Michka sta perdendo le parole. Ora che le lettere e i suoni si agitano nella sua testa in un turbinio incontrollabile, l’anziana signora deve arrendersi all’evidenza: ha bisogno di un nuovo inizio. Anche se questo significa scendere a patti con un’esistenza a metà. Nella casa di riposo in cui si trasferisce, a Michka rimangono le visite di Marie, un’ex vicina che da bambina passava molto tempo con lei, e le sedute settimanali con Jérôme, un giovane ortofonista che la aiuta a ritrovare le parole. Saranno proprio loro a permetterle di realizzare un ultimo, importante desiderio: dire «grazie» a chi, tanti anni prima, compí il gesto piú coraggioso. Quello che le salvò la vita.
Delphine de Vigan is an award-winning French novelist. She has published several novels for adults. Her breakthrough work was the book No et moi (No and Me) that was awarded the Prix des Libraires (The Booksellers' Prize) in France in 2008.
In 2011, she published a novel Rien ne s'oppose a la nuit (Nothing holds back the night) that deals with a family coping with their mother's bipolar disorder. In her native France, the novel brought her a set of awards, including the prix du roman Fnac (the prize given by the Fnac bookstores) and the prix Renaudot des lycéens.
Una belleza de libro que se va en un suspiro. La vejez, la pérdida de las palabras que nos construyen, la necesidad de respuestas. Michka es un personaje maravilloso, conmovedor. Incapaz de encontrar las palabras correctas debido a una afasia, nos regala sonrisas y momentos de mucha ternura, rodeada de dos personajes dispuestos a contar su historia.
¡Qué lectura tan bonita! Emociona y te saca una sonrisa.
A Marie y Jérôme los une su relación con Michka Seld, una anciana cuyos últimos meses de vida nos relatan sus dos voces cruzadas. Marie es su vecina: cuando era niña y su madre se ausentaba, Michka cuidaba de ella. Jérôme es el logopeda que intenta que la anciana, que acaba de ser ingresada en un geriátrico, recupere aunque sea parcialmente el habla, que va perdiendo por culpa de una afasia. Y ambos personajes se involucrarán en el último deseo de Michka: encontrar al matrimonio que, durante los años de la ocupación alemana, la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en su casa. Nunca les dio las gracias y ahora querría mostrarles su gratitud...
¿Qué destaco del libro?
Lo bien escrito que está. Es una novela corta narrada de forma coral por Marie y Jérôme. La prosa es austera, ni una palabra de más. Lo que cuenta le basta y le sobra para emocionar, sacarnos sonrisas y hacernos reflexionar.
Pese a su corta extensión son varios los temas que aborda articulados en torno a dos ejes principales, la gratitud y el deterioro cognitivo asociado a la vejez. Michka sufre de deterioro cognitivo. Ella, que fue correctora, está perdiendo las palabras. Consciente de lo que le ocurre, antes de desaparecer del todo, quiere poder dar las gracias a las dos personas que, durante la guerra, la acogieron y salvaron de ser enviada a un campo de exterminio. Desde este deseo de Michka, se aborda la necesidad de decir lo que sentimos. Necesidad de dar las gracias y de expresar nuestros sentimientos con palabras.
"Uno piensa que tendrá tiempo de decir las cosas, y cuando se quiere dar cuenta ya es demasiado tarde. Uno piensa que basta con dar muestras de cariño, con hacer gestos, pero no es verdad, hay que decir lo que se siente".
Me ha gustado la manera en que la autora trata el tema del deterioro cognitivo. Lo hace con sensibilidad, con delicadeza, sin caer en la sensibleria o en el sentimentalismo barato.
"Envejecer es aprender a perder. Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Y ya no hay nada en la columna de las ganancias".
"Readaptarse. Reorganizarse. Apañárselas. No darle importancia. No tener ya nada que perder".
Junto a esos dos ejes principales aborda la fuerza de los vínculos, que se pueden forjar con personas con las que no guardamos lazos de sangre. A Marie y Jérôme no les une ningún parentesco con Michka. Su relación se basa en el afecto que sienten por ella y al que ella corresponde.
El capítulo final es bonito y emotivo. Te toca la fibra y te deja con la sonrisa en los labios.
En conclusión. Una novela corta, que versa sobre el deterioro cognitivo de la vejez y sobre la necesidad de agradecer. Bien escrita, emociona sin caer en la sensibleria. Recomendable.
