Hay llamadas que nos hacen reír o incluso llorar; llamadas que nos llevan a recordar algunas cosas o a soñar con otras; llamadas que nos hacen cosquillas o que nos llenan de nervios. Pero también, cualquier tarde, recibimos la llamada de alguien que se ha ido hace tiempo, y la conversación, a pesar de lo que podría pensarse, es bastante normal: nos decimos todo, incluso cuando no decimos nada. Hasta que llega el momento de cortar… Y, sí, siempre llega. Un álbum lleno de emociones que giran alrededor de la pérdida, como una experiencia nueva, una melodía desconocida.
Micaela Chirif is a poet and writer for children. She graduated in Philosophy from the Pontificia Universidad Catolica del Peru and is currently pursuing a Master in books and literature for children and youth in the Autonomous University of Barcelona.
Her children books have received numerous awards, most notably, the prestigious White Ravens Award.
Ausencia, soledad, Tristeza, muerte, resignación pero también fortaleza, y esperanza es lo que encontrarás en este pequeño poema. Micaela Chirif logra transmitir en pocas palabras muchas emociones que te llegan al corazón y te hacen reflexionar. Con unas ilustraciones preciosas que hizo Juan Palomino y le dan un plus a este libro.
En 40 páginas este libro te envuelve en una historia con la que no puedes mantener distancia. Hermoso texto e ilustraciones, que por lo menos a mi, si me sacaron un par de lagrimas.
Preciosidad melancólica ilustrada divinamente sobre la perdida de un ser querido. Pocas palabras e ilustraciones bellísimas son suficientes para describir el sentimiento de la ausencia física.
Un precioso libro nos abraza con la melancolía de sus páginas. Los que ya no están con nosotros físicamente si lo están en los recuerdos y nos hablan cuando los necesitamos, me apachurro el corazón pero también me saco una sonrisa.
En Una canción que no conozco me llamó la atención la su apertura: al diálogo con los muertos, las ventanas de par en par, con el afuera. Hay un juego constante entre los espacios, como el interior del hogar, que podría ser también el interior de la protagonista, y el exterior, representado por el parque, la vereda y más allá. Esta dinámica entre el adentro y el afuera, el estar y no estar, refleja la presencia-ausencia de quien ha fallecido y también de quien sobrevive. Veo esta historia y sus imágenes como una forma de abordar la coexistencia del duelo, ese estar presente aquí y, al mismo tiempo, en otro lugar al recordar. El duelo no es algo que se deja en casa; nos acompaña a todas lados, y eso es parte del proceso. Es conmovedor como los personajes dialogan sobre sus vivencias respectivas. Por ejemplo, cuando la protagonista dice: “Yo le cuento chismes de por acá: […] que floreció el durazno” (7), y le responde quien falleció: “Él me cuenta chismes de por allá: que hace frío en las montañas” (8). Este intercambio resalta el fuerte vínculo entre ambos, ya que no es cualquier durazno, sino el durazno. Además, lleva a pensar en el sentir de quien falleció, si siente frío ¿no podría también sentir tristeza?¿no podría también extrañar? Se crea una imagen de quien murió, quien siente frío, ríe, canta, pero no puede masticar. Reflexiono sobre la presencia de elementos naturales en la historia. Los colores cálidos dominan mientras los personajes hablan, pero se tornan fríos cuando deben despedirse. El gato que acompaña a la protagonista, considerado en muchas culturas como un guía espiritual, añade otra capa de simbolismo. En el budismo por ejemplo, se cree que cuando una persona alcanza un alto nivel espiritual y fallece, su alma habita el cuerpo de un gato para recorrer el mundo una última vez. Esto establece una conexión entre Una canción que no conozco y la filosofía de la permanencia o el retorno. Finalmente, pienso en las sombras, esas que, aunque proyectadas en direcciones opuestas, logran una unión. Esto me lleva a reflexionar sobre el amor post mortem: la muerte puede acabar con la vida, pero no necesariamente con el amor. El ave azul, recurrente en las ilustraciones y del mismo color que la silueta del fallecido, está presente de principio a fin, como un eco de su presencia y canto. El encontrar a quien falleció en otros es parte del duelo.
