Garcilaso de la Vega es la encarnación perfecta del caballero cortesano del Renacimiento a quien el éxito sonrió hasta su temprana muerte. Su poesía, cuyo único tema es el amor cortés y la amistad, ha logrado tal consagración en las letras españolas, que sigue pareciendo contemporánea a cuantos a ella se acercan. A pesar de lo que supuso de innovación para la poesía del XVI la introducción de temas y formas de procedencia italiana, desde el primer momento la obra de Garcilaso se impuso como modelo de armonía, serenidad y musicalidad, y como clásico se le leyó y estudió desde Herrera y el Brocense.
Garcilaso de la Vega (Toledo, c. 1501– Le Muy, Nice, France, October 14, 1536), was a Spanish soldier and poet. The prototypical "Renaissance man," he was the most influential (though not the first or the only) poet to introduce Italian Renaissance verse forms, poetic techniques and themes to Spain. His exact birth date is unknown, but estimations by scholars put his year of birth between 1498 and 1503.
Garcilaso was born in the Spanish city of Toledo. His father, Pedro Suárez de Figueroa, was a noble in the royal court of the Catholic Kings. His mother's name was Sancha de Guzmán. He had six brothers and sisters: Leanor, Pedro, Fernando, Francisco, Gonzalo, and Juana. Garcilaso was the second-oldest son which meant he did not receive the mayorazgo (entitlement) to his father's estate. However, he spent his younger years receiving an extensive education, mastered five languages (Spanish, Greek, Latin, Italian and French), and learned how to play the zither, lute and the harp. After his schooling, he joined the military in hopes of joining the royal guard. He was named "contino" (imperial guard) of King Carlos I (also Carlos V of the Holy Roman Empire) in 1520, and he was made a member of the Order of Santiago in 1523.
There were a few women in the life of this poet. His first lover was Guiomar Carrillo with whom he had an illegitimate child. He had another suspected lover named Isabel Freire, who was a lady-in-waiting of Isabel of Portugal. In 1525, Garcilaso married Elena de Zúñiga who served as a lady-in-waiting for the King's favorite sister, Leonor. Their marriage took place in Garcilaso's hometown of Toledo in one of the family's estates. He had six children: Lorenzo, an illegitimate child with Guiomar Carrillo, Garcilaso, Íñigo de Zúñiga, Pedro de Guzmán, Sancha, and Francisco.
Garcilaso's military career meant that he took part in the numerous battles and campaigns conducted by Carlos V across Europe. His duties took him to Italy, Germany, Tunisia and France. In 1532 for a short period he was exiled to a Danube island where he was the guest of the Baron György Cseszneky, royal court judge of Győr. Later in France, he would fight his last battle. The King desired to take control of Marseille and eventually control of the Mediterranean Sea, but this goal was never realized. Garcilaso de la Vega died on October 14, 1536 in Nice, France after suffering 25 days from an injury sustained in a battle at Le Muy. His body was first buried in the Church of Santo Domingo in Nice, but two years later his wife had his body moved to the Church of San Pedro Martir in Toledo.
Fundador del verso español. Hombre de corte, dotado de un talento extraordinario, amigo de Boscán, ambos nobles herederos de Petrarca y la retórica grecolatina. Del siglo XVI nos llega esta poesía aún moderna. No hay más que dar crédito a la sintaxis garcilaseana para comprender la hondura de nuestro idioma y las posibilidades hoy pauperizadas por el sentido común. Mis preferidas son sus églogas, amenas invenciones bucólicas repletas de música e ingenio. Garcilaso muere de un piedrazo (rima, pero no broma). En 1536 sin coraza y sin casco, este hombre de armas resulta herido en medio de la invasión de un fuerte a la edad de 38 años.
