Una madre y su niño viajan en canoa por el caudaloso río Atrato. La madre es blanca, el niño es negro. Entre manglares, frutas y trenzas, la narradora le va contando a la pasajera de al lado su infancia, sus recuerdos y cómo el pequeño llegó a su vida una mañana calurosa. La lancha avanza, la inquietud se acrecienta. La mujer preferiría no llegar o dar la vuelta.
Esta es una historia sobre el arraigo, el miedo y la maternidad en un contexto de violencia, sobre los peligros de la selva colombiana. A través del lirismo de su prosa, Lorena Salazar Masso crea una atmósfera adictiva y nos traslada a un mundo a veces onírico y otras descarnadamente realista en el que la ternura y la belleza de las imágenes salpica.
Justo cuando leo libros como éste es cuando todas mis emociones se me mueven y mi cabeza me dice: pero cómo le hacen? Para escribir así. Para pensar así. Para idear una historia cómo esta. Para inventar metáforas tan bellas.
Es de lo más hermoso y doloroso que he leído. Buenísimo!
La primera impresión mientras avanzaba en la lectura de esta novela fue la de una narración arriesgada, esa de lanzar la mirada de una mujer blanca sobre una población negra, y desde ahí describir parte de sus costumbres, sus rituales, su cotidianidad. Y desde esa perspectiva la obra logra construir una imagen verosímil de la vida del personaje en Quibdó, de la navegación por el río Atrato, de la relación de maternidad especial que existe con su hijo, y de esa presencia invisible, pero perfectamente tangible, de la violencia en las poblaciones abandonadas de este país. Sin embargo, todo análisis y evaluación juiciosa del relato desde sus elementos literarios se tornan secundarios en un episodio final que es completamente emocional. La resolución que la trama le da al conflicto y la tensión que desarrolla a lo largo de la obra se convierten en un dolor profundo relatado con cuidado y precisión. Hacía muchas lecturas que el relato de un dolor no me hacía llorar a fondo y ese tipo de obras se vuelven memorables, se convierten casi en una herida.
3.7. Para ser su primera obra, la autora hizo un excelente trabajo al dar vida a sus personajes, a los paisajes de Colombia, a las culturas que abordó y a las ideas en las que rumia a lo largo de esta breve novela.
No obstante, libros como este me conflictúan un montón. Y no solo hablo de la forma en que es tratado el tema de la raza, pues nos presenta a una protagonista que casi parece avergonzada de ser blanca, lo cual irónicamente la muestra como “mejor que otros”, pues es humilde, dulce y suave, a diferencia de personas de otras razas que tienden a ser descritas como toscas, orgullosas e imprudentes. Aparte de este estancamiento en ciertos estereotipos, también me hizo ruido la artificialidad de ciertos diálogos de la protagonista, donde se dirige a otros con la misma voz literaria de la narración, lo que por momentos le confiere la impostura de un personaje de teatro.
Ahora bien, debo comenzar admitiendo que no es el tipo de lectura que busco y que disfruto. Compré el libro en una feria de editoriales independientes porque todos a mi alrededor hablaban maravillas sobre él y, al saber que era la ópera prima de una joven autora colombiana, quise llevarlo conmigo. Bueno, la primera vez que empecé a leerlo tuve que detenerme porque sentía que me enfrentaba a uno de esos libros de contexto social que suelen ser impuestos como lecturas obligatorias en los colegios de mi país: de esos que exponen las entrañas de una nación como para que nosotros (y quizá también los extranjeros) nos sintamos conmocionados por las dificultades de la vida en ciertas regiones del territorio y el sufrimiento que enraíza en ellas, irrefrenable como los cauces de un río. Pero esa es la cuestión: ¿qué hay más allá del dolor, de ese silencio vacuo que deja la detonación de las armas, de la sangre que guarda la tierra y tiñe los ríos?
Me parece que a todos los escritores colombianos o latinoamericanos nos es impuesta la responsabilidad de escribir sobre los conflictos sociales que han violentado nuestras respectivas tierras. La cuestión es que, al hablar tanto de estos temas, tendemos a olvidar que en nuestra historia y nuestro folclore hay mucho más. Esta perspectiva es muy personal, lo advierto, pero debo decir que siento cansancio de que la producción literaria de mi país, y de cara al resto del mundo, tiende a presentarnos como lo hace esta novela: una herida. Y sí, cargamos con miles, pero considero problemático reducir nuestra identidad a eso. Este libro logró desligarse, en algunos momentos, de esa latente carga social que lo permea casi en totalidad, y nos lleva a un recorrido por paisajes, costumbres, culturas, cuestiones sobre raza y maternidad que nos abren un panorama colorido al que es legítimo y hasta necesario dar voz. No obstante, termina teniendo como epicentro una tragedia real que nos vuelca de nuevo en ese destino terrible de ser víctimas de la violencia, y no solo en el ámbito social sino también en la literatura colombiana de hoy, pues parece estar encerrada en una cámara de ecos donde las desgracias se repiten una, y otra, y otra vez. No digo que haya que dar la espalda a estas cuestiones, pero (insisto, según mi manera de ver) es necesario equilibrarlas con elementos que no dependan del sensacionalismo de la tragedia para hablar de lo que define a un país.
