Nueve postales de un viaje en curso. Piezas sueltas de un rompecabezas sobre el tránsito de una vida. Vidas cercanas, vidas conocidas, vidas que podrían ser la nuestra: los ritos domésticos, la soledad de la urbe, los quiebres familiares, los primeros amores, las desilusiones, las casas de la infancia, la precariedad del mundo laboral, los proyectos que no resultan, las facciones de los muertos, de todos nuestros muertos, el peso de su ausencia, el eco de sus vidas. Modos de sobrevivir en un escenario que ahoga, que aplasta, que nos obliga a movernos de un lado a otro, buscando un poco de luz. Estos Paisajes de Macarena Araya podrían quedarse en nuestro álbum familiar. Un viaje a las profundidades de una memoria particular que con generosa valentía se ofrece para ser material colectivo.
Hace años que no me hacía llorar un libro. Una lágrima recorrió mi rostro desvelado cuando terminé "Uruguay". Paisajes es una de las pocas autoficciones interesantes que he leído de esta última ola - precisamente porque la vida sobre la que construye su narrativa Araya Lira es bastante acontecida. Este cuentario - y pongámosle así por la pretensión autoconcluyente de cada relato - es un ejemplar para destacar en su categoría. Podría entenderse como una novela, puesto que en realidad cada historia es un capítulo linealmente organizado en la vida de su protagonista, pero los cuentos asumen su independencia, con sus propias temáticas y narradores. Araya Lira lleva este ejercicio hasta el punto en que personajes son presentados dos o tres veces durante el compilado, pero siempre con un tono y función diferente. Me gustó el concepto de la publicación, en que cada cuento-capítulo es un paisaje. Me gustó la historia, creo que si bien es peculiar es lo suficientemente mundana como para empatizar. Me gustó el lenguaje, más redactado que ornamentado. Y, sobre todo, me gustó que esta fuese una autoficción narrada como corresponde: con una estructura literaria, con una trama voluntariosamente organizada, con retórica e imaginería. TL; DR: Me gustó caleta. Léanlo. Les recomiendo el orden de lectura que me sugirió Wilkellys: Santiago, Uruguay, Puerto Cisnes y luego los demás según van apareciendo.
Eres mi nueva escritora favorita [o un audio de whatsapp de diez minutos a modo de presentación]
Eres mi nueva escritora favorita. Eso fue lo primero que le escribí a la Maca cuando terminé de leer su libro. Y luego le envié ocho audios de whatsapp que variaban su extensión entre los cuatro segundos y los cuatro minutos y medio. Esos audios son la honestidad de lo que sentí al leer “Paisajes”. Transcribí esos audios —diez minutos en total—, a modo de presentación, en una mezcla de exceso de pereza y falta de pudor, porque creí que sería una buena idea compartir un audio íntimo en público.
Dice:
Maca, te envío un podcast porque acabo de terminar de leerte. Me encanta el título de tu libro, “Paisajes”, porque sí, porque igual que en el teatro, los personajes se despliegan en escenarios, siempre estamos en un lugar, que es otra forma de decir que no podemos habitar sin territorio.
Los primeros cuentos me dejaron impresionada (aquí decía “pal pico” pero pensé que era muy ordinario decirlo en voz alta), escribes tan bien, que nadie nunca te diga lo contrario, ni siquiera tú. Tienes unas repeticiones hermosas, cuando dices: “Volví a Barcelona y no recibí noticias de Juan. Terminé el curso de guion y no recibí noticias de Juan. Subí diez kilos y me inscribí en un gimnasio y no recibí noticias de Juan. Mi mamá viajó a visitarme, hicimos un viaje al sur de España, una gitana nos estafó, ayudamos a una gringa que lloraba porque no encontraba su hostal y no recibí noticias de Juan”.
Es linda esa parte.
Tu prosa es muy concreta, muy periodística, pero a la vez en algunos cuentos logro ver lo no dicho, lo silenciado, la oscuridad de quien narra o de lo que se narra, que surge a partir de la literalidad de tus palabras. Es una prosa limpia y cuidada, que aún así guarda misterio: lo inexplicable convive en tu prosa.