La mar en medio y tierras he dejado de cuanto bien, cuitado, yo tenía; yéndome alejando cada día, gentes, costumbres, lenguas he pasado. Ya de volver estoy desconfiado; pienso remedios en mi fantasía, y el que más cierto espero es aquel día que acabará la vida y el cuidado. De cualquier mal pudiera socorrerme con veros yo, señora, o esperallo, si esperallo pudiera sin perdello. Mas de no veros ya para valerme, si no es morir, ningún remedio hallo; y si esto lo es, tampoco podré habello.
Garcilaso es un bello ejemplo de cómo la academia dicta las bondades de ciertos escritores por una cuestión de ideología y de chauvinismo antes que por su auténtico interés. Su poesía, si bien no carece de virtudes, no deja de ser un revoltijo de los temas de Petrarca, los pastores de Sannazaro, los valores del soldado y esa extraña confusión de neoplatonismo, divinidades paganas y cristianismo que se respiraba en la Europa renacentista.
Por la parte buena, en lo tocante a sonetos, Garcilaso es intocable: fue quizás el primer español que los entendió correctamente, y pocos sonetistas castellanos pueden comparársele hasta la llegada de Quevedo. Varias de estas piezas, incluso entre las menos conocidas, tienen una estética sobria, una emotividad íntima y sincera y un valor hasta cierto punto atemporal. Es casi una pena que el resto de sus composiciones no puedan presumir de lo mismo: las églogas son artificiosas y demasiado extensas para lo limitados que eran los recursos del escritor y, tal vez, del idioma (la Égloga II consta de casi 1900 versos, y podría expresar lo mismo, de forma más concisa y atractiva, en menos de la mitad de espacio), la Elegía I, dedicada a la muerte del duque de Toledo, es un cúmulo de lugares comunes (salvo un par de tercetos donde reflexiona sobre la inutilidad de la guerra y lo fugaz de las hazañas heroicas, tema interesante para una composición aislada pero que queda diluido en lo extenso de la pieza), las canciones son innovadoras pero intrascendentes (no cuentan nada no tratado en las églogas) y las epístolas son anecdóticas.
Por supuesto, a Garcilaso hay que leerlo en su contexto, pero incluso así se me hace difícil comprender el desmesurado amor que los planes de estudio muestran por su obra. Era un momento precario para nuestra literatura, con un idioma aún no consolidado y una alarmante carencia de formas poéticas, sí, pero el italiano no estaba en mucha mejor situación cuando surgió Petrarca y su poesía es mucho (mucho) más perdurable. El propio Manrique, sin ir tan lejos, había tratado alguno de los temas garcilasianos con rimas más elegantes y una forma más original y mejor aprovechada.
En resumidas cuentas, Garcilaso es majo. Interesante. Tiene algunas rimas memorables. Es una pieza clave para el avance de nuestra literatura. Pero no es ese maestro de fondo y forma y emoción que intentan transmitir desde los libros de texto y desde el aúlico/exaltado/tardofranquista/extremadamente sonrojante prólogo de esta edición de Cátedra.
me lo he pasado bomba, no sabía q un hombre del siglo xvi podía hacerme sufrir tanto con unos sonetos, chachi piruli todos deberíamos leer a garcilaso al menos una vez en la vida!!!!
los sonetos son deliciosos la verdad y las églogas (menos la segunda que se hace más larga que un día sin pan) también!
+
«mi vida no sé en qué s’ha sostenido/ si no es en haber sido yo guardado/ para que sólo en mí fuese probado/ CUÁNTO CORTA UNA S’PADA EN UN RENDIDO(!!!!!)»
Much tragic love poetry and elegies of a Castilian that lived just a bit before Shakespeare, but it is clear he is a Spaniard and I can see why he was a favourite of Ruben Dario, who mentions him in his poem The Swans; de la Vega feels with his entire heart.
Your countenance is written in my soul, and everything I'd wish to write about you you wrote it there yourself, while all I do is read.
I had to read the complete works of Garcilaso de la Vega for college. His poems, mainly centred around love, nature, death and mythology, are usually interesting to analyze and study, though I can't say I love them or find them overly appealing.