Por último, dejo al libro 4 estrellas en la puntuación de GR porque mi opinión respecto a las temáticas que aborda es, como dejo ver en mi reseña, más bien subjetiva, y se centra no solo en esta historia sino en lo que ocurre con muchas otras. Esto no resta crédito al gran trabajo que hizo la autora al investigar y hacer su mejor esfuerzo por plasmar la cultura del Chocó. La relación de la protagonista con su pequeño, así como otros elementos del libro (como costumbres, cantos, recuerdos cotidianos, escenas vívidas), lo hacen muy humano y denotan que la autora tiene gran potencial para seguir abriéndose camino con sus habilidades literarias.
O que acontece a alguém que cresce sem mãe? (...) Quem lhe corta as asas e quem lhas cose? Quem lhe põe os pés na terra? Não a ter, às vezes, é o mesmo que tê-la. Uma mãe é uma coisa que dói. É ferida e cicatriz. Para uma criança, a mamã é a pessoa (...) que prova a sopa primeiro, queima língua e espera que arrefeça um pouco mais. Uma mamã é a pessoa que está.
“Esta Ferida Cheia de Peixes” é um dos livros sobre maternidade e raça mais ternurentos e complexos que já li e, sobretudo, desenvolve o ditado “parir é dor, criar é amor” na perfeição, com todas as suas gradações, tantas como as cores de pele da população colombiana.
Mas a verdade é que a história pesa e que o branco é branco, até os nascidos neste país vêm para aqui ficar com o que não é seu. Constroem casas, estabelecem comércio para que o negro trabalhe. Eles, que são quem conseguiu estudar porque vêm de fora. (...) A história, como diz a minha rememoração, é uma ferida com que nascemos todos. Nunca conseguiremos pagar o que sofreu o povo negro. A hostilidade, o medo, o desprezo, tem uma causa profunda, antiga. Consequente.
Chegou o momento de a protagonista branca levar o seu filho negro a conhecer a mãe biológica, que não pôde criá-lo por falta de condições. Também ela é uma mulher modesta que faz molduras de madeira e flores de tecido para que ao menino não falte nada, mas ao contrário do que ela diz a outra passageira durante a viagem de vários dias pela selva adentro, não é por falta de dinheiro que não apanham a lancha rápida que os faria chegar ao destino em questão de horas. Esta mãe quer adiar aquele que acha que é o seu destino, ter de abdicar do filho.
Não quero chegar. Se fosse possível, teria ido a remar.
Este livro é, pois, uma “river trip”.
O Atrato une mercados e separa pessoas. O rio lava a roupa, dá de comer, sustenta crianças, dá banho às mulheres, esconde mortos. Cura os lamentos dos anciães. O rio não discrimina: abençoa e afoga.
Durante a viagem, ficamos a conhecer melhor a protagonista, a sua convivência com pessoas de outras etnias, o dilema em que se encontra agora, os seus pensamentos tão sinuosos como o caminho que percorre.
As lembranças que conto a Carmen Emilia emaranham-se nos mangais, flores e frutos que não se vêem nem se comem, mas que estão ali ao lado das histórias que guardam a selva e do canto dos pássaros saltitantes. Olha-me mais intrigada do que antes, como se quisesse descobrir quando me apareceram as cinco rugas que tenho na cara. Cansada de olhar para o rio, que também é uma ruga sobre a qual choveu muito, pergunta-me: - Quando é que lho vai dizer? - Não sei se lho vou dizer. Não quero perdê-lo. - Os filhos são mais do rio do que das mães. Não diz mais nada, deixa-me com aquela verdade, que as mães – mesmo aquelas que são como eu – passam a vida a dizer a si próprias, mas em que não conseguem acreditar.
Lorena Salazar Masso escreve com uma segurança extraordinária, com a sapiência de uma pessoa com o dobro da sua idade, com momentos de doçura a pontilhar a realidade de um país violento e conturbado. Este livro é uma manga, mas com limão e sal.