Todo el tiempo mientras te leía, pensaba: ¿son cuentos? ¿La narradora es la misma? Hasta que al final regresa el ceneta del principio a amenazante, ese al que le dijiste “mira viejo ceneta yo no te conozco pero a mi papá no lo veo hace años no te metas en estas cosas”, yo me sentía como en el cine, dije: ooooohhhhhh cuático. Porque es exquisito y sorprendente cuando los ciclos se cumplen y los inicios se curvan sobre sí mismos hasta convertirse en finales. Es como tú misma dices: “a veces las cosas coinciden”.
Tu último cuento es una crónica y me gusta, cambias el registro, se vuelve más duro, menos poético y me da vértigo esa prosa cargada de verosimilitud, llena de datos, para engrosar una idea que en realidad es mentira.
Tu libro es hermosamente chileno. Es hermoso en la medida en que Chile aparece en pitos a los que les llaman paraguayos, en la palabra pantis —escrita así, tal cual—, en conceptos como “guata enorme” o en frases como “odio a esos culiaos” y en todos tus “conchasumadre”. En el libro que estoy escribiendo, escribí “conchasumadre”, con miedo, me encanta ver que tú lo escribes con tanta fuerza, porque el uso de esos chilenismos vuelve tu prosa universal.
Leyéndote pensé que me sorprende lo mucho que sigue apareciendo Pinochet en los libros. También pensé que los libros chilenos que más me gustan son justamente los que nombran a Pinochet. Tú lo nombras y también dices: “El mar guarda y esconde muchos de nuestros huesos” y es poético y es triste porque así es la historia de Chile que escribió Pinochet.
Me encantan tus frases, cuando dices:
No podía perderme la oportunidad de conocer un cementerio destruido. En esos años rezar y tener miedo eran algo muy similar. Sus manos parecían de greda, cocida, maltrecha, con surcos profundos. ¿Todas las personas que se están muriendo se ven iguales? Siempre elegíamos el bosque. (En esta última es como si dijeras: siempre elegíamos el misterio o algo así).
Y el cuento de las nanas, precioso. Cuando dice que amaba demasiado, que no podía vivir sin enamorarse, porque así me siento yo.
Y cuando dices: los supuestos cadáveres que habían hecho a esas flores florecer. Me encanta que digas “flores florecer”, es una redundancia tan poética, Maca.
QUÉ LINDO TU LIBRO, POR LA CRESTA. Es hermoso, triste y verdadero.
Y luego, la lluvia, esas líneas, esas rayas que incluiste como intermedio del libro, no lo vi venir, me sorprendiste mucho, es un poco Nancy de Bruno Lloret. En esas líneas sentí agua o cascada o descanso o invierno.
Escribes como si siempre estuvieses descubriendo el lenguaje, como si en la conjunción de palabras encontraras posibilidades nuevas, inimaginables.
Eso, querida mía, gracias por permitirme leer tu libro antes. Hay gente que vio en instagram que te estoy leyendo y me pidió tu libro. De verdad. Ya, un beso, muy largos los podcast que te dejé, nos podemos juntar si quieres, pero necesitaba contarte esto primero.
25 de agosto, 2019 Pucha el libro precioso por la cresta. Escribí un texto al respecto pero lo estoy dejando reposar.
4 de enero, 2020.
Este texto fue escrito el 25 de agosto del 2019, antes de que Chile se acabara el 18 de octubre del mismo año. Hoy, la forma en la que está escrito se siente un poco distante - al menos sin volver a pasar un proceso de edición - pero me parece que describe lo que sentí por el libro apenas lo terminé. Aunque no es una reseña que me enorgullezca pues hoy veo demasiados aspectos imprecisos que se podrían mejorar, deseo subirla así. Aquí está.
“Llenar un capítulo de lluvia si se me da la gana”. Un comentario y algunas divagaciones sobre “Paisajes (No habrá muerte. Aquí terminará el cuento)” de Macarena Araya Lira.
Tiempo atrás trabajé en una librería y fui feliz. Me pagaban poco y no me gustaba tener que agacharme a reorganizar libros empolvados porque me dolían las piernas y la espalda y me daba alergia en las manos y alergia en la nariz, pero estaba rodeada de personas que quería, incluso mi jefe. En esos tiempos me puse al día con lo propio. Empecé a prestarle atención a los nuevos libros chilenos y latinoamericanos que salían. Me aprendí los nombres de las editoriales. Busqué a sus autores en Google. Y leí muchos libros en el rato en que mi jefe salía al banco o a dejar pedidos fuera de Santiago o a darse una vuelta por Plaza Ñuñoa mientras se comía una manzana verde. Nada de esto tiene que ver (tanto) con el libro, pero pienso que “Paisajes” de Macarena Araya Lira es el tipo de libro que habría leído en esos intervalos. Llegado fin de mes, me lo habría llevado a la casa. Además del sueldo, parte de la paga era poder llevarnos un libro todos los meses.