Escribir esta reseña no ha sido fácil porque me ha resultado complicado encontrar las palabras para transmitir todo lo que me ha gustado esta novela.
En una entrevista de esas rápidas que hacen en Instagram a los autores me preguntaron: “¿Cuál es tu palabra favorita?”. No lo dudé demasiado y dije: “Mi palabra favorita es gracias”. Las gracias de las que se habla en Las gratitudes son diferentes. Son gracias que pesan, de esas gracias profundas que es mejor decir en voz alta antes de que mueran apagadas en nuestro interior.
Michka, Marie y Jérôme son tres personajes que traspasan las paredes de papel para cobrar vida en nuestros pensamientos. Son tan reales y emocionan tanto que una vez los conozcáis no querréis separaros de ellos.
¿Bajo que piedra lectora había estado metido, que no había descubierto a esta autora?
Novela corta, escrita con gran sencillez, pero llena de sensibilidad, de amor, de cariño. También de soledad, tristeza, de enfermedad, de la decrepitud que llega de forma inevitable con la vejez.
Michka es una anciana que, ante el avance de la enfermedad, ya no puede vivir sola y decide ingresar en un geriátrico.
Una enfermedad degenerativa la asedia. Sufre de afasia. Las palabras desaparecen de su mente, no las encuentra, las confunde las olvida. La comunicación, una de las señas de identidad que nos hace humanos, se va haciendo cada vez más difícil, hasta volverse imposible. La traducción, que es impecable, intenta lidiar con los juegos de palabras que surgen de las confusiones que la buena de Michka introduce en las conversaciones. No sé si lo consigue, no he leído el original, pero por momentos no puedes dejar de esbozar una sonrisa, pese a lo duro de la situación.
Michka es una superviviente del holocausto judío de la segunda guerra mundial. Pudo salvarse gracias a que una pareja la escondió durante 3 años, jugándose el pellejo. Sus padres murieron en los campos y un familiar lejano se ocupó de ella, pero nunca pudo olvidar a aquel hombre y a aquella mujer que se jugaron la vida por ella. Y los más importante, nunca pudo agradecérselo como se merecían.
Porque, al final, todo se reduce a esto. ¿Hemos sido agradecidos en nuestra vida? ¿Hemos dado las gracias a los que realmente se lo han merecido en nuestra vida? Pero no las gracias de compromiso que soltamos de forma mecánica a diestro y siniestro, en mensajes, correos, whatsapps.....no, un agradecimiento de verdad, a quien se la jugó por nosotros, a quien confió, se sacrificó, nos apoyó en los malos momentos....una agradecimiento de verdad.
Maravillosa. Llena de vida y buenos sentimientos, pero también de muerte y decadencia.
Muy buenos Marie y Jerome, que ayudan a la anciana en sus días finales y nos lo cuentan. No son familia, pero no hace falta, la quieren igual y son los narradores de esta historia.
Se llama Michka. Es una anciana con apariencia de niña. O una niña envejecida por descuido, víctima de un encantamiento. Se aferra a los brazos del sillón con sus dedos largos y huesudos, como si tuviera miedo de caerse.
Las Gratitudes (2019), de Delphine de Vigan (1966-), es la tercera novela (después de Nada se opone a la noche y de Las lealtades) que leo de la autora y la tercera vez que me ha cautivado. Como el propio título indica, Las Gratitudes habla de la necesidad de dar las gracias, de la importancia de ser generosos con aquellos que lo han sido antes con nosotros, de hacérselo saber, de demostrárselo, independientemente de que no saquemos ningún partido de ello. Habla también de los vínculos invisibles que a veces, por azar, se establecen entre personas desconocidas, sin relaciones de sangre o de afectos previos y que, por motivos que desconocemos, dotan su existencia de significado, hacen que se complementen, que se comprendan mejor a sí mismas. En definitiva, les permiten ser mejores.
Las Gratitudes es una novela corta, repleta de emociones, donde sólo se cuenta lo estrictamente necesario. De Vigan nos enfrenta también a un tema en cierto modo tabú, del que no nos gusta hablar demasiado (el progresivo deterioro cognitivo que produce la vejez) y lo hace con una gran dulzura, pero sin sentimentalismos, logrando que amemos a esa anciana que irremediablemente está perdiendo la cabeza y que la acompañemos hasta su momento final.