Escrito’stá en mi alma vuestro gesto y cuanto yo escribir de vos deseo: vos sola lo escribistes; yo lo leo tan solo que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto, que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero;
cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.
No se podría entender la poesía española sin los poemas fundacionales de Garcilaso de la Vega. Algunos me gustan más (Églogas I y III) y otros muchísimo menos (Égloga II), pero no se puede quitar el valor de dos hechos fundamentales: la aclimatación del endecasílabo a la poesía castellana y, quizás más importante, el cambio de la concepción del amor. De un amor cortés, pasamos a algo que ya se parece más a la concepción actual y es aquí donde radica el valor de estos versos.
Sus temas predilectos, como el de sus modelos, son el amor y la naturaleza. A mí me fascina cuando son combinados con sonetos de tema mitológico, usado como trasunto del propio yo lírico en el poema. De vez en cuando, me gusta releerme alguno de vez en cuando.
Lo que sí no ha envejecido tan bien son algunas aseveraciones por parte de Consuelo Burell en su introducción, aunque una vez quitamos todos los valorativos, el estudio que hace es una puerta de introducción bastante buena a Garcilaso de la Vega.
Puedo entender la importancia de Garcilaso en su época gracias a la maravillosa introducción de la editorial Cátedra, pero siento que influyó mucho la trágica figura del autor para su fama (además de otros aspectos como la frescura que aportó a la poesía del momento, etc,). Si bien su poemario es bueno, con una musicalidad y versos que ya quisieran muchos poetas actuales, no ha logrado calar en mí. Por supuesto ya es algo más subjetivo y quizá con una lectura más lenta y exhaustiva se consiga sacar más jugo.
A pesar de mis palabras no dudaría en animar a cualquier interesado por la poesía española de épocas pasadas a que pruebe con Garcilaso, aunque si resaltaría que lo lea en la edición de Cátedra y no se pierda la introducción para comprender mejor a este único autor.
Me duele poner 4 estrellas a una figura de la talla de Garcilaso, uno de los más influyentes de nuestra literatura. Fue de hecho gracias a uno de mis poetas favoritos, Luis Cernuda, quien en su poema Helena, del libro Ocnos, dice que "Garcilaso es unos de los muy raros escritores nuestros a quien podemos llamar artista (...) busca la hermosura", que me interesé por las obras completas del autor. Creo que esta afirmación parte de la concepción que tiene Cernuda de la poesía como vía de acceso a la belleza, una belleza clásica cimentada en la harmonía, la simetría y la divinización.
Frente a gran parte de la literatura española, que considera más centrada en lo doctrinal o lo práctico (el mensaje moral, la sátira, el realismo crudo) que en la creación de belleza y en el deseo, está Garcilaso. Por eso lo llama artista, un término que en Cernuda implica sensibilidad, forma y una cierta fidelidad a lo inútilmente hermoso. Dice Miguel J. Flys que "en años de euforia gongorina, llama la atención la preferencia manifiesta de Luis Cernuda por el tono melancólico y sensual de la lírica garcilasista". Por supuesto influye el hecho de que Garcilaso fuera uno de los poetas con los que descubrió la poesía para canalizar su extrema sensibilidad y que le acompañó en sus cuitas amorosas, que fueron varias.
Ahora bien, ya sea por el lenguaje poético, que ha cambiado bastante en 5 siglos, o por preferencias estilísticas, porque seré más de la escuela de Quevedo, quizá porque no coincida con mi concepción de poesía como forma de conocimiento, que incluye que la belleza esté en las palabras y no fuera de ella, en la amada, no acabo de ver, salvo en sobresalientes contadas ocasiones, la materialización de esa búsqueda de la belleza.
En esta época no había tantas publicaciones como ahora, de hecho la obra de Garcilaso fue colocada como apéndice de su amigo Juan Boscán, a quien supera, al menos en reconocimiento posterior, y menciona en varias ocasiones, como el soneto XXVIII o la elegía II. Él fue "quien, a instancias del embajador veneciano e ilustre humanista Andrea Navagero, decidió incorporar a la lengua española el verso endecasílabo italiano" que "iba contra la tendencia natural y tradicional de la lengua castellana a expresarse en octosílabos" (prólogo).