Ela aproxima-se e segreda-me: ”Mamã é quem limpa os ouvidos enquanto chovem palmadinhas de rapazinho na cara. Mas quando crescer e andar pelas ruas, não se lembrará do que a mãe fez para ele poder ouvir os pássaros.”
“Esta Ferida Cheia de Peixes” tem algo de salomónico, mas são o oposto de sábios os homens que destroem trágica e irreversivelmente o acordo que as duas mães conseguem altruisticamente alcançar para o bem do menino, num final em que a dor ultrapassa tudo o que é racional.
Una novela fallida de gran potencia literaria. Con sensibilidad poética y estupendo oído para los diálogos, Lorena Salazar elabora el esqueleto de una relación materno filial a punto de fracturarse. Y entonces la pone a trabajar en el Chocó, despliega las figuritas en el río, se deja llevar por el imperativo cultural de la diversidad, un sello atractivo para críticos y lectores concienciados, y que seguramente creyó honesto (ella creció en la región), sin pensar en las verdaderas posibilidades del relato. La ideología carcome la estética. Si las licencias que un autor se toma en cuanto a verosimilitud están movidas por el interés comercial o la moda cultural el resultado puede ser no solamente burdo sino también éticamente reprochable. En otras palabras, su poesía es buena, pero su poética es plana, apurada por el ánimo de consenso.
El viaje por el río, más que una travesía de autodescubrimientos y confrontación de vínculos reales e imaginarios, es un periplo preconcebido. Un catálogo turístico. Un recuento de viñetas etnográficas para chicos y grandes que sucumbe bajo el peso del estereotipo. La condescendencia también es racismo. Y es que un autor puede ser todo lo racista (o sexista) que quiera, siempre y cuando eso no le impida construir "buenos" personajes. Un ejemplo: No puedo olvidarme que la protagonista se torció el tobillo ridículamente solo para que entrara en escena un "sobador" ancestral (la autora sí lo olvidó pues nunca más se hace notar dicha contrariedad física). Un poco más claro: https://twitter.com/ahlisto/status/14...
Lorena escribe bellamente la precariedad.
El negro solo es material literario en cuanto puede ofrecer color local. Es por eso que la narradora habla no como alguien que ha vivido casi toda la vida en la región, ajena al asombro tropical, sino como alguien que ha hecho un máster de escrituras creativas en Madrid. Se doblega ante los lectores para ofrecerles la dosis de exotismo que tanto demanda la sensibilidad liberal, y en ese lance la voz se torna falsa.
(SPOILER)
El final de la novela abre un surco de inquietantes preguntas sobre la representación de la violencia ejecutada contra las personas racializadas y sobre el extractivismo artístico de las comunidades económicamente vulnerables. También revela sin aspavientos la impostura. Durante toda la novela no hizo otra cosa que crear un profundo vínculo entre el lector y el niño, para luego matarlo. Y justo en una de las masacres movilizadas simbólicamente por la opinión pública para configurar el consenso de repudio popular contra el "enemigo interno". Eso es muy bajo.
Muy breve, muy inmersiva en su realidad colombiana, exuberante, violenta; de estilo lírico, oscuro, sensorial, te va llevando por el río junto a la mujer y el niño, mientras ella va contando su historia y el pequeño va entrando en tu corazón.
Crea una atmósfera propia donde el tiempo queda suspendido, no es una novela de acción, es una narración de piel, de emociones a flor de piel, sobre los vínculos presentes que se rehacen con amor y dignidad sobre un pasado implícito.
No puedo asegurar si el final es bueno porque hace explícita la violencia latente en la narración, o malo porque puede parecer demasiado efectista.
