Si la literatura es una de las herramientas que la sociedad utiliza para construir su identidad, un espejo en el que mirarse y reconocerse, esta propuesta nace de un intento de saber cuál sería la respuesta de la literatura a la pregunta de quiénes somos.
El crítico y editor C. Bértolo despliega aquí su extensa experiencia, su profundo conocimiento de las letras españolas y una capacidad de análisis acerada para ofrecer un recorrido en clave histórico-crítica de la literatura producida durante el siglo xx, a través de una selección de 55 obras de autores españoles, escritas en castellano, acompañadas por un breve, lúcido y certero comentario. El libro propone una conversación dialéctica, cómplice o crítica, entre la literatura y la historia: la literatura como ecografía de la historia.
En el prólogo, Constantino Bértolo marca la ruta en la que señalará 55 libros que definen la literatura española del siglo XX como reflejo de la historia de ese siglo. Así, despeja las sendas de la Literatura y la Historia para que no se confundan y mezclen, esquivando y desbrozando los tópicos que amenazan a ambas disciplinas (la literatura como compromiso, el realismo...).
Sin embargo, al final el paseo se me ha antojado poco interesante y da la impresión de que Bértolo se ha visto constreñido por su propósito: seleccionar esos 55 jalones que definen quiénes somos. Tal vez de manera no intencionada termina encajando el corsé o camisa de fuerza de la realidad (llámese crisis del 98, guerra civil o posguerra) sobre el cuerpo de la literatura. Al final, parece que gran parte de la literatura española desprende cierto tufillo rancio y apolillado a alcanfor y alpargatas, a paisajes secos y asolados.
¿Desconfianza o desprecio por mi parte a la literatura que nos narra históricamente? Puede ser, en todo caso sí creo que hay obras literarias que cuentan mucho mejor lo que somos que la Historia, tanto en España (Juan Iturralde, Max Aub, Rafael Chirbes, Elena Fortún o Mercè Rodoreda -esta última fuera de la selección porque solo recoge literatura originalmente escrita en español-) como fuera de ella (podría mencionar por ejemplo la excelente novela El retorno de la portuguesa Dulce Maria Cardoso, la infinita y frondosa literatura hispánica surgida en los países allende el Atlántico y que han enriquecido el caudal de nuestra lengua -por desgracia, fuera de los límites de este recorrido- o tantas excelentes novelas italianas de los años 40 y 50).
Tal vez mi problema sea que, acabado el libro, sigo sin tener ganas de degustar muchas de las obras que menciona. Demasiadas berzas y garbanzos en el potaje, tal vez.
Fantástica constelación a contrapelo de obras literarias que define una idea personal de la literatura española del siglo XX. En ella tienen cabida novelas, libros de relatos, diarios, biografías, poesía, teatro, ensayos, revistas y artefactos que resisten cualquier categorización. Pero no sólo eso, también tienen cabida clásicos incontestables, y libros, hoy, desconocidos. Novelas malas, folletines elocuentes, propaganda falangista, y libros editados por el propio Bértolo. Este último detalle, objeto de entendibles críticas, es precisamente lo que, a pesar de contradecir algunas constantes de la compilación (rehuir de la voz ensimismada y esteta del yo más solipsista: de ahí las sonadas ausencias de casi toda la generación del 27 y del 50), es donde el libro alza el vuelo, porque nos definen por igual, y mientras se haga desde la verdad y en voz alta, tanto la buena y mala literatura, como la que contradice nuestros programas, como la que se apega a nuestros caprichos y a nuestra propia biografía. Esta tensión al reconstruir, por un lado, la historia de "la gran novela social revolucionaria" del siglo XX español, y por otro, de hacerlo mediante unos métodos "dictatoriales"*, es donde radica la importancia de esta historia alternativa de la narrativa española del siglo pasado. --- *¿La dictadura del proletariado?
Un recorrido muy interesante por la literatura española del siglo XX, aquella que nos "define" como sociedad y en la que se ha ido volcando nuestra identidad. El canon propuesto por C. Bértolo incluye obras conocidas y otras no tanto (pero que, sin duda, acabamos queriendo leer), pero se van engarzando perfectamente en su propuesta. Y qué decir de la intertextualidad con Juan Carlos Rodríguez..."Qué o quién nos lee cuando leemos". Pues eso. Somos Literatura. "Somos carne y libros, piel y palabras, encuentro y extravío".