Garcilaso se tenía en buena estima a Boscán. "Tengo por muy principal el beneficio que se haze a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leídas", en la carta, de nombre 10/10, a la muy magnífica señora doña Jerónima Palova de Almogávar. "Guardó una cosa en la lengua castellana que muy pocos la han alcanzado, que fue huyr del afetación sin dar consigo ninguna sequedad; y con gran limpieza de estilo usó términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oydos, y no nuevos ni al parecer desusados de la gente. Fue, demás desto, muy fiel tradutor, porque no se ató al rigor de la letra, como hazen algunos, sino a la verdad de las sentencias". Si es que está todo inventado ya, y por qué no volver a hablar así.
Poeta de Venus y militar de Marte, Garcilaso representa el arquetipo renacentista, algo que sin duda le da más veracidad. En su égloga III nos confiesa que "entre las armas del sangriento Marte,/ do apenas hay quien su furor contraste,/ hurté del tiempo aquesta breve suma,/ tomando, ora la espada, ora la pluma". Cuando Garcilaso habla del sangriento Marte, no es porque esté haciendo un ejercicio de salón, sino que está dando un barniz de seguridad a lo que dice, razón por la cual no se ve en la necesidad de utilizar ornamentos.
Eso sí, aunque lo mencione, es más un contrapeso débil frente al poder arrullador de su vida amorosa, a través de la belleza, que es el fundamento de su creación poética. Admite Garcilaso "que estoy sin armas en el campo puesto,/ y el paso ya cerrado y la huida" (canción IV). Según mi prólogo de PML ediciones, "dos fueron las mujeres cantadas por Garcilaso: una dama incógnita napolitana y una portuguesa, Isabel Freyre, a la que dedicó la mayoría y los mejores de sus versos", y que optó por casarse con un hombre muy rico. Por supuesto, estamos hablando de nobleza en los inicios de la Edad Moderna.
El amor, canal para la belleza, lo es todo en la vida, incluso para los dioses. Para Garcilaso, "nadi puede ser dichoso,/ señora, ni desdichado,/ sino que os haya mirado" (copla VIII o villancico). Se queja en la poesía latina III a través de Venus de su hijo Cupido, dice "no solo llevas a la perdición/ al mísero género humano atormentado de manera/ indigna a los mortales sino que te atreves también/ a dirigir tus flechas contra los dioses". Sin embargo, responde Cupido "¿qué falta contra ti, contra los otros/ cometo, cuando servicial ante vuestros ojos hermosas/ cosas ofrezco y os las muestro embellecidas/ siempre con brillantes colores?"