MARAVILLOSO. "Ser grande es aprender a leer el reloj para decir: ya casi". Un viaje por nuestro Chocó que desde hace años es el rincón más apaleado por la violencia. Lloramos al leer este libro por la violencia, por lo que ocurrió en Bojayá hace años, y lloramos hoy al abrir los periódicos y encontrar que se siguen entonando Alabaos en esta región porque los disparos, la guerra y las lágrimas no cesan. Pero no es una novela sobre la violencia. La guerra, para no olvidarla, está como telón de fondo de una historia sobre el amor de una madre, o más bien de varias madres: la que no parió pero cría, la que parió y enterró a sus hijos, la que los entrega pensando en un mejor futuro, la que muere. Las madres y su infinito amor, sus errores y la vida que de una u otra manera dan entera por sus hijos. El libro recibió aplausos por la prosa tan divina en el que está escrito (dan ganas de subrayarlo todo) y críticas por manejar estereotipos raciales. Tuve la oportunidad de hablar con Lorena al respecto y su respuesta fue tan sensible como su libro, en lugar de defenderse me dijo, la parafraseo porque no recuerdo las palabras exactas, que veía como un aprendizaje haber encontrado estos estereotipos, así salieran de ella como una admiración y no desde el desdén, y que no podía ver sino como positivo el inicio de una conversación frente a ellos que nos ayude a erradicarlos. Para las que somos mamás, en este libro encontramos frases más inspiradoras para tratar de hacer mejor la tarea con nuestros hijos que en cualquier libro de crianza. "Ser mamá, fingir que le ganas al miedo y pierdes en los juegos. Siento, a veces, que fui yo quien nació de él". "Una madre es algo que duele. Es herida y cicatriz". "tener un hijo es buscar, todo el tiempo, formas de explicar el mundo".
- Lembras-te que desde pequeno te ensinei a desenhar duas mamãs? - Sim. - Viemos ver a outra mamã do desenho. - Porquê? - Ela quer conhecer-te. - Porquê? - Tem saudades tuas. Queres conhecê-la?
Comecei a leitura intrigada com o que iria acontecer quando o menino encontrasse a outra mãe. Depois, achei o relato da viagem um pouco aborrecido e com coisas que me devem ter escapado. No final, apesar de ter percebido o que ia acontecer com o menino, confesso que me deixou na mesma surpreendida.
Existen cuerpos que dan vida y renuncian. Otros cuerpos nunca parieron pero saben cuidar y demuestran que ser madre no es un acto biológico, sino una forma de amar: amar sin pedir nada a cambio, cuidar aunque duela, saber soltar cuando no queda más remedio. Hace días que lo terminé de leer y todavía sigo dándole vueltas a esta maravilla. Se me quedan cortas las palabras para expresar lo bonito y con la delicadeza que escribe Lorena.
No puedo creer la calidad de este libro! Es lo mejor que he leído este año, y sin que se haya terminado, seguirá siendo el mejor.
Para los lectores que como yo disfrutamos de la literatura de ficción que cuenta la realidad, este libro es un gran ejemplo; son 9 capítulos de los cuales 8 son para contar una hermosa novela del viaje de una madre con su hijo por el Río Atrato y el noveno se reserva para contar con dolor la dura realidad de la violencia en Colombia.
Tanto que decir que no es posible hacerlo de forma ordenada como lo hace el libro: podría hablar del Río como ser vivo, del viaje como metáfora de la vida, de la maternidad, de los actores armados en Colombia, de las cantaoras y su relación con la muerte, de 9 capítulos como la gestación de un bebé….Particularmente a mí, que me gusta la geografía y la antropología, me llegó más esa relación natural y respetuosa de los habitantes de los pueblos con el Río.
Para finalizar, está la edición del libro de Angosta: excelente! Buen formato, papel de calidad y fuente legible; además de la presentación: hermosos colores y textura en la cubierta.
En conclusión: un libro 5 estrellas! RECOMENDADISIMO!
Nota: Increíble que sea el primera libro de Lorena Salazar Masso. El problema que deja es el nivel para su siguiente libro..
Está herida llena de peces(Lorena Salazar Masso, 2021). Ópera prima de la escritora antioqueña, cuya trama se desarrolla alrededor del río Atrato en el Chocó, iniciando en Quibdó y terminando en Bojayá. En ésta, la autora nos narra la travesía que una mujer blanca y su hijo adoptivo negro hacen para el niño se encuentre de nuevo con su madre biológica. Un libro de lectura ágil y con una estructura muy bien desarrollada. Sin embargo, y cómo antropólogo debo decir que el libro cae en una serie de clichés sobre lo negro y lo indígena que termina restándole calidad al mismo. La autora peca de ingenua y resalta su desinformación en relación al contexto que narra: exotización , colorización racialización y varios determinismos que parecen sacados del evolucionismo del siglo XIX. Un irrespeto a las comunidades y un uso abusivo y morboso de la masacre de Bojayá.
Cómo explicar lo que este libro genera? Es un viaje al abandono, a la tristeza, a la desolación, pero también al amor. Una historia que sucede en el Chocó pero que podría haber pasado en cualquier parte de Colombia, una Colombia desigual, triste y miserable. Por favor lean esto para que entiendan un poco a este país, leanlo porque está putamente bien escrito, leanlo porque es lindo, leanlo porque está editado de forma bellísima y leanlo porque a mi me recuerda a las dos “Lore”de mi vida.