Este libro es precioso. Lo empecé sin pensar en casi nada. No tenía ni muchas ni pocas expectativas. Estoy triste y quiero leer muchos libros, así que los abro como otras personas destapan botellas. Me lo recomendó la Arelis Uribe en un taller y nos mostró cómo un capítulo era una representación gráfica de la lluvia. El capítulo es un poco famoso por ello, quizá en un tiempo sea aún más famoso, porque es hermoso y novedoso y poético, así que no quiero contar cómo es que lo hizo, pero es fácil encontrarlo: se abre el libro y se hojea. La lluvia se encuentra rápidamente.
La misma autora, Macarena Araya Lira, dice en varias entrevistas que leí en internet que el libro no es necesariamente una novela, sino que también puede ser un conjunto de cuentos. Estos cuentos son distintos y hermosos y funcionan muy bien de forma independiente. Pero a mí lo que más me gusta es que, en sus diferencias de forma, tono y paisaje - valga la redundancia porque el libro se llama “Paisajes” - funcionan tan bien juntos. A mi como más me gusto fue como novela.
Apenas lo empecé a leer, empecé a llenar la primera y la última página de notas. También empecé a subrayarlo, pero tuve que detenerme después de un rato porque lo estaba subrayando entero y estaba gastando mucho tiempo y mucho lápiz.
Entre las cosas que escribí insisto mucho en la forma en la que el libro está escrito. Tiene un lenguaje sencillo y que no necesita recurrir a ninguna palabra que no se use en el lenguaje cotidiano para cargar cada línea de significado. En cada línea hay un pequeño tesoro: una frase divertida, una frase emotiva, una frase hermosa. Cada línea es ingeniosa. Un ordenar las palabras de cierta forma. Un repetirlas cada cierto tiempo. Y cada línea mostraba. En los talleres de escritura siempre se habla mucho del valor de “mostrar” en vez de “decir”. A veces es difícil, pero Macarena logró escribir un libro entero sólo mostrando. Entonces el libro se siente como una película que se reproduce en tu mente y ahí estás tú, un espectador con el paquete de cabritas entre los brazos porque a veces el libro se carga de misterio y emoción y realidad y dan ganas de sólo seguir y seguir y seguir leyendo. Es muy estimulante.
Otra cosa que me gustó mucho del libro fue lo orgánico que se sentía el flujo de todos sus componentes. Los diálogos indirectos, los cambios de paisaje y la evolución de la protagonista, junto a la historia, junto a sus personajes. El libro es un poco como la vida misma: empieza con muchas emociones y en el transcurso se va cargando de nostalgia. Como la vida misma, la narración se centra en los personajes y sus acciones, y cada lugar, cada paisaje, más que tener un rol protagónico, es el escenario en el que se desarrollan todos los acontecimientos. Acontecimientos políticos de gran escala y acontecimientos personales de también gran escala. Iba a decir “acontecimientos personales de menor escala” pero en realidad si están dentro tuyo me parece que decir “de menor escala” es un poco como negar el impacto que uno mismo tiene en uno mismo.
La protagonista, quién pone el corazón para todos estos acontecimientos tanto internos como externos, es tan entrañable que al rato sus emociones pasan a ser las emociones propias. O al menos así me pasó a mí. Sin darme cuenta, la frontera entre ella y yo se difuminó. Entonces sus alegrías fueron mis alegrías y sus penas fueron mis penas. Con lo poco que sé de astrología, creo que la protagonista podría ser Géminis porque en ella habita mucha dualidad y se parece a algunas personas Géminis que conozco. A veces es muy apasionada, otras muy resignada. A veces veces muy intensa, otras muy mesurada. Y está siempre buscando, un poco sin querer, y en esas búsquedas le pasan un montón de cosas desafortunadas y otras veces algunas afortunadas. A ratos me recordó un poco a Frances Ha, de esa película francesa del mismo nombre que está en blanco y negro. A la protagonista de “Paisajes” podría haberle gustado verla. Quizá también le habría gustado escribirla.