La belleza de la amada, casi siempre huidiza, hace equiparar a la señora casi con Dios y el diablo, hasta la muerte. La señora le da la vida y se la quita. "Yo no nací sino para quereros;/ mi alma os ha cortado a su medida;/por hábito del alma misma os quiero./ Cuanto tengo confieso yo deberos;/ por vos nací, por vos tengo la vida,/ por vos he de morir y por vos muero" (soneto V). Solo la muerte de Garcilaso será prueba suficiente de la belleza irresistible de la señora, que no puede hacer otra cosa, y la única forma de vivir. "si no es morir, ningún remedio hallo;/ y si esto lo es, tampoco podré habello) (soneto III). Dice Garcilaso "no os venguéis más de mí con mi flaqueza;/ allá os vengad, señora, con mi muerte" (soneto II). No es algo que haya buscado Garcilaso, sino que "dentro en mi alma fue de mí engendrado/ un dulce Amor, y de mi sentimiento" por lo que "yo dejaré el lugar do me dejaste;/ ven, si por solo esto te detienes" (égloga I)
Es una señora, aunque bella, cruel, como los dioses griegos. Como las manzanas del Tártaro, "mas cuando llega ya para bebella,/ gran espacio se halla lejos della (...)/ estable, grave y firme es el tormento" (canción IV). En cuanto a divina, duda de su humanidad por cómo le despecha, ya que está "con ansia estrema de mirar qué tiene/ vuestro pecho escondido allá en su centro,/ y ver si a lo de fuera lo de dentro/ en aparencia y ser igual conviene". Una señora que no está, no estará, pero se le espera: "salen fuera de mí como perdidos,/ llamados de aquel bien que está presente./ Ausenta, en la memoria la imagino" (soneto VIII). Aun así, Garcilaso consiente todo para traerla de vuelta, le debe pleitesía para vivir su belleza: "mas pídemelo, y llora cada día/ tanto, que cuanto quiere le consiento,/ olvidando su muerte y aun la mía" (soneto XIV). En algún soneto puntual hay algo de redención y orgullo "porque yo huelgo, como huelga el sano,/ no de ver a otros en aquellos males,/ sino de ver que dellos él carece" (soneto XXXIV), o se consuela "porque, por más y más que ausencia dure,/ con al vida se acaba, que es finita (elegía II).
También tiene mucho registro clásico, que utiliza como caracterización de su realidad. Están las "hermosas ninfas" o Dafne, que lejos de ser una barrera de comprensión como puede pasar en Góngora, son un trampolín para los conocedores de la cultura clásica. Hasta se sirve de un interlingüismo de italiano para expresarse en "donde vi claro mi esperanza muerta,/ y el golpe que en vos hizo amor en vano/ non esservi passato oltra la gonna" (soneto XXII).
El valor de Garcilaso, que sí le reconozco, está en naturalizar esta métrica en español, utilizando con maestría el encabalgamiento. Para mí, el mejor Garcilaso está en los sonetos, en las canciones es demasiado narrativo y en las églogas me da la sensación de don Pepito don José versión campestre. He de reconocer que solo me he leído égloga y media. Mi edición también incluye el testamento, que me ha encantado leer. He descubierto y adorado la palabra "yten", y que él firmaba como Garcilasso, mucho mejor que Garcilaso.
En conclusión, habría a Garcilaso cuando haya algo de bagaje poético, en vez de meter las lentejas con cuchara en las bocas hormonadas de los pobres adolescentes - no digo por el culo porque eso ahora es al parecer positivo. Aunque haya veces que se vuelve pesado, Garcilaso es pionero, y tiene algunos poemas bárbaros que han pasado, con merecimiento, el examen del tiempo. Hay que hacerle más caso a Cernuda.
•26-04-2022• «...y en la tercera rueda, contigo mano a mano, busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos donde descanse y siempre pueda verte ante los ojos míos...»
Si D.Alonso es el prototipo de poeta guerrero en la ficción, Garcilaso lo es en la vida real. Apoyándose en la lírica de Petrarca y la Antigüedad, el poeta restaura un sentimiento de armonía y calma borrado de los anales de la historia. Personalmente, considero que sus églogas son el Renacimiento en su máximo esplendor; son unas composiciones que me recuerdan a la brisa veraniega.
La poesía de Garcilaso es indispensable para entender toda la lírica española posterior. Os recomiendo especialmente sus sonetos.
Por cierto, he usado esta edición (Letras hispánicas de Cátedra) alternándola a veces con la anotada y explicada de B. Morros en la editorial Crítica, que es maravillosa. Esta de Cátedra se me ha quedado un poco floja al aclarar términos, referencias, dudas sobre autoría, etc., pero tal vez es porque tengo que estudiar a Garcilaso a fondo y la de Crítica, más desarrollada, me ha sido muy útil.
Buena edición de la poesía de Garcilaso de la Vega (1503-1536). Formalmente (métrica, lengua y estilo) me parece una muy buena poesía. En cuanto al contenido, con los temas e ideología patriarcales propios del siglo XVI con respecto al amor romántico y la "divinización" de la mujer..., baja mucho en mi opinión. De ahí que le dé una valoración de 4 estrellas, en vez de 5.