Muy pocas veces quedo sin palabras tras leer un libro. Pero ‘Esta herida llena de peces’ de Lorena Salazar Masso me ha dejado catatónica. Muda. Seca. Vacía (pero llena a la vez).
¿Que si es para tanto? Y para más. Para mí, la gran sorpresa de este #agostolatinoamericano y del año. Sin duda, esta novela va directísima al podio de mejores lecturas de 2021. No merece menos.
Una madre y un hijo. Un largo trayecto en canoa por el Atrato cruzando la selva colombiana. Una compañera de viaje que pregunta y escucha. Una historia sobre la maternidad. Sobre el arraigo y la pertenencia. Sobre pobreza y regiones olvidadas. Sobre violencia, miedo y dolor. La historia de un río.
Es TAN bonito (y doloroso) lo que escribe la autora, pero tanto... Tanto que ayer decidí guardarme las últimas treinta páginas para hoy, para que no se acabara mi viaje en canoa tan pronto. Y menos mal porque esos últimos dos capítulos hay que leerlos con calma, dejar que piquen como zancudos, que escuezan. Qué maravilla, de verdad.
¿Conocéis la sensación de quedar destrozados y en paz tras un ataque de ansiedad? Así estoy yo, como una balsa de aceite. Todo duele, sí. Pero detrás de la tormenta siempre llega la calma (¡y menuda tormenta!).
En el poblado de Quibdó, en la región de El Chocó, a más de 200 km. desde Medellín, la narradora se prepara para viajar con el niño. No es su madre natural, no lo tuvo en su vientre ni lo parió; pero ha sido su madre casi desde su nacimiento. Se ha acostumbrado a que la gente los observe y pregunte, ya que niño es negrito y ella muy blanca. Y toman la canoa motorizada, que los llevará por el río Atrato hasta su punto de destino, tras tres jornadas de viaje, donde los espera la madre biológica del niño.
La mayor parte de la historia se desarrolla en ese viaje, en esa canoa, en ese río, en esa herida llena de peces, que es fuente de curiosidad y aburrimiento, que es fuente de vida y también de muerte; y durante su trayecto se irá conociendo a otro pasajeros, personajes secundarios pero necesarios, y se forjarán diferentes tipos de vínculos.
La atmósfera en que se desarrolla la historia, así como he visto en otras obras de autores jóvenes de América Hispana, es ominosa, dominado por una sensación de pena, por momentos agobiante y sin atisbo de alivio; me provoca un dejá vu respecto a mucha de la literatura de los ’60, qué, con el influjo de Sartre, debía ser dramática para ser considerada seria. Como ejemplo de ello, cito la sobrevalorada (a mi juicio) Conversación en La Catedral, una impostura en el vitalismo natural de Vargas Llosa, y cuya verdadera voz comienza a expresarse a partir de la satírica Pantaleón y las visitadoras.
Más allá de estas disquisiciones, y las posibles polémicas sobre el tema, en esta novela la pena se presenta a través de alta literatura: una magnífica redacción, una excelente historia y una rica interacción entre los personajes y su vínculo con las condiciones de la naturaleza, y también con las condiciones sociales y políticas, una profunda sensibilidad y mostración de las almas de los personajes; e incluso, es muy probable que esta historia no se pudiera contar de otra manera. Y con un final que, pese a algunas señales a lo largo del recorrido, no deja de ser sorprendente e impactante.
Una muy buena novela debut, y una joven autora para tener en cuenta.
Lorena Salazar Masso nació en Medellín, Colombia en 1991, y pasó gran parte de su infancia en la región del Chocó, donde trascurre la novela.
Voy a ser sincera, tenía prejuicios con este libro. Cuando un título está por todos lados y es la mejor lectura del mundo de todos me da a "sospechoso" 😂 (entiendo la contradicción en mi prejuicio) Pero, me re cabió. Un libro intenso, con una historia muy sensible sobre un viaje que una madre adoptiva hace con su hijo para que conozca a su madre biológica. Un final arrollador, realmente no pensé que fuera a ser tan fuerte. Gran lectura, tené a mano pañuelitos.
Esta Ferida Cheia de Peixes é a história de uma viagem feita por uma mãe e o seu filho ao longo do rio Atrato.
Uma mulher que se tornou mãe porque uma outra mulher não podia sustentar mais uma criança para além das três que já tinha, e por isso deixou o seu filho mais novo para ela tomar conta. Assim, nem grávida nem pronta para ser mãe, começou a maternidade de uma mulher branca com uma criança negra.