Y llega el final. Después de tanto camino recorrido, no dan ganas de separarse. Se sintió un poco abrupto, pero no me quedó ese sabor de rabia o insatisfacción que me han dejado otros libros porque, leyendo el título, creo que esto es lo que el libro promete: Paisajes. En algunos casos hay resoluciones, en otros no, pero nadie prometió que los hubiera. Al final, como dijo Nona Fernández en otro texto que leí en internet, “Paisajes (No habra muerte. Aquí terminará el cuento)” es una serie de postales. A esto añadiría que en estas postales no importa mucho la foto que viene en uno de los lados, sino que lo que tiene escrito y el lugar de dónde vienen. Este libro es sobrecogedor, entrañable, contingente, político y muy emotivo. Me gusto mucho. Y me hizo sentir que podía escribir como se me diese la gana y llenar un capítulo de lluvia si se me antojaba.
Hay libros que atrapan con sus primeras líneas, y este conjunto de relatos entra en esa categoría. Araya, galardonada como cuentista (Paula, Santiago en 100 palabras), muestra toda la destreza en contar historias complejas con un leguaje simple y sin florituras. En 9 relatos pasamos por una niñez que se niega a ver lo malo que ocurre alrededor, pero que allí está, de una adolescencia que atraviesa los problemas de identidades y una adultez que se reniega a florecer del todo. Las vicisitudes que atraviesa la vida de quien es protagonista de su relato, como una novela perfecta con distintos tiempos y encuentros, demuestras que Araya construye la escritura desde un uso del lenguaje apto para todo el mundo. Su condición sexual, su familia que se destroza, la enfermedad que arrecia y la condiciones laborales que afectan a todos por igual, parecieren ser los ingredientes justos para que adquieran un sabor determinado. Relatos que envuelven y no te dejan alejarte del libro por muchos instantes. Excelente lectura para cualquier día, cualquier hora y cualquier estado emocional. Simplemente brillante.
(...) “Para ir a la casa de su madre al instituto debía tomar la autopista Vespucio. En la autopista se leía A Punta Arenas y ella se imaginaba que seguía de largo y llegaba hasta la ciudad magallánica y besaba el dedo del pie del indio patagón. Pero, por supuesto, no lo hacía. Y cuando tomaba su salida, ponía el señalizador y doblaba.” “Las historias que inventábamos no tenían moraleja. M. dijo que el terremoto no le había dado miedo, pero yo la vi y me pareció que lloraba bajo la silla, o quizás rezaba; en esos años rezar y tener miedo eran algo muy similar. No le dije nada. Me gustaban sus mentiras.” “Dijo, con aliento a tabaco, que todo iba a estar bien, que la vida era difícil, que estaba llena de fracaso y dolores, pero que había que seguir adelante y que cuando creciera lo iba a entender. Ahora lo entiendo.” “Juan me tomó de la mano y se puso a llorar. Recuerdo haberle dicho algo como que la Iglesia católica nos odiaba. Y creo que él me respondió algo como que amaba muchas cosas que le hacían mal.” (...)
Lo amé, qué más puedo decir. Al comienzo creí que la prosa era muy simple, y casi que muy centrada en las acciones rápidas. Después me di cuenta de que en realidad se juega mucho con los silencios. Caen de repente frases como pesadísimos bloques de tiempo que no pueden evitarse ("Mirella se pierde en la memoria". / "Me incomoda cuando sus ojos empiezan a llorar de tanto estar abiertos"). Bellísimo. Aunque no habrá muerte es mentira. Todo se trata sobre la muerte.
Desde que lees los primeros párrafos de este libro, te atrapas y no paras de leerlo hasta terminarlo. Esta colección de cuentos sobre la autora juega con paisajes, lugares y momentos que alguna vez nuestra protagonista vivió en el transcurso de su vida. La narración de Macarena en el transcurso de estos relatos es tan única, cercana y real, que me hizo sentir en carne propia lo que estaba viviendo, observando y sintiendo. La conexión que existe entre cada uno de los cuentos lo transforma en algo mágico y nostálgico. La forma en la que la autora presenta a los personajes y como estos se tornan distintos a medida que pasa el tiempo es magnifica, nos demuestra como las personas cambian a medida que van creciendo envueltas en experiencias. "Uruguay" se queda para siempre en mi corazón, lloré cascadas en pleno transporte público al terminarlo. El último cuento fue la guinda de la torta, realmente. No me queda más que decirles que se atrevan a leerlo; denle una oportunidad, estoy más que seguro que no se arrepentirán de adentrarse en este maravilloso tesoro. Uno de los mejores libros que he leído en lo que va del año.