El maestro en la ciudad No creo que a Constantino Bértolo le haga justicia un piropo, pero es verdad que a uno a veces le sale decir qué bien escribes, cómo me enseñas, qué gracia tienes. Así que lo dejamos escrito ya y pasamos a lo importante.
¿Qué hace un maestro en una ciudad? Enseñar con otros. La preposición es importante. Bértolo lee a los conservadores, a los burgueses, a los socialdemócratas, a los valientes y a los que se rindieron, a los que fueron luz y a los que fueron sosiego, y los lee sin irritación, con ganas de entenderlo.
La literatura en la teoría Desde que Aristóteles se diera cuenta de que la catarsis se las traía, lo de la literatura no ha dejado de ser un problema fundamentalmente interpretativo, resguardados como parecía que estábamos de los que fueron expulsados de la República en aquel magistral diálogo. Si digo que este es un libro de crítica literaria y si digo que este es un libro de la corriente marxista no sé qué estoy diciendo ya, así que igual no estoy diciendo lo mucho que aquí se dice y lo bien que se calla.
Pensar por uno mismo Cuando el maestro se marcha, podemos sentir abandono, pero los mejores alumnos transgreden al maestro, así que el lío es que el aprendizaje viene siempre más tarde y la enseñanza es una disposición inicial, entre el maestro y los demás. Yo nunca me he olvidado de Enrique Lynch y de su consejo más insistente, que leyéramos las cosas, que podía estar bien no hablar de oídas.
El maestro da un ejemplo, un ejemplo de cómo lee y escribe. Y Bértolo ha leído Nada y a Machado y a Cernuda y a Juan Ramón Jiménez y a Olvido García Valdés por sí mismo, y Bértolo ha leído a las mujeres con la tensión de saberse compañero y con otras gafas, violetas y Bértolo ha vuelto a Martín Gaite con un mundo que no ha dejado de volver a ella.
Leer sin tendencias Recluida en las revistas de tendencias, gracias al trabajo asalariado (y, las más de las veces, noble) de periodistas testarudos, la literatura parece ahora ya indisociable de las mentadas tendencias, igual que sus primas las inercias, nos llevan aquí, allá o acullá pero no leen por nosotros sino que nos dan por leídos o en algún caso, no siempre. nos toman un poco el pelo.
Leer sin tendencias no es leer para negarlas sino leer sin que ellas nos conduzcan demasiado, pero dando fe de que ahí estaban, creando un sitio donde ser distribuidas, vendidas y muchas veces, en efecto, criticadas. El maestro nos explicará el contexto, y luego leerá irónicamente lo que el texto ya no dice o dice.
Una comedia ligera
La literatura fue sangre entre dos guerras mundiales y una civil, fue derrota y tristeza y luego fue imaginación sin tanto desaliento pero con alguna amargura. La literatura se fue de vacaciones, pidió un crédito y volvió preguntándose por el Espíritu, la comunidad y la lucha de clases. La literatura, en realidad, es la forma de pensar, recordar, imaginar y escribir de mucha gente, que no deja de nacer, y pese a todos los intentos vanos de un grupo de poderosos perdedores de que deje de existir (o se adapte a las necesidades del consumidor), algo se escapa todavía entre las palabras, no sabemos si esa cosa con plumas o ese cuento con ruido y furia. Y así, y desde aquel artículo (¡van y lo premian!) de 2009 este cuento de cuentos se ha acabado, pese a que, menos melancólico cada día o eso intento, no quiero que se marche el maestro ni que se acabe la lección.
Hay un canon interesante en la lista de Bértolo: personal, plural pero no exhaustivo (hay falangistas, pero no hay ningún libro de Javier Marías). Hay un relato poderoso, coherente, sobre el siglo XX español con la guerra civil como epicentro. Y hay en este libro mucho amor por la literatura, que al final es para lo que sirven las lecturas inteligentes, para comprender mejor y amar más. Imprescindible.