– Porque é que eu sou preto e tu branca?– perguntou-me. (…) Talvez lhe tivesse dito que no mundo há pessoas de muitas cores e que, ao misturarem-se, nascem cores novas.
Determinada a cuidar do menino, decidiu fazer tudo o que estivesse ao seu alcance para lhe dar tudo o que ele precisava.
Uma mulher torna-se mãe quando o seu bebé chora pela primeira vez, quando os documentos de adopção são aprovados, quando alguém deixa um filho em cima da sua cama como se fosse uma florzinha murcha. Acontece. Ser mãe é algo que acontece.
Um dia, recebeu uma mensagem de que a mãe biológica quer ver o seu filho, o que levantou questões sobre o futuro da criança ao seu lado. Contudo, reconhecendo o direito da mãe ver o seu filho, concordou em viajar para que ela o pudesse ver e esperar por futuras decisões.
– (...) Mas, se ias pra Bellavista, por que razão não apanhaste um barco rápido, dos que chegam em sete horas? (…) – Não quero chegar. Se fosse possível, teria ido a remar. Vou a Bellavista porque a mamã biológica quer ver o meu menino. Quer que ele lhe mostre os seus brinquedos, o dente a abanar, a cicatriz no cotovelo, porque o meu menino partiu a mão há dois anos. Ela não sabe, mas ele vai contar-lhe. Quer olhá-lo nos olhos, tocar-lhe a orelha, beijá-lo na testa, talvez verificar se está bem de saúde, se tenho tratado bem dele.
A viagem pelo rio Atrato torna-se uma aprendizagem, e está cheia de respostas com memórias daquela mãe quando tinha vindo com a sua família branca para uma aldeia de negros que dependiam do rio para comer, para se deslocarem ou para lavarem as suas roupas.
No barco, e à medida que a viagem avança, conhecemos outros passageiros que também têm os seus próprios problemas e em algumas partes da viagem procuram ajuda ou partilham as suas mágoas. A cultura popular está muito presente, as tradições e costumes dos habitantes, a música que os viajantes ouvem quando param para comer ou descansar.
Quando chegam ao destino a realidade da história recente da Colômbia junta-se ao trágico fado do menino.
Ouvem-se os primeiros tiros do dia, parecem mais próximos do que os de ontem. Nas últimas semanas quiseram juntar-se ao canto dos pássaros, como se a invasão fosse qualquer coisa de natural.
É uma história que fala sobre maternidade, medo e violência. É uma história simples, cheia de cores, aromas e sabores da selva amazónica e do rio Atrato, e ao mesmo tempo esmagadora e profundamente triste.
Si escribir sirve para algo, en estos momentos en que cuesta encontrarle sentido a todo, es para no olvidar y “Esta herida llena de peces”, de Lorena Salazar, es eso: una historia contra el olvido. El olvido de un país indolente frente al lamento de 6402 madres que perdieron a sus hijos por culpa de los crímenes del Estado, el lamento de las madres a las que la guerra les arrebató sus hijos, el lamento de las madres de los desaparecidos, el lamento de la madre de Santiago Murillo que repetía: “Llévame contigo, mi amor, hijo, hijo, llévame…”. Si la ficción o contarnos historias nos puede servir de algo es para entender el dolor del otro, “ofrece una de las mejores maneras, dejando de lado la experiencia, de entender a la gente distinta a uno”, diría Ursula K. Le Guin. Más que leerme a mí, ojalá puedan leer esta novela. https://www.eltiempo.com/lecturas-dom...
Ein namenloser Junge und seine Mutter fahren mit einem Bott über den Fluss Atrato in Kolumbien. Der Junge ist schwarz, die Mutter ist weiß - und sie ist nicht seine leibliche Mutter. Jene überließ ihr vor ein paar Jahren das Kind, da sie nicht für es sorgen konnte. Nun sind die beiden auf dem Weg zu ihr und der Junge muss entscheiden, bei wem er leben möchte. Während der Fahrt erfährt man mehr über die Geschichte der beiden, über die Sorgen und Ängste der Mutter, über ihre Liebe für den Jungen. Die Geschichte ist wundervoll geschrieben, Mutter und Sohn sind mir sehr ans Herz gewachsen. Auch die Beschreibung des Flusses und seiner Anwohner war äußerst gelungen. Am Schluss hätte mir das Buch aber fast das Herz gebrochen. Ich saß tatsächlich in der S-Bahn und habe geweint, weil das Ende einfach so schrecklich war. Ich kann das Buch wirklich empfehlen, das Ende ist allerdings nicht leicht zu verkraften.
