Fiel al dicho de Kazantzakis según el cual «el buen viajero crea el país por el que viaja», María Belmonte concibe y recrea Macedonia, en el norte de Grecia, que de su mano se nos va revelando como una tierra melancólica y misteriosa, tan exuberante, sin embargo, como la Grecia solar, y llena de rincones capaces de deparar momentos de auténtica exultación. Un paisaje de frontera que para la autora no son sólo líneas divisorias, sino también fascinantes zonas donde confluyen realidades diversas, ya sean materiales o espirituales. El resultado es un relato extraordinario, a caballo entre la historia, los viajes, la antropología y la literatura, urdido a fuerza de convocar imágenes, recuerdos, lecturas, leyendas y personajes, para hacer justicia a la riqueza de una región que ha sido y sigue siendo, ni más ni menos, el punto de encuentro de dos mundos, Oriente y Occidente.
Qué maravilla de libro. María Belmonte es una narradora estupenda, y con una gran capacidad para transmitirnos su pasión por la cultura clásica y los libros (de alguna manera, como Irene Vallejo en El infinito en un junco: libros que te hacen amar ese mundo clásico nunca perdido, mientras exista ese diálogo y amor por lo antiguo). Todo el libro irradia sabiduría. Es un hermoso viaje al mundo clásico que sigue dialogando o conversando con el presente: un viaje de más de mi siglos a través de los objetos, las fuentes, las ruinas y los hermosos paisajes de la Grecia del norte (la Macedonia de los grandes reyes de la Antigüedad, la bizantina o la Rumelia otomana, y todo ese cruce de caminos y fronteras que sigue siendo Macedonia en la actualidad).
Es un privilegio viajar la guía de María Belmonte, teniendo en cuenta lo que disfruta y necesita la soledad para que los paisajes hablen y las ruinas resuenen desde los siglos pasados. Un libro que trasciende el libro de viajes, el ensayo histórico, o la memoria, para convertirse en un híbrido donde sobresale la voz y la compañía de Belmonte. He leído otros libros de viajes sobre Grecia (Zbigniew Herbert o Patrick Leigh Fermor, por ejemplo) pero nunca me he sentido más cercano al narrador o guía que con este libro. Disfruté mucho con los dos libros anteriores de Belmonte (Peregrinos de la belleza y .Senderos del mar.), pero esto ha sido casi una comunión. Es una suerte que, unida a su trabajo de traductora, haya encontrado su vocación de escritora.
Como me ha sucedido con todos los libros de esta autora, he leído este último deleitándome en cada página, absorbiendo lo muchísimo que nos cuenta en él. Y también, como siempre, siento tras terminarlo unas enorme ganas de seguir aprendiendo y viajando. María Belmonte tiene la capacidad de transmitir lo inefable, esa sensación casi mística que uno experimenta cuando se entrega a un viaje de verdad (en cuerpo y alma), cuando deja que un lugar lo atraviese, le susurre en silencio sus secretos. Los libros de Belmonte son también indefinibles, rezuman esa misma magia inaprensible, pero vívida, de los paisajes y ruinas por los que ella vagabundea, y por eso no pueden limitarse a una etiqueta. No son libros de viajes, no son ensayos sobre historia, no son meras crónicas autobiográficas... Son todo eso y mucho más. No sé, se me ocurre que es su intensa pasión por el mundo y su historia, su vasta cultura humanista, la profundidad de su espíritu y de su bondadosa mirada lo que dota a su obra de una calidez humana única, que a mí, personalmente, me eleva, inspira y conmueve como ninguna otra.
Con cada uno de los libros de Belmonte he sentido deseos de echarme a andar por el mundo y nunca parar. Como los anteriores libros de la autora, muy difícil de catalogar, a caballo entre libro de viaje, historia, relatos cortos, ensayo.
"¿De quién son las ciudades? ¿De quien las funda? ¿De quien las conquista? ¿De quien llega expulsado de otro lugar en busca de refugio y crea su hogar en ellas? (...) la respuesta es clara: las ciudades son de quien las ama".
"¿De quién son las ciudades? ¿De quien las funda? ¿De quien las conquista? De quien llega expulsado de otro lugar en busca de refugio y crea su hogar en ellas?...
(...) las ciudades son de quien las ama"
" ... algún día volveré y me quedaré para siempre."
Una maravilla. Enamorada de este libro. Me rindo ante la erudición de María Belmonte. Qué gozada de lectura. Ojalá más libros como este. Lo recomiendo como un imprescindible.