Ya pasó un año exacto desde la primera edición de este libro que en un momento tuve en mis manos en una librería del Forestal. No lo compré, pero llegó en préstamo a mis manos. Le tenía ganas y qué bacán es cuando esas ganas se terminan justificando.
Hay harto que desglosar, mucho más de lo que podría decir acá, pero partamos por el honor que le hace el título al libro. No sólo porque encontramos 9 capítulos situados en diversas locaciones del país por los que la protagonista se mueve, sino que también porque su prosa se configura de tal manera que parecieras todo el tiempo estar frente a postales, a paisajes. . "Somos una vergüenza, nos decíamos cuando intentábamos sacarnos Chile del lenguaje".
Hay imágenes exquisitas, reales. Me encanta que autores digan mucho con poco. Que te muestren una imagen y ya te estén contando mil capas más abajo. . Algo que se mantiene durante todo el libro, es la facilidad de la autora para describir personajes, para darles un espíritu aunque haya dicho una línea sobre ellos. Entre las páginas 57 y 61 describe a seis mujeres. A todas les creí, todas me parecieron reales. De todas disfruté leer sus dos líneas o sus dos párrafos. Todo fue preciso.
Me gustaron las referencias de tiempo. La hábil manera en que te cuenta de un momento o una época, como "habíamos crecido en los años noventa, con Los Venegas, las teleseries de Thalía (...) el Chavo siendo expulsado de la vecindad", todo ello, punzando en la cabeza de un par de generaciones. .
La forma sin maquillaje con la que habla de realidades son destacables, como "Juan creció en El Barrero, una población al lado de La Pincoya, en la parte sur de Santiago, en la parte pobre", o el mismo hecho de tener un auto chino, "su auto había sido elegido el más inseguro a la venta en Chile".
Lo inesperado también está presente. En el libro vas zigzagueando entre una serie de sucesos que a cada rato te sorprenden con un detalle, porque en esta narración son los detalles los que importan y le dan sentido al relato. Le dan forma y carne. Se palpan, a veces los compadeces, sufres, te identificas, sientes la desidia, intentas escapar igual que ellos, porque todos parecieran estar escapando de algo. De esa realidad asfixiante o a veces demasiado gris, de esa que la propia madre de la narradora busca escapar advirtiendo que se lanzará a las líneas del tren.
Me encantó la forma en que está escrito, jugando con la cronología y los paisajes. Presentando a personajes más de una vez haciéndote pensar que son distintos, cuando son los mismos solo que cambiaron porque ha pasado tiempo. También, cada vez me gusta leer más libros que son chilenos, por el lenguaje y la mención a lugares en los que he habitado (grande el Costa Brava). Otro libro que es sobre la muerte, pero al final, tiene tanta vida.
En la tradición más pura de la narrativa joven, este libro se enmarca en un discurso sencillo, sin florituras ni espacios para lo exagerado. La historia no es una: es el collage confesional de la autora, que trepa de una anécdota a otra. El eje es ella misma, como figura central. Su vida, sin más, sin menos.
De lectura rápida y amena, el capítulo sobre reencontrarse con el padre es excepcional. Mirándolo de cerca, una escaleta cinematográfica.
Es un libro muy bien construido. Me gusta mucho cuando se ve el oficio y la dedicación en un libro. Amo cómo asume ciertos formatos experimentales y mantiene una prosa asertiva, sin darse tantos rodeos. Amo la pausa que significa “Puerto Cisnes”. Mi cuento favorito es el inicial, sin lugar a dudas. Amo cómo se logra transmitir sensibilidad y alta emocionalidad a partir de frases muy puntuales que bordean la frialdad. Me gusta me gusta me gusta.
Un libro hermoso, una novela compuesta de relatos interconectados, una voz transversal que se complejiza y madura con el paso de las páginas. El centro: las relaciones humanas y el paso de la vida, la adultez con su soledad y su incertidumbre y sus pérdidas. Lo cotidiano y lo hermoso de eso. El relato “Uruguay” me emocionó hasta las lágrimas. Bello bello bello.
qué onda la macarena araya lira y su libro. seca. clara. directa. todo bello y chileno. con dolores y palabras tan chilenas. pata. paco. locaculia. el formato cuentonovela me dejó lokis también. lo leí muy rápido, tanto que voy por la segunda.