‘’Pero la historia pesa y el blanco es blanco, hasta los nacidos en este país llegan aquí a tomar lo que no es suyo. A construir casas , montar negocios para que el negro les trabaje.’’
Este libro narra un viaje a través del Río Atrato, en el cual una madre lleva a su hijo adoptivo a ver a su madre biológico, en el transcurso del viaje la narradora nos cuenta parte de su vida y la del niño. El libro tiene buena prosa, sin embargo, hay mucho racismo y exotismo hacía la raza negra '' La señora también suda y es tan negra como mi hijo. Con los pechos que tiene alimentaría a una escuela entera’’
El final tampoco me gustó la manera en la que esta narrado, ya que narra un hecho que ocurrió en Bojayá el año 2002 en donde ocurrió una masacre, y lo narra diciendo: ‘’Piel negra entre madera, piel negra sangrando, piel negra muerta en el suelo de la iglesia de Bellavista. La iglesia color barriga de perro.’’ En este hecho, solo la narradora ve el color de la piel y no las vidas humanas. 💔🥺 A lo largo de la historia se refleja un racismo estructural y una superioridad de la narradora por solo ser blanca.
Primera impresión: Este libro me mató en 15 páginas. Me duele el corazón. Ay mi país, mi desangrado y adolorido país.
Segunda impresión: Al terminar este libro, me tocó sentarme, llorar un rato y tomarme un tecito que mi hermana me preparó al verme tan afectada. Como en Los ejércitos de Evelio Rosero, la autora nos presenta unos personajes, nos muestra su humanidad, su cotidianidad, nos enamora de ellos, para luego mostrarnos y llevarnos dentro de las consecuencias más horribles de la guerra en nuestro país. Vemos de primera mano sus angustias, traumas y duelos. Esto siempre me ha afectado bastante. El hecho de poder habitar espacios llenos de tanto dolor en los libros colombianos me llena de mucha tristeza y me recuerda los cientos de años que tendrán que pasar para que sanemos como nación, si es que algún día pasa. Son lecturas que me llegan de una manera muy emocional, y que recibo con gratitud ya que muchas veces son constructoras de compasión y paz. Además este libro hizo todo eso teniendo un enfoque fuertísimo en la maternidad (¿qué nos hace madres? ¿una persona que no pare a sus hijos igual es mamá? ¿una persona que abandona a sus hijos luego de parirlos sigue siendo mamá? ¿las mujeres que no somos madres somos mujeres incompletas?) lo que me llamó mucho la atención durante la mayoría del relato.
Ahora bien, leí la reseña que hizo Velia Vidal Romero sobre este libro. Me recordó que como mujer blanca, bogotana y privilegiada, me falta mucho aprendizaje para poder identificar dinámicas y escrituras racistas que, de hecho, afectan de manera negativa la manera en cómo humanizamos y conocemos ciertas zonas y culturas de nuestro país. Aunque algunas cosas saltaron de inmediato ante mis ojos, como el hecho de que la autora describe el color de las personas comparándolas con objetos varias veces en el libro, la mayoría fueron fáciles de pasar por alto gracias a mi ignorancia. Agradezco muchísimo la perspectiva que Vidal me dio, y entiendo que como mujeres blancas, en la medida que queremos visibilizar y apoyar a ciertas poblaciones de nuestro país, debemos aprender, escuchar y callar. Hay historias que no nos pertenecen y que no son nuestras para contar. Hay historias en las que hay que tener mucho cuidado en la manera en cómo se abordan.
Quedo insegura de si darle alguna puntuación al libro. Creo que el hecho de que pueda simplemente ignorar el racismo del libro y disfrutarlo, como por ejemplo me costaría mucho hacer con un libro machista, es el puro resultado de mi falta de compresión en muchísimos temas que afectan directamente a las personas racializadas todos los días, que son resultantes en muchísima violencia. Como siempre la lectura me abre los ojos, me invita a reflexionar y crecer.
¡JUEPUTA! Solo se me viene esta palabra cuando pienso en reseñar este libro. No me esperaba ese final, no tenía ni idea de él, yo iba en una barquito con una mamá y un niño y, de repente, estaba cargando una bolsa negra. No, no, no está bien que eso pase en las últimas cinco páginas.
Estamos de viaje, mi bebé está haciendo la siesta y pensé que era el tiempo perfecto para abrir en silencio el libro y terminar el capítulo que me quedaba pendiente, había sido finalmente una lectura ligera. Pero lo terminé y me senté a llorar, fue demasiado el golpe. Ahora quiero despertar a mi hijo y abrazarlo muy fuerte, mucho rato.