Presentada desde los dos puntos de vista de dos narradores observadores, sus miradas agudas, pacientes y afectuosas describen a la anciana y el viaje hacia su final con una ternura estremecedora. De Vigan nos muestra que el afecto y la amistad pueden surgir en cualquier momento de nuestra vida y que, al final, solamente eso importa cuando dejamos este mundo.Las Gratitudes te incita a reflexionar sobre nuestra propia existencia, el paso del tiempo, nuestro ineludible final y sobre la necesidad de hacer cosas por los demás.
En realidad, en esta novela lo que encontramos son temas esencialmente humanos, vejez, maternidad, amistad, amor o solidaridad, narrados con una naturalidad arrolladora, que no necesita de grandes alardes para mantener el interés. Una prosa tranquila, reposada, acorde con la sensibilidad de lo contado. Estamos ante otra atrevida novela de una autora que parece que tendrá un largo recorrido.
Perder la memoria, perder los referentes, perder las palabras. Perder el equilibrio, la vista, la noción del tiempo, perder el sueño, perder el oído, perder la chaveta. Perder lo que te han dado, lo que te has ganado, lo que te merecías, aquello por lo que luchaste, lo que pensabas que nunca perderías. Readaptarse. Reorganizarse. Apañárselas No darle importancia. No tener ya nada que perder.
You always think you have time to say things and then suddenly it’s too late. You think that showing, signaling is enough, but it’s not. You have to say it…words count.
The book mainly explores the relationship between two women: Marie, who has her whole life ahead of her and Michka, who is in the winter of her life. The younger, indebted to the elder for her much needed help and support and the elder, whose last wish is to find and thank the family who sheltered her and saved her life all those years ago.
Well written, in clear and beautiful words Gratitude is a story about love, affection, kindness and the value of friendship.
Increíble que esta autora que ha escrito libros tan fuertes haya una creado una novelita tan tierna.
Es simpática y conmovedora y demasiado corta, lo que la hace que parezca un suspiro, y tiene mensajes tan importantes como personajes tan entrañables.
La autora es de mis favoritas y su versatibilidad lo refuerza. La amo.
Qué dura es la vejez. Terrible la afasia. Sin lenguaje la vida debe ser muy cansada. Pero quizá si lo miramos con humor perdamos el miedo. O ni tanto. ;)
Unos días después recapacito y me digo que ésta también es una novela muy fuerte.
El calificativo que más rápidamente me sale para esta novela es de ENTRAÑABLE. Ya desde el inicio estás vinculado con la protagonista con un lazo de complicidad.
El arranque me pareció muy bueno y el final también. El tema de fondo, la gratitud, en nuestra tierra se dice que es de bien nacidos ser agradecidos, pues eso.
Enhorabuena al traductor, Pablo Martín Sánchez, la labor de investigar en nuestro idioma los equivalentes a los continuos errores gramaticales de la prota francesa, y los guiños simpáticos que continuamente nos lanza la autora, imagino que teniendo que cambiar y adaptar continuamente las palabras para darle un sentido y no una traducción literal, hacen de esta traducción una labor creadora de gran mérito. Hay una nota a pie de página hacia el final del libro que me dieron ganas de aplaudir, que esfuerzo titanico que creo que como lectores debemos agradecer.
mi plan de domingo ha sido este libro, lo he empezado por la mañana y acabo de terminarlo ahora antes de dormir sinceramente no sé cómo no había leído esto antes, pero siento que era hoy el día que tenía que hacerlo es precioso, me ha encantado.
Qué libro… que heavy. Primera vez que leo a la autora pero ya os aviso que no será la última. Cómo lo he disfrutado. Cómo he llorado a lo largo de sus 172 páginas. Cómo he llorado con ese final… ❤️🩹 Gracias, de mercedad, Delphine, por este pedazo libro. Michka, no me olvidaré de ti.