Los libros de viajes de María Belmonte son una gozada. En este se nota su amor a Grecia y su profundo conocimiento de la historia, la cultura, la religión…Se vive dentro del paisaje
Fantástico libro con referencias clásicas. Ideal si se tiene pensado visitar Grecia de otra manera. Pero además, una serie de experiencias personales que lo hacen muy especial. Chapeau por María Belmonte! Me ha encantado, un libro que ya tengo ganas de volver a leer, y que contiene el "espíritu griego" en su interior. Imprescindible!!
En estos ‘vagabundeos por el norte de Grecia’ su autora, María Belmonte, propone que la acompañemos a través de la región histórica de Macedonia, región colindante con Turquía y los Balcanes la cual poco tiene que ver con esa otra del sur iluminada por el sol y de cielo eternamente azul que todos imaginamos al evocar el país helénico. Se trata de la región del cineasta Theo Angelópoulos y la de los celosos monasterios ortodoxos; también la de los hermosos restos helenísticos como la crátera de Dervini o la de Díon en cuyo teatro Eurípides estrenó Las bacantes porque allí se adoraba con más fervor al controvertido Dionisio; la de la arqueológica Egas, primera capital de Macedonia o la bulliciosa Tesalónica; pero sobre todo Macedonia es y ha sido la tierra de Filipo II y el gran Alejandro III que revivió el mundo homérico mediante sus hazañas.
Y es que la obra María Belmonte no es solo un libro de viajes en el que siguiendo un orden relata impresiones y curiosidades —que también—, sino que se trata de una fabulosa historia que comienza en tiempos del primer rey —casi legendario— de la región, Pérdicas, fundador de la casa Argéada y culmina los nada legendarios acontecimientos de la última crisis económica.
Resaltaría el capítulo II “La belleza de las ruinas”, quizá el más ligado a la tradición del libro de viajes donde abundan referencias a la tradición de los escritores viajeros y predomina el tono poético en los pasajes. También el capítulo III ‘El lugar que nunca podré visitar’ que hace referencia al Monte Athos, lugar llenos de monasterios ortodoxos donde se prohíbe la entrada a las mujeres, y, pese a todo, Belmonte se las ingenia para transmitirnos todas las luces y sombras de aquel lugar lleno de espiritualidad y fanatismo de una forma vívida.
Además el propio eclecticismo del libro hace de estos «vagabundeos» con hilo conductor Macedonia, una lectura ágil y amena cuajada no solo de historia, sino de referencias literarias y cinematográficas, sin faltar la arqueología y ciertos análisis antropológicos, todo ello en suma para poner en solfa la complejidad de aquella tierra, y sus habitantes, siempre a caballo entre el mundo helénico, el balcánico y el turco.
Fabuloso libro de viajes que nos lleva a una tierra desconocida, olvidada, plagada de ruinas nostálgicas, con una historia rica en tesoros por descubrir pero eclipsada por la figura de Alejandro Magno. María Belmonte nos lleva desde la Macedonia antigua con personajes como Aristóteles, Eurípides, Filipo II, Olimpia, Alejandro Magno, pasando después al estado monástico de Athos y las ciudades en ruinas de Pela o Vergina, hasta llegar a la confluencia de culturas, etnias y lenguas de Tesalónica. Me ha faltado un mapa para orientarme y más de una vez he consultado internet para asegurarme que los sitios que describían eran verdad, como las tumbas macedónicas, el Ninfeo de Mieza (donde Aristóteles instruyó a Alejandro Magno) y los rincones imposibles de Tesalónica. María Belmonte es una viajera intrépida y llena de curiosidad que sabe transmitir con su pluma lo que el paisaje esconde. Me ha recordado a Loreena Mckennitt en su búsqueda de las raíces de la música celta, viajando por países y ciudades similares. Destaco una frase del libro: «Las personas olvidamos, pero los paisajes tienen memoria».
La narración no es tan dramática como su título, pero es un estupendo libro de viajes sobretodo para los amantes greco-bizantinos que se alejan del viaje típico.
Lo de típico siempre me genera conflicto, especialmente porque hacer turismo se ha convertido en una controversia en sí, pero ese es otro tema. Lo que tenemos aquí es un ejemplo de viaje cultural (concebido como un viaje documentado históricamente, investigando con ahínco lo que se quiere ver, pero estando abierto a lo que se pueda sentir) que además nos sirve para transportarnos con ella no sólo a los lugares sino a sus distintos pasados críticos.
La región griega de Macedonia se constriñe por debates politicos actuales que nos sirven para invertir en su pasado, tanto popular como alternativo, que invita a conocerlo como quien pasea por el pueblo de sus abuelos si sus abuelos fueran Alejandro Magno y los emperadores Bizantinos.
Nota aparte pero me ha gustado especialmente el microensayo sobre los ascetas y los monasterios que dan una predisposición a conocer uno de los más famosos, los del monte Athos.
