pensando.
Permite reflexionar acerca de la presencia de la naturaleza en la naturalidad. Generalmente encontramos más descripciones de la naturaleza rural, pero en sus diferentes cuentos hay un híbrido de la intervención de esta también en lo urbano y la cotidianidad.
Literariamente pobre, no hay nada bello o poético en su lenguaje, que es en extremo simple; por ese lado no hay nada que destacar. El libro es sumamente detallado en las acciones y paisajes de sus personajes, es un libro descriptivo y ya.
Una colección de cuentos hermosa escrita en tono menor, tranquilo, amable con el lector. Hay un humor cruel y una exhibición de erudición tremenda. Andrea Mejía es increíble.
Esta colección de cuentos está cargada de inquietud. Es como si la autora tejiera un hilo delgado, muy fino, frágil, un hilo que puede romperse ante cualquier movimiento. Las historias tienen personajes que llevan una carga emocional que no se deja descifrar facilmente. Al leer cada cuento, estás en un cuarto oscuro, intentando encontrar el interruptor para encender el foco. Se revela una pluma delicada y cuidadosa, que no está interesada en entregarnos finales concluyentes, nos traza el camino de unas historias que se insinuan. Mi preferido fue La Quema.