¿Será que la nostalgia es también una forma de atesorar, fragmentar y rememorar la dicha de lo que un día fue? Creo que es una obra exquisita en cuanto a posibilidades de sentidos que puede tener, lo cual, pensando en contexto de aula y en las distintas historias que poseemos como personas, puede ayudar a movilizar genuinamente las voces, sobre todo bajo la premisa de sentirse identificades de alguna manera. Personalmente, la lectura me transportó hacia aquellas personas que ya no están (o que no veo mucho en la actualidad), pero que tuvieron algún tipo de incidencia en mi vida. De alguna manera, asocié la idea de “canción” con la voz propia que cada une tiene. En esa línea, me gusta pensar que en gran medida nuestra configuración humana tiene partes de un otre, que de cierta forma nos ayudan a construirnos. Nuestra voz muta, las ideas se transforman y los vínculos que armamos no siempre son para toda la vida. Por ello es que en el texto cuando se menciona: “A veces me llama por teléfono un amigo muerto desde hace años. A pesar de lo que podría pensarse, la conversación es bastante normal” Prefiero no tomar la muerte de manera literal, sino desde la perspectiva de aquello que une por cuestiones propias decide omitir, cortar, desarmar lo que fue. Como por ejemplo: cuando dejamos de conectar con alguien y cada quien se va por su por su propia dirección. O también, cuando no vemos por mucho tiempo a una persona y ese acto de hablar nuevamente es un poco volver a conocerse, pues en nuestros registros memoriales su voz ya no suena tan fresca, cálida o conocida como la palpamos en algún momento. Abarcar esta obra en la sala de clases, sin duda, puede permitir el abordaje de aspectos de la memoria, la reflexión y el posicionamiento crítico ante nuestra configuración identitaria, los procesos de cambios que experimentamos y el sentido de pertenencia que cada une vive.
El poemario "Una canción que no conozco" de Micaela Chirif nos muestra la cotidianidad de la pérdida. No me refiero a aceptar la muerte de manera cotidiana, sino a vivir con ella constantemente. El poeta chileno Armando Uribe, en alguna entrevista, contaba que su relación con su esposa muerta seguía intacta. Aquí ocurre algo similar. Un amigo muerto, alguien muerto, que sigue conectado a la persona que dejó aquí en este plano. No importa dónde está él, pues no está acá. Los momentos más comunes, como lo que se almorzó, pasan a tener un significado extraño cuando el otro no puede masticar.
La muerte es el foco principal de la vida, hacía allá nos movemos en cada instante. Este libro pareciera invitarnos a aprovechar esta vida, a pensar en aquellos que queremos antes de que partan. Cuando se van, ya no podremos abrazarlos, no podremos comer con ellos, y pareciera que tampoco llorar a la vez.
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describe el conectar con las personas que ya no están de una manera tan mágica que se siente como un abrazo .。•♥︎ las ilustraciones son muy bonitas y fueron tan personales pra mi :, me entraron unas ganas raras de entrar a crisol solo a mirar (nunca lo hago) y me encontré este libro abierto con la portada que me gustó mucho, lo leí muuy rápido por si me decían algo y no me queda duda de que fue mi abuelita la que me llevo ahí <3 logras hablarme de la manera más curiosa que existe, tu cariño habita en mi alma y agradecida siempre de haber sido tu nieta
Gracias didáctica II por enseñarme los libros álbum.
QUÉ PENA. Los silencios, la nostalgia que desprenden las páginas. Los colores. EL AZUL. Los detallitos como el teléfono azul: "a veces me llama por teléfono un amigo..." y la foto del amigo bajo el teléfono USANDO EL SWEATER AZUL. QUÉ LINDO!!!
Me sacó lágrimas. Tan cortito, pero es un mar de emociones tan fuertes. Los colores, las pausas y los detalles definitivamente se meten bajo tu piel para llegar directamente a tu corazón. Precioso.
Un texto breve que se matiza con las ilustraciones y nos da una obra que es bien cercana al alma. Leerla durante esta cuarentena, con tantas pérdidas, se siente como un abrazo. Sin duda nos puede robar una lágrima o dos.