Lo leí por primera vez el año pasado en Kindle y me voló la cabeza. Lo compré y lo leí nuevamente en papel y creo que me hizo llorar más que antes. El final de “Uruguay” no está hecho para la gente sensible.
En una búsqueda de nuevas escritoras encontré esta joyita. Este libro de novelas-cuentos-relatos, cala en lo hondo del alma. Comienza con un relato corto de la protagonista viviendo en Santiago en el cual tiene un altercado con un vecino que la amenaza con destruir su auto si no lo estaciona en otro lado. Cada uno de estos paisajes reflejan distintas fases de la protagonista, acaparando paisajes de todo Chile y de todo tipo de situaciones. Creo que me devoré el libro porque me identifiqué con gran parte de los relatos: un cuestionamiento de la paternidad de los 90, la cultura popular de la época, los cambios de paradigmas a través de los años, el cambio de casas, el cambio de situaciones y la intensidad...la intensidad de cada uno de los párrafos que incluso con variantes del teclado te retrotraen al sur de Chile, cuando la protagonista busca a su padre. En lo personal, gran parte de los cuestionamientos de la protagonista los realicé alguna vez en mi vida, en silencio y con miedo a develarlos. Es una novela-relato rápido de leer sin palabras apoteósicas: clara y directa es Macarena Araya.
Me encantó y acá van frases para entusiasmar:
"¿Qué les hace el mar a los huesos? ¿ Qué les hace la sal a los cuerpos?"
"Nuevamente me quedo a dormir con ella. Leo mi libro de Bolaño; ella, la tercera parte de la saga Millennium. Me cuenta que mi hermano tiene pololo nuevo y que es de derecha. Nos reímos, porque no se puede ser gay y de derecha. Me dice que ya se siente mejor y me da las gracias por cuidarla".
"Las facciones de Antonio empiezan a aparecer en el rostro de mi mamá. La misma mirada. Las mismas manos. ¿Todas las personas que se están muriendo se ven iguales? Vemos películas viejas y mi mamá se pregunta cuánta de esa gente estará muerta. Mi mamá se empieza a apagar. Lo sé. Quiero detener el tiempo. Aquí estamos juntas viendo películas y regando flores. Ese será el final. No habrá muerte. Aquí terminará el cuento".
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Este libro es demasiado chileno, desde el uso del lenguaje, las referencias a la cultura pop local, la historia reciente del país, los lugares, etc. También siento que hace un buen resumen de lo que ha sido la narrativa chilena “joven” reciente. Con gotas de lluvia que recuerdan a las x de Nancy de Bruno Lloret, que a su vez le hacen un guiño al trabajo en caligramas.
La prosa es rápida y concreta. Todo lo que fue Santiago lo leí como cuentos apartes. Pero llegué a Barcelona y sentí que esa voz que luego habitó Uruguay se repetía. Pero la certeza nunca te la dan, y es entretenido ese juego de sentirse en medio de un híbrido entre novela y colección de cuentos, hasta que todo empieza a tomar forma. Para después confundirnos de nuevo con un último cuento con una voz menos inocente y quizás más seca.
Ahora que ya leí este libro se lo regalaré a mi pareja. Le puse post-its explicativos para que logre entender lo más posible porque siento que es un libro en el que se respira el Chile en que me crie y quiero que el conozca eso. Al final como indica el epígrafe en las palabras de Joan Didion “¿No cree que la gente se forma según el paisaje en el que crece?"
Hermosamente real, que desborda el alma y te hace seguir y seguir. De la prosa poética y cotidiana al relato más duro. Cada pasaje era un “se vuelve mi libro favorito”. No hay dobles escrituras, es tan complejo en su escritura sencilla y directa. Son relatos que te conectan, te hacen querer volver a lo familiar, repensar la cotidianidad, encontrarte en tu soledad y perderte en las emociones. Simplemente maravilloso.
Un paseo por una vida ajena, que actúa como espejo de la vida propia, narrado desde la simpleza de los actos cotidianos y de manera directa con nuestro lenguaje diario.