Garcilaso de la Vega atrae por su personalidad y por su creación poética. Según muchos, encarnó el difícil ideal renacentista de "El Cortesano de Castiglione". Pero, como muchos importantes poetas, murió joven. Su temprana muerte no supone una vida desaprovechada; sino que ésta fue breve e intensa, y en ella reflejó expléndidamente la vitalidad del Renacimiento. Garcilaso de la Vega nació en Toledo, en 1503; donde pasó su infancia y adolescencia, y en 1520 fue nombrado continuo, cargo de la guardia real. Así, pasa al servicio de Carlos V y aquí permanecerá hasta encontrar la muerte. Se casó con Doña Elena de Zúniga, dama noble que no recibe la gloria de sus cantos, y que queda en un segundo plano. No se sabe casi nada de su amor, y su vida hogareña fue escasa. Garcilaso se desplaza con la corte y acude a batallas. Se ve envuelto en intrigas cortesanas, como las producidas por la boda de un sobrino suyo, no autorizada por la emperatriz. Como Garcilaso asistió como testigo, fue desterrado a una isla en el Danubio. Este hecho no supuso un gran castigo para él, sino un descanso de su actividad. Combatió en la isla de Rodas, en Navarra contra los franceses, en Italia, en Túnez y murió combatiendo otra vez contra los franceses. El tema principal de sus poemas es un amor imposible, el distanciamiento y, más trade, la muerte de la amada. Para todo esto se inspiró en Isabel Freyre, dama portuguesa llegada a España con la emperatriz, portuguesa también. Este sentimiento aumentó cuando Isabel se casó con Antonio de Fonseca. Y, finalmente, al morir la amada se lleva consigo toda esperanza del poeta.
Yo explicaré la "Égloga primera" y el "Soneto XXV" pues son los que más me ha gustado.
- "Égloga primera":
La égloga está formada por 30 estancias, las cuales tienen 14 versos que son 10 versos endecasílabos y 4 versos heptasílabos. El tema principal de este fragmento es el dialógo entre dos pastores, típico del tópico "Locus amoenus"; que se lamentan por la pérdida o muerte de su amada. De este forma, Garcilaso se divide en dos personajes distintos: Salicio y Nemoroso.
Salicio habla del abandono de su amada, utilizando diversos recursos como hipérboles ("ardiendo yo con la calor estiva") y personificaciones ("con mi llorar las piedras enternecen"). Salicio habla muchas veces de sus pertenencias, y dice que él dispone también de muchos bienes materiales que ofrecerle.
Por otro lado, Nemoroso nos habla de la muerte de su amada. Utliza el tópico "Locus amoenus" al principio de su lamento, mostrando una naturaleza idílica; y también observamos el tópico "Ubi sunt?" ("¿Dó la coluna que el dorado techo con presunción sostenía?"). Además, emplea metáforas ("Los cabellos que vían con gran desprecio el oro"). Y nos dice varias veces que su amor por ella durará hasta la muerte, y que solo será feliz cuando él también muera y se reencuentren en otro mundo.
Por último, podemos observar como la égloga comienza con el amanecer y termina con el anochecer.
- "Soneto XXV":
Como todos los sonetos está formado por cuatro estrofas, dos cuartetos y dos tercetos, en total son 14 versos; todos endecasílabos. Por esta razón, son versos de arte mayor.
Hace referencia a una visita a la sepultura de Isabel Freyre. Y narra que con su muerte se fueron todos sus amores y esperanzas, y que a pesar de sus lloros y quejas nada va a solucionar, porque ella ya no va a volver. Cabe destacar que en la última estrofa vuelve a decir que él solo será feliz cuando muera y pueda volver a verla en otra vida.
“Si Garcilaso volviera, yo sería su escudero; que buen caballero era.”