9/10 ⭐⭐⭐⭐⭐ Una bonita y emotiva historia a tres personajes. Y un mensaje claro para ti lector. Sin excepción alguna. Porque, si nada lo interrumpe antes, estamos obligados a llegar a esa tercera edad. A ese fin de ciclo del que nadie se ha podido librar. Michka es una anciana entrañable que tras sufrir una afasia ha de ingresar en un geriátrico. Su vecina Marie junto con el logopeda Jérome narraran su estancia en la residencia e intentarán cumplir el último deseo de Michka. Mostrar su gratitud al matrimonio que la acogió y ocultó salvándola así de la ocupación Alemana. Novela corta (173 páginas) con capítulos cortos repletos de diálogos. Excepto algunos que muestran reflexiones narradas sobre la vejez, que a pesar de ser obvios, te remueven algo por dentro al ser leídos. Quizás por eso emocionan, por ser sinceros e inevitables. La prosa de Delphine De Vigan aporta sencillez a los diálogos, dejando el talento narrativo para las reflexiones, haciendo de esta suma una novela para el recuerdo.
“Cuando me imagino vieja, realmente vieja, cuando intento proyectarme dentro de cuarenta o cincuenta años, lo que me resulta más doloroso, más insoportable, es la idea de que ya nadie me toque. La desaparición progresiva o repentina del contacto físico. Quizá la necesidad ya no sea la misma, quizá el cuerpo se retraiga, se acurruque, se entumezca, como durante un largo ayuno. O quizá, por el contrario, se queje de hambre, una queja muda, insoportable, que ya nadie quiere escuchar. Cuando Michk' viene hacia mí con paso inseguro, a punto de perder el equilibrio, me entran ganas de abrazarla, de insuflarle un poco de mi fuerza, de mi energía. Pero me detengo antes de estrecharla entre mis brazos. Por pudor, supongo. Y por miedo a hacerle daño. Se ha vuelto tan frágil.”
Michka è un’anziana signora che sta perdendo le parole e vive in una residenza per anziani.
“Mi siete mai chiesti quante volte nella vita avete detto grazie sul serio? Un vero grazie. Espressione della vostra gratitudine, della vostra riconoscenza, del vostro debito. A chi? All’insegnante che vi ha fatto amare i libri? Al ragazzo che è intervenuto il giorno in cui siete stati aggrediti per strada? Al medico vi mi ha salvato la vita? Alla vita stessa?”
E ci si affeziona a questa signora e in un certo senso la si adotta. E si sorride davanti al suo perdere le parole e mischiarle e trasformarle. E poi c’è Jêrome, l’ortofonista, che la prende a cuore e si mette in ascolto e scopre che Michka durante la guerra è stata abbandonata (messa in salvo) da sua madre e salvata da una coppia a cui non ha mai detto grazie. E questo è il suo tormento.
E in questo momento così delicato della nostra storia, in cui un virus ha scardinato le nostre abitudini, mettendo in discussione tanti nostri comportamenti, obbligandoci alla permanenza forzata in casa, in questo periodo storico in cui si torna a dare valore a ciò che troppo a lungo si è dato per scontato, questo libro è quello che serve per aiutarci a dare il giusto peso alle parole. Perché dobbiamo imparare ad esternare ciò che il nostro cuore sente: i “ti voglio bene”, i “ti amo”, i “sei importante per me”, i “grazie” e tutte le parole buone vanno dette. Perché poi arriverà un momento in cui sarà troppo tardi e saremo rosi dai rimpianti.
Bisogna usarle le parole. Usarle per bene. Dar loro spessore. Usarle con cura. Occorre che le parole che escono dalla nostra bocca siano dense di noi e siano quelle buone, perché le cattive, quelle no, quelle è meglio tacerle, perché le ferite inferte, restano e far cicatrizzare una ferita dell’anima richiede tanta energia e tanto tempo.
Diciamo “Grazie”, è gratis. Come ci ha insegnato Michka.
Michka is afraid. She is afraid of the old age that has seemingly snuck upon her. She is afraid of falling and cracking a bone. She is afraid of loosing more words and conversation failing her completely. She is most afraid of all the above conspiring to deny her reconciliation with those from the past and peace from the torment of her youthful secrets.
I assumed, from the cover and synopsis, that this was going to be a dark and thrilling tale. I, instead, found something entirely different within these pages. What I discovered was far more poignant, raw, and heartfelt. The darkest of thrillers could not come close to the pain, grief, and indignity felt by these characters, nor could it feature the hopefulness, fondness, or devotion, either. The authenticity of what each individual endured was transmitted to the reader through the straight-forward yet tenderly executed narrative style, which led me to smile and sob my way through the entire thing.
