Born of a wealthy family in Buenos Aires in 1891, Oliverio Girondo spent his early years in Argentina and Europe, traveling to the Universal Exhibition in Paris in 1900, when he was only nine, and where he later claimed to have seen Oscar Wilde stalking the streets with sunflower in hand. After spending some time at the Lycée Louis le Grand in Paris and Epsom School in England, he made an agreement with his family to attend law school in Buenos Aires if they would send him each year to Europe for the holidays. For the next several years, Girondo explored the continent, even traveling to find the source of the Nile.
Meanwhile, back at home he had begun writing avant-garde plays, which caused a stir in the theater world of Argentina. In 1922 he published, in France, his first volume and verse, 20 Poems to Be Read in a Trolley Car, which shows the influence of Guillaume Apollinaire and the Parisian scene. Only in 1925, with the second printing of this book, did Girondo receive attention in Argentina. By this time, the ultraists, lead by Jorge Luis Borges, had become a major force the scene, and Girondo continued his own humorous exploration of the aesthetic in his second volume, Decals. In the same period he became involved with the avant-garde journal Martin Fierro, which brought together younger poets such as Girondo and Borges with more established figures such as Ricardo Güiraldes and Macedonion Fernández.
After a five year period of traveling again, Girondo returned to Buenos Aires, publishing two of his major works, Scarecrow (1932) and Intermoonlude (1937). A new book, Our Countryside, appeared in 1946, the same year he married the poet Nora Lange. In this new work he moved away from the ultraist ideas, playing with elaborate metaphoric language. As Borges moved toward his more fantasist works, and a new generation of poets arose, Girondo was increasingly described as a humorous or even frivolous poet, but his 1956 work, Moremarrow stood as a darker summation of his career, a work that bears comparison with the great Chilean writer Vicente Huidobro's Altazor. Many readers, however, feel that Girondo went further in his linguistic explorations. During that same period Girondo revived the journal Contemporánea.
In 1964 Girondo was hit by a car, and for the several years suffered terrible pain before dying of those injuries in 1967. His last works were gathered by the surrealist poet Enrique Molina.
Estos poemas son más sucios, los adjetivos y los conceptos que utiliza vienen de los rincones más oscuros de la coladera. Hay un disgusto general que se genera desde su interior, aprehende su existencia a través de la experiencia poética. La vaca y el acto de hincarse siguen presenten, al igual que la sombra que no lo deja.
Mis favoritos: Vuelo sin orillas; Aparición urbana; ¿Dónde?; Tríptico; y Comunión plenaria.
“La lluvia, con frecuencia, penetra por mis poros, ablanda mis tendones, traspasa mis arterias, me impregna, poco a poco, los huesos, la memoria.
Entonces, me refugio en un rincón cualquiera y estirado en el suelo escucho, durante horas, el ritmo de las gotas que manan de mi carne, como de una gotera”
p. 50 (Nocturno 5)
“Se fue el pasto, el arroyo. Se fueron los caballos.
Un encuentro inesperado. Eso es lo que puedo decir de Girondo. Previamente a la lectura de este libro solo lo conocía de nombre y sabía que era argentino. Debo expresar mi felicidad con la lectura y experiencia poética, puesto que llevaba una larga temporada sin conectar bien con la lírica y este es un buen inicio.
El texto se deja leer de forma simple, utiliza conceptos casuales y comunes, que la podredumbre del idioma, que la escasez de valores y algunas interpretaciones bíblicas si se quiere, véase por ejemplo el poema hay que compadecerlos. Me parece una obra interesante, publica y comunitaria. Quisiera decir un canto desesperado sobre los eventos comunes, pero la palabra desesperado es muy grande para esto. La postura del autor es notablemente de aversión a los vicios que nos habitan, sin embargo, hay una conexión profunda con la naturaleza misma, de este planeta que nos mece en su seno.
Lo recomiendo definitivamente. Tomé anotaciones e interpretaciones variadas a poemas, además de encontrar bastante humor en algunos y desesperanza en otros. En síntesis, una obra completita para disfrutar en una tarde.
Este es mi libro favorito de Girondo, para mi gusto contiene los mejores poemas. Desde que leí "Aparición urbana" se convirtió en mi poema favorito. Como siempre, Girondo narra hechos cotidianos desde otra perspectiva y te provoca nuevas sensaciones.
En este libro hay una fatalidad muy explícita, un sentimiento de vacío, de fetidez, de angustia.
Un esfuerzo por naturalizar la propia muerte, el sufrimiento intrínseco en existir. El primer poema de este libro, “Vuelo sin orillas” me recordó al peruano César Vallejo. Y encontré en todos los demás poemas el mismo aire, solo que un poco más cargado de fatalidad, recurso en el que, personalmente, considero que el autor se explaya más de lo necesario, encontrando algunos textos que rozan lo grotesco e incómodo a la lectura.
Hay algunas imágenes que me resultaron demasiado construidas, pero otras muy humanas y tiernas, como aquellas que se acercan a la naturaleza y otros tantos que pretenden elevarnos a la felicidad.
“Abandoné las sombras, las espesas paredes, los ruidos familiares, la amistad de los libros, el tabaco, las plumas, los secos cielorrasos; para salir volando, desesperadamente
(…)
Ya no existía nada, la nada estaba ausente; ni oscuridad, ni lumbre, -ni unas manos celestes- ni vida, ni destino, ni misterio, ni muerte; pero seguía volando, desesperadamente”
Ni en ese tiempo, ni ahora, han dejado de hablar las lenguas carcomidas por vocablos hipócritas. Sin embargo, algunos decidimos ignorarlos, y poner oídos solo en nuestra voz, una tarde lluviosa como ésta, recitando poemas de Oliverio Girondo.
"Lloremos. ¡Ah! Lloremos purificantes lágrimas, hasta ver disolverse el odio, la mentira, y lograr algún día -sin los ojos lluviosos- volver a sonreirle a la vida que pasa."
"(...) Cúbrete el rostro y llora. Vomita. ¡Sí! Vomita, largos trozos de vidrio, amargos alfileres, turbios gritos de espanto, vocablos carcomidos; sobre este purulento desborde de inocencia, ante esta nauseabunda iniquidad sin cauce, y esta castrada y fétida sumisión cultivada en flatulentos caldos de terror y de ayuno. (...)"
Y en mi anhelo por surcar los cielos, me topo con Girondo: con la inefable persuasión de los días que me lleva a abandonarlo todo, "para salir volando, desesperadamente". No pasar por alto el prólogo de Enrique Molina: es esclarecedor.
No me impactó como Espantapájaros, ante una primera lectura. Al releer me encontré poemas con imágenes soberbias. Es una invitación a leerlo más de una vez. A buscar la relación entre los títulos y el contenido de cada uno como un excelente ejercicio sobre la palabra. Son varios los poemas para resaltar. "Totem" Quien pudiera decirme si es un dios o es un árbol! "A pleno llanto" Lloremos. Ah! Lloremos purificantes lágrimas, hasta ver disolverse el odio, la mentira, y lograr un día -sin los ojos lluviosos- volver a sonreírle a la vida que pasa.