"Conjeturas, conjeturas, conjeturas hasta el infinito; conjeturas de toda especie y al divino botón porque para ellas no hay respuestas sin epitafio..." Eduardo Gudiño Kieffer ha escrito una novela conjetural, donde la realidad no se entrega en bloques bien definidos sino que se escurre, se disimula perversamente o se revela con un resplandor casi insostenible, ante una serie de asedios que son sólo conjeturas sobre su naturaleza, cuyo significado no es uno y unívoco sino que reside precisamente en la articulación de todas esas conjeturas. Con el diseño plano de las historietas, con los colores detonantes de la publicidad, con el pudor de las emociones que denota la soledad a través del bullicio, la desesperanza a través de la agitación, Para comerte mejor es una primera novela que ha irrumpido con soberbia y sin vacilación entre la nueva literatura más original de esta época. Bajo la advocación de Catulo y Macedonio Fernández, con la ironía y la ternura que también distinguen a sus narraciones de Fabulario, Eduardo Gudiño Kieffer presta su voz a toda una generación. Y los lectores han sabido reconocerla: ésta es la sexta edición que la novela alcanza en poco tiempo.
Este libro está ligado a mis compañeros de secundaria y a la profe de literatura. Si pienso en este libro, pienso en ellos. Sin embargo, no me ocurre eso con otros libros que leímos en el colegio. Los protagonistas son jóvenes, hay una historia de amor y de amistad y hay un final triste. No me acuerdo demasiado. Retorna por ahí una escena del funeral de un pajarito. Me gustó mucho en su momento, pero creo que no lo releería, aunque nunca se sabe.
“Os dois são uma coisa, qualquer coisa, todas as coisas; os jogos são sempre o jogo dos opostos ou das semelhanças. - O que você é, Sebastián? - Unha. - Então eu sou cabelo. E no outro dia: - Você o que é, Cecilia? - Pluma. - Bem, eu sou pedra. [...] - O que você é hoje, Cecilia? - Sou Sebastián. E você? - Sou Cecilia.“
Una gran novela inaugural de Gudiño Kieffer. Otro autor olvidado, poco leído y muy poco editado. Una lástima.
Este libro editado en 1968, un año antes que “Boquitas pintadas”, de Manuel Puig, marcó un hito literario al introducir el lenguaje popular en la literatura y experimentar con la construcción discursiva desde los narradores, siendo un emblema de la rica literatura argentina de los años sesenta y setenta.