* Una de esas lecturas que te reconfortan, un ensayo mezcla de historia y literatura de viajes, en el que su maravillosa autora nos hace partícipes de su amor por Grecia y su cultura, en este caso llevándonos de la mano por la “Macedonia helénica”, cuna de grandes como Alejandro. En este orden, el libro nos da a conocer esa parte más desconocida de Grecia, desde Estagira, cuna del maestro Aristóteles, hasta Lefkadia, donde reposa Filipo II, pasando por el exclusivo monasterio de Athos. Llena de anécdotas tanto históricas como personales, muestra de la erudición de Belmonte, el libro sienta como un soplo de aire fresco, de ahí uno de los extractos finales:”todo en el paisaje griego me invita a proyectar mis sueños, y a convertirlo en un refugio frente a las inclemencias de la vida, en un hogar cálido del que protegerme de la intemperie.”Fantástico descubrimiento.
Uno de esos libros encantadores y que despiertan en uno el ansia de viajar por los lugares que la autora visitó.
Es mucho mas breve de lo que parece al principio, más aun si se le quita una primera parte que cuenta la conocida historia de Alejandro Magno, su padre Filipo II y su madre Olimpia. Encontré mucho mas interesantes los relatos sobre la estancia en Macedonia de Eurípides y Aristóteles, por como fueron sus dias allí, y porque desconocía estas historias.
Globalmente me ha parecido una lectura encantadora, evocadora, y que incita a coger un avion y plantarse en el norte de Grecia. Al mismo tiempo, sabe a poco.
No podía haber empezado el año leyendo un libro mejor. Un libro con el que viajar al norte de Grecia, acompañada de la autora que, lejos de resultar sus anécdotas, sus sentimientos y sus experiencias pesadas, te hace reconocerte en su pasión por el país heleno, por los paisajes y por la historia. Ha sido igualmente refrescante no encontrarme los tópicos manidos e incluso, en ocasiones, rancios, que se utilizan para hablar del país heleno, ecos de una visión eurocéntrica y anticuada. La autora acepta, alaba y acoge todo lo que conforma ese mosaico de gentes, historia y diversidades que es y ha sido Grecia a lo largo de su historia.
Este libro me ha recordado mis años de estudiante de Humanidades, con clases de latín y griego, literatura e historia de la antigüedad. Tras su lectura solo quiero ver las películas de Theo Angelópoulos y leer la Ilíada y la Odisea, además de las tragedias de Eurípedes. Y en un futuro coger una mochila y viajar por Grecia.
«Quizá una mente se abra en este mundo / quizá algún corazón se empape bajo la lluvia»
«Si antes me preguntaba de quién son las ciudades, la respuesta está clara: las ciudades son de quien las ama.»
"Debo añadir que éste no es un libro de historia (...). Tampoco es un libro de viajes, ni una guía en la que se mencionen todos los lugares relevantes. En realidad, las páginas que siguen son mi propia visión de la Macedonia griega, adquirida a través de los ecos que su paisaje iba depositando en mí. Es mi geopoética personal"
Acierta María Belmonte al calificar así su libro al final del prólogo. Y qué maravilla nos regala.
Ya lo dije una vez y lo repito: lo que daría por poder irme de viaje con ella. Fan total.
Lo mejor, el título. Por lo demás, bastante decepcionante. En ocasiones parecen unos apuntes de Cultura Clásica. No hay anécdotas ni comentarios interesantes por curiosos o desconocidos. Escrito con corrección, pero nada más. En mi opinión, no aporta nada nuevo.
Un maravilloso recorrido a través de las ciudades más importantes de Mesopotamia. El primer capitulo es genial, sobre la vida de Alejandro Magno, Aristoteles ... María Belmonte es una maga de las palabras. Te sumerges en sus libros y no puedes salir, se quedan contigo .... Brava.
Un ensayo increíble que te recuerda la razon por la que viajamos. La autora ha sido capaz de meterte de lleno en la cultura y en la historia del norte de grecia. Es un ensayo en el que a través de sus páginas sientes que descubres una nueva mirada hacia la cultura griega. Además, tiene momentos donde describe los paisajes de una forma que te cautiva desde el primer momento, haciendote recordar que la belleza está a nuestro alrededor.
Recomiendo este libro a toda persona que quiera conocer la otra Grecia que no sale en las guias de viajes. Me ha encantado la forma en la que describe la naturaleza que se va encontrando por el camino.
Se lee con facilidad gracias a la escritura clara de Maria Belmonte y añade un capítulo más al conocimiento de la cultura clásica que inició en "Peregrinos de la belleza"
El objetivo de la lectura de este libro era enamorarme de Macedonia. Pero me ha costado acabarlo. Demasiado Alejandro, Tesalonica y Monte Athos y mucha erudición sobrante.