He empezado y terminado el libro en un solo día. No he podido dejarlo. Todavía con un nudo en la garganta, por la historia que cuenta, por como la cuenta... La vejez, la soledad, la memoria, las gracias que se dicen mil veces pero que son mas importantes al final, el cariño, los recuerdos, los abrazos que no se dan por el miedo a la fragilidad....
Nooo, innecesariamente cursi, sobrado, plano y predecible. Lástima, con lo que me gusta a mí el tema (ancianos perdiendo la memoria). El recurso de las palabras confusas está chido. El final es de lo peor que ha existido.
Delphine de Vigan kann einfach schreiben. Diese Geschichte hat mich sehr berührt. Es geht ums älter werden, das Loslassen, den Verlust und um reine Dankbarkeiten …. gegenüber verschiedenen Personen. Michk steht am Ende ihres Lebens. Die Geschichte wird aus …. naja…. 3 Perspektiven erzählt. Aus Marie’s Sicht…. eine Frau, um die sich Michka oft gekümmert hat, als Marie noch klein war. Michka war eine Nachbarin, vor deren Tür die kleine Marie irgendwann stand. Außerdem erzählt der Logopäde Jerome, wie er Marie kennenlernt und sie begleitet. Er lernt Michk in einem Seniorenheim kennen, in dem sie lebt. Er macht Sprachübungen mit ihr, da sie an altersbedingter Aphasie leidet. Und dann sind da noch Michks Traumsequenzen. Die meisten davon, sind kleine Alpträume, die ihre Ängste wieder spiegeln. Jedoch bekommen wir hier auch einen kleinen Einblick in ihre Erinnerungen und können erahnen, wer sie war und was sie durchlebt hat. Ich mochte alle Protagonist:innen sehr. Mich hat es berührt, wie geduldig und ruhig Jerome und Marie für Michk da waren. Es hallt nach. Da man sich automatisch über das eigene Älter werden und unser Pflegesystem Gedanken macht. In mir hat es sehr unterschiedliche Gefühle hervorgerufen. Ein dünnes Buch, ruhig erzählt, dessen Hauptcharakter leider immer mehr die Worte fehlen, jedoch dabei so viel Aussagekraft hat. Ganz toll♥️
Una narración breve, entretenida, triste, aunque sin sorpresas; el lenguaje es directo, los diálogos muy claros, apenas tres personajes esenciales, que en su sencillez conforman un retrato natural y realista sobre la pérdida irreparable de las facultades y los últimos días de una anciana.
Pasado más de un año y ante la efusividad de Justo he leído lo que escribí y debo actualizarlo, estaba recién registrado y creo que fui muy riguroso, me pareció demasiado sencilla, pero desde luego con unos recursos mínimos transmite una sensación de cuidado y lucidez con una fuerza emocional que perdura mucho tiempo después de la lectura.
Qué cosa tan ligera, bella, gentil y entrañable. Cuánto me alegro de haberlo leído. De Vigan explora el valor de la gratitud de una forma muy bonita, cuasi infantil. El hecho de que sea breve y de lenguaje tan sencillo le da a la lectura un halo de intimidad muy oportuno. Como si fueras un participante más de las visitas a Michka. Visitas en las que se agradece explícita e implícitamente. Porque sostener al ser querido, arropar, acompañar, también es una forma de agradecer. Es como decir sin palabras, “estoy a tu lado, como tú estuviste y como sé que estarías si pudieras”. Nos recuerda que agradecer es un gesto necesario, reparador. Intangible pero de un valor incalculable. Precioso.
