En Cingla, la sutileza incisiva y la precisión visceral del poema nos devuelven entero el latido de la naturaleza que se escucha cuando los filósofos duermen. «¿Por qué no estar callado / lo que dura un poema?», se pregunta. Un puñado de sal, una carretera de provincias, el alacrán que brilla y amenaza bajo las losas, los arados verdes que su padre pintó, el orgasmo en las cuadras o el susurro del agua del aljibe son motivos propicios para desnudar la verdad y el alma de las cosas. En la senda de un canto que no se deja atrapar fácilmente, Cingla nos dice lo que se calla y el silencio que nos permite oír la vida y oírnos. Despojado de vanidades y elocuencias, el poeta se rinde al milagro que hace vibrar el mundo. A nuestros pies, ante nuestros ojos, la cingla ancestral, primigenia, de un primer amor, la fiesta privada del conocimiento
sólo si eres capaz de escuchar el silencio que queda tras caer un árbol en mitad del bosque podrás adentrarte en el poemario de #cingla. yo, que reconozco mi falta de algo parecido a lo que podríamos llamar sensibilidad poética, me he quedado cautivado con estos versos que me llevan de vuelta a casa, a sentarme en el serijo frente a la lumbre, a ver a los remolques afaenar en campos de cebá, a las golondrinas que siempre vuelven, al canto de las cigarras cuando el sol más aprieta... #cingla es campo, es tierra, es meseta, son vides y olivos, es amarillo, marrón y azul, son campanas tocando a maitines, es la cabezá y el chato en el casino.... #cingla esta lleno de zorzales y espliego "por esta senda no se llega al mar / tampoco a la gran urbe/ ni a insólitos rincones con encanto. / #cingla son las escondidas sendas por donde aquellos pocos sabios se han atrevido a sembrar caléndulas, margaritas y espondeos. Leo #cingla y parece que vuelven, como golondrinas, las #cotidianas de #mikinaranja o ese #pequeñotestamento de #migueldors.... sea lo que sea nada como que un puñado de letras me devuelvan a casa, a #lamancha.
"¿Qué es lo que tengo aquí en mi mano? Mirad, es sólo un pájaro."
En este poemario, Constantino Molina nos muestra un catálogo de momentos fugaces y profundos a la vez. Estampas que se quedan en la retina y en corazón, que apelan a los sentidos y a los sentimientos. Imágenes de quietud momentánea, de pueblos y campos, de animales y flores, de trabajos y labores sinceras, útiles, que se realizan en silencio y con esmero. Para estos versos el autor huye de floripondios y ringorrangos, fluye con el tiempo y el espacio "lo que busco consiste en no buscar" en encontrar el momento poético en ese patio de pueblo, soleado y silencioso, o en esas gentes que viven al compas de ese mismo sol y ese mismo silencio.
Contrapone estas descripciones de palabras y objetos con los análisis académicos que generan las facultades universitarias, ese saber filológico que disecciona los poemas, que parece preferir el "pájaro" disecado del escaparate del taxidermista a ese "pájaro" -"pichón de un nuevo verso"- que el poeta nos trae en sus manos y en sus páginas. Academicismo, al fin y al cabo, que acaba provocando más bostezos que vocaciones.
Primera incursión en la poesía después de más de doscientas reseñas. Y ha resultado magnífica. En realidad llego a este libro porque el autor y yo compartimos lugar de trabajo. Otro compañero me dejó sus libros. Tengo esperando "Canto de la perdiz roja en interior" (otro "pájaro"). Espero no tardar mucho en reseñarlo.