Garcilaso no es tanto el primero en introducir la lírica italiana, petrarquista, al renacimiento español, sino más bien un perfecto poeta. Si bien es uno de los introductores de nuevas formas poéticas, tales como el soneto, el endecasílabo, el octosílabo, y en fin, de la poesía italiana renacentista. Es más que eso. El proyecto de renovar el panorama poético castellano es más bien una labor en conjunto con su gran amigo Boscán. Por lo que reducir a Garcilaso a esta sin embargo gran empresa, es reducirlo. Pues es más relevante en Garcilaso el dominio perfecto de la poesía. Dominio absoluto de las nuevas formas de poetizar que la lírica italiana le ofrecía. No solamente introduce nuevas formas y tópicos poéticos, sino que —y más importante— los domina con una destreza virtuosa. Es capaz de comprender las dimensiones que esas nuevas formas pueden ofrecerle, y las desarrolla en toda su magnitud. Hay tres temas importantes y recurrentes en toda la obra del poeta: el amor, la naturaleza y los mitos. Temas que desarrolla en su obra con una influencia muy marcada por los poetas clásicos. Sus tópicos son una continuación de los que Petrarca trabajó, esto supone un punto de partida para renovar el panorama poético castellano. Además de la adopción de los temas renacentistas-Humanistas del momento. Sabiendo aprovechar una gran tradición clásica grecolatina, se vale de ella y la domina con gran agilidad, consiguiendo así introducir los mitos de manera perfecta en sus versos. A manera de una buen petrarquista, el tema del amor es obsesivo en su obra poética, se desarrolla la relación que se teje entre el amante y la amada con las consecuencias que esa relación supone. En cuanto el amor que el amante ofrece es rechazado por la amada, este sentimiento se ve condicionado tornándose así la voz poética a un tono más bien neoplatónico. Es absolutamente evidente que Garcilaso posse un gran dominio del lenguaje, y una sensibilidad creadora enorme. Sus versos son de verbos y adjetivos elegantes que buscan una naturalidad, logrando así no recargar el poema, sino más bien naturalizarlo y darle una fluidez total. A pesar de ser primerizo en las nuevas formas poéticas, su dominio es total. Se maneja con destreza en el endecasílabo que otorga a su poesía una gran musicalidad, tejida por el dominio en la combinación de las rimas y los acentos.
En fin, es cierto que Garcilaso encarna su entorno y su contexto, pero no se reduce a esto. Es decir, su poesía es a temporal, la fuerza de sus versos resuenan hoy como lo hacían entonces. Garcilaso no es hijo de su tiempo.
Mi primer libro de este 2024 es uno que vengo arrastrando desde el año anterior; las poesías completas del inmenso Garcilaso de la Vega.
«Yo no nací sino para quereros; Mi mal os ha cortado a su medida; Por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos; Por vos nací, por vos tengo la vida, Por vos he de morir, y por vos muero.»
Uno de los sonetos más bellos jamás escritos en la lengua castellana...
Poeta maldito y militar de corazón, amante de una única mujer en quien vertió toda su pluma y a quién entregó todo su amor mientras vivía una vida triste y desganada.
A todo el que tenga la oportunidad de leer las poesías completas de Garcilaso, particularmente sus Églogas (sagradas jermosuras) le invito a que no la desperdicie, y se adentre en ellas con una mirada abierta al amor, al dolor y a toda la idealización que puede caber en ambos sentimientos.
Su pasión bucólica se desata, y de sus heridas nacen monstruos preciosos que tantos siglos después siguen conmoviendo el alma.
«Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo y yerme libre pueda, y en la tercera rueda, contigo mano a mano, busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos donde descanse y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte?»
Además de la profundidad de los versos de Garcilaso, lo que más me ha fascinado es la musicalidad que llevan. Es todo un deleite para el alma leer en voz alta y a solas las palabras de un poeta de otro tiempo, y dejarse dócilmente penetrar por ellas.