Leer esta novela es como sentarte a charlar con una amiga que tiene una historia triste que contarte, pero llena de esos momentos que te calientan el corazón. La historia empieza invitándote a entrar en la vida de Michka, una anciana entrañable que está perdiendo el lenguaje debido a la afasia. Y aunque podría sonar como una novela dura, les aseguro que no lo es. Es más bien como una caricia: te hace sentir cosas profundas sin necesidad de grandes discursos ni dramas exagerados. Con Michka, es imposible no conectar. Ella es alguien que vivió rodeada de palabras (fue editora), y ahora esas mismas palabras comienzan a escaparse de su mente. Sus errores al hablar son, a ratos, graciosos, pero también tienen un toque triste que te golpea justo donde duele. Es como si de Vigan te dijera: “Mira cómo algo tan simple como las palabras puede significar tanto cuando empiezas a perderlas.” La historia se cuenta desde dos puntos de vista: Marie, una joven a quien Michka cuidó como una figura materna, y Jérôme, el logopeda que la ayuda con su afasia. Desde el lado de Marie, la historia tiene una calidez familiar: ves cómo esta joven siente que le debe a Michka mucho más que solo atención. Por otro lado, Jérôme aporta un punto de vista diferente. Como logopeda, parece ser alguien ajeno a la trama emocional, pero al final también se ve tocado por Michka. Si hay algo que esta novela deja claro es que las palabras tienen un valor increíble, incluso cuando no te das cuenta. A través de Michka, comienzas a pensar en cómo usamos las palabras en nuestra vida diaria. Es imposible no detenerse y reflexionar: ¿Estoy diciendo lo que quiero decir? ¿Estoy agradeciendo a las personas que me importan antes de que sea tarde? Cuando terminas la novela, te quedas con una mezcla de emociones. Por un lado, es inevitable sentir un poco de tristeza por la historia de Michka, pero por otro lado, hay una sensación de calidez, de gratitud, que se queda contigo, porque Las gratitudes es una de esas lecturas que llegan sin ruido, pero te sacuden de forma suave y te dejan pensando.
Maravillosa, como siempre, Delphine de Vigan. Una historia breve, concisa, directa al espíritu, sobre los últimos meses de una anciana con afasia y las dos personas más cercanas a ella (su logopeda y la mujer a la que cuidaba cuando era niña). Ni una palabra más de las necesarias para emocionar y enganchar. Mención especial a la maravilla de traducción, en una novela tan difícil por las características concretas del lenguaje de la protagonista.
4.5 ¿Y qué decir de esta escritora? Qué con cada nuevo libro me emociona, y me hace reflexionar y empatizar con sus personajes.
En esta nueva historia ("Las gratitudes"), nos habla de Michka Seld, una mujer con una vida plena, que ha disfrutado de su trabajo, de la lectura, que ha viajado... y que en los últimos años de vida, empieza a "perder las palabras" y a no poder expresarse y relacionarse.
Y vemos este fatídico proceso desde dos puntos de vista. Por un lado, el de Marie, una mujer que creció en el mismo edificio donde ella vivía, y que está unida emocionalmente a Michka por el apoyo que ella le ha dado a lo largo de toda su vida.
Y por otro lado, el de Jerôme, el logopeda de la residencia donde Michka vive. Un profesional que intenta ayudarla, que la incita a esforzarse... y que ve cómo poco a poco su paciente se va desilusionando y tirando la toalla.
Un relato que te llega al corazón, y que no puedes olvidar.
Qué libro tan bonito. Mientras la historia avanza, también lo hace la afasia de Michka. Es un relato sobre cómo la vejez puede ir apagando las palabras, sobre lo vital que es la comunicación y sobre esos agradecimientos y perdones que dejamos guardados hasta que ya es tarde para decirlos.
De esos libros que te abrazan y te rompen un poquito a la vez. Las gratitudes me ha hecho reír, me ha hecho emocionarme, y sobre todo, me ha hecho darme cuenta de la importancia que tienen las palabras y el hecho de agradecer.
No sé cómo no había leído antes este libro. Es precioso y me ha encantado.
¡Cómo me gustaría saber francés para leer este libro en su idioma original! A Michka su protagonista se le están perdiendo las palabras, las busca en su cabeza, las cambia al pronunciarlas, las deja a la mitad... Así como ella me siento yo al escribir esta reseña, se me escapan las palabras perfectas que le hagan justicia a este corto relato que me hizo llorar. La traducción es hermosa y logra hacerte sentir el desespero de quien pierde el lenguaje y a la vez la ternura de verla usar otras parecidas pero seguro hay más de un juego de palabras que en francés deben ser más profundas. Lloré todo el tiempo del poco tiempo que uno necesita para terminar este libro. Rodea tres temas que siempre me ponen los pelos de punta: 1. La vejez es uno de los temores más grandes, no por la cercanía de la muerte sino precisamente por ese momento en el que tu cuerpo y tu mente dejan de correr libre e independientemente como lo solían hacer. 2. Los recuerdos de la infancia que nos forjan la vida. 3. La muerte de los que amamos y esa sensación que nos dejan de haberles podido decir más cosas. Estoy infinitamente agradecida, como diría Michka, Gracias de merdad, de haberme regalado este lectura. AH! Y aparte tiene un final romanticón que después de las lágrimas te deja esperanzado.