Antes del conocer el desenlace había pensando en poner otras cosas en la reseña, como que las imágenes del Chocó eran preciosas y que cansaba un poco la repetidera (metafórica y real) de que él no era hijo biológico suyo, de que ella era blanca y él negro... pero con ese final, ya no quiero decir más.
Uff tremendo libro que acabo leer, un libro pequeño, pero deja una marca enorme. La narración es poética, aquí se escribe con una belleza que a veces pesa, como si cada palabra viniera arrastrando el sonido del río que atraviesa la historia.
Cuenta la relación entre una mujer blanca y un niño negro que no es su hijo, pero al que ama y cuida como si lo fuera. Esa tensión —entre el amor, la diferencia, la pérdida— sostiene todo el relato. La maternidad aquí no se idealiza, es cuerpo, miedo, ternura y culpa.
Hay capítulos que parecen susurros, otros que golpean. Y del final no hablaré (porque sería spoiler) pero uno termina con la sensación de haber leído algo profundamente bello, de esos libros que se te quedan flotando adentro mucho tiempo.
«Me detengo frente a una planta a punto de parir un retoño: a mitad del tallo sobresale un bulto, un rollito verde. Una madre es una cáscara. Guarda la semilla, cubre, protege, se abre para que salga el fruto. La madre tiene al hijo adentro, el hijo tiene a la madre alrededor. El niño es un brote que me sembraron a mí, en la misma maceta, hace algunos años.»
Me ha destrozado. Pensé que sería una última lectura del año tierna, y mayormente lo ha sido, pero no podía esperarme menos un final así. No sé ni qué decir. Hacía tiempo que no lloraba con un libro.
«El río Atrato es una mujer negra alimentando a sus hijos» Un libro para no olvidar, para cuestionarse en diferentes direcciones. Necesito un par de días para escribir una reseña que le haga honor a lo que acabo de leer.
muchas son las veces me han dicho que el agua siempre vuelve a buscar su camino. El agua y el río van de la mano. sin uno no existe el otro. por eso es imposible cambiar el cauce de un río. como tampoco el de la vida. agua, río y vida. no sé qué fue lo primero pero se necesitan los tres para poder contar esta historia. nuestra historia. . este libro es un río. todo transcurre en él. afloran los recuerdos como el agua pasada, se siente el presente como el murmullo de la barca rasgando el agua, se entrevé el futuro como ese presentimiento que deja un incómodo dolor de barriga. Este libro es un río, una madre, una mamá y un niño negro. Este libro es un río lleno de mujeres. Este libro retrata la maternidad. la propia y la ajena, la buscada y la impuesta. Este libro es un libro de amor. El río es muchas cosas, se lleva muchas otras pero también, por encima de todo, es amor. . ¿cuántas formas hay de ser madre? ¿qué diferencia a una de otra? ¿dónde comienza una madre? cuando la protagonista, una mujer blanca que emprende junto a su hijo negro un viaje por el río atranto hasta Bellavista, decide resolver todas estas cuestiones no sabe que se aventura a un viaje sin retorno. El agua del río sólo fluye en una única dirección como su vida y la de su hijo. en la barcaza que les lleva a un destino aún incierto, la protagonista conocerá a una serie de mujeres que le enseñarán sobre la pertenencia y el arraigo, sobre la fugacidad del tiempo, sobre la necesidad del vínculo. en busca del origen y el inicio de esta historia que es su historia y también la historia de esa parte de Colombia, la mujer blanca y el niño afianzaran más su vínculo que comenzó la noche en que una mujer le entregó al niño por no poder cuidarlo. . si los colores describen emociones #estaheridallenadepeces es una caja completa de plastidecor. desde el verde de la selva que arrulla al río, al color de los tres soles que gobiernan su cielo hasta el negro de la noche. El blanco y el negro unidos para crear el resto de la paleta que va dibujando una prosa tan lírica que casi estamos ante una oda a la vida, al amor, a la madre, al río de la vida.
Una lectura sobreacogedora con paisajes y recuerdos. De miedo, de violencia y de arraigo.
La historia fue como un cuento, me encantó la forma con la que detalla otro contraste de la maternidad y sus miedos, otra manera de ser madre. La sororidad bien ampliamente contada. Una prosa bien linda y muchas frases para recordar.
~Una mujer se convierte en madre cuando su bebé chilla por primera vez, cuando aprueban los documentos de adopción, cuando alguien deja un niño encima de su cama como si fuera una flor marchita. Llega. Ser madre es algo que llega~