Frases que amé:
El inicio todoooo es hermoso:
- " ¿Os habéis preguntado alguna vez cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda. ¿A quién?"
- "Sin lenguaje, ¿qué nos queda?"
- "Envejecer es aprender a perder. Asumir todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro."
- "A veces conviene aceptar el vacío que deja la pérdida. Renunciar a la distracción. Aceptar que ya no hay nada que decir. Permaneces sentado, a su vera."
No me ha volado la cabeza, es una novelita correcta, sencilla y reconfortante que se lee en un rato y te dan ganas de regalar a varias personas que quizás no son lectores asiduos.
El final es predecible, pero no más que un drama típico de viejitos ingleses, en este caso es en Francia. Igual la reseña suena un poco desalentadora, no es mi intención; es solo que no me parece TAN especial como muchas otras reseñas comentan.
"Uno piensa que tendrá tiempo de decir las cosas, y cuando se quiere dar cuenta ya es demasiado tarde. Uno piensa que basta con dar muestras de cariño, con hacer gestos, pero no es verdad, hay que decir lo que se siente."
Ese es el mensaje, al fin y al cabo. A mí lo de dar las gracias me lo enseñaron en el cole de monjas, y lo repaso cuando leo sobre meditación budista. No practico ninguna de las dos religiones, pero sí la gratitud. Me hace mejor, me sienta bien, con el hábito se convierte en una fortaleza. Si no estáis habituados, leed a de Vigan.
Primero, perdón, voy a contar algo de mi vida personal: durante los últimos tres años fui el productor del ciclo "He vivido" de Telefe Noticias. Una serie de entrevistas, que hacemos con mucho amor junto a Érica Fontana, a gente con cierta historia de vida, cierta trayectoria, cierta fama. Ese ciclo tiene mucho en común con el tema de este libro. Googleenlo.
Segundo, otra intimidad: es la primera vez que leo a De Vigan, una de las autoras favoritas de Miqueridaesposa que la sigue desde su bombazo de "Nada se opone a la noche". Me la recomienda desde entonces pero, por un motivo u otro, siempre postergué su lectura.
Esta novela corta, cortísima (un aplauso para el editor que a fuerza de tamaño de letra gigante y generosos espacios entre capítulos cortos logró estirar hasta las 172 páginas algo que entraba en 50), es lo que en cine se llama un "crowd pleaser". Una obra que, a pesar del tema duro que trata - una enfermedad complicada propia de la vejez - termina dando un mensaje esperanzador, de amor a la humanidad, de agracedimiento a la bondad de los extraños. Este último es el verdadero tema, la necesidad de agradecer en vida, de manera explícita, a todos los que alguna vez hicieron algo valioso por nosotros, contada de manera excepcional, a través del relato en primera persona de dos narradores asociados a esta mujer en sus momentos finales. Admito que sobre el final casi se me escapa una lágrima.
Les recomiendo muchísimo esta novela, se lee de una sentada en un bar o sala de espera, aunque sea sólo apta para los que no tienen vergüenza de llorar en público.
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Conmovedor a un punto casi abrumador. Corto en páginas pero con un resonar inextinguible. Un abordaje de la vejez, la memoria, la gratitud y a qué punto otra vida puede marcar, rescatar o redefinir la nuestra solo por colisionar con ella.
Delphine de Vigan nos propone una historia concisa, contenida, narrada a dos voces que consigue capturar la esencia más pura de los vínculos mientras nos recuerda la importancia de verbalizar nuestros agradecimientos a tiempo.
Tomando como escenario un geriátrico, como protagonista a una anciana con afasia, su logopeda y una joven que la visita, la autora nos desnuda alguna de las verdades más dolorosas que implica el envejecer, sus pérdidas y renuncias, su frustración y soledad. Con ella, una revisión de cómo nos vinculamos con los mayores y en qué medida honramos o faltamos a lo que han sido, son y a lo que somos por ellos.
Nadie te advierte lo triste que te deja, no por la inserción de tragedias grandilocuentes sino por la naturaleza honesta de una pena anunciada en su calidad de inevitable.